miércoles, 29 de octubre de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 20


Estoy tarareando una vieja canción que mi madre solía cantarme cuando me metía en la cama, cuando tenía miedo de la oscuridad y me negaba a ir a dormir. La vida era menos complicada entonces. Mi papá vivía en casa y el único trabajo de mamá era, bueno, tan solo ser madre. Ahora está trabajando como camarera y saliendo. De acuerdo, esa última parte es mi culpa. No puedo culpar a mi mamá por su cita esta noche. Gracias a Nick, estoy llegando a términos con eso. Esa primera noche me besó mágicamente. Estaba toda preparada para ser solo amigos, apreciando nuestra relación platónica, cuando de repente se convirtió en algo más. Cuando estoy con el no pienso en mi cojera. Todo lo que pienso es como se siente el ser capaz de hablar y compartir y besar. ¿Y enamorarme de Nick Jonas otra vez? No lo sé. Estoy tan nerviosa y asustada de ser herida de nuevo, que mantengo una pared para que mi corazón este protegido.
Poco a poco ha estado socavando esa pared. Después del trabajo nos hemos estado bajando del autobús dos manzanas más atrás para que podamos robar unos pocos minutos extras juntos. Desafortunadamente, hoy tenía una reunión con algún consejero del Departamento de Correcciones. Dijo que era importante, así que espero que le vaya bien. Le he perdonado por el accidente. Hace dos días intentó proponerlo, diciendo que tenía algo importante que decirme sobre eso. Lo corté con un beso y promesas de perdón. El viento está soplando, y las hojas están empezando a caer. Es el final del verano. Los árboles, hierba y flores se están preparando para la inactividad. Conforme planto el último de los capullos de narcisos para la Señora Reynolds, pienso en el invierno que tendrán que sobrevivir antes de descongelarse y estar listos para su primer vistazo al sol. Miro hacia arriba y paro de soñar despierta sobre canciones y árboles y Nick para encontrar a la Señora Reynolds de pie sobre mí. Dejo de tararear. 
—Estás muy alegre hoy.
—Solo tengo cinco capullos mas antes de terminar —le digo.
—Eso es una cosa buena, también —dice, mirando hacia el cielo anocheciendo—. El tiempo está cambiando. Ya siento un frío invernal en el aire.
—Yo también —después de terminar el último capullo, nos sentamos y cenamos.
—Me gustaría invitarte a ti y a tu madre a cenar una noche. Pero solo si está bien para ti.
—¿Por qué no lo estaría?
—Porque mi hijo ha estado saliendo con tu madre más de lo que lo ha estado en los últimos tres años. Lo he estado entrenando, ya sabes.
—¿Lo has hecho?
—¿Llevó Lou chocolates la primera vez que fue a tu casa? —asiento.
—Ese era mi consejo. Le dije que llevara rosas amarillas a tu madre porque son la mejor manera de empezar…
—No eran rosas amarillas —levanta una ceja—. ¿No lo eran?
—No. Tulipanes.
—¿Amarillos?
—Púrpuras.
—Uhm. Y los chocolates, ¿eran caramelos?
—Frango Mints. Muy sabrosos.
—¿Sabrosos, eh? Mucho para el consejo de una madre —río. Mi jefa agita sus brazos al aire. 
—Suficiente holgazanería, Miley.— Cuando estamos guardando los platos, la Señora Reynolds se balancea y se sujeta al borde del mostrador para apoyarse.
—¿Está bien? —pregunto, tomando su plato y dirigiéndola al sofá.
—Estos nuevos medicamentos están causando estragos en estos viejos huesos, eso es todo. Nada por lo que preocuparse.— Yo me preocupo. Antes de dejar su casa, llamo al Comedor de la Tía Mae y le digo al Señor Reynolds que la controle. Me dirijo a la parada del autobús después de convencerme de que está bien. Un coche me grita cuando camino. Lo reconozco como el mismo coche con los tipos con los que se peleó con Nick.
—Hey, es la novia retrasada de Nick Jonas—alguien grita por la ventana. Me muerdo el interior del labio y sigo andando.
—Creo que te quiere, Vic. Por qué no le muestras un buen rato —alguien más dice. Luego todos ellos se ríen. El coche está yendo despacio a mi lado. Solo espero que no bajen del coche. Si paro de andar, ¿saldrán? ¿Me harán daño? Un miedo profundo, tan intenso que estoy temblando por dentro, no me deja parar. No puedo volver a la casa de la señora Reynolds. Está demasiado lejos y no puedo correr más rápido que estos tipos. Hay casas que bordean la calle. Podría intentar tocar el timbre y pedir a alguien que llame a la policía. Un plan se forma en mi cabeza. Me doy la vuelta y me dirijo en dirección contraria, la dirección por la que venía. Pero en el proceso me caigo. Mis manos me escuecen y siento humedad pegajosa goteando por mi rodilla del corte que me acabo de hacer de la caída.
—¿Tuviste un buen viaje? —uno de ellos grita por la ventana. Me levanto y cojeo más rápido, rezando por que el coche no se vuelva y me siga. Porque si lo hacen, no sé cómo voy a manejarlo. Escucho el sonido del coche girando. No me atrevo a mirar atrás y darles otra razón para venir tras de mí. Pero difícilmente puedo oír nada aparte del jadeo furioso de mi propia respiración. El alivio corre a través de mí cuando el autobús hace un estruendo calle abajo. Me apresuro a la acera y le hago señas al autobús para que pare, luego miro para ver si el coche está todavía por aquí.
—¿Estás bien? —pregunta el conductor del autobús.
—Estoy bien —digo, luego me escabullo al final para sentarme. Nada puede curarme, ninguna cantidad de terapia o cirugías. La vieja Miley, la estrella del tenis sin cojera debilitante, la vieja Miley, quien podía huir del peligro, no existe. Nick está fuera cortando el césped conforme bajo la calle. Para el motor y se precipita a mi tan pronto como mira hacia a mí.
—¿Qué ha pasado? Dime que ha pasado.— Estoy intentando contener las lágrimas. 
—Estoy bien.— Mira alrededor para asegurarse de que la gente no está mirando, luego acuna mi cara en sus manos. 
—No estás bien. Maldita sea, háblame.— Lo miro con desesperación. —Fue este tipo, Vic.
—Lo mataré si te ha tocado —gruñe, mirando mis pantalones rasgados manchados de sangre.
—No lo hizo. Él y sus amigos solo me asustaron, eso es todo.
—Me aseguraré de que no vuelva a suceder, Miley.—Le sonrío afectuosamente. 
—No vas a ser siempre capaz de protegerme. ¿Qué vas a hacer cuando esté en España?, ¿volar y golpear a todos los tipos malos que se rían de mi?

No dije que Vic iba a pagarlo, pero no sabía cómo hacerlo... legalmente. Es decir, hasta que ayer mientras estaba hablando con los chicos en el almuerzo me dijeron que Vic competiría hoy con su escuela en nuestro torneo de lucha. Soy oficialmente un luchador de Tennessee Panther ahora. Y sólo tengo que vencer a cuatro chicos hasta que esté cara a cara en la colchoneta con Medonia. Como yo sospechaba, nosotros estamos todavía en la misma clase de peso. Creo que es lo que le pasa a los chicos que consumen esteroides en grandes cantidades. Estoy en el vestuario con el resto del equipo, preparándome para el partido.
—Nick, te ves como si estuvieras a punto de matar a alguien —me dice Brian mientras estoy saltando a la cuerda para calentarme.
—Él está en la zona —dice Drew—. ¿No es así?— No respondo. El entrenador Wenner me detiene y me da una palmadita en la espalda. 
—No has estado practicando, Jonas. ¿Seguro que estás listo?— Puse mi protector bucal 
—Si entrenador.— Gano mis dos primeras peleas inmovilizándolos en el primer minuto. El tercer encuentro me llevó un poco más. Creo que lo inmovilicé en noventa segundos.
—Nick estás que te sales —grita Tristán mientras está tapando un sangrado por la nariz de su pelea anterior. Yo me enfoco mientras ellos me llaman y Medonia sube a la colchoneta. No puedo esperar para quitarle esa sonrisa de suficiencia de su cara.
—¿Cómo está tu novia? —pregunta.
—Mejor que la tuya cualquier día.
—Ella está lisiada Jonas.
—Tú serás el cojo después de esta pelea.— El árbitro coloca las manos entre nosotros. 
—Juego limpio, chicos.— Cuando la pelea comienza, yo lo empujo con todas mis fuerzas hasta que cae. Desafortunadamente, él rueda fuera de la colchoneta y el árbitro toca el silbato.
—Precaución, Panthers. Punto para Fremont.— La siguiente vez que comenzamos, Medonia lo hizo lentamente. Me moví fuera de la colchoneta cuando la competencia inició y Medonia paso volando junto a mí. El árbitro toco su silbato. Cuando la pelea comienza otra vez, tengo una advertencia más por el control ilegal que terminó con mi codo en la cara de Medonia. Una advertencia más y estaré descalificado. Suena el silbato, y el árbitro dice en voz alta, 
—Tenemos a un Fremont sangrando profusamente. Dos minutos de descanso.— El entrenador Wenner viene hacia mí, sus ojos llameantes. 
—¿Qué estás haciendo? Mi equipo no juega sucio, Jonas. Ahora, o sales ahí y tratas de ganar ese juego o lo pierdo por ti. ¿Cuál escoges?

La señora Reynolds va ser la muerte para mí. Ella está decidida a ponerme al volante de su negra monstruosidad guardada en el garaje.
—Es un clásico —dice la Sra. Reynolds, con la barbilla en alto mientras la puerta del garaje se abre y se revela el Cadillac.
—Yo… yo realmente no estoy lista para conducir todavía —digo—, pero usted puede conducir y yo me montaré en el lado del pasajero.— La Sra. Reynolds abre la puerta del pasajero y se desliza en el asiento.
—Cariño, mis ojos no pueden ver a más de dos pies en frente de mí. Vamos, ahora. Estamos perdiendo tiempo.—Ella baja su mano por la ventana, las llaves colgando de sus dedos. Ella bate los dedos, las llaves tintinean unas con otras. Estoy jadeando y resoplando mientras deslizo las llaves de su mano, esperando que ella entienda la indirecta. Ella no lo hace. Abro la puerta del lado del conductor y me deslizo en el asiento delantero. Wow. El cuero blanco es suave, y la parte posterior del asiento es tan grande como un viejo sillón reclinable Lay-Z-Boy. Miro por la ventana del frente. El capó es ancho y tiene ese brillante símbolo de Cadillac. Me vuelvo a la Sra. Reynolds, que tiene su pequeño bolso perfectamente apretado en su regazo, lista para salir. Hacer sentir a la señora orgullosa de mí sería tan magnífico. Pero… no estoy lista. Eso creo.
—No puedo hacer esto —le explico, esperando a que ella lo entienda. Ella no está atendiendo nada. Solo por la severa mirada de su cara, lo sé.
—Miley, mete la llave en el encendido —lo hago.
—Ahora gira la llave y arranca el auto —giro la llave.
—¿De qué tienes miedo, cariño?
—De golpear a alguien. Estar en un accidente —trago.
—Esta parte de ti tiene que cambiar, lo sabes. Estar asustada de asumir riesgos es mucho más espeluznante que estar haciendo cosas que te reten
—No he conducido desde el accidente.
—Es hora de que lo hagas, entonces —sacudo la cabeza—. Retrocede despacio para no golpear la valla —la Sra. Reynolds se voltea hacia el frente y abrocha su cinturón de seguridad. Abrocho el mío también. No tengo ni idea de por qué la señora me hace hacer cosas que no quiero hacer. Es como si ella tuviera poder sobre mí. Tomo un respiro profundo, presiono mi pie sobre el freno, y pongo el auto en reversa. Poco a poco suelto el freno, retrocedo y me aseguro de que todo está limpio para retroceder a la calzada.
—Cuidado con el buzón de correo —aconseja la Sra. Reynolds. Estamos a salvo en la parte inferior de la calzada y yo retrocedo hacia la calle. Estoy tratando de convencerme a mí misma de no tener un ataque de pánico, pero no creo que esté teniendo demasiado éxito. Una parte de mí está emocionada por volver a manejar y sacar el miedo de mi vida, por el otro lado quiero poner el auto en el estacionamiento y cojear a casa. Oigo la voz de Nick dentro de mi cabeza, empujándome a hacerlo. La Sra. Reynolds me da una palmadita en la rodilla. 
—Bien hecho, Miley.— Con ese voto de confianza, puse el auto en inicio y lentamente conduje por la calle. Mis pies no están acostumbrados a los pedales y es muy difícil parar y acelerar demasiado rápido. 
—Lo siento —le digo después de haber llegado a una señal de alto y la Sra. Reynolds se sacude hacia adelante. Ella se aclara la garganta. 
—No hay problema. Vamos a tomarlo con un poco más de calma con el acelerador y el freno, ¿bien?
—Uh, seguro —pero cuando es mi turno de cruzar la intersección, quito el pie del freno y presiono suavemente el acelerador. Empujo un poco porque no quiero que la Señora Reynolds se sacuda hacia adelante. Pero ahora estoy haciéndolo peor. Ups. 
—Usted probablemente sería una mejor piloto, aún con sus problemas de visión —digo seriamente.
—Yo podría estar de acuerdo contigo, querida. La próxima vez intentaremos eso, recuérdame tomar algo de Dramamine para el mareo.—Le doy una mirada de soslayo. 
—Luces como si fueras a estar enferma.
—Sólo mira a la carretera, no a mí —ella ordena—. Mi aspecto enfermizo no tiene nada que ver con tu forma de conducir.— Ella me dirige a un lugar llamado Monique’s. Éste tiene hermosos vestidos en el mostrador. En el momento en que llegamos allí mis nervios han pasado de sobre estimulados a marchar lentamente. Sigo a la Sra. Reynolds a la tienda. Vestidos de todos los colores y diseños están colocados en los bastidores de la tienda. La Sra. Reynolds pasa sus dedos sobre un vestido corto, de seda azul claro. 
—¿Sabes cómo detectar el material de calidad?— Levanto mi mano y recorro el tejido suave con mis dedos. 
—Nunca he prestado atención a las telas.
—Cada tejido tiene su propia personalidad, al igual que mis narcisos. Para algunos, la suavidad y el peso importan. Para otros, es la forma en que se mueva la tela… y no puedes descartar los colores vibrantes.
—¿Cómo sabe tanto?
—Cariño, cuando estás tan vieja como yo, sabes más de lo que quisieras saber.— Una mujer que trabaja en la tienda viene a nosotras, vistiendo un pantalón color ciruela y el cabello rubio bien peinado y rizado en las puntas. 
—¿Puedo ayudarlas, señoras?
—Estamos buscando un vestido —dice la Sra. Reynolds, entonces apunta hacia mí—. Para esta jovencita.
—¿Para mí? —digo, siguiéndola mientras la señorita nos conduce a través de la tienda. La Sra. Reynolds se detiene y se vuelve hacia mí. 
—Necesitas algo para darle vida a tu guardarropa, Miley. Todo lo que vistes es sólido, y para ser completamente honesta, la ropa es un poco grande y casual.— Miro mis pantalones de algodón y mi camiseta gris. 
—Son cómodas.
—Y totalmente apropiadas para descansar en casa. Pero vamos a tener una cena esta noche y quiero vestirte. Considéralo un regalo adelantado de navidad.— La vendedora nos lleva a un stand con vestidos de coctel cortos. 
—Estos acaban de llegar de Europa. Es una nueva mezcla de seda/lavable.— La Sra. Reynolds desliza el vestido de seda, de color verde azulado entre sus dedos. 
—Demasiado rígido. Está acostumbrada al algodón, así que me gustaría una tela más suave.
—Yo no me pongo vestidos cortos —les digo. La mujer nos lleva a la otra esquina de la tienda. 
—¿Qué tal una mezcla de algodón/lana?— La Sra. Reynolds sacude la cabeza 
—Demasiado caliente.
—¿Rayón?
—Demasiado pegajoso.— Yo esperaba que la señorita estuviera frustrada, pero ella sólo puso su mano en su barbilla, pensando. 
—Puede que tenga algo que les guste en la parte de atrás. Esperen aquí —ella va a la parte trasera de la tienda y sale un minuto después con un vestido amarillo colgando de su brazo. Se lo tiende a la Sra. Reynolds, y dice
—Es de Suecia. Un nuevo proveedor nos lo envió para su evaluación.— La Sra. Reynolds ojea el vestido, a continuación, frota el borde de la tela entre su dedo pulgar e índice.
—Amo la tela, pero el color es atroz. Ella se vería como un limón agrio en esto.
—Viene también en color champagne. Voy a buscarlo.
—Es un tono hermoso —digo cuando ella saca el vestido de color Champagne. Me lo pruebo en el vestidor. Éste tiene tirantes delgados y escote recogido. El centro está ajustado en la cintura antes de que las ondas del material caigan y paren justo encima de mi tobillo. Cuando camino delante del espejo difícilmente puedes notar que cojeo. La mujer sonríe cuando modelo para ellas. 
—Creo que tenemos un ganador.— La señora Reynolds chasquea sus labios.
 —Es perfecto. Vamos a llevarlo.
—Tienes una abuela muy generosa —la vendedora me dice. Miro a la Sra. Reynolds, que está al otro lado de la tienda, mirando otro vestido. 
—Lo sé. Yo no podría haber elegido una mejor.— Cuando regreso al vestuario para quitarme el vestido, la señora Reynolds me detiene. 
—Mantenlo puesto, Miley. Vamos a ir a cenar de aquí y no tendrás tiempo de cambiarte
—¿Qué vestido se está probando?
—Las ancianas no necesitan vestidos nuevos. Ahora deja la charla y vamos a seguir adelante.— Puse mis manos en mis caderas ceñidas en color Champagne. —Yo no voy a dejar esta tienda hasta que usted también compre un vestido nuevo.— La boca de la Señora Reynolds se abre en estado de shock. 
—No ponga ese gesto de asustada, abuela —digo, copiando su famoso dicho—. No se ajusta a su cara.— Su boca se cierra. Entonces echa la cabeza hacia atrás y suelta una risa descarada. Media hora más tarde estamos de vuelta en el Cadillac. Podría añadir que la Sra. Reynolds está vistiendo un nuevo conjunto azul pálido de satén y rayón con una chaqueta a juego.
—Quiero que deduzca dinero de mi cheque por el vestido. Insisto —le digo. La Sra. Reynolds solo sonríe sin responder—. Hablo en serio, Sra. Reynolds.
—Sé que lo haces, querida, y aprecio eso. Pero yo lo estoy comprando con mis propios fondos.— Sacudo la cabeza en señal de frustración. 
—¿Y ahora?
—Un recorrido circular.
—¿Eh?
—Solo dirígete hacia la Tía Mae y verás.— Yo giro el auto y conduzco a la cafetería. La Sra. Reynolds se agacha. 
—Ve a la parte de atrás, donde está el contenedor —susurra—. Y no dejes que nadie te vea.— La mujer está seria. Me deslizo en el asiento y conduzco el auto hacia la parte trasera del restaurante, como si estuviéramos aquí para robar el lugar. Me detengo cerca de los contenedores de basura. 
—¿Qué estamos haciendo aquí? —digo en voz baja, y luego me pregunto por qué estoy susurrando. Su hijo es dueño del restaurante.
—Mantén el auto en marcha, solo sal y toca la puerta de atrás tres veces. Luego haz una pausa dos segundos y después golpea otras tres veces —la Sra. Reynolds se hunde más en su asiento—. Cuando alguien responda, di, La gallina roja ha volado del gallinero.
—No lo entiendo.
—Lo harás si sigues mis instrucciones. ¡Ve ahora!— Esto es cómico. Estuve a punto de orinarme en mi vestido mientras caminaba hasta la puerta de atrás y llamaba. Toc, toc, toc. Pausa. Toc, toc, toc.
Juan, uno de los chicos, abre un poco la puerta. Me echo a reír cuando digo, 
—El pájaro rojo ha volado del gallinero.
—¿No querrás decir gallina?
—Oh, sí. Lo siento, lo siento, lo siento. Me refiero a que la gallina roja ha volado del gallinero.—Creo que Juan se ríe cuando dice
—Espera aquí —y cierra la puerta. Cuando la puerta se abre, Irina me entrega dos cajas.
—¿Qué hay dentro? —pregunto.
—No preguntes, Miley. Una sorpresa para ti y para la Sra. Reynolds.— Cuando ella cierra la puerta, llevo las cajas al auto y me deslizo en el asiento del conductor. 
—Tenemos la mercancía
—Bien, ahora conduce de vuelta a mi casa.— La Sra. Reynolds está sonriendo mientras conduzco hasta su casa. Cuando aparco en el garaje, finalmente descubro de qué se trata todo esto. El mirador está terminado, y Nick ha colgado luces blancas por todo el alrededor. Velas blancas están encendidas, haciendo que la luz del mirador crezca. Nick está de pie junto a éste, con pantalones color caqui y una camisa blanca y con corbata. Cuando él me guiña el ojo y muestra su sonrisa, siento que otra pieza de mi armadura cae.

viernes, 24 de octubre de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 19


Nick llega en la tarde, totalmente inesperado. Abro la puerta y de repente, está aquí, parado al frente mío con una mirada determinada en su rostro.
—Quería verte —es toda la explicación que consigo—. ¿Tu mamá está en casa?
—No. Salió a trabajar hace cinco minutos —Nick y yo somos amigos. Está bien, somos más que amigos. Es extraño y complicado, pero es la única amistad intacta que me queda. Lo llevo a mi habitación y lo dejo esperando mientras traigo algunas bebidas y bocadillos. Nos sentamos en el suelo y nos comemos los bocadillos. Hablamos sobre la escuela y su equipo de lucha, y nos reímos sobre la época en que éramos niños en preescolar y todas las cosas estúpidas que hacíamos. Entonces jugamos gin con las cartas que mi madre me compró cuando estaba en el hospital. Él no dice una sola palabra sobre besos. Ni siquiera me mira con esa caliente, necesitada mirada que he visto antes. Sé que tiene algo en mente. No sé que pueda ser, pero lo está distrayendo. Después de un rato, baja sus cartas y dice:
—Quiero ayudarte Miley.
—¿Con que?
—A jugar tenis de nuevo. Siempre te he visto mirando hacia el armario como si allí hubiera un monstruo, así que lo revisé mientras fuiste a la cocina. Encontré tu raqueta.— Me paré. Mi corazón comienza a acelerarse mientras me alejo de él.
—Nunca voy a volver a jugar.— Él se para, también.
—No estoy tratando de herirte Miley. Estoy tratando de ayudarte.— Yo le doy la espalda.
—No puedo jugar.
—Simplemente inténtalo, Miley. ¿Qué daño puede hacer?
—No voy a ser buena.
—¿Quién dice que tienes que ser buena?— Él no sabe que ser buena jugando tenis siempre ha significado más que ser buena en el tenis. Es mucho más profundo que eso. Cuando miro a Nick, quiero hacerlo sentirse orgulloso de mí. Está tratando de curar cualquier dolor que haya podido causarme. Quiero ayudarlo también.
—Está bien, lo intentaré —digo—. Pero no esperes mucho de mí.
Quince minutos después estamos detrás de la Secundaria Tennessee mirando hacia las canchas de tenis. Esto me trae recuerdos de esa época cuando trataba de probarme a mí misma. Respirando profundamente, sigo a Nick hacia la dura y verde superficie. Cuando Nick sacó mi raqueta, me congelé. Ni siquiera quería sostenerla. Así que después de que él sacó su propia raqueta y algunas bolas de su garaje, lo cargo todo sin quejarse mientras caminábamos hacia la escuela. Ahora estaba ofreciéndome mi raqueta. Yo me contengo. Tomando mi mano en la suya, envuelve mis dedos alrededor del mango de la raqueta.
—Estoy asustada —admito.
—Yo también.— Yo levanto una ceja.
—Si —dice él—. De que me ganes. Tengo que cuidar mi imagen de tipo duro, lo sabes.— Eso me hace reír.
—Tú no me necesitas para hacerte parecer duro, Nick.— Con eso, él toma las bolas de tenis y se dirige al lado opuesto del campo.
—Ten cuidado conmigo —bromea. Golpea la bola justo hacia mí, fácil y lenta. Mis instintos toman el control y golpeo de vuelta. Se siente bien, tengo que admitirlo, pero también se siente extraño. Mi cuerpo se mueve diferente ahora, como si estuviera rígida y no lograra relajarme. Mis piernas, mi posición, ambas son extrañas y erróneas. No me puedo balancear en los talones de mis pies ni rebotar cuando la bola viene hacia mí. No puedo inclinarme en una posición alerta, lista para golpear la bola cuando vuele hacia mí. Cuando Nick golpea de nuevo la bola hacia mí, no me muevo. Él se detiene y sacude su cabeza.
—Hubieras podido golpear esa.
—No quería hacerlo. ¿Podemos irnos ahora?
—No. Respóndeme diez lanzamientos, entonces nos iremos.— Él golpea la siguiente bola hacia mí. La golpeo suavemente.
—Nueve —dice él, contando las que faltan. Tres bolas más llegan cerca a mis brazos y las golpeo lentamente, para que vuelen fácilmente sobre la red justo hacia él. Mis pies aún no se han movido de su lugar.
—Seis. Otros cinco gentiles lanzamientos vuelan sobre la red y rebotan justo en frente mío. Las envío de vuelta suavemente.
—Una más, Miley. Entonces nos vamos de aquí.— Fantástico. Sólo falta una para que la humillación se termine. Él envía una fuerte y rápida sobre la red. Rebota un metro y medio más allá de donde estoy parada. Ni siquiera intento ir por ella. Él lo hace de nuevo... y de nuevo. Yo dejo mi raqueta a un lado y me quedo mirándolo.
—¿Estás tratando de humillarme?
—Deja de actuar como un bebe y atrévete a ir por la bola —dice él, sacudiendo su cabeza—. ¡Vamos!— ¡Como se atreve! Esta vez, mientras la bola se acerca sobre la red, es mi rabia y nada más lo que me empuja mientras tomo los tres pasos y golpeo la bola de vuelta hacia Nick con toda la fuerza y frustración que hay dentro de mí. Lo golpea directamente en su brazo.
—¡Ouch! —no le pregunto si se encuentra bien, porque tiene esa mirada arrogante en su cara y las esquinas de su boca están hacia arriba en un claro signo de victoria—. ¿Se sintió tan bien para ti como para mí? —pregunta. Yo le tiro la raqueta y camino fuera del campo. No le daré la satisfacción de saber que se sintió increíblemente estimulante. Me alcanza y me acerca hacia él.
—Voy a tener un moretón, ¿lo sabes? —dice él—. Pero mirarte golpear esa cosa fue realmente sexy.
Yo me giro para mirar el moretón que ya está apareciendo en su brazo.
—¿Lo fue?— En un rápido movimiento, se adelante y me acorrala contra la cerca con su cuerpo.
—Voy a besarte.— Mi estomago hace un pequeño giro; Me olvido de que estoy molesta. Mis nervios se apoderan de todas mis emociones.
—¿Aquí?
—Oh, sí. Justo aquí, justo ahora. ¿Piensas huir esta vez?
—No lo creo. Pero no estoy segura.— Él sonríe, fascinado con mi respuesta. Miro hacia arriba y encuentro sus ojos, un pequeño asomo a su mundo privado, entonces mojo mis labios en anticipación. Y ese es el comienzo de nuestra maratón de besos. Todo lo que tengo que decir es que después de una hora de labios y lenguas, de inocentes y no tan inocentes caricias de ambos lados, no me siento tan inexperta. No me siento insegura acerca de besarlo. Nos vamos de las canchas del parque y regresamos a mi habitación. A mi cama. Nick se inclina hacia atrás y gime.
—Vamos a tener que detener esto o mi cuerpo va a sufrir las consecuencias durante días.—Relajándome, pongo mi cabeza sobre su pecho.
—Esto fue agradable.
—Sí, demasiado agradable.— Él está respirando pesadamente. Los dos lo estamos. Tomo aire despacio y profundamente, y me glorifico en el momento. Podría quedarme aquí por siempre, justo como estamos. Mirándonos. Sintiéndome deseada. Sintiéndome protegida. Sintiéndome normal.
—Debería odiarte por obligarme a jugar tenis.
—Sí. Pero no puedes, ¿Verdad? Además, hemos tenido una sesión de besos y caricias en la que estarás pensando por semanas.
—Tú tienes un problema de ego.
—Sólo contigo —él se ríe, luego bosteza.
—¿Te estoy aburriendo? —pregunto.
—Para nada —dice él, acariciando mi cabello—. Es sólo que... yo nunca duermo demasiado bien. Y estoy tan relajado y feliz que mi cuerpo está listo para descansar.—Yo me incline sobre mis codos.
—Entonces duerme.
—¿Aquí?
—Seguro. Mi mamá no llegará hasta más tarde —comencé a levantarme, para dejarle la cama completa para que pudiera dormir en paz.
—No me dejes —dice él—. Acuéstate a mi lado —y me empuja hacia abajo con él.
—Eres tan diferente —dice él, casi para si mismo.
—No digas eso —le digo yo, mirando hacia otro lado. Quiero mantener la falsa fantasía de que soy igual que las demás chicas, por lo menos durante un poco más de tiempo.
—Diferente de una buena forma —sus cejas se arrugan—. De una forma realmente buena.
Entonces me acerca y me abraza apretadamente. Estamos abrazados tan juntos, como si hubiéramos estado saliendo por años. Incluso estamos compartiendo la almohada sobra la que he dormido desde que tengo diez años. Lo último que recuerdo antes de despertar es la lenta y rítmica respiración de Nick detrás de mí mientras se queda dormido. Pero ahora escucho la puerta de mi casa abrirse y me despierto totalmente.
—Nick, despierta. Mi mamá está en casa.— Le toma un segundo recomponerse, hemos estado dormidos por más de cinco horas.
—Espérame aquí y no hagas un sonido —le digo, entonces lo beso en sus adormecidos labios. Deslizándome debajo del brazo que me mantiene acurrucada contra él, cierro la puerta de mi habitación y me dirijo al primer piso.
—Hola mamá —digo, mi voz extraña por el sueño.
—No quise despertarte cariño. Odio estos turnos de los domingos en la noche, pero prefiero tomarlos y pasar las mañanas contigo. Parece que pasamos muy poco tiempo juntas últimamente —ella descarga su bolso y comienza a subir las escaleras. Yo rezo para que no esté pensando en pasar un rato a mi habitación para tener una de esas conversaciones madre/hija. No ahora. Pero supongo que si lo hace, la verdad saldrá a la luz. A lo mejor será una bendición inesperada, pero preferiría no arriesgarme.
—Está bien mamá. Tú siempre te preocupas por cosas insignificantes.—Ella no escucha el crujido de mi cama tras mi puerta. Pero yo lo hago. Mamá frunce el ceño.
—¿Por qué estabas dormida sin cambiarte?— Ups.
—Estaba en mi habitación y debo haberme quedado dormida.
—Bueno, yo también estoy exhausta. Regresa a la cama. Tienes escuela en la mañana. Y cámbiate esa ropa.
—Está bien, buenas noches —espero que no se dé cuenta de que estoy anticipando con mi respiración acelerada el momento en que cierre la puerta de su cuarto. Cuando lo hace, me apresuro a mi cuarto. Nick está sentado en mi cama, sobresaltado.
—Lo siento tanto —susurra, viéndose tan genial y peligroso como siempre, incluso medio dormido—. Perdí la noción del tiempo.
—Yo también.— Él camina hacia la ventana.
—Nick, ¿Que estás haciendo? —susurro.
—Buscando una forma de salir.— Pongo mi mano en su brazo y lo hago retroceder.
—No vas a saltar desde mi ventana. Sólo tenemos que esperar unos quince minutos y yo voy a acompañarte hasta la puerta. Mi mamá duerme como los muertos y queda hundida bastante rápido. Además si nos atrapan estamos en esto juntos, ¿verdad?— Le toma unos segundos responder. Es casi como si no creyera lo que acabo de decir.
—Sí, claro —murmura finalmente.

Me encontré con Damon esta mañana, después de convencer a mis padres que me quede hasta tarde porque estaba en la casa de Brian y perdimos la noción del tiempo. Se lo creyeron. Damon vino por alguna clase de evaluación del estado de Illinois. El entrevisto a mi familia, incluso a Emily luego nos quedamos en mi cuarto donde me lleno de preguntas. Le conté a Damon que le había pedido a Miley ver su pierna, dejando de lado el hecho que trabajamos juntos todos los días entre semana después de la escuela , o de el hecho que ella es la única persona que me hace olvidar que el año pasado siquiera paso. Dios me libre de decirle que dormí con ella la pasada noche, en el sentido literal de la palabra. Damon sacude su cabeza. 
—Está prohibido confrontar a tu víctima, Nick.
—No la confronte.— Damon cruzo por mi cuarto y puso una mano en su cabeza como si tuviera dolor de cabeza.
—¿Eres dulce con ella?
—¿Con quién?
—Miley.
—No, de ninguna manera —mentí.
—Ustedes chicos de pueblo pequeño son una raza aparte. Está bien este es el trato: Mantente alejado de ella.
—Tengo opción.
—No —Damon abrió su folder e hizo clic en su bolígrafo—. Ya casi acabas tus deberes de servicio comunitario. Un mirador para la señora Dorothy Reynols. Has estado en ese trabajo por tres semanas.
—Si todo sale bien espero terminar al final de la próxima semana.—Damon lucia impresionado 
—Buen trabajo Nick, comenzaste inestable, pero eres un chico decente. Encontrémonos de nuevo la próxima semana, hablaremos sobre lo que va a pasar después de tu puesta en libertad.— Me estoy sintiendo lleno de energía después de la visita de Damon, sabiendo que la amenaza de la cárcel esta casi detrás de mí. Solo tengo que mantener el hecho que estoy con Miley como un secreto. Golpeé en la puerta del cuarto de mi hermana. Ella está ahí. Su cuarto es su cueva. El invernadero de mi hermana excepto por la escuela y las comidas. Ella no responde, golpeo más duro. 
—Emily, abre.
—¿Qué quieres?— ella dice tras la puerta. Suspiro, esto es más difícil de lo que pensaba. 
—Solo abre la jodida puerta.— La abre en una rendija. Empujo el resto de la puerta y entro. Está demasiado oscuro así que tiro de la cortina.
—Ciérrala.
—Sí, bueno, tenemos que hablar y no veo una maldita cosa.
—No quiero hablar.
—Que mal —digo con mis brazos cruzados frente a mi pecho. Emily agarra la manija de la puerta, como si estuviera a punto de escaparse.
—¿Están mama y papa en casa? —ella pregunta nerviosamente.
—Salieron.—Ella deja salir una pequeña respiración. Ni siquiera sé por dónde empezar, solo sé que estoy preparado para decirlo en voz alta, ha estado reprimido en mi desde hace más de un año. El demonio se ha desatado. La vida no se trata de encubrir la mierda y vivir en un mundo de fantasía. Tomo una profunda respiración y le digo a mi hermana.
—Tú golpeaste a Miley con el auto y me eché la culpa por ello. Me lo he aguantado, pero se acabo. No lo hubiera hecho si hubiera sabido que actuarías como un jodido cadáver el resto de tu vida.— Sus ojos se ensanchan como si su cerebro registrara la verdad por primera vez.
—Habla Emily —ordene—. Di algo… ¡cualquier cosa!
—¡No puedo manejar esto! —ella grita, luego se lanza de bruces sobre la cama.— Tomo una caja de pañuelos de su mesa de noche y se la paso. Estoy de pie mientras ella llora histéricamente.
—Lo siento, Nick, lo siento tanto —ella dice entre sollozos—. Pude haberla matado, Nick.
—Pero no lo hiciste.
—Me quede allí y observe como te esposaban, deje que te llevaran.— Estaba tan acostumbrado a ser el problemático, solía ser el que lo arruinaba. Emily había sido la inmaculada hermana pequeña. Yo era el rebelde. Incluso borracho, no dude en echarme la culpa del accidente. Emily no sería esposada, arrestada y condenada. Ella no podría manejarlo. Yo lo haría. Los policías no preguntaron cuando confesé allí mismo. Infiernos, mis propios padres no cuestionaron mi culpa. Pensar, que todo, era porque Emily trato de esquivar una jodida ardilla en el camino.
—Se acabo —le dije.
—No, Nick, no lo está. Nunca se acabara. Voy a cargar con esta culpa a mí alrededor el resto de mi vida. Ni siquiera puedo mirar a Miley. Infiernos, Nick, ni siquiera puedo mirarte. Es tan duro para mí, no puedes imaginarte.—Ella tiene razón, No puedo. Ella gira hacia mi aspira en una temerosa respiración. 
—No le dirás a nadie ¿cierto? Prométeme que nunca le dirás a nadie.— Miro a mi hermana, la chica con la que compartí el vientre de mama, al igual que cumpleaños y con la que crecí lado a lado. Ella debe conocerme como yo la conozco, sentir mi dolor como yo siento el de ella. Ella sabe que este secreto me desgarra por dentro. Puedo sentir cuan retorcida se ha vuelto su racionalidad. Pero ella me ignora y se enfoca solo en ella. Ella es, después de todo, una extraña para mí.

sábado, 18 de octubre de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 18


—¡Miley! —La voz de la Sra. Reynolds ruge a través de la casa. Nick se retira y me da una mirada impotente. Luego dice.
—Supongo que esa es mi señal para regresar al trabajo —y salió de la cocina. Me quedé ahí, sosteniendo la mitad de un limón en mi mano. Estoy sin habla, excitada... hecha polvo. Nick quiere estar donde yo estoy.  No es algún chico sin importancia. Es NICK JONAS, el muchacho con quien he soñado por lo que parece ser toda mi vida. El muchacho que solía mirar por mi ventana solamente para esperar hasta la próxima vez que estuviera en la misma habitación con él. Es el muchacho que me golpeó con su auto y me dejó en la calle. Pero cuando miraba dentro de sus ojos, podía decir que no es el mismo Nick Jonas que solía conocer. El viejo Nick solo se preocupaba por sí mismo. Nunca pensé que él observaba o se preocupaba por el mundo a su alrededor. ¿Había comenzado a perdonarlo mi corazón? Me fui la noche pasada porque nuestro beso fue perfecto. Como siempre había soñado que sería nuestro primer beso. Asustada de que nunca quisiera besarme otra vez, o reír, o... algo que podría cambiarlo a algo menos que la perfección, me fui. Cuando el autobús se detuvo en la esquina de nuestras casas, pregunté a Nick si quería venir.
—¿Está tu mamá en casa? —pregunta.
—No por otra hora.— Él se encoge de hombros y dice:
—Seguro. Lo guié a mi casa y hacia mi habitación.
—Mi mamá enloquecería si sabe que estuviste aquí, en mi habitación... solos. 
—Si, la mía también —dice—. ¿Quieres que me vaya?— Sonreí.
—No. Es sobre nosotros tomando nuestras propias decisiones, ninguno de nuestros padres las tomarían por nosotros.— Él estudió la decoración amarilla y rosada de mi cuarto, caminando alrededor del perímetro. Recogió un par de guantes de boxeo rojos y blancos que colgaban alrededor de mi cama.
—¿Tuyos?
—Los conseguí cuando estaba en el hospital —le digo—. Tú sabes, para recordarme que siguiera luchando.— Él sonríe tristemente hacia los guantes de boxeo.
—Estoy cansado de luchar. Estoy cansado de revivir el accidente —dice casi para sí mismo, como si fuera un pensamiento privado que estuviera compartiendo conmigo. Tomé los guantes de sus manos.
—Yo también —y por primera vez desde esa desafortunada noche, quise decir eso. Cuando sus ojos taladraron los míos, pregunté—, ¿porqué estas aquí? De verdad.— Él sacude su cabeza.
—No lo sé —pasa su mano sobre su cabeza, frustrado—. Y, Dios, sé que es loco y debería permanecer tan lejos de ti como pueda, pero... y esta parte me está volviendo loco... cuando estoy cerca de ti finalmente puedo sentir cosas otra vez. Me quedé despierto la noche pasada pensando en sostenerte hasta que todo el dolor y el entumecimiento se vayan lejos. Necesito que estés bien, para estar bien. Pensé que era Delta, quién me haría olvidar. Pero eres tú. Tú. ¿No es una mierda, Miley? Porque tal vez si me dices que es una mierda lo creeré.
—No es loco, ni mucho menos —mascullé, en ese momento me acerco y lo abrazo tan fuerte como es posible. Él pone sus brazos alrededor mío y me sostiene apretada.
—¿Alguna vez podrás perdonarme? —pregunta, con la voz temblando. Una lágrima cae por mi mejilla. Siento su humedad caliente sobre mi piel. No sé el momento exacto que sucedió, pero algo ha cambiado. Yo he cambiado. Y creo que es porque finalmente dejé ir al pasado. Estoy lista para vivir mi vida otra vez.
—Ya te he perdonado, Nick —le digo. Permanecimos de ese modo por un largo tiempo. No sé cuánto tiempo ha pasado. Es como si estuviera quitándole su dolor y él estuviera quitando el mío. Antes, estaba confundida... lo que sentía sobre él, lo que sentía sobre el accidente. Pero cuando me sostiene, dejo salir los sentimientos de traición que he mantenido del año pasado. Cuando se retira, lo oigo sorberse la nariz, y veo como limpia las lágrimas de sus ojos con su mano.
—Tengo algo en mi ojo.
—Esta bien llorar, Nick. No se lo diré a nadie —miro hacia mi armario, donde está escondida mi raqueta—. Lloro un montón.
—¿Si? Bueno, voy a cambiar eso.— Él ya lo ha cambiado.
—Mi mama va a llegar a casa en cualquier minuto —digo cuando miro fijamente hipnotizada esos oscuros ojos marrones.
—Mejor me voy entonces —asiento.
—Está bien.— Él se acerca, tanto que puedo sentir su corazón latiendo contra el mío. Aguanto la respiración cuando estira su mano y pone su palma sobre mi mejilla. Ligeramente roza mis labios con su pulgar, trazando mi labio superior e inferior cuando mueve su pulgar sobre ellos.
—Tienes labios suaves —dice.
—Ya lo sabes, yo uh, realmente no tengo experiencia besando —digo tímidamente, luego bajo la vista y rompo nuestro contacto. No puedo mirarlo mientras digo esto—. Quiero decir, no soy como Delta en ese departamento. Probablemente estás acostumbrado a chicas que saben lo que están haciendo, y soy nueva en esto y de verdad, de verdad me avergüenza si lo estoy haciendo muy mal o... oh, realmente estoy haciendo el ridículo ahora mismo.
—No iba a besarte.
—¿No ibas? —levanté la vista. Bueno, por supuesto que no iba a hacelo, estúpida. ¿Por qué comenzaría una relación conmigo cuando podía estar con alguien que de verdad supiera lo que estaban haciendo?, alguien que no fue responsable de enviarlo a prisión, me dijo mi cerebro.
—Nop. La próxima vez que te bese me voy a tomar mi tiempo, y dijiste que tu madre llegará en cualquier momento.— Reviso el reloj sobre mi mesita de noche y asiento. Él muerde su labio inferior, pensando.
—No, la próxima vez que te bese durará un largo, largo tiempo. Y cuando lo hayamos hecho comprenderás que estar excitado no es sobre la experiencia.— Mientras yo seguía pasmada, Nick se dirigía fuera de la casa.

Es domingo. Domingo de Futbol. Estoy en el Dusty’s Sports Bar & Grill con los chicos, ya que nos podemos sentar en el área del comedor y ver el partido desde los tres televisores pantalla gigante pegados en todo el restaurante El lugar está en bancarrota, hasta las oscuras mesas de madera y sillas se bambolean de lo viejas. Pero sus pantallas de televisión son grandes y nuevas, las cuales atraen chicos desde las tres ciudades más cercanas en las tardes de domingo. Me pregunto qué estaría haciendo Miley hoy. Ella trabaja para la Señora Reynolds en las mañanas, pero probablemente llegaba temprano a casa. ¿Estaría en casa ahora, sentada en su cuarto? ¿O estaría en fisioterapia?
—¿Viste eso, Jonas? —pregunto Tristan mientras la multitud estallaba en gemidos. 
—Lo siento, hombre, me lo perdí. —estaba pensando en alguien en quien no tengo derecho a pensar. Sacudiendo su cabeza, Tristan apunto a la pantalla.
—Lo juro, Guerrera necesita algo de pegamento en sus manos para que así pueda mantener el agarre del balón. Es el tercer balón que pierde.
—El cuarto —los corrigió Drew. No le prestaba atención al juego hoy. Atrape a Brian mirando hacia la puerta y señalando a quien quiera que acabara de entrar al restaurante. Me doy la vuelta. Es Delta. Seguida por Hanna, Brianne, Mandy y Sabrina. No creo que sus alegres porras fueran muy bien con este lugar. Pero entonces, a lo mejor sí.
—¿Qué están haciendo las chicas aquí? —le preguntó un frustrado Tristan a Brian, quien obviamente las invito.
—¿No podemos cambiar las reglas solo por esta vez? Delta realmente quería venir.
—Ugh, me voy a enfermar —dijo Drew, fingiendo arcadas—. Ella te tiene por las pelotas, hombre. ¿Cuándo te darás cuenta?
Drew, el idiota autoproclamado de nuestro grupo, por primera vez en su vida tenía razón. Justo cuando estaba a punto de proclamar a Drew un suspicaz genio, las chicas llegan a la mesa. Delta usando jeans ajustados y un suéter de los Osos. El suéter de Brian, el mismo que recordaba verle usando cada domingo. Brian está mirando a su novia trofeo, y me está haciendo enfermar también. Porque así era como yo me veía cuando estaba saliendo con ella, y todos agradecían que una chica como ella me honrara eligiéndome como su novio. Que alguien me dispare.
—¿Podemos unirnos a ustedes? —pregunto Delta, pero mientras las palabras se deslizaban de su boca ya estaba tomando la silla al lado de Brian y le hacía señas a las chicas para que acercaran silla, también. Seriamente, esta era una gran violación al código “no se permiten chicas en los partidos del domingo”. Pude ver que Tristan y Drew no estaban felices por la invasión de chicas. La razón por la cual la regla había sido creada en primer lugar era que todos estábamos de acuerdo en que las chicas (al menos las de nuestro grupo, también conocidas como las que estaban sentadas en nuestra mesa justo ahora) no están interesadas en ver el juego. Están interesadas en romper nuestra concentración. Es como un reto, de ver si pueden distraernos del futbol.
—Hey, Nick —dice Mandy mientras coloca su silla a mi lado—. ¿En qué andas?— Antes de que pueda responder, la camarera se acerca a nuestra mesa para deslizar nuestra comida y preguntarles a las chicas que quieren ordenar.
—¿Qué tipo de ensaladas tienen? —pregunto Brianne. La camarera sofoco una risa.
—Nada de ensaladas. Tenemos hamburguesas, sándwiches de pollo, alitas y papas fritas. Escoge.— Brianne se sorprendió por las opciones. Lo note por la forma en que miraba a la camarera con horror. Este lugar era todo cerveza/alcohol para la multitud "mayor de veintiún años". La comida era en lo que menos pensábamos.
—Tomare solo una Coca-Cola dietética —finalmente dijo. Todas las chicas pidieron Coca-Cola dietética. Nada más. Tristan volteo sus ojos. 
—¡Espera! —dice Sabrina, llamando de nuevo a la camarera—. Comeré una hamburguesa. Sin queso, solo así.
—Una hamburguesa sola, cinco Coca-Colas dietéticas —repitió la camarera antes de retirarse.
—Comeré una hamburguesa, también —dice Mandy pinchándola—. Sola, como la de ella.
—Dos hamburguesas, cinco Coca-Colas dietéticas.— Brianne levanto sus cejas. Mandy se encogió de hombros.
—¿Qué? No almorcé, estoy muerta de hambre. Además, no creo en eso de no-carbohidratos, Brianne—. Drew se puso en pie de un salto y alzo sus manos.
—Está bien, si ustedes chicas quieren estar con nosotros, será bajo unas cuantas reglas. No hablaran sobre ensaladas, y ni siquiera quiero escuchar la palabra "carbohidratos". Si no vinieron aquí para hablar de los Osos o Futbol, o para recordar el año 1985, permanezcan en silencio. Y por el amor de Dios, si no saben ni porque lo hacen, espero que no aplaudan. ¿Lo captan? Las cejas de Delta estaban fruncidas.
—¿Qué paso en 1985? Drew, lamento decírtelo pero ni siquiera habíamos nacido.— Mientras Drew se golpeaba la frente en señal de frustración, un avergonzado Brian cubrió la boca de Delta.
—Ese fue el último año en que los Osos ganaron el Super Bowl —le informo Brian. Él quito su mano de la boca de Delta.
—Sabes lo que es el Super Bowl, ¿no? —pregunta Drew, sentándose al final.
—Por supuesto que lo sabe —comenta Brian, luego acerca a Delta y mantiene su brazo sobre sus hombros. El resto del partido se cumplió con el silencio por parte de las chicas y abucheos y gritos del resto de la gente en el restaurante. Cuando se me ocurrió echarle un vistazo a Delta y a Brian durante un comercial, su mirada estaba en mi mientras le susurraba algo a Brian en el oído que lo hacía sonreír maliciosamente. Juro que también la vi lamiendo el lóbulo de su oreja.
Disgustado, me levante y me dirigí al lavabo. Después de hacer pis, me lavo las manos y me inclino sobre el lavabo mientras miro mi reflejo en el espejo. Soy un maldito desastre, incapaz de solo enfriarme y pasar un rato con mis amigos. Especialmente no con las chicas aquí. Especialmente no con Delta aquí. Me pone los nervios de punta, recordándome el pasado. El accidente. Miley. La puerta del baño de hombres se abre y con seguridad Delta entra por ella. No me sorprende.
—Tu novio te seguirá hasta aquí —le digo. Deambula cerca de mí, tan cerca que puedo oler su fuerte perfume mezclado con brillo labial de cereza. Demasiado exagerado.
—No lo hará. Piensa que estás enfadado, así que le dije que hablaría contigo. Confía en nosotros.
—Es un idiota.
—También piensa que estas celoso. ¿Lo estás?
—Oh, sí —le digo. Ella quiere escucharlo, así que le doy lo que quiere. Es un juego que le gusta jugar. Estoy cansado de sus juegos, pero es la única forma de soportarla.
—Has sido difícil de alcanzar, Nick—dice tratando de sonar mandona.
—Pensé que teníamos un acuerdo.— La única relación que quiero es la que ya tengo, con Miley. Puede no ser pública, pero es autentica. Lo molesto es, que no sé lo que sabe Delta. Cada vez que estamos juntos, sugiere saber más del accidente que los demás. ¿Pero que si no es así, que si esta aprovechándose de mí? Estábamos muy apegados esa noche y ella es fácil. Tal vez mi ex ha estado jugando conmigo todo este tiempo y soy un tonto igual que Brian. No importa lo mucho que lo quiera, no puedo arriesgarme a perderla. Desliza sus uñas color rojo furioso sobre mi camiseta como una araña, deteniéndose cuando alcanza mi hombro. Entonces se inclina hacia adelante.
—Eres como una droga, Nick. No puedo detenerme.— Ella está floreciendo en la persuasión. No yo. Lo que le gusta es probablemente que alguien podía entrar en cualquier momento y encontrarnos así de cerca. Es el factor riesgo el que le daba adrenalina.
—¿Entonces porque estabas succionando la oreja de otro tipo? —no sé porque le pregunte. No es que me importara. Puse mi mano en su cintura, listo para alejarla si se acercaba mas. Estaba cansado de ser su peón.
—Solo quería obtener una reacción de ti. Funciono. Desde hace un par de semanas no me das nada, ninguna emoción o aliento. Brian cree que estas con Miley Cyrus. ¿No es ridículo?— Justo cuando estaba a punto de responder, la puerta se abre. Drew entra, viéndonos a Delta y a mí, parados cerca, tocándonos el uno al otro en lo que podría verse como un abrazo. No es lo que parece, pero se ve mal.
—Ni siquiera preguntare —dice Drew, luego se dirige a los urinales. Antes de que él deslice su cierre abajo, vuelve la cabeza a Delta
—. ¿Te importaría hacer eso en otro lugar?
—No es nada que no haya visto antes —le dice Delta a Drew mientras se aleja un paso de mi, rompiendo todo contacto. Drew suelta una breve carcajada.
—Sí, bueno, tú puedes haber hecho rondas con mis amigos, pero no has puesto las manos en mí.
—Por lo que he oído, una mano sería suficiente —le disparo Delta.
—Suficiente —digo—. Delta, vuelve con Brian. Drew, vete ya a orinar.— Herida porque no la defendí, salió corriendo del baño de hombres, pero no sin antes murmurarle:
—Idiota —en su camino, a lo cual Drew respondió:
—Zorra.— Drew termino, entonces mientras lavaba sus manos dijo:
—¿Nick, crees que acostarte con Delta es la respuesta? Escucha, deja que Brian tenga a la perra y se la pase a alguien más.
—Es un poco más complicado que eso —Drew hizo un sonido de reprobación, al igual que la Sra. Reynolds.
—Tú lo estás haciendo complicado —eso me golpeo. Por segunda vez hoy, Drew tenía razón. Estaba dejando que Delta me manipulara en vez de al revés. No necesitaba complacerla. Solo podía dejarla continuar la persecución sin darle la oportunidad de tirar a matar. Wow, había estado haciendo todo mal, no puedo creer que la solución sea tan simple. Saco mi billetera y le doy a Drew veinte dólares.
—Mira, paga mi cuenta. Me voy de aquí.
—No tienes que irte. No le diré a Brian lo que tú y Delta estaban haciendo.
—En este momento, ni siquiera me importa —digo, entonces deje el baño de hombres y me dirigí a la puerta trasera.

viernes, 17 de octubre de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 17


Le tomó una semana a mamá invitar al Sr. Reynolds a cenar. Me preguntó unas veinte veces más si eso estaba bien conmigo. No tuve corazón para decirle que no. El Sr. Reynolds entra a la casa vistiendo un traje gris de tres piezas y corbata roja, como si fuera a la corte por una infracción de tráfico. En sus manos una docena de tulipanes púrpura para mi mamá y una caja de chocolates Frango para mí.
—Gracias —le digo embarazosamente cuando me entrega la caja. ¿Debo abrirla ahora, o esperar hasta más tarde... o mañana?
—Por qué no tomas asiento y te pones cómodo, Lou —dice mamá nerviosamente, sus manos jugueteando con el vestido negro y sofisticado que decidió usar—, ¿Quieres una bebida? ¿Vino... brandy... refresco?— El Sr. Reynolds sonríe, una cálida sonrisa que puedo decir es sincera.
—Sorpréndeme.— Mamá se ríe, una risa dulce y suave que no he oído en años. Cuando mamá está en la cocina, el Sr. Reynolds se vuelve hacia mí.
— ¿Cómo es volver al colegio después de estar ausente durante un año?— Me encojo de hombros.
—Está bien, supongo.— Él se queda mirando por la ventana. ¿Dónde está mi mamá? El reloj sobre la repisa de la chimenea hace tictac, cada segundo un recordatorio de cómo el tiempo pasa tan lentamente. Tictac. Tictac. Tictac. El Sr. Reynolds se frota las manos. Puedo decir que está tan ansioso como yo de que mi mamá vuelva. Tictac. Tictac. Tictac. Quiero excusarme y esconderme en mi habitación. No creo que pueda manejar ver a mi mamá en una cita con alguien que no sea mi papá. Justo cuando estoy a punto de ponerme de pie y excusarme, ella llega con tres bebidas y una gran sonrisa.
—Martinis para nosotros, Sprite para Miley.— El Sr. Reynolds toma el vaso de mi mamá. Sus manos se tocan un poco cuando ella se lo entrega. Sé que la alenté a invitar al Sr. Reynolds, pero él es demasiado grande, demasiado rubio, y... y no es mi papá. Me pongo de pie. Mamá me mira con una expresión cautelosa.
—¿Adónde vas, cariño?
—A mi habitación. Olvidé llamar a Mandy.— Mamá tiene esa mirada de cachorro en su cara; creo que ella sabe que estoy mintiendo. En mi habitación abro el primer cajón de mi escritorio. En un sobre guardo el número de teléfono de mi papá. Me tiemblan las manos mientras marco su número.
 Suena tres veces antes de que él conteste.
—Billy Ray Cyrus aquí.
—Um... ¿papá?
—Miley, ¿Eres tú?
—Sí.
—¿Cómo te está yendo mi niña?
—Muy bien.
—¿Y tu pierna? La última vez que hablamos estabas teniendo un poco de problemas.
—Está mejor, creo.— Se siente bien hablar con mi papá. Escuchar su voz familiar disipa la nube negra que siempre parece cernirse sobre mí. No quiero decirle la verdad sobre mi pierna, porque sólo quiero compartir buenas noticias. Si soy positiva, entonces tal vez él no quiera olvidar que soy su hija.
—Grandioso. ¿Y la escuela?— Me trago la realidad y digo tan alegremente como puedo.
—Perfecta. Estoy percibiendo todo como… —miento—. Wow —Hay silencio, pero no quiero que él cuelgue. Me siento desesperada. Él suena entusiasta, pero no estoy segura.
—¿Cómo está tu madre?— finalmente dice, rompiendo el silencio. Está teniendo actualmente una cita con su jefe en nuestra sala de estar.
—Ella está bien.
—Me alegra oírlo. Te extraño, cariño.
—Yo también te extraño. ¿Cuándo puedo verte?— No importa cuántas veces me prometo que no le rogaré, fallo. Es como si algo dentro de mí se rompiera cuando pienso que él va a terminar la conversación. Quiero gritar: ¿No soy lo suficientemente buena? pero no lo hago.
—En algún momento pronto, cuando el negocio se establezca.— La nube negra regresa… He oído esas mismas palabras antes. Demasiadas veces.
—Miley, ¿puedes hacerme un favor?— Estoy conteniendo las lágrimas, cuando digo.
—¿Cuál?
—Dile a tu madre que le envié un cheque la semana pasada. Y que su abogado deje de llamar al mío. Me está costando una fortuna cada vez que llama, como ciento cincuenta por hora.
—Se lo diré.— Alguien está hablando en el fondo y puedo decir que estoy perdiendo su atención.
—Tengo que tomar otra llamada, cariño. Lo siento, es importante. Te llamaré pronto.
—Está bien. Te quiero, papá.
—Yo también te quiero, Smiley.— Hace clic. Trago saliva y apoyo mi cabeza contra la pared. Por mucho que me diga que no a mí misma, estoy llorando. Me gustaría tirarme en mi cama y sollozar en mi almohada, pero probablemente mi mamá me oiría. El teléfono suena, me asusta. Estoy todavía con el inalámbrico en mi mano. ¿Podría ser mi padre llamando de nuevo tan pronto? Él siempre dice que va a llamar pero nunca lo hace. Tal vez ha cambiado. Tal vez se dio cuenta después de oír mi voz que me extraña tanto que no puede aguantar más.
— ¿Hola? —digo con entusiasmo. Hay una vacilación en la línea, luego una grabación de voz de mujer dice.
—Esto es High Spring Water Company recordándole que hay un especial en nuestros garrafones de agua de cinco galones en el mes de octubre. Si desea pedir…— Cuelgo el teléfono en medio de la grabación. Dios, me siento tan sola. No hay nadie en mi vida que remotamente entienda lo que estoy pasando. Salvo una persona. Mis dedos marcan el número de los Jonas automáticamente antes de que mi cerebro pueda comprender lo que estoy haciendo.
—Hola.— Es él… Nick. Ni siquiera sé qué decir.
—¿Miley? Sé que eres tú, tenemos identificador de llamadas.— Me olvidé de eso.
—Hola —murmuro.
—¿Qué sucede?— Las lágrimas acuden a mis ojos.
—Yo sólo... quería hablar contigo.
—¿Por qué lloras? ¿Estás herida? ¿Te caíste?— No puedo hablar porque no quiero que sepa cuán débil soy... cuánto necesito su amistad en este momento. Dios, todos estos años pensé que iba a morir si no me amaba tanto como yo lo amaba. Pero ahora me doy cuenta de lo estúpida que fui.
—Si no me contestas, iré para allá así esté tu madre allí o no —su voz es fuerte y dominante, y sé lo que eso significa.
—No, no vengas. ¿Puedes encontrarte conmigo en el Parque Tennessee  en diez minutos?
—Allí estaré —promete. Uso la manga de mi camisa y me limpio los ojos.
—¿Nick?
—Sí.
—Gracias.— Echo agua sobre mis ojos en el baño, le digo a mi mamá que me voy a ir con Mandy, y me dirijo al parque. Nick se acerca un minuto después vestido con jeans y una camiseta con una simple camisa abotonada sobre ella. Desacelera su paso cuando me ve y, sin una palabra, me atrae en un abrazo. Ahora pierdo el control, directamente en su camisa. Me agarro a él cuando los sollozos comienzan y no paran. Lo dejo salir todo… la cita de mi mamá, la conversación con mi padre, mi confusión acerca de todo. Nick no se ríe, no se aleja, no habla... él sólo me permite ser yo. Cuando me calmo, me echo hacia atrás y veo el lío que he hecho en su camisa.
—Puse tu camisa toda asquerosa —digo entre resuellos.
—Olvida la camisa. ¿Qué está pasando? No pude entender una palabra de las que murmuraste en mi pecho.— Ahora estoy medio riendo y medio llorando. Él baja la mirada hacia mi mano. Lo hago, también. Lentamente extiende su mano y toma mis dedos en los suyos. Dios mío, cómo he soñado con nosotros tomados de las manos desde hace tantos años. Toma mi mano en la suya y nos vamos caminando por la calle juntos. Levanto la vista hacia sus ojos. Generalmente son sombríos y melancólicos, pero ahora veo una calidez que nunca había notado antes. Me lleva al viejo roble. Ambos nos sentamos, luego se recuesta contra el árbol a mi lado y deja ir mi mano.
—Muy bien, ahora habla.— Es fácil porque no tengo que mirarlo, sólo tengo que dejar salir todas las cosas que van mal en mi vida. Tomo una respiración profunda. Voy a tratar de decirlo todo sin ponerme histérica otra vez.
—Mi mamá tiene una cita, con su jefe e hijo de la Sra. Reynolds. Creo que a mi mamá le gusta, pero no sé si estoy lista para que ella empiece a salir. Sé que es egoísta, pero mi papá prácticamente me ignoró desde el divorcio. Se volvió a casar, ya sabes. Y creo que su esposa quiere un hijo, como si él no tuviera ya una. Para colmo, mi doctor me dijo que debía jugar al tenis de nuevo, y cada vez que pienso en ello mi garganta comienza a estrangularse y tengo que recordar respirar... y luego te llamo porque eres el único con el que siento que puedo hablar. Lo cual es ridículo porque ¡eres tú!— Nick juega con un pedazo de hierba que arrancó del suelo.
—¿Crees que tu mamá sería feliz con ese tipo, el jefe? —pregunta. Vuelvo a pensar en la forma en que mamá se rió en el Festival de otoño y lo nerviosa que estaba esta noche.
—Sí, lo creo. Pero esa es la parte que me asusta. Es como poner fin a un capítulo en su vida y empezar de nuevo. Una madre soltera, novios... tantas cosas han cambiado.
—Estás haciendo demasiado hincapié en lo que podría ser. Haz algo para quitar de tu mente pensamientos de lo que nunca podría suceder.
—¿Cómo qué?
—Tomar una raqueta.
—Eso no es gracioso —le digo, ya tensándome y queriendo huir.
—No estoy tratando de ser gracioso, Miley —lo escucho suspirar, una respiración baja que sale lenta—. ¿Puedo ver tus cicatrices?— Oh, Dios mío.
—No— Sacudo mi cabeza febrilmente mientras sigo mirando al suelo. Y me doy cuenta que mi respiración acaba de hacerse más pesada.
—Por favor, no enloquezcas.
—No lo hago.
—Lo haces. Fui a la cárcel por algo que te hice y no tengo ni idea de cómo se ve.— Vuelvo mi cabeza y me quedo mirando sus ojos, más oscuros y más intensos de cómo jamás los he visto.
—¿Por qué me miras así?
—¿Recuerdas el accidente? —pregunta, totalmente centrado en mi respuesta. Niego con mi cabeza.
—¿No recuerdas nada? ¿Nuestra conversación antes del accidente, a mí golpeándote con el coche? ¿Nada en absoluto?
—No. Es un gran vacío. Sólo sé lo que la gente me dijo.— Él parpadea, luego mira hacia otro lado.
—Peleamos, tú y yo.
—¿Sobre qué?— Él emite una risa breve y cínica.
—Delta.— Estoy tratando de respirar de manera uniforme para no darle un indicio de que recuerdo. Cada palabra que él me escupió cuando le dije que lo amaba. Es la única parte de esa noche que está muy clara para mí. El resto se ha quedado atascado en una nube de niebla.
—No recuerdo —miento.
—Dijiste que estaba engañándome, que la viste con algún otro chico pero no quisiste decirme quién. Tenías razón, sabes —dice—. Estaba con Brian antes de que yo entrara a la cárcel —está mirándome otra vez, y esta vez no puedo apartar la mirada
—También dijiste que me amabas.— Trago, todavía hipnotizada por sus ojos. Esos ojos que nunca me dieron más que un vistazo hace un año están ardiendo en los míos.
—No recuerdo —susurro.
—Miley… —toma mi mano entre las suyas y coloca la palma de mi mano contra su mejilla áspera por todo un día de rastrojo. Vuelve su cabeza y besa la parte interna y sensible de mi palma, con sus ojos manteniendo mi mirada—. Debería haber hecho esto hace un año.
Mi corazón enloquece cuando él se inclina y roza sus labios con los míos.

No pude dormir anoche, lo que no es nada nuevo porque cada noche está llena de intranquilidad. Pero anoche no fueron pesadillas de la cárcel lo que me mantuvo despierto, o la noche del accidente y lo que pude haber hecho diferente. Yo estaba reviviendo lo que había pasado hace unas pocas horas. Besar a Miley fue la cosa más estúpida que he hecho jamás. Pero, mirando dentro de sus tristes ojos y rostro vulnerable me hizo desearla más de lo yo hubiera deseado cualquier cosa en mi vida. Anoche emociones reales estaban volando. Anoche honestamente estaba volando. Se sentía tan crudo. Mientras me estoy alistando para la escuela, pensé en nuestra conversación después del beso. Ella estaba nerviosa, lo podía decir por el temblor de esos labios contra los míos. Cerró sus ojos y se aferro a mí mientras nuestros labios se encontraban. Juro que nunca había estado más excitado. Cuando me incline hacia atrás, tenía una mirada preocupada en su rostro como si yo fuera a darle una nota de reprobada en sus habilidades de besar. 
No puedo creer que eso pasara, dijo ella. Ni siquiera sé que respondí. Todo lo que recuerdo es este sentimiento de estupidez esparciéndose sobre mí, y preguntarme qué demonios me hizo besar a una chica a la que debería evitar acercarme a toda costa. Pero estar cerca de ella se sentía malditamente correcto, no pude resistirla. Nosotros habíamos pasado a través de mucho, nuestras vidas están engranadas y estamos varados en esta red juntos. La parte enferma es que, no quiero salir de ello. Miley es frustrante, está confundida, está molesta… y tararea unas ridículas melodías cuando está trabajando en casa de la Sra. Reynolds. Pensarías que yo me volvería loco por eso. No puedo evitar que me guste cuando sopla su cabello fuera de su cara cuando está trabajando, o cuando mira a la Sra. Reynolds de soslayo cuando está insistiendo en que Miley está plantando sus estúpidos bulbos mal… y cuando no está tarareando, resisto la urgencia de decirle que continúe. Contrólate, Nick. Después de que la besaste corrió a casa lo más rápido que pudo.
Ok, entonces después de que la bese me dejo en el árbol preguntándome como me metí en este desastre. Por mucho que deseo a Miley, no puedo tenerla. Tal vez debería escribirle una carta y deslizarla dentro de su casillero, disculpándome por la noche anterior. Me senté en mi escritorio y saque una hoja de papel.
"Miley,
Siento lo de anoche."
Nick.
La leí para mí mismo y sonaba idiota. La arrugue y empecé de nuevo.
"Miley, Si te asuste anoche, lo siento. Fue un beso inofensivo que no significo nada". Nick
Lo arrugue casi tan pronto como firme con mi nombre. Porque sí significo algo. Los besos de Delta son más vacios para mí que una flauta. Y, maldita sea, no siento haberme deslizado y acercado a Miley. Quería besarla y todavía quiero besarla. Ok, así que preferiría que ella hubiera dicho algo como Vamos a intentar eso de nuevo, pero ahora me conformaba con que no huyera. Calmándome, me dirigí a la escuela más temprano e intente olvidar a Miley y la noche pasada. Camine penosamente por mi día hasta que llegue a la clase de computación. Miley está sentada hasta adelante, sus ojos fijos en la pantalla en frente. Ni siquiera noto cuando entre. Esperaba obtener alguna señal de que todo está bien entre nosotros, pero no conseguí nada de nada. Oh, sí. Si conseguí...Delta. Ha estado dándome sus mejores sonrisas seductoras todo el día, prometiendo realizar todas mis fantasías. Poco sabe que mis fantasías son consumidas por una chica que se rehusa a mirar en mi dirección. Afortunadamente para mí, logre deshacerme de Delta y su sobreexpuesto escote todo el día.
Me dirigí al autobús después de la escuela, intentando sin mucho éxito no estar sorprendido si Miley se sienta al frente en vez de al lado de mí. Me deje caer pesadamente hacia atrás y pude ver su camiseta rosada y sus jeans descoloridos llegando por el pasillo. Su largo cabello cubre un lado de su cara, como si se estuviera escudando de mi mirada. Pasa los asientos de adelante y se dirige a los posteriores, nunca mirándome. Cuando se desliza a mí lado y el autobús se dirige lejos de la escuela, dejo escapar un aliento. Estar en la escuela me está estresando. Los profesores me miran, los chicos me miran… todo el mundo me mira excepto Miley estos días. Miro abajo hacia nuestras rodillas, tocándose ligeramente. Jeans contra jeans. ¿Nota el calor transfiriéndose de su cuerpo al mío? ¿Acaso se da cuenta de lo que me está haciendo? Lo sé, lo sé, no soy virgen y el ligero toque de la rodilla de una chica me está volviendo loco. Ni siquiera sé lo que estoy sintiendo por Miley, solo sé que estoy sintiendo. Es algo que he intentado evitar y negar hasta ayer, cuando la sostuve en mis brazos mientras sus lagrimas se derramaban en mi camisa.
Dios, nuestras rodillas tocándose no es suficiente. Necesito más. Ella esta anudando sus dedos en su regazo como si no supiera qué hacer con ellos. Quiero tocarla, ¿pero y si se aleja como antes? Nunca había sido tan cobarde con una chica en mi vida. Mordí mi labio inferior mientras deslizaba mi mano una millonésima de milímetro más cerca de su mano. No parece asqueada así que la moví más cerca. Y más cerca. Cuando las puntas de mis dedos tocaron su muñeca, se congelo. Pero no quito su mano. Dios, su piel es tan suave, pienso mientras mis dedos trazan un camino desde su muñeca a sus nudillos y a sus suaves y cuidadas uñas. Juro que tocarla así me está volviendo loco. Es más erótico, más intenso que cualquier otro momento con Delta. Me siento de nuevo tan incomodo e in experimentado como un novato. 
Levante la vista. Todo el mundo es inconsciente de la intensidad de emociones corriendo desenfrenadamente en la parte de atrás del autobús público. Cuando miro de nuevo hacia abajo a mi mano cubriendo la suya, estoy agradecido de que no haya recobrado sus sentidos y retirado su mano. Como si supiera mis pensamientos, ambos volteamos nuestras manos al mismo tiempo para que así nuestras manos estén palma contra palma… dedo contra dedo. Su mano esta empequeñecida contra la mía. La hace ver más delicada y pequeña de lo que me había dado cuenta. Siento una necesidad de protegerla y ser su héroe si alguna vez necesita uno. Con un ligero cambio de mi mano, enlacé mis dedos a través de los suyos. Estoy agarrado de manos. Con Miley Cyrus. Ni siquiera voy a pensar acerca de lo malo que es porque se siente muy correcto. Ella esta evadiendo mirarme, pero ahora voltea su cabeza y nuestros ojos se traban. Dios, ¿Cómo no pude haber notado antes cuan largas son sus pestañas y como sus ojos azules verdosos tienen motas de oro que destellan cuando el sol brilla sobre ellas? El autobús se detiene repentinamente y miro hacia fuera por la ventana. Es nuestra parada. Ella debe haberse dado cuenta porque empuja su manos fuera de la mía y se para. La sigo, todavía tambaleándome. Llegamos a la casa de la Sra. Reynolds. Puedo oler la esencia de galletas invadiéndonos mientras caminamos hacia dentro.
—Oh, estoy tan feliz de que ambos estén aquí —canturrea la Sra. Reynolds—. Pasen a la cocina. Tengo… —la anciana ladea su cabeza a un lado, mirándonos a Miley y a mí en su sala—. ¿Está haciendo calor afuera? —pregunta. Miley sacude su cabeza mientras yo digo,
—No particularmente.
— ¿Entonces porque los dos están tan sonrojados? —ella pregunta, enarcando sus cejas. Oh, mierda. Mientras Miley se encoje de hombros y se dirige a la cocina, le informo a la anciana,
—Soy un tipo. No me sonrojo.
—Uh huh —ella dice. Después de comer las galletas, las cuales ella insiste son su propia receta secreta de la marca Snickerdoodle, me dirigí hacia fuera. Mientras estoy trabajando, robe miradas de Miley mientras se agachaba en el suelo y plantaba los bulbos con las instrucciones verbales de la Sra. Reynolds nunca lejos de ella. Cuando la anciana tomo su siesta, escuche a Miley tararear mientras yo trabajo en el mirador. Es tranquilizador. Su voz flota a través del aire mientras trabajo. Pero cuando el tarareo se detiene, miro a mí alrededor y Miley no está aquí. Me dirigí a la casa. La encontré sacando limones del refrigerador. La observo mientras los corta y los exprime en la jarra.
—¿Me estas siguiendo? —ella pregunta, pero no se encuentra con mi mirada. 
—Si —le digo.
—¿Por qué?
—¿Honestamente?—Ella me mira, sus cejas enarcadas. Le doy la única respuesta honesta y verdadera que tengo.
—Estas donde yo quiero estar.