sábado, 24 de agosto de 2013

My Beautiful Mistake- Niley- Cap 10


No le tomó mucho tiempo a Cami averiguar que yo no era buena compañía. Sostuvo las próximas cervezas mientras me sentaba en mi silla habitual en el bar The Red. Los colores de las luces se perseguían unas a otras por la habitación, y la música era casi lo suficientemente fuerte como para ahogar mis pensamientos.
Mi paquete de Marlboro Reds había casi desaparecido, pero esa no era la razón de la sensación de pesadez en el pecho. Unas pocas chicas habían ido y venido, tratando de entablar conversación, pero no pude levantar mi línea de visión desde el cigarrillo medio quemado recostado entre dos de mis dedos. La ceniza era tan larga que era sólo cuestión de tiempo hasta que se desvaneciera, así que solamente miré los brasas que quedaba parpadear contra el papel, tratando de mantener mi mente alejada de la sensación de hundimiento que la música no podía ahogar. Cuando la multitud en el bar disminuyó, y Cami no se movía a mil kilómetros por hora, dejó un vaso vacío delante de mí, y luego lo llenó hasta el borde con Jim Beam. Lo agarré, pero ella cubrió mi pulsera negra de cuero con sus dedos tatuados que deletreaban baby doll cuando mantenía sus puños juntos.
—Está bien, Nick. Cuéntame.
— ¿Qué? —le pregunté, haciendo un débil intento de alejarme.
Negó con la cabeza. — ¿La chica?
El vaso tocó mis labios, e incliné la cabeza hacia atrás, dejando que el líquido quemara mi garganta. — ¿Qué chica?
Cami puso los ojos. — ¿Qué chica? ¿En serio? ¿A quién crees que estás hablando?
—Está bien, está bien. Es Pigeon.
— ¿Pigeon? Estás bromeando.
Me reí una vez. —Miley. Ella es una paloma. Una paloma demoníaca que jode tanto con mi cabeza que no puedo pensar con claridad. Ya nada tiene sentido, Cam. Cada regla que he hecho se ha roto una por una. Soy una nenaza. No... Peor. Soy Joe.
Cami se rio. —Sé amable.
—Tienes razón. Joe es un buen tipo.
—Sé amable contigo mismo, también —dijo, lanzando un trapo sobre la mesa y pasándolo en círculos—. Enamorarte no es un pecado, Nick, Jesús.
Miré a mí alrededor. —Estoy confundido. ¿Estás hablando conmigo o con Jesús?
—Lo digo en serio. Así que tienes sentimientos por ella. ¿Y qué?
—Ella me odia.
—Nah.
—No, la he oído esta noche. Por accidente. Piensa que soy una basura.
— ¿Ella dijo eso?
—Más o menos.
—Bueno, más o menos lo eres.
Fruncí el ceño. —Muchas gracias.
Extendió las manos, con los codos sobre la barra. —En base a tu comportamiento en el pasado, ¿no estás de acuerdo? Mi punto es... tal vez por ella, no lo serías. Tal vez por ella, podrías ser un hombre mejor. —Sirvió otro trago, y no le di la oportunidad de detenerme antes de tragarlo.
—Tienes razón. He sido un cabrón. ¿Puedo cambiar? Jodidamente no lo sé. Probablemente no lo suficiente como para merecerla.
Cami se encogió de hombros, tapando la botella en su lugar. —Creo que deberías dejarla que sea el juez de eso.
Encendí un cigarrillo, tomé una respiración profunda, y agregué mis bocanadas de humo a la habitación ya turbia. —Tráeme otra cerveza.
—Nick, creo que ya has tenido suficiente.
—Cami, sólo malditamente hazlo.
***
Me desperté con el sol de la tarde brillando a través de las persianas, pero bien podría haber sido del mediodía en medio de un desierto de arena blanca. Mis párpados se cerraron al instante, rechazando la luz. Una combinación de aliento de la mañana, productos químicos y líquido repugnante se encontraban atrapados en el interior de mi boca seca. Odiaba la inevitable boca seca que se producía después de una dura noche de beber.
Mi mente inmediatamente buscó los recuerdos de anoche, pero me quedé sin nada. Algún tipo de fiesta era un hecho, pero donde o con quien era un completo misterio.  Miré a mi izquierda, viendo las sábanas deshechas. Miley ya se había levantado. Mis pies descalzos se sentían raros contra el suelo mientras caminaba por el pasillo y encontré a Miley dormida en el sillón. La confusión me hizo detenerme, y luego el pánico se estableció. Mi cerebro se derramó a través del alcohol aun abrumando mis pensamientos. ¿Por qué no durmió en la cama? ¿Qué había hecho yo para hacerla dormir en el sillón? Mi corazón comenzó a latir rápidamente, y luego los vi: dos envoltorios de preservativos vacíos.
Joder. ¡Joder! La noche anterior regresó a mí en oleadas: bebiendo de más, esas chicas que no se fueron cuando se los dije, y finalmente mi oferta para mostrarles a ambas un buen momento, en el mismo momento, y su apoyo entusiasta ante la idea. Mis manos volaron hacia mi cara. Las había traído hasta aquí. Follado aquí. Miley probablemente había oído todo. Oh, Dios. No podría haberlo jodido peor. Esto estaba más allá de malo. Tan pronto como se despertara, empacaría su mierda y se iría. Me senté en el sofá, con las manos todavía ahuecadas sobre la boca y la nariz, y la miré dormir. Tenía que arreglar esto. ¿Qué podría hacer para solucionar esto? Una idea estúpida tras otra apareció a través de mi mente. El tiempo se estaba acabando. Tan silenciosamente como pude, corrí a la habitación y me cambié de ropa, y luego me escabullí en la habitación de Joe.
Demi se movió y la cabeza de Joe apareció. — ¿Qué estás haciendo, Nick? —susurró.
—Tengo que pedirte prestado el coche. Sólo por un segundo. Tengo que ir a recoger algunas cosas.
—Está bien... —dijo, confundido.
Sus llaves tintinearon cuando las saqué de su armario, y luego me detuve. —Hazme un favor. Si se despierta antes de que yo vuelva, mantenla aquí, ¿de acuerdo?
Joe respiró hondo. —Lo intentaré, Nick, pero hombre... anoche fue...
—Fue malo, ¿no?
La boca de Joe se inclinó hacia un lado. —No creo que se quede, primo, lo siento.
Asentí. —Sólo inténtalo. — Una última mirada al rostro dormido de Miley antes de salir del apartamento me impulsó a moverme más rápido. El Charger apenas podía mantenerse al día con la velocidad que yo quería ir. Una luz roja me atrapó justo antes de llegar al mercado y grité, golpeando el volante.
— ¡Maldita sea! ¡Cámbiate! — Unos segundos más tarde, la luz parpadeó de rojo a verde, y los neumáticos giraron un par de veces antes de ganar velocidad. Corrí a la tienda desde el aparcamiento, totalmente consciente de que me veía como un loco mientras sacaba el carrito de compras del resto. Un pasillo tras otro, tomé las cosas que pensé que le gustaría, recordando su alimentación o incluso hablar sobre ello. Una cosa esponjosa de color rosa colgaba en una línea fuera de uno de los estantes, y terminó en mi carrito, también. Una disculpa no iba a hacer que se quede, pero tal vez lo haría un gesto. Tal vez vería cuánto lo sentía. Me detuve a pocos metros del registro, sintiendo desesperanza. Nada iba a funcionar.
— ¿Señor? ¿Está listo?
Negué con la cabeza, sintiéndome abatido. —No... No lo sé.
La mujer me miró por un momento, empujando las manos en los bolsillos de su delantal blanco y amarillo a rayas. — ¿Puedo ayudarle en algo? — Empujé el carrito a su registro sin responder, viéndola mirar todos los alimentos favoritos de Miley. Esta era la idea más estúpida de la historia de las ideas, y la única mujer viva que me importa demasiado se va a reír de mí, mientras empaca.
—Son ochenta y cuatro dólares con setenta y siete centavos. — Una rápida pasada a mi tarjeta de débito y las bolsas estaban en mis manos. Salí corriendo hacia el estacionamiento, y en pocos segundos el Charger consiguió volar las telarañas fuera de su tubo de escape todo el camino de regreso al apartamento. Tomé dos pasos a la vez y entré. Las cabezas de Demi y Joe eran visibles por encima del sofá. La televisión estaba encendida, pero en silencio. Gracias a Dios. Ella todavía dormía. Las bolsas se estrellaron contra el mostrador cuando las solté y traté de no dejar que los gabinetes hagan demasiado ruido mientras guardaba las cosas.
—Cuando Pidge se despierte, háganmelo saber, ¿Vale? —Pedí en voz baja—. Traje espagueti, mezcla para panqueques, y fresas, y esa avena de mierda con los paquetes de chocolate, y le gusta el cereal de Fruity Pebbles, ¿verdad, Demi? —le pregunté, dándome la vuelta.
Miley estaba despierta, mirándome desde la silla. Su rímel estaba corrido bajo sus ojos. Se veía tan mal como yo me sentía. —Hola, Pigeon. — Me miró por unos segundos con una mirada en blanco. Di unos pasos hacia la sala, más nervioso que la noche de mi primera pelea.
— ¿Tienes hambre, Pidge? Voy a hacerte algunos panqueques. O hay uh… hay avena. Y he conseguido alguna de esa mierda espumosa rosa con la que las chicas se afeitan y una secadora de pelo y… a… un momento, está aquí. —Agarré una de las bolsas y la llevé a la habitación, vertiéndola sobre la cama. Mientras buscaba por esa cosa rosa que pensé que le gustaría, el equipaje de Miley, lleno, cerrado y esperando junto a la puerta, me llamó la atención. Mi estómago dio un vuelco y mi boca quedó seca otra vez. Caminé por el pasillo, tratando de mantenerme tranquilo.
—Tus cosas están empacadas.
—Lo sé —dijo.
Un dolor físico quemó a través de mi pecho. —Te vas.
Miley miró a Demi, que se me quedó mirando como si quisiera matarme. — ¿Realmente esperabas que ella permaneciera aquí?
—Bebé —susurró Joe.
—No me provoques, Joe. No te atrevas a defenderlo de mí —explotó Demi.
Tragué saliva. —Lo siento tanto, Pidge. Ni siquiera sé qué decir
—Vamos, Miley —dijo Demi. Se puso de pie y tiró de su brazo, pero Miley se quedó sentada.
Di un paso, pero Demi me apuntó con el dedo. — ¡Qué Dios me ayude, Nick! ¡Si intentas detenerla, te empaparé en gasolina y prenderé fuego mientras duermes!
—Demi —rogó Joe. Esto se iba a poner mal muy rápido en todos los sentidos.
—Estoy bien —dijo Miley, abrumada.
— ¿A qué te refieres con que estás bien? —preguntó Joe.
Miley puso los ojos e hizo un gesto hacia mí. —Nick trajo a casa mujeres del bar anoche, ¿y qué? — Cerré los ojos, tratando de desviar el dolor. Por mucho que no quería que se fuera, nunca se me había ocurrido que a ella no le importaría una mierda.
Demi frunció el ceño. —Uh, Miley. ¿Estás diciendo que estás bien con lo que pasó?
Miley miró alrededor de la habitación. —Nick puede traer a casa a quien quiera. Es su apartamento.
Me tragué el nudo que se formaba en mi garganta. — ¿Tú no empacaste tus cosas?
Ella sacudió la cabeza y miró el reloj. —No, y ahora voy a tener que deshacer todo. Todavía tengo que comer, ducharme y vestirme —dijo, entrando en el cuarto de baño.
Demi lanzó una mirada de muerte en mi dirección, pero no le hice caso y me acerqué a la puerta del baño, golpeando ligeramente. — ¿Pidge?
— ¿Sí? —dijo, con voz débil.
— ¿Te vas a quedar? —Cerré mis ojos, esperando el castigo.
—Puedo irme si quieres, pero una apuesta es una apuesta.
Mi cabeza cayó contra la puerta. —No quiero que te vayas, pero no te culparía si lo hicieras.
— ¿Estás diciendo que estoy liberada de la apuesta?
La respuesta era fácil, pero no quería hacerla quedarse si ella no quería hacerlo. Al mismo tiempo, estaba aterrorizado de dejarla ir. —Si digo que sí, ¿te irás?
—Bueno, sí. No vivo aquí, tonto —dijo. Una pequeña risa flotó a través de la puerta de madera. No podría decir si estaba enojada o sólo cansada de pasar la noche en el sillón, pero si era lo primero, no había manera de que pudiera dejarla irse. Nunca la volvería a ver.
—Entonces no, la apuesta sigue en pie.
— ¿Puedo tomar una ducha, ahora? —preguntó, su voz suave y apacible.
—Sí... 
Demi entró pisando fuerte en el pasillo y se detuvo justo frente a mi cara. —Eres un bastardo egoísta —gruñó, cerrando la puerta de Joe detrás de ella. Entré en el dormitorio, agarré su bata y un par de zapatillas, y luego regresé a la puerta del baño. Aparentemente se quedaría, pero besarle el trasero nunca fue una mala idea.
— ¿Pigeon? Traje algunas de tus cosas.
—Sólo ponlas en el fregadero. Yo me encargo.
Abrí la puerta y puse sus cosas en la esquina del fregadero, mirando al suelo. —Estaba enojado. Te escuché escupirle todo lo que está mal conmigo a Demi y me enfureció. Sólo quería salir a tomar unas copas, y tratar de entender algunas cosas, pero antes que lo supiera, estaba borracho y esas chicas… —Hice una pausa, tratando de evitar que mi voz se rompa—. Me desperté esta mañana y no estabas en la cama, y cuando te encontré en el sillón reclinable y vi los paquetes en el piso, me sentí enfermo.
—Simplemente podrías haberme preguntado en lugar de gastar todo ese dinero en el supermercado para sobornarme para quedarme.
—No me importa el dinero, Pidge. Tenía miedo que te fueras y nunca me hablaras de nuevo.
—No quise herir tus sentimientos —, dijo ella, sinceramente.
—Sé que no lo hiciste. Y sé que no importa lo que diga ahora, porque jodí todo… como siempre hago.
— ¿Nick?
— ¿Sí?
—No conduzcas ebrio en tu moto, ¿está bien? — Yo quería decir más, disculparme de nuevo, y decirle que estaba loco por ella, y estaba literalmente volviéndome loco porque no sabía cómo manejar lo que sentía, pero las palabras no salían. Mis pensamientos sólo podían enfocarse en el hecho de que después de todo lo que había pasado, y todo lo que acababa de decir, lo único que ella tenía para darme era un sermón sobre conducir ebrio a casa.
—Sí, está bien —, dije, cerrando la puerta. Pretendí ver la televisión por horas mientras Miley se arreglaba en el baño y la habitación para la fiesta de la fraternidad, y entonces decidí vestirme antes de que ella necesitara la habitación.
Una blanca camisa bastante libre de arrugas colgaba en el armario, la agarré y tomé un par de jeans. Me sentí tonto, parado frente al espejo, luchando con el botón en la muñeca de la camisa. Finalmente me rendí y enrollé cada manga hasta mi codo. Eso era más como yo, de todos modos. Caminé hacia el pasillo y me caí en el sofá de nuevo, escuchando la puerta del baño cerrarse y los pies descalzos de Miley golpeando el suelo. Mi reloj apenas se movió, y por supuesto no había nada en la televisión excepto audaces rescates de temporales y un comercial sobre el Slap Chop. Estaba nervioso y aburrido. No era una buena combinación para mí. Cuando mi paciencia se acabó, golpeé la puerta de la habitación.
—Adelante —, llamó Miley desde el otro lado de la puerta. Ella se paró en medio de la habitación, un par de tacones puestos lado a lado en el suelo frente a ella. Miley estaba siempre hermosa, pero esta noche ni un solo cabello estaba fuera de lugar; se veía como si tuviera que estar en la portada de una de esas revistas de moda que ves en la caja de la tienda de comestibles. Cada parte de ella tenía loción, era suave, perfectamente pulida. Sólo la vista de ella casi me patea el trasero. Todo lo que pude hacer fue pararme ahí, estupefacto, hasta que finalmente me las arreglé para formar una sola palabra. 
—Vaya. — Ella sonrió, y miró su vestido.
Su dulce sonrisa me devolvió a la realidad. —Te ves increíble —, dije, incapaz de quitar mis ojos de ella. Ella se inclinó para poner un pie en su zapato, y luego el otro. La ceñida, negra tela se movió ligeramente hacia arriba, exponiendo sólo un centímetro más de sus muslos.
Miley se levantó y me dio un gesto de aprobación. —Tú también te ves bien. — Metí mis manos en mis bolsillos, rehusándome a decir, debo estar enamorándome de ti en este preciso momento, o alguna de las otras estúpidas cosas que estaban bombardeando mi mente. Saqué mi codo, y Miley lo tomó, permitiéndome escoltarla por el pasillo hacia la sala.
—Liam va a mearse a sí mismo cuando te vea —, dijo Demi. En general Demi era una buena chica, pero estaba descubriendo lo desagradable que podía ser si estaba en su lado malo. Traté de no tropezar con ella mientras caminábamos al Charger de Joe,  y mantuve mi boca cerrada todo el camino hacia la casa de Sig Tau.
En el momento que Joe abrió la puerta del auto, pudimos oír la ruidosa y desagradable música de la casa. Parejas estaban besándose y mezclándose; alumnos de primer año corrían alrededor, tratando de mantener el daño al jardín al mínimo, y chicas de la fraternidad caminando cuidadosamente tomadas de la mano, dando pequeños saltos, tratando de caminar a través del suave césped sin hundir sus tacones de aguja. Joe y yo abrimos el camino, con Demi y Miley justo detrás de nosotros. Pateé un vaso de plástico rojo fuera del camina, y después sostuve la puerta abierta. Nuevamente, Miley era totalmente ajena a mi gesto. 
Una pila de vasos rojos se asentaba en el mostrador de la cocina al lado del barril. Llené dos y le llevé uno a Miley. Me incliné hacia su oído. —No tomes nada de nadie que no sea Joe o yo. No quiero que nadie agregue algo en tu bebida.
Ella puso ojos en blanco. —Nadie va a poner nada en mi bebida, Nick. — Ella obviamente no conocía a mis hermanos de fraternidad. Había oído historias de nadie en particular. Lo que era algo bueno, porque si alguna vez atrapaba a alguien tirando esa mierda, les daría una paliza sin dudarlo.
—Sólo no aceptes nada que no venga de mí, ¿de acuerdo? Ya no estás en Nashville, Pidgeon.
—No había escuchado eso antes, —espetó, bebiendo de golpe la mitad del vaso de cerveza antes de retirar el plástico de su cara. Ella podía beber, le concedía eso. Nos paramos en el pasillo de las escaleras, tratando de pretender que todo estaba bien. Algunos de mis hermanos de fraternidad se detuvieron para charlar mientras bajaban por las escaleras, y lo mismo hicieron algunas chicas de fraternidad, pero rápidamente las rechacé, deseando que Miley lo notara. No lo hizo.
— ¿Quieres bailar? —pregunté, tirando de su mano.
—No gracias —, respondió. No podía culparla, después de anoche. Tenía suerte de que todavía me hablara.
Sus delgados, elegantes dedos tocaron mi hombro. —Estoy cansada, Nick. — Puse mi mano sobre la suya, preparado para disculparme de nuevo, para decirle que me odié a mí mismo por lo que hice, pero sus ojos se alejaron de los míos hacia alguien detrás de mí.
— ¡Hola, Miley! ¡Viniste! — Los pelos de mi nuca se erizaron. Liam Hemsworth.
Los ojos de Miley se iluminaron, y retiró su mano de la mía en un rápido movimiento. —Sí, hemos estado aquí hace una hora o algo así.
— ¡Te ves increíble! —gritó. Hice una mueca, pero él estaba tan preocupado por Miley, que no lo notó.
— ¡Gracias! —Ella sonrió. Se me ocurrió que yo no era el único que podía hacerla sonreír de ese modo, y de repente estaba trabajando para mantener mi temperamento bajo control.
Liam asintió con la cabeza hacia la sala y sonrió. — ¿Quieres bailar?
—No, estoy un poco cansada. — Una pequeña gota de alivio apagó mi enojo un poco. No era yo; ella realmente estaba muy cansada para bailar, pero el enojo no tardó mucho en volver. Ella estaba cansada porque estuvo despierta la mitad de la noche por los ruidos de quienquiera que yo haya traído a casa, y la otra mitad durmió en el reclinable. Ahora Liam estaba aquí, entrando a lo grande como el caballero de brillante armadura como siempre hacía. Rata bastarda.
Liam me miró, imperturbable por mi expresión. —Pensé que no vendrías.
—Cambié de opinión —, dije, tratando de no darle un puñetazo y borrar cuatro años de trabajo de ortodoncia.
—Ya veo —, dijo Liam, mirando a Miley. — ¿Quieres ir a tomar un poco de aire fresco? — Ella asintió, y sentí como si alguien hubiera golpeado el aire fuera de mí. Ella siguió a Liam por las escaleras. Vi como él se detuvo, llegando a tomar su mano mientras subían las escaleras al segundo piso. Cuando llegaron arriba, Liam abrió las puertas hacia el balcón. Miley desapareció, y yo apreté mis ojos cerrados, tratando de bloquear el grito en mi cabeza. Todo en mí decía que debía ir allí arriba y traerla de vuelta. Agarré la barandilla, conteniéndome.
—Te ves enojado —, dijo Demi, chocando su vaso rojo con el mío.
Mis ojos se abrieron de golpe. —No, ¿por qué?
Ella hizo una mueca. —No me mientas. ¿Dónde está Miley?
—Arriba. Con Liam.
—Oh.
— ¿Qué se supone que significa eso?
Ella se encogió de hombros. Ella sólo había estado ahí poco más de una hora, y ya tenía esa mirada familiar en sus ojos. —Estás celoso.
Cambié mi peso, incómodo con alguien además de Joe siendo tan directo conmigo. — ¿Dónde está Joe?
Demi rodó sus ojos. —Haciendo sus deberes como estudiante de primer año.
—Por lo menos él no tiene que quedarse después y limpiar. — Ella levantó el vaso a su boca y bebió un sorbo. No estaba seguro de cómo ella ya podía estar casi ebria. 
—Entonces ¿lo estás?
— ¿Estoy qué?
— ¿Celoso?
Fruncí el ceño. Demi generalmente no era tan desagradable. —No.
—Número dos.
— ¿Eh?
—Esa es la mentira número dos. — Miré alrededor. Joe seguramente me rescataría pronto.
—Realmente la jodiste anoche —, dijo ella, sus ojos de pronto limpios.
—Lo sé. — Ella entrecerró los ojos, mirándome tan intensamente que quise huir. Demi Lovato era una pequeña cosa rubia, pero era intimidante como la mierda cuando quería serlo. 
—Deberías alejarte, Nick. —Miró arriba, hacia la cima de las escaleras. —Él es lo que ella piensa que quiere.
Mis dientes se apretaron juntos. Ya sabía eso, pero era peor oírlo de Demi. Antes de esto, pensé que ella tal vez estaría bien conmigo y Miley, y eso de alguna manera significaba que no era un completo idiota por perseguirla. —Lo sé.
Ella levantó una ceja. —No creo que lo hagas. — No respondí, tratando de no hacer contacto visual con ella. Ella tomó mi mentón con su mano, aplastando mis mejillas contra mis dientes.
— ¿Lo haces?
Traté de hablar, pero sus dedos ahora aplastaban mis labios juntos. Me eché atrás y empujé su mano lejos. —Probablemente no. No soy exactamente conocido por hacer lo correcto.
Demi me miró por unos segundos, y después sonrió. —Está bien, entonces. 
— ¿Eh?
Ella dio una palmada a mi mejilla, y luego me señaló. —Tú, Mad Dog, eres exactamente de lo que vine a protegerla. Pero, ¿sabes qué? Todos estamos rotos de una manera u otra. Incluso con tu épica metida de pata, podrías ser exactamente lo que ella necesita. Tienes una oportunidad más —, dijo ella, sosteniendo un dedo a dos centímetros de mí nariz. —Sólo una. No lo arruines… ya sabes… más de lo usual.
Demi se alejó, y desapareció por el pasillo. Era tan rara. La fiesta se desarrolló como usualmente lo hace: drama, un par de peleas, chicas metiéndose en una pelea, una pareja o dos teniendo una discusión terminando con la chica en lágrimas, y luego estaban los rezagados ya sea desmayados o vomitando en un área no designada. Mis ojos viajaron a la parte superior de las escaleras más veces de las que deberían. Incluso cuando las chicas estaban prácticamente rogándome que las llevara a casa, continué mirando, tratando de no imaginar a Miley y Liam haciéndolo, o incluso peor, él haciéndola reír.
—Hola, Nick, —una aguda, cantarina voz me llamó por detrás. No me di vuelta, pero no tomó mucho para que la chica se moviera a mi línea de visión. Se inclinó sobre los postes de madera de la barandilla. —Te ves aburrida. Creo que debería hacerte compañía.
—No estoy aburrido. Puedes irte, —dije, comprobando la parte superior de las escaleras de nuevo. Miley se detuvo en el descanso, su espalda hacia las escaleras.
Ella río. —Eres tan divertido. — Miley pasó a mi lado despreocupadamente, hacia donde Demi estaba. La seguí, dejando a la chica ebria hablando sola.
—Si quieren pueden adelantarse —, dijo Miley con moderado entusiasmo. —Liam ofreció llevarme a casa.
— ¿Qué? —dijo Demi, sus cansados ojos iluminados como una doble fogata.
— ¿Qué? —dije, incapaz de contener mi irritación.
Demi giró. — ¿Hay algún problema? — La fulminé con la mirada. Ella sabía exactamente cuál era mi problema. Tomé a Miley por el codo y tiré de ella alrededor de la esquina.
—Ni siquiera lo conoces.
Sacó su mano de mi agarre. —Esto no es de tu incumbencia, Nick.
—Al demonio si no lo es. No dejaré que viajes a casa con un completo extraño. ¿Y si trata de aprovecharse de ti?
— ¡Bien! ¡Él es lindo!
No podía creerlo. Ella realmente estaba cayendo en su juego. — ¿Liam Hemsworth, Pidge? ¿En serio? Liam Hemsworth. ¿Qué clase de nombre es ese, de todos modos?
Ella cruzó sus brazos y levantó su mentón. —Ya está bien, Nick. Estás comportándote como un idiota. 
Me incliné, furioso. —Lo mataré si te toca.
—Me gusta— Una cosa era asumir que estaba siendo engañada, y era otra escucharla admitirlo. Ella era demasiado buena para mí, maldición seguro demasiado buena para Liam Hemsworth. ¿Por qué se estaba poniendo tan aturdida por ese idiota? Mi rostro se tensó en reacción a la ira corriendo por mis venas.
—Está bien. Si terminas debajo de él en el asiento trasero de su coche, después no vengas llorando conmigo.
Su boca se abrió, estaba ofendida y furiosa. —No te preocupes, no lo haré, —dijo ella, alejándose de mí.
Me di cuenta de lo que había dicho, y entonces tomé su brazo y suspiré, sin girar del todo. —No quise decir eso, Pidge. Si él te lastima, si tan sólo te hace sentir incómoda, sólo házmelo saber.
Sus hombros cayeron. —Sé que no lo quisiste. Pero tienes que ponerle un alto a este gran exceso de sobreprotección de hermano mayor que tienes.
Me reí. Ella realmente no lo entendía. —No estoy jugando al hermano mayor, Pidgeon. Nada de eso.
Liam rodeó la esquina y metió las manos en los bolsillos. — ¿Todo listo?
—Sí, vamos —, dijo Miley, tomando el brazo de Liam. Fantaseé con correr detrás de él y empujar mi codo en la parte posterior de su cabeza, pero entonces Miley se volvió y me vio mirándolo.
—Ya basta —, articuló. Caminó con Liam, y él mantuvo la puerta abierta para ella. Una amplia sonrisa se extendió en su rostro, en apreciación. Por supuesto. Cuando él lo hizo, ella sí lo notó.

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