miércoles, 29 de octubre de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 20


Estoy tarareando una vieja canción que mi madre solía cantarme cuando me metía en la cama, cuando tenía miedo de la oscuridad y me negaba a ir a dormir. La vida era menos complicada entonces. Mi papá vivía en casa y el único trabajo de mamá era, bueno, tan solo ser madre. Ahora está trabajando como camarera y saliendo. De acuerdo, esa última parte es mi culpa. No puedo culpar a mi mamá por su cita esta noche. Gracias a Nick, estoy llegando a términos con eso. Esa primera noche me besó mágicamente. Estaba toda preparada para ser solo amigos, apreciando nuestra relación platónica, cuando de repente se convirtió en algo más. Cuando estoy con el no pienso en mi cojera. Todo lo que pienso es como se siente el ser capaz de hablar y compartir y besar. ¿Y enamorarme de Nick Jonas otra vez? No lo sé. Estoy tan nerviosa y asustada de ser herida de nuevo, que mantengo una pared para que mi corazón este protegido.
Poco a poco ha estado socavando esa pared. Después del trabajo nos hemos estado bajando del autobús dos manzanas más atrás para que podamos robar unos pocos minutos extras juntos. Desafortunadamente, hoy tenía una reunión con algún consejero del Departamento de Correcciones. Dijo que era importante, así que espero que le vaya bien. Le he perdonado por el accidente. Hace dos días intentó proponerlo, diciendo que tenía algo importante que decirme sobre eso. Lo corté con un beso y promesas de perdón. El viento está soplando, y las hojas están empezando a caer. Es el final del verano. Los árboles, hierba y flores se están preparando para la inactividad. Conforme planto el último de los capullos de narcisos para la Señora Reynolds, pienso en el invierno que tendrán que sobrevivir antes de descongelarse y estar listos para su primer vistazo al sol. Miro hacia arriba y paro de soñar despierta sobre canciones y árboles y Nick para encontrar a la Señora Reynolds de pie sobre mí. Dejo de tararear. 
—Estás muy alegre hoy.
—Solo tengo cinco capullos mas antes de terminar —le digo.
—Eso es una cosa buena, también —dice, mirando hacia el cielo anocheciendo—. El tiempo está cambiando. Ya siento un frío invernal en el aire.
—Yo también —después de terminar el último capullo, nos sentamos y cenamos.
—Me gustaría invitarte a ti y a tu madre a cenar una noche. Pero solo si está bien para ti.
—¿Por qué no lo estaría?
—Porque mi hijo ha estado saliendo con tu madre más de lo que lo ha estado en los últimos tres años. Lo he estado entrenando, ya sabes.
—¿Lo has hecho?
—¿Llevó Lou chocolates la primera vez que fue a tu casa? —asiento.
—Ese era mi consejo. Le dije que llevara rosas amarillas a tu madre porque son la mejor manera de empezar…
—No eran rosas amarillas —levanta una ceja—. ¿No lo eran?
—No. Tulipanes.
—¿Amarillos?
—Púrpuras.
—Uhm. Y los chocolates, ¿eran caramelos?
—Frango Mints. Muy sabrosos.
—¿Sabrosos, eh? Mucho para el consejo de una madre —río. Mi jefa agita sus brazos al aire. 
—Suficiente holgazanería, Miley.— Cuando estamos guardando los platos, la Señora Reynolds se balancea y se sujeta al borde del mostrador para apoyarse.
—¿Está bien? —pregunto, tomando su plato y dirigiéndola al sofá.
—Estos nuevos medicamentos están causando estragos en estos viejos huesos, eso es todo. Nada por lo que preocuparse.— Yo me preocupo. Antes de dejar su casa, llamo al Comedor de la Tía Mae y le digo al Señor Reynolds que la controle. Me dirijo a la parada del autobús después de convencerme de que está bien. Un coche me grita cuando camino. Lo reconozco como el mismo coche con los tipos con los que se peleó con Nick.
—Hey, es la novia retrasada de Nick Jonas—alguien grita por la ventana. Me muerdo el interior del labio y sigo andando.
—Creo que te quiere, Vic. Por qué no le muestras un buen rato —alguien más dice. Luego todos ellos se ríen. El coche está yendo despacio a mi lado. Solo espero que no bajen del coche. Si paro de andar, ¿saldrán? ¿Me harán daño? Un miedo profundo, tan intenso que estoy temblando por dentro, no me deja parar. No puedo volver a la casa de la señora Reynolds. Está demasiado lejos y no puedo correr más rápido que estos tipos. Hay casas que bordean la calle. Podría intentar tocar el timbre y pedir a alguien que llame a la policía. Un plan se forma en mi cabeza. Me doy la vuelta y me dirijo en dirección contraria, la dirección por la que venía. Pero en el proceso me caigo. Mis manos me escuecen y siento humedad pegajosa goteando por mi rodilla del corte que me acabo de hacer de la caída.
—¿Tuviste un buen viaje? —uno de ellos grita por la ventana. Me levanto y cojeo más rápido, rezando por que el coche no se vuelva y me siga. Porque si lo hacen, no sé cómo voy a manejarlo. Escucho el sonido del coche girando. No me atrevo a mirar atrás y darles otra razón para venir tras de mí. Pero difícilmente puedo oír nada aparte del jadeo furioso de mi propia respiración. El alivio corre a través de mí cuando el autobús hace un estruendo calle abajo. Me apresuro a la acera y le hago señas al autobús para que pare, luego miro para ver si el coche está todavía por aquí.
—¿Estás bien? —pregunta el conductor del autobús.
—Estoy bien —digo, luego me escabullo al final para sentarme. Nada puede curarme, ninguna cantidad de terapia o cirugías. La vieja Miley, la estrella del tenis sin cojera debilitante, la vieja Miley, quien podía huir del peligro, no existe. Nick está fuera cortando el césped conforme bajo la calle. Para el motor y se precipita a mi tan pronto como mira hacia a mí.
—¿Qué ha pasado? Dime que ha pasado.— Estoy intentando contener las lágrimas. 
—Estoy bien.— Mira alrededor para asegurarse de que la gente no está mirando, luego acuna mi cara en sus manos. 
—No estás bien. Maldita sea, háblame.— Lo miro con desesperación. —Fue este tipo, Vic.
—Lo mataré si te ha tocado —gruñe, mirando mis pantalones rasgados manchados de sangre.
—No lo hizo. Él y sus amigos solo me asustaron, eso es todo.
—Me aseguraré de que no vuelva a suceder, Miley.—Le sonrío afectuosamente. 
—No vas a ser siempre capaz de protegerme. ¿Qué vas a hacer cuando esté en España?, ¿volar y golpear a todos los tipos malos que se rían de mi?

No dije que Vic iba a pagarlo, pero no sabía cómo hacerlo... legalmente. Es decir, hasta que ayer mientras estaba hablando con los chicos en el almuerzo me dijeron que Vic competiría hoy con su escuela en nuestro torneo de lucha. Soy oficialmente un luchador de Tennessee Panther ahora. Y sólo tengo que vencer a cuatro chicos hasta que esté cara a cara en la colchoneta con Medonia. Como yo sospechaba, nosotros estamos todavía en la misma clase de peso. Creo que es lo que le pasa a los chicos que consumen esteroides en grandes cantidades. Estoy en el vestuario con el resto del equipo, preparándome para el partido.
—Nick, te ves como si estuvieras a punto de matar a alguien —me dice Brian mientras estoy saltando a la cuerda para calentarme.
—Él está en la zona —dice Drew—. ¿No es así?— No respondo. El entrenador Wenner me detiene y me da una palmadita en la espalda. 
—No has estado practicando, Jonas. ¿Seguro que estás listo?— Puse mi protector bucal 
—Si entrenador.— Gano mis dos primeras peleas inmovilizándolos en el primer minuto. El tercer encuentro me llevó un poco más. Creo que lo inmovilicé en noventa segundos.
—Nick estás que te sales —grita Tristán mientras está tapando un sangrado por la nariz de su pelea anterior. Yo me enfoco mientras ellos me llaman y Medonia sube a la colchoneta. No puedo esperar para quitarle esa sonrisa de suficiencia de su cara.
—¿Cómo está tu novia? —pregunta.
—Mejor que la tuya cualquier día.
—Ella está lisiada Jonas.
—Tú serás el cojo después de esta pelea.— El árbitro coloca las manos entre nosotros. 
—Juego limpio, chicos.— Cuando la pelea comienza, yo lo empujo con todas mis fuerzas hasta que cae. Desafortunadamente, él rueda fuera de la colchoneta y el árbitro toca el silbato.
—Precaución, Panthers. Punto para Fremont.— La siguiente vez que comenzamos, Medonia lo hizo lentamente. Me moví fuera de la colchoneta cuando la competencia inició y Medonia paso volando junto a mí. El árbitro toco su silbato. Cuando la pelea comienza otra vez, tengo una advertencia más por el control ilegal que terminó con mi codo en la cara de Medonia. Una advertencia más y estaré descalificado. Suena el silbato, y el árbitro dice en voz alta, 
—Tenemos a un Fremont sangrando profusamente. Dos minutos de descanso.— El entrenador Wenner viene hacia mí, sus ojos llameantes. 
—¿Qué estás haciendo? Mi equipo no juega sucio, Jonas. Ahora, o sales ahí y tratas de ganar ese juego o lo pierdo por ti. ¿Cuál escoges?

La señora Reynolds va ser la muerte para mí. Ella está decidida a ponerme al volante de su negra monstruosidad guardada en el garaje.
—Es un clásico —dice la Sra. Reynolds, con la barbilla en alto mientras la puerta del garaje se abre y se revela el Cadillac.
—Yo… yo realmente no estoy lista para conducir todavía —digo—, pero usted puede conducir y yo me montaré en el lado del pasajero.— La Sra. Reynolds abre la puerta del pasajero y se desliza en el asiento.
—Cariño, mis ojos no pueden ver a más de dos pies en frente de mí. Vamos, ahora. Estamos perdiendo tiempo.—Ella baja su mano por la ventana, las llaves colgando de sus dedos. Ella bate los dedos, las llaves tintinean unas con otras. Estoy jadeando y resoplando mientras deslizo las llaves de su mano, esperando que ella entienda la indirecta. Ella no lo hace. Abro la puerta del lado del conductor y me deslizo en el asiento delantero. Wow. El cuero blanco es suave, y la parte posterior del asiento es tan grande como un viejo sillón reclinable Lay-Z-Boy. Miro por la ventana del frente. El capó es ancho y tiene ese brillante símbolo de Cadillac. Me vuelvo a la Sra. Reynolds, que tiene su pequeño bolso perfectamente apretado en su regazo, lista para salir. Hacer sentir a la señora orgullosa de mí sería tan magnífico. Pero… no estoy lista. Eso creo.
—No puedo hacer esto —le explico, esperando a que ella lo entienda. Ella no está atendiendo nada. Solo por la severa mirada de su cara, lo sé.
—Miley, mete la llave en el encendido —lo hago.
—Ahora gira la llave y arranca el auto —giro la llave.
—¿De qué tienes miedo, cariño?
—De golpear a alguien. Estar en un accidente —trago.
—Esta parte de ti tiene que cambiar, lo sabes. Estar asustada de asumir riesgos es mucho más espeluznante que estar haciendo cosas que te reten
—No he conducido desde el accidente.
—Es hora de que lo hagas, entonces —sacudo la cabeza—. Retrocede despacio para no golpear la valla —la Sra. Reynolds se voltea hacia el frente y abrocha su cinturón de seguridad. Abrocho el mío también. No tengo ni idea de por qué la señora me hace hacer cosas que no quiero hacer. Es como si ella tuviera poder sobre mí. Tomo un respiro profundo, presiono mi pie sobre el freno, y pongo el auto en reversa. Poco a poco suelto el freno, retrocedo y me aseguro de que todo está limpio para retroceder a la calzada.
—Cuidado con el buzón de correo —aconseja la Sra. Reynolds. Estamos a salvo en la parte inferior de la calzada y yo retrocedo hacia la calle. Estoy tratando de convencerme a mí misma de no tener un ataque de pánico, pero no creo que esté teniendo demasiado éxito. Una parte de mí está emocionada por volver a manejar y sacar el miedo de mi vida, por el otro lado quiero poner el auto en el estacionamiento y cojear a casa. Oigo la voz de Nick dentro de mi cabeza, empujándome a hacerlo. La Sra. Reynolds me da una palmadita en la rodilla. 
—Bien hecho, Miley.— Con ese voto de confianza, puse el auto en inicio y lentamente conduje por la calle. Mis pies no están acostumbrados a los pedales y es muy difícil parar y acelerar demasiado rápido. 
—Lo siento —le digo después de haber llegado a una señal de alto y la Sra. Reynolds se sacude hacia adelante. Ella se aclara la garganta. 
—No hay problema. Vamos a tomarlo con un poco más de calma con el acelerador y el freno, ¿bien?
—Uh, seguro —pero cuando es mi turno de cruzar la intersección, quito el pie del freno y presiono suavemente el acelerador. Empujo un poco porque no quiero que la Señora Reynolds se sacuda hacia adelante. Pero ahora estoy haciéndolo peor. Ups. 
—Usted probablemente sería una mejor piloto, aún con sus problemas de visión —digo seriamente.
—Yo podría estar de acuerdo contigo, querida. La próxima vez intentaremos eso, recuérdame tomar algo de Dramamine para el mareo.—Le doy una mirada de soslayo. 
—Luces como si fueras a estar enferma.
—Sólo mira a la carretera, no a mí —ella ordena—. Mi aspecto enfermizo no tiene nada que ver con tu forma de conducir.— Ella me dirige a un lugar llamado Monique’s. Éste tiene hermosos vestidos en el mostrador. En el momento en que llegamos allí mis nervios han pasado de sobre estimulados a marchar lentamente. Sigo a la Sra. Reynolds a la tienda. Vestidos de todos los colores y diseños están colocados en los bastidores de la tienda. La Sra. Reynolds pasa sus dedos sobre un vestido corto, de seda azul claro. 
—¿Sabes cómo detectar el material de calidad?— Levanto mi mano y recorro el tejido suave con mis dedos. 
—Nunca he prestado atención a las telas.
—Cada tejido tiene su propia personalidad, al igual que mis narcisos. Para algunos, la suavidad y el peso importan. Para otros, es la forma en que se mueva la tela… y no puedes descartar los colores vibrantes.
—¿Cómo sabe tanto?
—Cariño, cuando estás tan vieja como yo, sabes más de lo que quisieras saber.— Una mujer que trabaja en la tienda viene a nosotras, vistiendo un pantalón color ciruela y el cabello rubio bien peinado y rizado en las puntas. 
—¿Puedo ayudarlas, señoras?
—Estamos buscando un vestido —dice la Sra. Reynolds, entonces apunta hacia mí—. Para esta jovencita.
—¿Para mí? —digo, siguiéndola mientras la señorita nos conduce a través de la tienda. La Sra. Reynolds se detiene y se vuelve hacia mí. 
—Necesitas algo para darle vida a tu guardarropa, Miley. Todo lo que vistes es sólido, y para ser completamente honesta, la ropa es un poco grande y casual.— Miro mis pantalones de algodón y mi camiseta gris. 
—Son cómodas.
—Y totalmente apropiadas para descansar en casa. Pero vamos a tener una cena esta noche y quiero vestirte. Considéralo un regalo adelantado de navidad.— La vendedora nos lleva a un stand con vestidos de coctel cortos. 
—Estos acaban de llegar de Europa. Es una nueva mezcla de seda/lavable.— La Sra. Reynolds desliza el vestido de seda, de color verde azulado entre sus dedos. 
—Demasiado rígido. Está acostumbrada al algodón, así que me gustaría una tela más suave.
—Yo no me pongo vestidos cortos —les digo. La mujer nos lleva a la otra esquina de la tienda. 
—¿Qué tal una mezcla de algodón/lana?— La Sra. Reynolds sacude la cabeza 
—Demasiado caliente.
—¿Rayón?
—Demasiado pegajoso.— Yo esperaba que la señorita estuviera frustrada, pero ella sólo puso su mano en su barbilla, pensando. 
—Puede que tenga algo que les guste en la parte de atrás. Esperen aquí —ella va a la parte trasera de la tienda y sale un minuto después con un vestido amarillo colgando de su brazo. Se lo tiende a la Sra. Reynolds, y dice
—Es de Suecia. Un nuevo proveedor nos lo envió para su evaluación.— La Sra. Reynolds ojea el vestido, a continuación, frota el borde de la tela entre su dedo pulgar e índice.
—Amo la tela, pero el color es atroz. Ella se vería como un limón agrio en esto.
—Viene también en color champagne. Voy a buscarlo.
—Es un tono hermoso —digo cuando ella saca el vestido de color Champagne. Me lo pruebo en el vestidor. Éste tiene tirantes delgados y escote recogido. El centro está ajustado en la cintura antes de que las ondas del material caigan y paren justo encima de mi tobillo. Cuando camino delante del espejo difícilmente puedes notar que cojeo. La mujer sonríe cuando modelo para ellas. 
—Creo que tenemos un ganador.— La señora Reynolds chasquea sus labios.
 —Es perfecto. Vamos a llevarlo.
—Tienes una abuela muy generosa —la vendedora me dice. Miro a la Sra. Reynolds, que está al otro lado de la tienda, mirando otro vestido. 
—Lo sé. Yo no podría haber elegido una mejor.— Cuando regreso al vestuario para quitarme el vestido, la señora Reynolds me detiene. 
—Mantenlo puesto, Miley. Vamos a ir a cenar de aquí y no tendrás tiempo de cambiarte
—¿Qué vestido se está probando?
—Las ancianas no necesitan vestidos nuevos. Ahora deja la charla y vamos a seguir adelante.— Puse mis manos en mis caderas ceñidas en color Champagne. —Yo no voy a dejar esta tienda hasta que usted también compre un vestido nuevo.— La boca de la Señora Reynolds se abre en estado de shock. 
—No ponga ese gesto de asustada, abuela —digo, copiando su famoso dicho—. No se ajusta a su cara.— Su boca se cierra. Entonces echa la cabeza hacia atrás y suelta una risa descarada. Media hora más tarde estamos de vuelta en el Cadillac. Podría añadir que la Sra. Reynolds está vistiendo un nuevo conjunto azul pálido de satén y rayón con una chaqueta a juego.
—Quiero que deduzca dinero de mi cheque por el vestido. Insisto —le digo. La Sra. Reynolds solo sonríe sin responder—. Hablo en serio, Sra. Reynolds.
—Sé que lo haces, querida, y aprecio eso. Pero yo lo estoy comprando con mis propios fondos.— Sacudo la cabeza en señal de frustración. 
—¿Y ahora?
—Un recorrido circular.
—¿Eh?
—Solo dirígete hacia la Tía Mae y verás.— Yo giro el auto y conduzco a la cafetería. La Sra. Reynolds se agacha. 
—Ve a la parte de atrás, donde está el contenedor —susurra—. Y no dejes que nadie te vea.— La mujer está seria. Me deslizo en el asiento y conduzco el auto hacia la parte trasera del restaurante, como si estuviéramos aquí para robar el lugar. Me detengo cerca de los contenedores de basura. 
—¿Qué estamos haciendo aquí? —digo en voz baja, y luego me pregunto por qué estoy susurrando. Su hijo es dueño del restaurante.
—Mantén el auto en marcha, solo sal y toca la puerta de atrás tres veces. Luego haz una pausa dos segundos y después golpea otras tres veces —la Sra. Reynolds se hunde más en su asiento—. Cuando alguien responda, di, La gallina roja ha volado del gallinero.
—No lo entiendo.
—Lo harás si sigues mis instrucciones. ¡Ve ahora!— Esto es cómico. Estuve a punto de orinarme en mi vestido mientras caminaba hasta la puerta de atrás y llamaba. Toc, toc, toc. Pausa. Toc, toc, toc.
Juan, uno de los chicos, abre un poco la puerta. Me echo a reír cuando digo, 
—El pájaro rojo ha volado del gallinero.
—¿No querrás decir gallina?
—Oh, sí. Lo siento, lo siento, lo siento. Me refiero a que la gallina roja ha volado del gallinero.—Creo que Juan se ríe cuando dice
—Espera aquí —y cierra la puerta. Cuando la puerta se abre, Irina me entrega dos cajas.
—¿Qué hay dentro? —pregunto.
—No preguntes, Miley. Una sorpresa para ti y para la Sra. Reynolds.— Cuando ella cierra la puerta, llevo las cajas al auto y me deslizo en el asiento del conductor. 
—Tenemos la mercancía
—Bien, ahora conduce de vuelta a mi casa.— La Sra. Reynolds está sonriendo mientras conduzco hasta su casa. Cuando aparco en el garaje, finalmente descubro de qué se trata todo esto. El mirador está terminado, y Nick ha colgado luces blancas por todo el alrededor. Velas blancas están encendidas, haciendo que la luz del mirador crezca. Nick está de pie junto a éste, con pantalones color caqui y una camisa blanca y con corbata. Cuando él me guiña el ojo y muestra su sonrisa, siento que otra pieza de mi armadura cae.

2 comentarios:

  1. Iihhgg que emocionante continuala por fis me encanto sube pronto :)

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  2. me encanto lo ame lo adore
    muero por saber que sigue despues estoy desesperada
    en serio no me esperaba esoo
    sin duda la parte mas linda
    siguela ya sube ya por fis
    besos

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