sábado, 28 de marzo de 2015

A Different Love - Niley - Cap 12

—¿Qué estás haciendo aquí? —Di un paso hacia atrás, fuera de su alcance—. Llamé a Mandy después de que te fuiste y pensé que era ella la que… quien venía. —Intenté fingir que estaba bien,
pero era obvio que era un desastre. No quería darle esa clase de poder sobre mí.
—¿Puedo pasar?— Mi cerebro había aparentemente tomado un permiso para ausentarse, porque di un paso hacia atrás, permitiéndole entrar. Su olor a almizcle me inundó y no quería nada más que enterrar mi cara en su cuello e inhalar. No, Miley. No. Mierda, tal vez los tres tragos de vodka que había tomado en una rápida secuencia después de que se marchó no habían sido una muy buena idea. Mis manos ya temblaban y luchaba por permanecer erguida. Me retiré a la cocina y bebí un trago más por si acaso, antes de que Nick entrara a la cocina detrás de mí. Tapó la botella de vodka y la colocó de nuevo dentro del congelador.
—Suficiente —dijo rudamente, su aliento tibio rozando sobre mi nuca. Me recosté contra la isla de la cocina, su presencia amenazadora me tenía cautiva. —¿Por qué has regresado? —Había estado esperando sonar suspicaz, insensible, pero en su lugar mi voz traicionó mi desesperado y ebrio estado. Maldita sea.
—¿Estás borracha? —Estiró el brazo y jugueteó con un rizo de mi cabello—. Estuve fuera sólo una hora. —Su nariz rozó mi mejilla, deteniéndose sólo por un momento. Levanté mi barbilla y le sonreí con suficiencia.
—Sin comentarios. — Pronto se daría cuenta del desastre que yo era, de todas formas. Verlo con Sara y pensar que él había seguido adelante… Dios, me había destrozado. Incluso descubrir que no era el padre del bebé no alibvió mi mente. No era como si me estuviera pidiendo que volviera… ¿verdad? ¿Y qué le diría si lo hacía? Necesitaba ser fuerte. Y en mi estado de embriaguez, con la deliciosa masculinidad de Nick parado en mi cocina, iba a necesitar un maldito milagro. Puse mis manos en mis caderas.
—¿Por qué estás aquí, Nick?— Su mirada chocó con la mía.
—Por ti.— Mi garganta se apretó y agarré la encimera de apoyo. Nick no dijo nada más y no hizo ningún movimiento hacia mí. Sólo continuó mirándome, sus ojos cada vez más oscuros con deseo. La anticipación envió a que mi corazón latiera erráticamente en mi pecho. Seguramente él sabía que esto no era justo. Estaría más allá de injusto seducirme en estos momentos, cuando estaba vulnerable y necesitada por su contacto. Quería muchísimo más, pero incluso antes de que lo procesara, sabía que libre y voluntariamente le daría cualquier cosa que quisiera. Incluso sabiendo que mi corazón seguramente se resecaría y desintegraría de una vez por todas cuando me dejara esta vez. Dio un paso más cerca, como tanteando el terreno y cuando no hice ningún movimiento para detenerlo, y de hecho incliné mi cuerpo hacia el suyo, cerró el resto de la distancia entre nosotros y me tiró contra él. Me hundí en el alivio.
Había extrañado esto. Los planos duros de su pecho, sus músculos presionando contra los míos en esa forma familiar. Lo había extrañado a él y en este momento, estaba lo suficientemente desesperada como para tomar cualquier cosa que pudiera conseguir. Mi corazón saltó a la acción, golpeando contra mis costillas y mi cerebro estaba en conflicto con mi cuerpo.¿Podría manejar las consecuencias de otra noche con Nick? Se inclinó hacia abajo y plantó un tierno beso sobre mi mandíbula, justo debajo del  lóbulo de mi oreja.  Mi corazón decía no, mientras que mi cuerpo gritaba sí. Tal vez si específicamente e inteligentemente escogía esto, si yo estaba usándolo esta vez… La derrota no dolería demasiado. Endurecí mis nervios para tomar lo que necesitaba de él… una última vez. Necesitaba ser quien tuviera el control. Capturé su boca en un beso devastador, separando sus labios con mi lengua y girando ansiosamente mi lengua con la suya. Sus manos se levantaron para ahuecar mi mandíbula, inclinando mi cabeza para intensificar el beso. Mientras sus manos se enredaron mi cabello y acariciaban mi mejilla, no me permití sentir la ternura del momento y en su lugar, desabotoné sus pantalones y llevé mi mano adentro. Su pene se puso rígido bajo mi no-demasiado-amable asistencia y cuando estuvo completamente duro, me separé del beso y dejé caer mis rodillas en frente de él.  Nick se rió entre dientes, bajando su mano para acariciar mi cabello, retirándolo suavemente de mi cara.
—Demonios, nena, ¿tienes prisa?— Pero su risa murió en sus labios cuando mi boca llegó alrededor de su protuberante cabeza, tirando de él profundamente  —Oh, mierda. — Orgullo creció dentro de mí y puse cada pizca de energía que tenía en la actuación. Mi mente repetía las imágenes de sus videos e imite los movimientos que había vist,— lamiendo sus bolas y chupando una de ellas en mi boca. Nick se encogió y retrocedió.
—¿No te gusta? —pregunté, mirándolo con los ojos abiertos. Sus ojos brillaron implacablemente hacia los míos.
—Está… bien. — Parecía luchar por las palabras correctas. Acariciaba mi cabello apartándolo de mi rostro, mientras trataba de leer mi expresión—. Me gusta más que chupes mi pene, eso es todo.
—Oh. Pero en tu último video… —me detuve, cerrando de un golpe mi boca. Comprensión cruzó sus facciones y parecía que ambos recordábamos la forma en que se zafó de la boca de la chica y la dirigió a sus bolas. Recorrió su dedo a lo largo de mi mandíbula. 
—Eso era sólo para la cámara, nena. Era actuación. Mi pene es tuyo y había algo que no se sentía bien cuando ella me hacía eso. Mis últimos recuerdos eran de ti chupándome profundamente en tu garganta, y yo no quería los labios de nadie más alrededor de mí en ese momento. Sé que probablemente suena estúpido para ti, considerando… Pero es la verdad.— Tomé una profunda respiración. No importaba que me dijera en estos momentos, me recordé a mí misma. Él no podía hacer esto bien. Necesitaba ser fuerte. 
—Está bien. Lo entiendo. —Regresé a mi tarea, agarrándolo firmemente con ambas manos mientras acariciaba y mamaba al mismo tiempo, obligando a todos los pensamientos a apartarse de mi mente. 
—Demonios, pastelito. —Sus rodillas temblaban y sus manos se abrieron paso en mi cabello, levantándolo de mi rostro y colocándolo en una cola de caballo detrás de mi cabeza. Con una mano aún plantada en mi cabello, agarró su pene en su otra mano y lo sacó de mi boca. —No me quiero venir aun —dijo con los dientes apretados—. Deja que me encargue de ti. Agarró mis brazos, poniéndome de pie y plantando una serie de dulces besos sobre mi boca. 
—No. Te necesito dentro de mí. Ahora. —Leyó la insistencia en mis ojos. 
—Está bien. —Tiró del dobladillo de mi vestido tejido hacia arriba y alcé mis brazos repentinamente parada frente a él en sólo mi sujetador y bragas. Extendí los brazos para desabrochar mi sujetador, desechándolo y luego rápidamente me quité mis bragas. No estaba segura por qué, pero necesitaba ser quien tuviera el control. Sin molestarme en quitarle la camisa de Nick, lo atraje hacia mí, mi espalda apoyada contra la encimera. Sus ojos tenían un rastro de duda, pero jalé sus labios a los míos. 
—Tómame.—  Me levantó sobre la encimera y frotó los labios de mi sexo hinchado. 
—¿Estás lo suficientemente mojada, cariño? No quiero lastimarte.— Necesitaba parar con esa mierda del chico bueno. Ambos sabíamos que no lo era. Este era exactamente el por qué mi corazón estaba en pedazos. Descubriendo que ya estaba empapada, malditas hormonas, rodó un condón sacado de su billetera. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y clavé mis talones en su culo, instándolo hacia delante. Segundos después sentí su pene empujando en mi entrada. Sí, esto era lo que necesitaba, sólo para olvidar todo lo demás y perderme en las sensaciones. Una ola de deseo corrió a través de mi vientre. Se movió lentamente hacia delante, deslizándose dentro de mí lentamente. Desgarrando lentamente. Arqueé mi espalda, tumbada contra la fresca y dura encimera, y apreté mis ojos cerrados. 
—Más duro. Fóllame más duro.— Los movimientos de Nick mejoraron, aunque sólo infinitesimalmente y las puntas de sus dedos rozaban mis tetas. 
—¿Miley, mírame?— Abrí un ojo. 
—Sólo hazlo, Nick. No vas a romperme.— Sus manos se movieron a mis caderas y me jaló hacia delante contra su pelvis. Observé sus movimientos por un momento antes de dejar a mis ojos cerrados irse a la deriva otra vez. Moví mis caderas contra las suyas, a pesar de la combinación de dolor-placer agarrando mis entrañas por la plenitud. Dejé salir jadeos pesados, empujando las caderas hacia delante al tiempo para encontrar sus impulsos, lastimando su culo con mis uñas. 
—Detente, Miley. Detente. Esto no es sexo venganza. —Apartándose de mi, su pene, tibio y empapado, descansó contra mi vientre
—¿Qué estás haciendo? —Tomó mis hombros, sacudiéndolos amablemente hasta que encontré su mirada. Me incorporé en la encimera, con los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué diablos hacía? Esta no era yo. No era una diosa de la habitación, o de la cocina, por así decirlo, era inexperta y torpe. Sólo hacía esto porque mis sentimientos por él me aterrorizaban. Lo amaba. Lo amaba tanto. Chupé mi labio inferior, rehusándome a llorar. 
—No soy una estrella porno. Sé que no soy como una de las otras mujeres con la que has estado…—Soltó un suspiro de frustración y apretó los puños en sus costados. 
— ¿Eso es lo que pensaste que esto era? Que quería sexo rudo contigo… debido a mí pasado…—Tiró de sus calzoncillos y pantalones—. Mierda. — La palabrota atravesó su pecho con un gruñido. Sus manos temblaban y la mirada en sus ojos era diferente a cualquier cosa que había visto alguna vez. Solté un suspiro tembloroso. Nick me alzó de la encimera, fácilmente me levantó en sus brazos y me acunó contra su peso mientras salía de la cocina. Abrió de una patada la puerta de mi habitación y me soltó en el centro de la cama, donde aterricé con un ruido sordo. Gateó hacia mí, inclinándose cerca de mi oído, su voz baja y mezclada con ira. 
—Si quieres que te folle duro, lo haré. Pero no porque creas que eso es lo que quiero. Te quiero a ti. Sólo a ti, Miley. Tus suaves curvas, tu falta de experiencia, tu apretado coño que sólo ha sido mío. Esa noche contigo, a pesar de que lo que pude haber dicho, hicimos el amor y fue el mejor sexo de mi vida. —Se sentó sobre sus talones, dándome una oportunidad de procesar sus palabras—. Y más que eso, no fue sólo sexo eso que compartimos esa noche. — Frotó sus manos sobre su cabello—. Cristo, pastelito. Estoy enamorado de ti. 

La reacción de Miley ante esas cuatro pequeñas palabras no era exactamente lo que yo esperaba. Sus ojos azules se quedaron bloqueados en los míos durante unos segundos antes de que se cerraran. Negó con la cabeza. 
—No lo digas sino lo dices en serio.— Ahuequé sus mejillas y abrió los ojos. 
—Quise decir cada palabra. Te amo —Una sonrisa floreció en sus labios y me incliné para besarla—. Si tengo que sacrificarme para darte todo lo que quieras, si tengo que cambiar lo que soy, lo que sea que tenga que hacer, dímelo. Está hecho. No puedo creer que pensé que podría vivir sin ti.— Bajó la mirada, un rubor rosado manchando sus mejillas. 
—Nick — susurró en voz baja, agarrando puñados de las sábanas en sus pequeñas palmas. 
—Yo era jodidamente desgraciado sin ti. Una ruina absoluta. Por favor, perdóname, pastelito.—Levantó la vista, pareciendo sacar algo de fuerza al escucharme arrastrarme, su sonrisa pícara volviendo a caer en su lugar. 
—Y te comprometerás sólo para mí. No más rodaje sin importar cuan difíciles se pongan las cosas. —Te lo prometo —Besé el dorso de su mano, los nudillos, la muñeca. 
—Y ni siquiera miraras a otra mujer cuando estamos juntos.— La miré a los ojos 
—No será necesario. Tengo a la chica más bella del mundo conmigo —Hacíamos nuestros propios votos el uno al otro y no importa lo extraño que pudieran parecer, eran perfectos para nosotros
—. ¿Vas a estar bien conmigo sentado sobre mi culo los domingos por la tarde, viendo el partido y tomando una cerveza?— Se echó a reír, profundo y gutural. 
—Sólo si me dejas tener alitas de pollo.—Sonreí. 
—Hecho—. Se arrastró sobre mi regazo a horcajadas sobre mí y apoyó la cabeza en mi pecho. Era extraño cómo yo había llegado a pensar en esto como su sitio. Trazó con la punta del dedo ligeramente sobre mi pecho, rozando contra el vello. 
—¿Irías a la tienda y me conseguirías tampones y helado de chocolate y revistas de chismes cuando los necesite? 
—Maldita sea, nena, si puedo jugar a la tienda de Belleza Barbie con Lily, ¿no crees que puedo manejar eso?— Se echó a reír, su pecho rozando el mío mientras se reía. Mi cuerpo despertó a la vida, recordando que todavía estábamos en su mayoría desnudos. Me volví y suavemente la deposité sobre la cama, acomodándome a mí mismo sobre ella. Lamí sus pezones, tirando de uno en mi boca, y mantuve los ojos fijos en los de ella. Me tomé mi tiempo, a fondo adorándola con mi boca y dedos hasta que ella estuviera empapada y me pidiera más. Dios, amaba a esta chica. La acomodé sobre su espalda, las piernas abiertas para mí y me arrodillé entre sus rodillas. Me acerqué hacia adelante hasta que desaparecí en su interior. Mirar a mi polla deslizarse entre sus pliegues rosados era terriblemente caliente. Mi único problema con esta posición, apoyado sobre mis rodillas de la manera que fuese, era que no podía besarla. Sin embargo, tenía la vista perfecta de su pequeño cuerpo caliente, por lo que lo usé en mi provecho. Después de haberla puesto ante mí de esta manera, me permití acariciar sus pechos y sumergirme entre sus piernas para dar masajes a su clítoris. 
—Quiero que te vengas para mí, nena.— Gimió suavemente, sus ojos se cerraron en concentración. 
—Nick, lo quiero rápido. 
—¿Estás segura, nena? 
—Sí —Se quejó, encontrándose con mi mirada de nuevo. Agarré sus rodillas y aumenté mi ritmo, hasta que estuve totalmente enterrado con cada embestida, mis bolas golpeando su culo. Oh, joder, no iba a durar a este ritmo. Su calidez, su cuerpo, su pequeño coño apretado.... Ah, mierda. 
—Cariño, me voy a venir. 
—Todavía no —susurró. Tragué una maldición, y embestí más duro, rodeando su clítoris con mayor rapidez. Las gotas de sudor rodaban por mi espalda por el esfuerzo de aguantar mi orgasmo. 
—¿Nena? 
—Todavía no —exclamó. Agarré la base de mi eje, aprisionando mi orgasmo inminente y continué empujando. Mis bolas apretadas como el dolor físico de mantenerme me alcanzaron. Sus gritos se hicieron más fuertes y sus caderas chocaban contra las mías. Ella estaba cerca. Con una mano seguía jugando con su clítoris, usé mi otra para masajear un pecho, pellizcando y frotando sus pezones hinchados. Sus caderas se dispararon fuera de la cama y su voz ronca gimiendo mi nombre me envió al borde. Embestí dos veces más y llegué a mi clímax, inclinándome sobre ella para susurrarle palabras cariñosas mientras me venía. Hicimos el amor dos veces más y luego pedimos comida a domicilio, negándonos a salir de la cama, incluso mientras comíamos, sushi de todas las cosas. Miley había prometido que me gustaría, y, sorprendentemente, en realidad no estaba nada mal. Una vez que terminamos, nos quedamos en el centro de la cama, renuentes a dejar los brazos del otro. 
—¿Cómo podría yo ser suficiente para ti, nena? Te mereces el mundo. Ni siquiera mis propios padres me quieren —le dije, trazando un solo dedo encima de su cadera desnuda. Me negé a su solicitud de vestirnos después de la última vez que habíamos hecho el amor. Se apoyó sobre un codo para mirarme. 
—Tus padres se perdieron a un hombre asombroso. Y con respecto a que tú no eres lo suficientemente bueno... —Sacudió la cabeza—. Piensa en el amor incondicional que tienes por Lily. Ella puede suponer un reto, y tú probablemente nunca imaginaste cuidar de una niña de seis años a tu edad, pero para ti, ella es perfecta.— Yo sabía que ella tenía razón. Recibiría una bala por Lily. Y sentía lo mismo por Miley. 
—Tú podrías no ser la persona con la que alguna vez me imaginé, pero eres exactamente lo que necesito, alguien con quien puedo soltarme y ser yo misma. No algún idiota estirado usando traje que sólo está cortejándome con la esperanza de impresionar a mi padre y asegurarse su próximo ascenso. —Es verdad. Ese no soy yo.  
—Y me encanta eso de ti. Me encanta saber que te enfrentarías a mis padres o a cualquiera si se da el caso, para asegurarte de que yo sea feliz. —Diablos, sí, lo haría. Metí a Miley bajo mi brazo y la sostuve hasta que su respiración se volvió profunda y regular. Nunca había pasado una noche lejos de Lily, pero sabiendo que Sophia estaba durmiendo en mi casa, y que Lily estaba a salvo, y lo más importante, que tenía a Miley de vuelta, caí en un sueño fácil, sintiéndome más feliz y más completo que nunca.   
  
—¿Qué es exactamente lo que crees que estás haciendo? —le pregunté a Miley mientras se arrastraba a través de la cabina de mi camión hacia mi regazo.  
—Shh. Tengo una idea —murmuró contra mi cuello. Tenerla a horcajadas sobre mis caderas con esa pequeña falda negra envió una ola de deseo a través de mi sistema. 
—No es justo, nena. No tengo espacio para tocarte. —Apoyé los brazos a cada lado de ella, enjaulándola contra mí, pero todavía dejándola salirse con la suya. Levantó la barbilla y atrapó mis ojos, la confianza y el deseo ardiendo en esas profundidades azules. 
—Silencio. Una vez me dijiste que te gustaba el sexo en la cabina de tu camión.— Una risa baja cayó de mis labios. ¿Eso es lo que esto era? 
—Solía gustarme. Pre-Miley. —Como habíamos empezado a llamar a mi vida antes de ella. No la iba a follar en mi camioneta. Claro que estaba oscuro y el estacionamiento se encontraba vacío en su mayoría, dada la hora, pero Miley merecía más. Se merecía todo. Me sonrió, recostándose aún más cómodamente en mi regazo. 
—Sí, pero has venido a bailar con mis amigos esta noche, aunque sé que odias los clubes ruidosos y quiero recompensarte. —Movió las caderas contra la parte delantera de mis pantalones vaqueros, el roce de nuestros cuerpos exigiendo atención. Tomé su mentón en la mano y la besé en la boca. Odiaba los clubes de baile, pero ver bailar a Miley con una minifalda y tacones y sintiendo sus movimientos contra mí toda la noche, bueno, vamos a decir que no fui un mártir. Esto también había ayudado a que acortáramos el hueco entre nuestros amigos, invitando a varios de sus amigos y los míos a salir juntos. Algo así como nuestra primera salida real como pareja. Y para nuestra sorpresa, todos se habían llevado bien. Incluso Tyson y yo habíamos enterrado el hacha de guerra entre nosotros. Al parecer, algunos se habían llevado mejor que otros, demasiado, como ejemplo de ello, estaba bastante seguro de que Joe y Mandy se encontraban actualmente de camino a su casa. Yo no podía dejar de sonreír, porque eso era exactamente lo que habíamos estado haciendo durante el último mes, ella mostrándome las cosas de su mundo y yo mostrándole el mío. Miley continuó mirándome con una expresión curiosa, su boca curvada en una sonrisa maliciosa. 
—No aquí. No en mi camión, nena. Déjame llevarte a casa donde pueda follarte bien. —La besé, mordiendo sus labios. Sonrió y negó con la cabeza. 
—No soy frágil, Nick. No hace falta que me trates como una princesa. Te quiero. 
—Pastelito... —Mi voz salió en un medio gemido, medio susurro. Trabajó sus manos entre nosotros, desabrochando mi cinturón y tirando hacia abajo mis pantalones. Dios, estaba completamente a su merced. Me tenía. El brillo en sus ojos y la sonrisa crispando sus labios me dijo que ella lo sabía. 
—Creo que tengo que recordarte... —Tiró hacia abajo mi bóxer lo suficiente para liberar mi polla—. Que esto me pertenece. —Se inclinó más cerca, moviéndose contra mí para que yo pudiera sentir lo mojadas que sus bragas estaban.  Jooooder. 
—Oh, es todo tuyo, pastelito. —Tiré de sus bragas a un lado, dirigiendo mi pulgar por sus labios hinchados. Sabiendo que estaba lista, empujé las caderas hacia arriba, encontrando su calor húmedo con empujones suaves. Gimió y se retorció, ajustándose a la plenitud cuando me deslicé dentro. Apreté la mandíbula para no gritar cuando su increíblemente apretado y caliente canal se dejó caer sobre mí. 
—Cada centímetro, mío —susurró. 
—Sí, tuyo. —La besé apasionadamente mientras ella aumentaba su velocidad. Miley gritó y presionó su mano contra la ventana, marcando el vidrio empañado con una huella de su mano. Si no era obvio lo que pasaba en este camión antes, sin duda ahora sí. Sus gemidos se hicieron más insistentes y yo sabía que ella estaba cerca. Nunca tenía que pedirle más. Siempre sabía cuándo estaba a punto de venirse y luego mi liberación en consecuencia. Se levantó y se sentó sobre mí mientras repetidamente gemía mi nombre como si fuera su mantra. Era jodidamente caliente. Echó la cabeza hacia atrás, gimiendo bajo en su garganta y pude sentir el orgasmo pulsante exprimiéndome. Agarré sus caderas, embistiendo duro y rápido y pronto la seguí al borde. Después, la acuné contra mi pecho, sujetándola mientras los latidos de nuestros corazones se hicieron más lentos y nuestras respiraciones se mezclaron. 
—Te amo, pastelito. 
—Te amo, Nicholas—murmuró, sus labios contra mi cuello. 

FIN

lunes, 23 de marzo de 2015

A Different Love - Niley - Cap 11

El otoño pasó rápidamente y para la primera nevada en diciembre, mi corazón había comenzado a sanar, aunque yo sabía que nunca olvidaría a Nick. O Lily para el caso. Todavía los extrañaba a ambos terriblemente, pero mi orgullo no me dejaba contactarlo. Él había hecho su elección. En algunos aspectos, era el mismo patrón de como yo crecí. Mi padre eligió trabajar todo el tiempo y mi madre deshacerse de mí. Sólo pensar en el trabajo de Nick, la traición se volvía más profunda. Durante las últimas semanas, de alguna manera caí en la rutina de activas citas con Patrick. Tal vez fue porque era fácil estar alrededor y aliviaba la sensación de estar sola, o tal vez porque hacía a mi madre era tan ridículamente feliz, pero cualquiera que sea la razón, yo ahora salía con él varias veces a la semana. Me había llevado a paseos a caballo y fuera para almuerzos informales y elegantes cenas. Incluso fue a una cena de domingo en el club ante la insistencia de mi madre.
Pasé las vacaciones de navidad en Aspen con mis padres, esquiando, comiendo mucho y visitando el spa. Fueron unas buenas vacaciones, pero por supuesto, incluso ahí, al otro lado del país, no pude mantener mis pensamientos de Nick y Lily. Especialmente después de que él me enviara un pastelito con una nota que decía que me extrañaba sólo unos días antes de irme. Pasé los primeros días en Aspen pegada a mi celular, segura de que él iba a llamar. Pero la llamada nunca llegó. Quizá las fiestas o la primera nevada del año lo habían puesto sentimental, eso era todo. Sin embargo, me encontré acostada en la cama despierta por la noche, preguntándome si debería haberle enviado a Lily un regalo de navidad, o si Nick les cocinó la cena de Navidad.
Por alguna razón, me deprimió pensar en ellos dos sentados en la pequeña mesa de su cocina con un plato de huevos revueltos y alas de pollo. Me pregunté si les gusta la langosta, que fue lo que mis padres y yo tuvimos. No importa. Necesitaba sacarlos de mi cabeza. Cuando regresase de Aspen, me tiraría de nuevo a mi regular rutina, incluyendo ver a Patrick otra vez. Mi primer sábado de vuelta de Aspen, Patrick había arreglado para nosotros, ver una función de El cascanueces y estaría esperando en cualquier momento para recogerme. Me vestí con un vestido de suéter de color rojo vino, medias de color gris y mis botas marrones de caña alta, dejando mi cabello suelto sobre mis hombros. Observé desde la ventana delantera al coche de Patrick. Por lo general corría a su encuentro en la acera, ya que prefería no tenerlo solo en mi apartamento. Aunque me gustaba pasar tiempo con él, no estaba lista para dormir con él, con él ni con nadie. Pero hasta ahora, Patrick había sido muy paciente, conformándose con ligeros besos de buenas noches en su coche cuando me dejaba.  Me deslicé en su Lexus, y se inclinó sobre la consola y le dio a mi mejilla un rápido beso.
—Te ves bien. ¿Cómo estuvo Aspen?
—Fue agradable. Mucho tiempo en las pistas con mi papá y mucho tiempo en el spa con mi mamá. —Lo dejé en eso. Se sentía un poco extraño hablarle a Patrick sobre mis padres, ya que trabajaba para mi padre, pero no presionó por detalles. Vestía con un jersey de punto grueso, y yo no podía dejar de reírme. No era el tipo de cosa que un hombre escogía y tenía que ser un regalo de Navidad de su mamá. Me acomodé en mi asiento y traté de relajarme, a disfrutar el día por lo que era. Aun no me acostumbraba al olor de su coche nuevo. Abrumaba mis sentidos, como si estuviera bombeando a través de las rejillas de ventilación. Nos dirigimos en silencio hacia el teatro y me encontré bostezando. Las noches sin dormir de las últimas semanas me habían alcanzado.
—¿Te importa si paramos por café antes del show?— Miró el reloj en su tablero. —Si lo hacemos rápido, estará bien.— Unos minutos más tarde, apunté a la señal verde de la cadena de café llegando en la siguiente salida. Patrick salió de la carretera y entró al estacionamiento, haciendo fila detrás de los clientes que llegaron primero. Conté los coches delante de nosotros. Siete.
—Mierda.— Patrick deslizó la palanca de cambios en el estacionamiento y dejó salir un suspiro. Me quité mi cinturón de seguridad.
—Voy a correr dentro. Será rápido.
—Miley, ya estamos en línea. —Miró en el espejo retrovisor—. Y ahora estoy bloqueado.
—No te preocupes, será como una carrera. Tú espera aquí y yo voy dentro.
—Una carrera, ¿eh? —Sonrió. Asentí y salté fuera del coche.
—Sí. Y voy a ganar. Vuelvo enseguida.— Una vez dentro, noté que había sólo dos personas delante de mí en el mostrador. Un pedazo de pastel. Contemplé mi pedido, recordando que a Patrick le gusta el chocolate caliente con crema batida, cuando el sonido rico, una risa masculina, encontró mis oídos desde el otro lado de la habitación. Hubo algo sorprendentemente familiar sobre ello y el pánico creció en mi estómago. De mala gana giré y vi a Nick sentado en una pequeña mesa redonda frente a una mujer. Deseé poder esconderme, que el suelo se abriera y me trague toda, pero por supuesto eso no pasó. Él no me había notado.
Había aún una oportunidad de que pudiera escapar sin ser vista, pero no pude resistir una mirada más. Nick era exactamente como lo recordaba, todo músculo duro y rasgos masculinos, una sombra de barba en crecimiento desempolvando su mandíbula. Se inclinó hacia delante, apoyando sus codos en la mesa, escuchando con atención a la mujer. Podía ver sólo su perfil, pero parecía familiar y mi mente intenté ubicarla. ¿Era una de las niñeras que usaba? Algo sobre el cabello castaño colgando por su espalda tenía mi mente trabajando horas extras. No importaba. Tenía que salir de aquí. Di un paso atrás y golpeé directo a una torre de tazas de renos, haciendo vibrar la pantalla. Nick escogió ese preciso momento para levantar la mirada. Sus ojos se posaron en los míos y una línea arrugó su frente.
—¿Miley? —Se puso de pie dirigiéndose hacia mí antes de que pudiera contemplar escapar—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Nick —murmuré incoherentemente, encontrando su mirada preocupada.
—Sí, es Nick. —Presionó una palma en mi mejilla—. ¿Estás bien? Te vez un poco sonrojada.— Mis ojos se dirigieron al otro lado de la habitación a la pelirroja en su mesa. Había girado para vernos, y se veía completa, de inmediato supe quien era. Mis rodillas temblaron y una oleada de náusea se estrelló contra mí. Nick estaba en una cita con la chica de su primer rodaje. Desiree, creo. Me recordé a mí misma respirar, pero poco me sirvió. Mi cabeza nadaba con este descubrimiento. ¿Era ella la razón por la que eligió su trabajo sobre mí? ¿Cuánto tiempo habían estado viéndose fuera del trabajo? Nick volvió a mirar a la mujer y espetó una disculpa cortada.
—Lo siento. Déjame presentarte a Sara. —Le hizo señas otra vez. ¿Sara? Supuse que Desiree era su nombre artístico. Cuando se levantó de la mesa, su mano se movió para acunar su hinchado vientre redondo y la comprensión golpeó. Estaba embarazada de varios meses. Mis piernas se salieron de debajo de mí. Cuando reaccioné, estaba tendida en el piso, Nick sostenía mi cabeza en su regazo acariciándome con los dedos la frente, mis ojos nebulosos se enfocaron en sus consternados ojos.
—¿Pastelito? —preguntó. Me moví para sentarme pero sus grandes manos me mantuvieron firme donde estaba. —No te muevas, tuviste una fuerte caída y te golpeaste en la cabeza antes de que pudiera agarrarte. —Me masajeó la parte trasera de mi cuello donde tenía una parte hinchada.
—Ouch. —Me estremecí por el contacto. Eso es lo que pensé. Cuando recordé que era lo que me había enviado a estrellarme en el piso en primer lugar, ver el vientre embrazado de Sara, un sollozo se escapó de
mi garganta y me esforcé por liberarme del agarre de Nick. No quería que me sostuviera, tratando de consolarme en estos momentos. Por no hablar que causaba bastante revuelo en la cafetería por la forma que estaba en el suelo. Nick le hizo un gesto a una mesera que se acercaba a nosotros para que se fuera, su cara era de preocupación.
—Yo la tengo.
Nick, déjame levantarme.—Abrió la boca para discutir, pero la determinación en mis ojos debió convencerlo. Me ayudó a levantarme del suelo y me sentó en un sillón de piel frente a la chimenea, limpié las lágrimas de mis mejillas pero el esfuerzo era inútil, las lágrimas se negaban a detenerse. Sara se movía inquieta a mi lado y escuché a Nick preguntarle si podía ir por unos pañuelos desechables para mí. Patrick entró caminando a través de la cafetería.
—Vamos, Miley, vamos a ser… —Se detuvo frente a mí, mirando las lágrimas en mi cara—. ¿Miley— Mierda, me olvidé completamente de Patrick, tomé los pañuelos que Sara me ofreció y los presioné en mis mejillas. Nick se arrodilló al lado del sillón donde estaba, tomando un pañuelo para ayudarme a limpiar las lágrimas.
—¿Miley qué pasó y quién es este chico?  preguntó Patrick.
—Lo siento Patrick—contesté—, él es Nick.— Los ojos de Patrick se dirigieron a él, observando cómo estaba arrodillado a mi lado.
—¿Este chico?—Patrick no sabía mucho acerca de Nick, sólo que era el hombre con el que salía antes de él y que esa era la razón por la que no quería saber nada de alguna relación ahora y debido a la forma en que habían terminado las cosas entre nosotros. Pude ver la sorpresa de Patrick de que había salido con un chico como Nick, desaliñado, jeans desgastados, botas de trabajo y un suéter ajustado de manga larga que hacían sobresalir sus bien marcados músculos, y Patrick era el polo opuesto con el cabello con gel, con saco y mocasines italianos, sentí como si hubiera sido golpeada por un tren. Nick miró entre Patrick y yo.
—Voy a llevarla a casa —nos informó a los dos. Chillé una protesta y Patrick dio un paso más cerca pero Nick se puso de pie imponente, se volteó hacia Sara poniendo una mano sobre su vientre y se inclinó para susurrarle algo al oído. Un dolor apuñaló mi pecho. Patrick puso una mano en mi hombro pero se volvió para dirigirse a Nick.
—No la vas a llevar a ninguna parte, primero que nada, nosotros estamos en una cita. Segundo estoy seguro que eres la razón por la que está llorando justo ahora.— Sara besó la mejilla de Nick y se dirigió a la puerta. No la culpo por desaparecer, eso sonaba muy atractivo justo ahora.
—No tenemos que ir, Patrick. —Lo último que quería en este momento era ir al ballet que incluía una historia dulce de amor.
—Yo… ah… no te lo dije antes, Miley, pero tengo estos boletos de mi tío, nos uniremos a él y su esposa allá.— Me había engañado para llevarme a una extraña salida, ¿en familia? No había forma de que conociera a su tía y tío ahora o nunca.
—Sólo quiero ir a casa —murmuré. Los dos me miraron.
—La llevaré a casa —repitió NickPatrick suspiró.
—De acuerdo, me tengo que ir o llegaré tarde ¿Segura que estás bien con que él te lleve a tu casa?— No era como si tuviera muchas opciones, Patrick prácticamente me dejó varada a kilómetros de casa.
—Está bien, sólo vete, Patrick.— Se agachó y me besó en la cabeza.
—Te llamaré después.—No te molestes, dije para mí. Nunca había estado en el interior de la camioneta de Nick antes, la cabina necesitaba una buena limpieza, había botellas de agua que cubrían el suelo y un libro para colorear de Cenicienta en el asiento entre nosotros, olía como una mezcla de sutil de su perfume y la esencia de un olor picante de hombre después de un día duro de trabajo. No dijo nada mientras manejada, sólo miraba fijamente hacia enfrente descansando una mano en la parte superior del volante. Cuando se detuvo en mi complejo de apartamentos, me di cuenta que no le había dado mi dirección y no me la había preguntado. Se estacionó junto mi coche y apagó el motor. Nos sentamos en silencio por un momento, afortunadamente mis sollozos se habían calmado y ahora eran pequeños hipos.
—Gracias por traerme a casa. —Empujé la puerta de la camioneta y bajé con cuidado dándome cuenta
que el piso estaba más lejos de lo que había pensado. Me dio la mano deteniéndome. 
—Espera, deja que te explique.— No sé qué se apoderó de mí, quizá el cierre que deseaba o mi curiosidad
morbosa acerca de su novia embarazada, pero asentí. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura preparándome para la explicación.
—Aquí no, invítame a entrar, Miley.— Asentí y lo guié adentro, aventé mi bolsa y llaves en la mesa que está en la entrada y fui hacia el sillón, sin saber cuánto tiempo más podrían aguantarme mis piernas temblorosas, me senté y de inmediato me hice un ovillo en el sillón, esperaba a Nick estuviera justo detrás de mí pero extrañamente lo escuché hurgando en la cocina. Levanté la cabeza y lo vi caminar hacia mí con un vaso con jugo de naranja, una caja de pañuelos desechables y un frasco de pastillas para mitigar el dolor. Me tendió el vaso mientras abría el frasco de pastillas, una vez que me las tomé se sentó a mi lado, lo que tenía que decirme debía ser peor de lo que imaginé ya que estaba siendo muy amable conmigo, tal vez Sara estaba embarazada de gemelos, o estaban comprometidos. Maldición ¿Por qué no presté atención a su mano izquierda? No es que importará, me recordé. Tomé una respiración profunda. 
—Entonces… ¿cuándo tiene fecha?— Su rostro se retorció con confusión 
—¿Quién? ¿Sara?— Obviamente, asentí. —¡Ah! Creo que afínales de abril.
—Bueno, siento la reacción que tuve… sólo que me tomó por sorpresa — Me disculpe por mi ataque de ansiedad en público pero dibujé la línea de ofrecer mis felicitaciones o abrir una botella de champán. Nick estudió mis facciones cansadas y se pasó una mano por detrás del cuello. 
—Demonios, pastelito, el bebé no es mío.

Los pequeños sollozos que todavía le sacudían el pecho me hicieron sentir como un completo idiota. Miley se había descompuesto con solo verme. Pero, ¿pensar que había embarazado a una de mis compañeras de reparto por encima de eso? Maldita sea, la había jodido de izquierda a derecha. Tenía que explicarle esto, para aclarar las cosas de una vez por todas. Tomé su mano en la mía. 
—El novio de Sara es el padre. Sólo me encontré con ella porque quería mi opinión de cómo dejé el negocio del cine para adultos. A pesar del hecho de que está embarazada, Rick sigue acosándola para que siga trabajando para él.
—Espera. —Apartó la mano de repente, su rostro arrugando—. ¿El bebé no es tuyo?
—No. No es mío. —Gracias a Dios, maldita sea. Sabía que no estaba dispuesto a traer un niño a este mundo. Tenía mis manos suficientemente llenas con Lily. Pero la idea de ver la barriga de Miley crecer con mi bebé... Bueno, eso era una historia diferente. Empujé el pensamiento.
—Oh. —Sus hombros se hundieron en alivio—. Y... ¿dejaste el negocio?
—Sí. Nunca tuve la intención de ser una estrella porno, Miley. Tenía miles de dólares en facturas médicas de Lily que no podía pagar. Tenía que hacer algo de dinero rápido. —Quería decirle que era mi plan desde el principio y si sólo hubiera dejado que le explicara esa mañana... pero me mordí la lengua. Ni siquiera intenté detenerla la mañana que se fue. Y lamenté cada maldito día desde entonces. Cerró los ojos y exhaló un suspiro tembloroso. 
—Oh —dijo de nuevo. Aunque sabía que no debía hacerlo, que no era de mi jodida incumbencia, no pude sacar a ese idiota con el que había tenido una cita de mi cabeza. 
Miley… —Me acerqué más a ella en el sofá, bajando mi voz—, ese tipo… Patrick… ¿te ha tocado?— Sus ojos se abrieron de golpe y se encontraron con los míos. 
—¿Sabes lo que estás diciendo? —Un tenso silencio flotó en el aire que nos rodeaba—. Estamos saliendo, él y yo. No tú y yo. No tiene que importarte quien me toca.— Muy bien, entonces. Supongo que eso ya quedaba aclarado. La había jodido regiamente con ella. Pero el pensamiento de las manos de alguien más en ella me daban ganas de golpear algo. Fuerte. 
—Si sirve de algo, lo lamento por todo. Bueno, no todo. No me arrepiento de esa noche contigo —admití. Su cuerpo se puso rígido. 
—Eres un idiota, ¿lo sabías? —Se puso de pie y se paseó por delante del sofá, pareciendo sacar fuerza de su ira, una ira que estaba dirigida a mí—. Si necesitabas dinero para Lily, todo lo que tenías que hacer era pedirlo.
—Fuera de la cuestión. —Sacudí mi cabeza. No tomaría limosna. Así de simple. Fue una promesa que me hice cuando tomé la custodia de Lily en vez de que terminara en cuidado de crianza. Tendría toda la responsabilidad por ella. Fin de la historia. Miley giró hacia mí, con las manos en las caderas. 
—El hecho de que me pudieras haber traicionado de esa manera, al acostarte con otra mujer en lugar de poner tu ego de macho a un lado y pedir el dinero… —Se enjugó las lágrimas que se le habían escapado de las comisuras de sus ojos—. No puedo perdonar eso… no puedo superarlo. Lo siento.
—Yo también. —Me paré y le besé la frente, antes de desaparecer por la puerta principal. ¡Mierda! La maldición atravesó mi pecho mientras salía de su complejo. Cerré mi mano contra el salpicadero, maldiciendo mientras aceleraba hacia casa. Después conduje sin rumbo fijo hasta que conseguí mantener mi ritmo cardíaco bajo control, me sorprendí al ver que había pasado una hora. Estar con ella hoy, verla desmoronarse, sabía que no había forma en que pudiera alejarme y olvidarme de ella. Quería abrazarla, secar sus lágrimas, besar lejos sus sollozos. Pero ya no era mía. Y ese descubrimiento fue como un puñetazo en el estómago. A la mierda. No me rendiría tan fácilmente.
La sola la idea de volver a casa sin ella, de vuelta a mi vida vacía y despertar en una cama vacía cada mañana… No. No me conformaría. No esta vez. Quería verla subir a Lily en su cadera de nuevo, haciéndola reír como lo había hecho antes. Tal vez no era digno de su amor, pero era lo suficientemente egoísta como para intentarlo. Hice una rápida llamada telefónica, preguntándole a Sofía si no le importaría quedarse un poco más con Lily. Diablos, lo que iba a hacer podría tomar cinco minutos o toda la noche si fuera por mí. Le dije a Lily que la amaba y que escuchara a Sofía.
—¡Te quiero, Nicholas! —Su pequeña voz sonó en mi oído.
—Yo también te quiero, nena. —La fe de Lily en mí me tranquilizó más, e hice una vuelta en U, ansioso por volver a Miley. Llamé a la puerta de la que había huido hace poco más de una hora, pero esta vez, mis nervios crepitaban. Ella había dejado claro que ya no estaba interesada, pero las lágrimas me dijeron que había más que eso. Todavía sufría, así que tal vez todavía tenía una oportunidad.
—¡Vete, Mandy! —La voz apagada de Miley llamó desde el interior—. El vodka no me arreglará esta vez. Volví a llamar. 
—Es Nick .— La puerta se abrió de golpe. 
—¿Nick ? —Se tambaleó sobre sus pies y extendí la mano para estabilizarla, agarrando sus brazos. No podía dejar de tocarla, a pesar de que prácticamente daba un respingo cada vez que lo hacía.
—Vaya. Ya te tengo. —Necesitaba arreglar esto, encontrar las palabras adecuadas para hacerla entender. Pero nunca había sido bueno en discursos románticos y dudaba que fuera a cambiar ahora. Sólo tenía que encontrar una manera, sin palabras, se lo mostraría. El dulce aroma de su piel y sus ojos azules brumosos enviaron una racha de deseo hacia abajo en mi espina dorsal. Joooder.

jueves, 12 de marzo de 2015

A Different Love - Niley - Cap 10

Mandy y yo estábamos sentadas en mi sala de estar con dos copas de vino sobre la mesa de café y una botella de Merlot entre nosotras. Había sido una larga semana. Me despertaba cada mañana con pensamientos de Nick y Lily dando vueltas en mi cabeza y me iba a la cama cada noche con lágrimas en los ojos. Les echaba de menos con fiereza, aunque nunca admitiría eso ante Nick. Lo que había hecho era imperdonable. Me había decepcionado, pretendiendo ser ese fantástico chico, había conocido a mis padres, por amor de Dios, pero lo peor de todo, había tomado mi corazón. Era exactamente lo que Mandy me había advertido. Gracias a Dios no escuché un: te lo dije. Simplemente me escuchaba cuando necesitaba desahogarme y se mantenía en silencio cuando yo no quería hablar y vino todas las noches de la semana pasada para distraerme. Después de unas pocas copas de vino, Mandy intentó sonsacarme información sobre cómo era Nick en la cama. No le conté nada. Ella tomó otro sorbo de vino, apoyando una mano sobre su cadera.
— Demonios, podría estar embarazada de siete meses del bebé de otro hombre y todavía querría un pedazo de él.
—No estás ayudando. —Le fruncí el ceño. Alzó las manos. —Perdón, pero es la verdad. Escucha, cariño, tuviste tu diversión. Quizás solo deberías aprender de la situación, y dejar ir el resto.— Lo que ella no entendía era que no era tan sencillo. No era solo el hecho de que Nick robó mi corazón, también lo había hecho la dulce Lily. Eran un paquete en mi mente. Oí un golpe en la puerta, y luego la llave girando. Tenía que ser Tyson entrando. Mandy se animó al oír el sonido.
—¡Es mejor que traigas pizza! — gritó. Los dos se rieron. Le habíamos llamado hace media hora pidiéndole que nos trajera una pizza. Extra de queso, extra de pepperoni. Tyson entró en la sala de estar, una caja de pizza en equilibrio sobre la mano.
—Mis señoras. —La puso sobre la mesa de café entre nosotros.
—Ty, eres el mejor —Le dije, extendiéndome hacia él para darle un abrazo con un solo brazo.
—No hay problema. Voy a buscar algunos platos y servilletas. —Se dirigió a la cocina mientras Mandy y yo abríamos la tapa y aspirábamos el increíble aroma que emana de la caja. Me alegré de ver que no había ninguna incomodidad persistente entre Ty y yo. Sabía que todavía estaba enfadado por el tema de mi pequeña aventura con Nick, pero por ahora, estaba siendo civilizado al respecto.
—Hazte con un vaso —Le dije a Ty.
—¡Y trae otra botella de vino! —añadió Mandy. Sin esperar por los platos, Mandy y yo cogimos un trozo cada una. Después de acabar una pizza grande y tres botellas de vino, decidimos terminar la noche. Les acompañé hasta la puerta y cogí mi cartera para pagarle a Ty por la pizza. Le tendía a Ty unos cuantos billetes antes de abrazarlos y darles las buenas noches. Cuando devolví a mi billetera a mi bolso, mi mano tropezó con algo frío y firme. ¿Qué…? Saqué el bote negro de mi bolso y lo levanté para inspeccionarlo.
—¿El guardián?  —Leí el lateral—. ¿Qué demonios es esto?— Parecía ser un spray de pimienta. ¿Cómo...? Oh, Dios mío. Nick. Él había metido algo en mi bolso esa noche, diciendo que me había conseguido un
regalo. Me olvidé de ello. Dejé el objeto que me había dado sobre la isla de la cocina y me paseé por la habitación. ¿Por qué me consiguió eso? ¿Por qué intentó actuar como si le importara cuando obviamente no lo hacía? Sin esperar a que la lógica se asentara, agarré mi móvil y marqué su número. Había pasado más de una semana desde el incidente, pero mi reciente consumido valor líquido me había proporcionado el combustible necesario para realizar la llamada. A pesar de lo tardío de la hora, contestó al primer timbrazo.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo?— Su risa baja se apoderó de mí, haciendo temblar mi interior. —¿Estás borracha, pastelito?— Oh, ¿así que era pastelito otra vez?
—¡No! —Sí.
—Entonces, tendrás que explicarme a qué demonios te refieres. Estoy perdido aquí, muñeca.— Tenía que acabar con los apodos dulces. No tenía ningún derecho de llamarme así.
—Este spray que colaste en mi bolso.
—Es solo un spray anti-violadores. No quería preocuparme por ti andando sola y desamparada por su cuenta. Considéralo un regalo.— Me tomé una respiración profunda.
—Bueno, para tu información, ya tengo un spray. Mi padre me dio un bote de hace unos años. Está en algún lugar en mi cocina. Y no estoy sola. He empezado a ver a Patrick otra vez. —O por lo menos lo haría, cuando me devolviera la llamada. Nick vaciló un momento, el silencio alzó un muro entre nosotros.
—Eso fue rápido. Bien por ti. Sin embargo, tu spray no va a ser de mucha ayuda metido en el interior del cajón y si es de hace un par de años, probablemente haya caducado. Además, el que te di es el mejor que hay en el mercado. Guárdalo en tu bolso, pastelito.— Puse los ojos en blanco y metí el bote de nuevo dentro de mi bolso. Sacar el nombre de Patrick no había tenido tenía la respuesta que esperaba.
—Me tengo que ir. —Pulsé la tecla de fin en mi móvil, pero no antes de escuchar su rica risa vibrar a través del altavoz. Bastardo. Enterré mi cara entre mis manos, luchando por contener las lágrimas. Dios, superar a Nick iba a ser mucho más difícil de lo que jamás imaginé.
A la mañana siguiente, un terrible dolor de cabeza y el dolor de escuchar su voz fueron mis únicos recordatorios de las actividades de la noche anterior. Había sido una estupidez llamarlo, pero era evidente que no cambió nada entre nosotros. Por otra parte, ¿qué había esperado que sucediera? ¿Qué él me suplicara para volver? No lo creo. Pero ahora que había comenzado el contacto, no podía apartar mi mente de Nick, no importaba lo que lo intentara.
Una larga carrera por mi barrio con música sonando lo suficientemente fuerte como para sacudir los pensamientos de mi cráneo seguida de una larga ducha caliente, y luego consentirme a mí misma yendo a mi lugar favorito de sushi para el almuerzo. Nada de eso funcionó. Cuando llegué a casa de mi cita para almorzar, estaba aún más deprimida que antes. Tal vez siempre habría alguna extraña conexión con Nick que siempre sentiría por haber sido el primer chico que realmente me importaba, y el chico al que le había dado mi virginidad. Tal vez solo tenía que acostumbrarme a vivir siempre con la sensación de dolor presente en el pecho. Dios, era un pensamiento deprimente. Cogí el teléfono y llamé a Patrick, a regañadientes acordé otra cita solo para dejar de pensar en Nick, y luego me dejé caer contra el sofá. Mi portátil apoyado a mi lado me dio una idea. Una idea muy, muy mala.
Hice clic en un enlace titulado Sebastián y Britney. Mientras esperaba a que el video se cargara, mariposas echaron a volar dentro de mi estómago. La muchacha era bonita. Ella parecía dulce y normal. Vi el último video de Nick (probablemente el que había hecho después de despertarse en la cama conmigo) con lágrimas descendiendo por mis mejillas. Lo que hizo no fue una simple follada. Fue un error imperdonable que estaba en Internet para que todo el mundo lo viera. Y no se podía negar que era él, sobre todo con ese tatuaje único arrastrándose por su hombro. Vi con horror como la colocaba en el centro de la cama y comenzaba a besarla. Cuando se movió entre sus muslos para saborearla, se me formó un nudo en el estómago y me obligué a cerrar los ojos. Sabía que era una mala idea ver esto, verlo con mis propios ojos, sabiendo que probablemente ardería en mi cerebro para siempre, pero de algún modo no podía parar. Aceleré el vídeo hasta que estuvieron completamente entrelazados, necesitando ver si su forma de hacer el amor con ella era algo como lo que hizo conmigo.
Lo que vi hizo que mi mandíbula golpeara el suelo. Sus movimientos dentro de ella eran duros y rápidos. Él había estado conteniendo parte de sí mismo conmigo, eso estaba claro. No podía creer que alguna vez me hubiera encendido viendo el video de Nick, ahora solo me enfadaba. El primer plano de él entrando y saliendo de ella casi me hizo vomitar. Cerré el portátil de golpe y salí corriendo de la habitación. Me dejé caer en el centro de mi cama y sollocé, abrazando una almohada contra mi pecho, pidiendo que el dolor desapareciera. Pero todo lo que vi cuando cerré los ojos fue la expresión lujuriosa Nick mientras la penetraba.
—Oh, diablos, no. Está a reventar —Mandy se paseó a través de la barra a donde un grupo de chicas subía en los taburetes de bar que habíamos estado esperando veinte minutos para ocupar.
—Está bien, Mandy. —La agarré del codo, tirando de ella detrás de la escena que estaba a punto de crear—. Vamos a buscar otra mesa. —O podríamos ir a casa. Después de la segunda semana de mi desanimo, Mandy y Ty decidieron organizar una intervención. Comenzó con algunas pre-bebidas en mi apartamento, y se había trasladado a un bar lleno de gente.
—No. Tenemos que encontrar una mesa cerca de las mesas de billar.— No tenía ni idea el porqué de su insistencia, ninguno de nosotros jugamos billar.
—Esa gente se está yendo. —Señalé al otro lado de la habitación.
—¡Genial! —Mandy prácticamente corría, dando codazos a la gente de su camino mientras cruzaba la habitación. Por Dios. No sabía que le había pasado, pero Tyson y yo la seguimos obedientemente. Subí sobre el taburete y coloqué mi cartera sobre la mesa. Se sintió bien dar un descanso a mis pies. Por qué decidí llevar tacones esta noche, a pesar de que todo lo que tenía ganas de hacer era yacer en la cama en mi pijama. Después del ordenar otra ronda de bebidas, Tyson dejó escapar un gemido.
—¿Y ahora qué? —Giré en la dirección que miraba, pero sus manos se apoderaron de ambos lados de mi cara, deteniéndome.
—No, Miley. No mires.— ¿Qué demonios? Quité sus manos de mi cara y miré en la dirección en la que él y
Mandy miraban. Oh. Nick estaba aquí. Una mezcla de emociones corrieron a través de mí al mirarlo, todo, desde la ira, al resentimiento, al deseo. Maldito cuerpo traidor. Nick y un amigo acumulaban una serie de bolas en el centro de una de las mesas de billar y bromeaban entre ellos. Odié que su sola presencia tuviera el poder de detener mi respiración y que mi corazón se tambaleara en mi pecho, como si mi cuerpo supiera que compartíamos el mismo oxígeno y se rebelaba contra la idea. Nick estaba riendo, pero cuando levantó la cabeza y atrapó mis ojos, su sonrisa cayó.
Me pregunté si vendría a hablar conmigo, y luego me pregunté cómo me sentiría si no lo hiciera. Le dijo algo a su amigo, cuya mirada se fijó en la mía. Sonrió levemente, como en comprensión, y empujó a Nick en mi dirección. Negándose a ceder, Nick permaneció plantado cerca de la mesa de billar, con los ojos mirando a cualquier parte menos a mí. Mandy, sonriendo con confianza, se enderezó en la silla.
—Ahora todos, no vamos a volvernos locos. Nick está aquí. Está en el mismo bar que nosotros. No es gran cosa.
—¡Tu pequeña conspiradora! ¡No lo hiciste! —La completa falta de sorpresa de Mandy al ver a Nick me puso sobre aviso. Ella lo había arreglado. Tyson miró ansiosamente entre nosotras, sin darse cuenta de lo que se había perdido.
—No era tu asunto interferir. Dios, ¿le has dicho que quería verlo? — Enterré mi cara en mis manos. Mandy se inclinó, colocando su mano sobre mi brazo.
—Por supuesto que no. Escucha, tienes que tener fe en el hombre. Sólo le dije que estaríamos aquí esta noche, y si quería verte, si todavía tenía sentimientos por ti en absoluto, debería aparecer cerca de las nueve en la sala de billar.
—Eres una idiota, Mandy. No funciona de esta manera. Necesito mi distancia… —Infiernos, no quería pensar en él otra vez, no es que eso funcionara. Ty palmeó mi espalda. Yo sabía que esto lo había hecho todo Mandy, así que no podía estar enojada con él.
—Bien. Él está aquí. Entonces me iré. — Agarré mi bolso.
—No, Miley. Si te vas, será como si anunciaras que no puedes soportar estar cerca de él.
—No puedo. Ese es el punto.— Ella le dio a mi mano un apretón.
—Él no tiene por qué saber eso. No dejes que te haga marcharte. No le dejes ganar. Eres más fuerte que eso.— Suspiré y puse mi bolso abajo.
—Bien. Entonces voy a emborracharme.
—Puedo con eso. —Mandy sonrió y le hizo señas al barman para otra ronda de tragos. Después de varias rondas de bebidas y observar a Nick por el rabillo de mi ojo, me di cuenta de que se acercaba a nuestra mesa. Oh, mierda. ¡Actúa normal, actúa normal! Ty puso una mano en mi antebrazo.
—No, Miley. No otra vez, no con él. — Sus ojos me suplicaban. Nick nos alcanzó, ofreció un guiño amistoso a Mandy, entrecerró los ojos a Tyson, luego dirigió su mirada hacia mí.
—Tal vez deberíamos darles unos minutos para hablar —chilló Mandy, levantándose del taburete y disparándole a Ty una mirada que quería decir vamos—. Voy a darle algo de compañía a tu amigo —Ella miró de Nick, al musculoso-como-el infierno amigo de pie solo en la mesa de billar, bebiendo una cerveza—. ¿Cuál es su nombre?
—Joe —respondió Nick, sus ojos nunca dejando los míos. Una vez que mis amigos me abandonaron, Nick se movió un paso más cerca—. ¿Cómo has estado? —Se pasó una mano por la parte de atrás de su cuello. Esa era una pregunta tonta. Pero yo no estaba dispuesta a admitir como me había deprimido por nuestra separación.
—Bien. ¿Tú?— Sus ojos se estrecharon, buscando los míos. Yo sabía que podía ver a través de mis respuestas huecas, pero no me preocupé. No le daría la satisfacción de saber cuanto lo echaba de menos.
—He estado mejor —admitió. Negué con la cabeza, sorprendiéndome a mí misma riendo. La risa brotó de mi garganta y escapó, a pesar de mis intenciones de mantener las cosas frías.
—Eres repugnante ¿lo sabías? El sexo significa algo para mí. Tal vez no para ti, pero... —Lo despedí con la mano—. Sólo déjame sola. No quiero hablar contigo.— Tomó mi mano y la sostuvo.
—Déjame explicarte algo, pastelito. — Nunca había pronunciado mi nombre con tal veneno y odiaba admitir que eso dolió. Se inclinó más cerca de mi cara, a pocos centímetros de distancia de mí—. El sexo por dinero no tiene emoción. Es como estar en el trabajo, es duro, estás cansado, sudoroso, sólo deseas terminar, pero no puedes. Tienes que seguir fingiendo el jodido acto hasta que algún director imbécil te dice que tienes que venirte. U ordena. Intenta hacer eso con los técnicos de iluminación brillando las luces en tu cara, y un tipo de sonido con panza cervecera sosteniendo un micrófono sobre ti mientras presumía una jodida erección, no todo es tan divertido. Créeme. No estoy orgulloso de ello. Pero sabes que haría cualquier cosa por esa niña.
—¿Lily? ¿Qué tiene eso que ver con Lily? Si eres lo suficientemente retorcido como para convertir esto en un acto cortés para proteger a tu hermana pequeña, estás más loco de lo que pensé. —Todavía sostenía mi muñeca en su puño y la aparté lejos—. Déjame ir. —Me deslicé de mi taburete y me escapé al cuarto de baño.

Maldita sea, justo delante de ella y mi voluntad se estaba debilitando. Estuve a dos segundos de arrastrarla fuera, estilo hombre de las cavernas, para hacerla decirme lo que estaba en su mente cuando cortó conmigo. La auténtica sorpresa de Miley al verme me dijo que Mandy mintió. Maldición. No podía creer que creyera en la mentira de que Miley era una miserable sin mí. No parecía miserable, ella se veía preciosa. Tanto es así, que fue como una patada en el estómago, rasgando el aire formado en mis pulmones. Pero el escuchar la amargura en sus palabras, el ver la furia evidente en sus ojos fue como una dura advertencia de mantenerme alejado de ella. Lástima que yo no podía. Su ausencia dejó un agujero de dolor en mí y no tenía miedo de admitirlo. 
Ahora, si tan sólo pudiera pensar en una manera de convencerla de que yo valía la pena su tiempo. ¿Pero llegaría a confiar en mí otra vez? La mirada muerta que me lanzó en el bar, me dijo que iba a tener una batalla cuesta arriba. Pero ella valía la pena. Lo era todo. Maldita sea, sonaba como un tonto enamorado. Mientras la veía desaparecer en el baño, mi mente brevemente registró que sus pantalones vaqueros eran lo suficientemente bajos como para dejar al descubierto una franja bronceada en la parte baja de su espalda, y la tela abrazaba las curvas de su culo. Demonios, hombres más jóvenes se habrían derrumbado por ahora. Me dirigí al baño detrás de ella. Me recordé que ella había sido la que se marchó esa mañana, dudé que algo de lo que pudiera haber dicho hubieran hecho una diferencia, pero esta noche ella huía otra vez y yo tenía que intentarlo. Abrí la puerta de la habitación de damas para encontrarla vacía. Pero podía oír suaves sollozos procedentes de la cabina al final de la fila.
—¿Miley? —Toqué suavemente a la puerta—. ¿Podemos empezar de nuevo? ¿Hablar de esa mañana que te fuiste?— Ella sorbió. 
—No hay nada de que hablar, Nick. El daño está hecho.— Mis hombros se hundieron. ¿Podría esta cosa entre nosotros realmente estar tan dañada que no había posibilidades de sanar? Dios, esperaba que no. Un grupo de chicas se abrieron paso en el interior del baño, riendo y charlando. 
—Oye, no puedes estar aquí —dijo una de ellas—. Tienes dos segundos para salir.— Llamé a la puerta de Miley con más insistencia. 
—Vamos, déjame entrar.— Silencio.
—¿Pastelito? —rogué, mi voz suave. La cerradura giró. No esperé a que ella abriera la puerta. La empujé a un lado y de pronto estaba cara a cara con ella en la minúscula cabina. Los círculos oscuros bajo sus ojos me dijeron que no podría estarle yendo tan bien como ella dejaba ver. Pasé un solo dedo sobre el hueco debajo de su ojo. 
—¿Estás segura de que has estado bien?— Tragó saliva, poniéndose rígida bajo mi tacto. 
—No puedo hacer esto de nuevo, lo siento.
—Yo también. —Ahuequé su mandíbula, inclinándome más cerca para colocar un beso suave en su boca. Ella dejó escapar un pequeño gemido, y un pulso de deseo bajó por mi espina dorsal. Dios, ¿por qué tenía que follar con ella? Era perfecta. Todavía no me había alejado, así que me incliné de nuevo y encontré su boca, esta vez separando sus labios para probarla. Mi lengua buscó la suya, no satisfecha hasta que ella me devolvió el beso. Podría haber estado enojada conmigo, pero su cuerpo todavía respondía como yo recordaba, sensual y necesitado. Joder, yo ya estaba duro. Empujé mis caderas hacia las suyas, sujetándola contra la pared y rozando mi erección contra su vientre. Llevó sus manos a mi pecho y me empujó hacia atrás. 
—No puedo. —Su voz era débil, pero sus ojos eran determinados. Quería empujarla, y sabía que probablemente podría. Pero ella probablemente me odiaría aún más por la mañana si yo hacía eso. 
—¿Qué puedo hacer? —Le pregunté.
—No hay nada que puedas hacer. —Me rodeó y salió de la cabina, dejándome muy duro y muy decepcionado al verla alejarse de mí una vez más.
Por qué mi cama de repente se sentía tan fría y vacía sin Miley, estaba más allá de mí. Normalmente no tenía problemas para dormir, por lo general caía exhausto en la cama cada noche y dormía profundamente hasta la mañana. Ahora estaba en la cama, mirando las hojas de mi ventilador de techo girar, preguntándome si había hecho lo correcto en dejarla alejarse. No sabía si ella habría escuchado si hubiera intentado detenerla. Y demonios, poniéndome en sus zapatos, yo no estaría de acuerdo con ella filmando porno. Desde que Miley se había ido, la comida había perdido su sabor. 
Días mezclados en semanas. Y se sentía como si no pudiera hacer ya más una sola cosa bien cuando se trataba de Lily. No tenía ni idea de qué fuera tan difícil hacer albóndigas, pero Lily se aseguró de señalar que yo lo estaba haciendo mal, que así no era como lo hacía Miley, con eso, y con otras cosas también. Mi único intento, de dejar saber a Miley que todavía estaba pensando en ella, fue recibido con silencio. La idea me golpeó cuando pasé por esa panadería que a ella y a Lily les gustaba. Yo había comprado un solo pastelito blanco, cubierto con una gruesa capa de glaseado rosa, y lo había envuelto para regalo y entregado a ella. En la tarjeta se había leído simplemente, te echo de menos, pastelito. Mi casa se sentía vacía y fría sin ella. Lily lo notó también, yo sé que ella lo hizo, pero ambos seguimos adelante, a pesar del aplastante peso de la pérdida de Miley. 
Yo alternaba mi tiempo entre el trabajo y el gimnasio, necesitando un escape de mi propia casa después de que Lily se iba a la cama. Los recuerdos de estar con Miley, después de poner a Lily en la cama, eran demasiados. Apenas podía mirar mi maldito sofá sin recordar todas las cosas traviesas que le había hecho a ella en ese mismo lugar. La actividad sin sentido de empujar mis músculos al límite disipaba los pensamientos arremolinados de ella, aunque sólo por un rato. Tan pronto como yo estaba solo en la silenciosa ducha, después de mi entrenamiento, volvía a mi mente. El dulce aroma de ella, sus grandes ojos azules, su pícara sonrisa torcida. Mi pastelito.
Dejé que el rocío fuerte del agua golpeara mi espalda, y agarré la barra de jabón. Lavé mi pecho, debajo de mis brazos y mi estómago, antes de que mis manos viajaran más abajo. Con pensamientos de Miley ocupando mi cerebro, mi polla saltó a la vida. No lo hagas, hombre, advertí. Yo no quería masturbarme recordándola, deslizándose sobre sus rodillas y chasqueando su pequeña lengua traviesa para probarme antes de chuparme profundamente en la caverna de su boca caliente. El recuerdo era demasiado. Pero no podía evitarlo. Me imaginé su cara dulce, esa boca llena y la forma en que ella gemía cada vez que yo le hacía una caricia sucia. Mi mano jabonosa encontró mi eje y comenzó a bombear. Duro y rápido, necesitando liberación de los recuerdos inquietantes de ella. Apoyé una mano contra la pared de la ducha, el chorro de agua golpeando contra mi columna vertebral, y cerré los ojos.
—Miley —susurré mientras los chorros de agua caliente brotaban de mí y caían al suelo de baldosas.