domingo, 24 de agosto de 2014

It Was Always You - Niley- Cap 06


El director de la escuela está parado al lado de mi escritorio. El escritorio ha sido colocado en la oficina del hombre para que pueda tomar mis temidos exámenes. Nunca debí haber regresado a la escuela. Yo había ido a las clases en el DOC; era parte del programa para presos juveniles. Los exámenes no eran el problema, tampoco. Es la manera en que Meyer me está mirando, como si él nunca hubiera visto a un ex-convicto antes. La atención innecesaria me está volviendo loco. Me concentre en el segundo examen final colocado en frente de mí esta mañana. No es como si estuviera a la altura de los exámenes hasta ahora, pero tampoco he suspendido.
—¿Terminaste? —preguntó Meyer. Me faltaba una pregunta más de Algebra, pero con el tipo parado encima de mi es casi imposible concentrarse. No queriendo joderlo, estoy haciendo lo mejor que puedo para responder la pregunta correctamente. Me toma cinco minutos más de lo que debería, pero finalmente estoy listo para el próximo examen.
—Ve a almorzar, Jonas—Meyer ordena después de recoger el examen. ¿Almorzar? ¿En la cafetería con la mitad del cuerpo estudiantil? Ni hablar, hombre.
—No tengo hambre.
—Tienes que comer. Alimenta ese cerebro tuyo.— ¿Qué quiso decir con eso? Deja de ser paranoico, me dije a mí mismo. Ese es uno de los efectos secundarios de haber estado en la cárcel. Siempre analizas las palabras y expresiones de la gente como si ellos estuvieran jugando contigo. Una broma con el ex-convicto, ja ja. Me pare. Más allá de la puerta del director hay cerca de cuatrocientos estudiantes esperando ver al tipo que fue a la cárcel. Me frote el nudo que justo había aparecido en la parte de atrás de mi cuello.
—Continua —Meyer urgió—. Tienes tres exámenes más así que mueve esos pies. Regresa en veinticinco minutos.
Puse mi palma sudorosa en la manilla de la puerta, la gire, y tome un respiro profundo. Afuera en el pasillo, no desperdicie tiempo y me dirigí a la cafetería. Una vez adentro, ignoré todas las miradas. Café. Necesito un fuerte, café negro. Que tranquilice mis nervios y me mantenga despierto el resto de la tarde. Escaneando el cuarto, recordé que no hay café disponible para los estudiantes. Apuesto a que ellos tienen una máquina de café en el salón de profesores, de seguro. ¿Notarían si robara una taza? ¿O llamarían a la policía y clamarían que soy un ladrón en adición de las otras etiquetas que ya tengo tatuadas en mi espalda? Vi a mi hermana sentada sola. Ella solía sentarse con Miley y sus otras amigas, riendo y flirteando con mis amigos. Eso es lo que apestaba de tener una hermana del sexo opuesto. Era lo suficientemente malo cuando a mi hermana le gustaban mis amigos y nos molestaba cuando ellos pasaban el rato en mi casa. Ella le daría una manotada al maquillaje y actuaria toda risueña y coqueta… todavía tiemblo cuando pienso en eso. Lo que era peor fue cuando me di cuenta de que la corriente había cambiado y que mis amigos en realidad querían meterse en los pantalones de mi hermana. Eso lo cambió a un juego de bola completamente diferente. Pasé mucho tiempo del verano pasado amenazando con cortar las bolas de mis propios amigos. Siempre me aseguré de que mi hermana estaba protegida, su reputación al igual que su estatus social. Un año había pasado. Chico, como habían cambiado las cosas. Nadie ni siquiera miraba en la dirección de Emily ahora.
—Hey, hermana —dije, montándome a horcajadas en el banco de la cafetería contrario al de ella. Emily enrolla spaghetti alrededor de su tenedor, el almuerzo caliente especial del día.
—Escuche de los exámenes —ella dijo. Deje salir una corta, risa cínica.
—Mi cerebro esta frito y todavía me quedan tres más con los que seguir.
—¿Crees que aprobaste?— Me encogí de hombros.
—No lo sé.
—El rumor dice que Morehouse hizo un examen de estudios sociales que posiblemente no podrías pasar.—¿Acaso no había pagado ya mi deuda con la sociedad?
—¿En serio?
—Sip. ¿Nick, que pasa si suspendes?— No quería pensar en eso, así que ignoré su pregunta. Cuando mire a la entrada de la cafetería, Delta caminó hacia adentro. ¿Ella es mi ex, o solo tomamos un permiso de ausencia entre nosotros? La respuesta se encuentra en su reacción hacia mí. Ella no me ha notado todavía. Bien. No estoy listo para hablar con ella en frente de toda la maldita escuela.
—Me tengo que ir.— Me retiré por la puerta lateral de la cafetería, la que se dirige al pequeño gimnasio. Hombre, Delta se veía sexy. Su cabello está cortado diferente de lo que recordaba, su camiseta un poco más ajustada. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Se tirara a si misma a mis brazos o jugara a ser fría? La extraño. Mire los tapices de lucha apilados en la esquina del gimnasio. Delta solía animarme durante los combates. Recuerdo el último torneo de luchas en el cual competí. Me salté dos clases de pesos para luchar con el gran tipo. Estábamos en un empate de 1-1 antes de que yo hiciera mi movimiento. Sus piernas eran tan densas como una pitón, pero yo era más rápido. Nunca olvidare su nombre… Vic Medonia. Yo no estaba intimidado, aunque probablemente debería haberlo estado. Vic era el campeón del estado del año pasado. Pero yo gané el combate. El tipo tenía dos palabras que decirme luego del combate. Hasta después. Fui arrestado una semana después.
—Regresaste —el entrenador Wenner está parado en la puerta del gimnasio, mirándome. Metí mis manos en los bolsillos de mis jeans.
—Eso es lo que me dijeron.
—¿Vas a luchar para mi esta temporada?
—No.
—Mi equipo podría de seguro usar un buen uno-sesenta y cinco.
—Soy uno-ochenta ahora.— El entrenador silbo en admiración.
—¿Seguro? Luces más flaco de lo que recordaba.
—Hago mucho ejercicio. Es peso muscular.
—No me des esperanzas, Jonas.— Me reí.
—Vendré a algunos combates. Para observar.— El entrenador Wenner le da una palmada a los tapices de lucha.
—Ya veremos. Tal vez cuando la temporada empiece no serás capaz de resistirte.— Revisé mi reloj. Será mejor que regrese y termine esos exámenes.
—Tengo que regresar a la oficina de Meyer.
—Si cambias de opinión acerca de unirte al equipo, sabes dónde encontrarme.
—Sehh —dije, luego camine hacia abajo por el pasillo. De nuevo en la oficina, Meyer deja caer la próxima prueba en frente de mí. Maldición. Olvidé comer. Ahora las palabras en la pagina están borrosas, el nudo en la parte de atrás de mi cuello esta palpitando, y Meyer me está mirando desde su escritorio. El tipo se sienta ahí, su ceja enarcada como pequeños acentos Franceses sobre sus ojos.
—¿Algo está mal?— Sacudí mi cabeza.
—No, señor.
—Entonces ponte a trabajar de nuevo.— Es fácil que lo diga él. No tiene que hacer un examen de estudios sociales en el cual el presidente de los Estados Unidos no tendría una oportunidad en el infierno de aprobar. Debería suspenderlo a propósito; eso les enseñará. Luego podría omitir mi último año de bachillerato. No hay manera de que mi ma me deje ser un estudiante de tercer año de nuevo. ¿O sí? Rellené respuestas hasta que mi lápiz se desgastó y mi trasero estuvo entumecido por sentarme en la dura silla de metal. Hay una posibilidad de cincuenta-cincuenta de que haya pasado el estúpido examen de Morehouse. Solo hay dos cosas de estas más que hacer antes de que me pueda ir por el día de hoy.
Dos horas después, respondí la pregunta final del último examen. Casi sonreí. Casi. Mi cerebro está demasiado cansado para usar cualquier musculo facial. Así que cuando Meyer me despachó, prácticamente corrí fuera de su oficina. Tenía que tomar un autobús para ir a la ferretería. El autobús número 204 desde Hampton se detendría una cuadra más lejos de la escuela a las tres y veintinueve. Mi reloj dice tres y veintisiete. Eso me da dos minutos para correr por el autobús. Estoy listo para alcanzar la cosa lo más rápido que pueda, porque si no lo hago, Damon sabrá que estaba llegando tarde. Tan pronto como veo el autobús, Brian Newcomb se para enfrente de mí, sosteniendo su mano en mi pecho y deteniéndome.
—Nick, amigo, he estado buscándote.— Brian y yo habíamos sido mejores amigos desde el jardín de niños. No habíamos hablado por casi un año. Le dije que no me visitara en la cárcel, así que no se si todavía somos amigos. Pero ahora no es el momento de averiguarlo. El servicio a la comunidad apesta, pero tengo que hacerlo. Mi libertad depende de ello.
—¿Qué hay de nuevo, Brian? —dije rápidamente, luego mire detrás de él mientras el autobús se alejaba de la parada. Mierda.
—Ya sabes. Nada… y todo. ¿Qué hay de nuevo contigo?
—Oh, ya sabes. Acostumbrándome a vivir sin barrotes en mi habitación.— Hubo una de esas pausas muy largas, donde Brian se veía como si no supiera que responder, antes de finalmente decir: 
—Eso fue una broma, ¿verdad?
—Verdad — en realidad no. Brian se rió, pero había algo más detrás de eso. ¿Nerviosismo? ¿Qué razón tenía para estar nervioso? El tipo me conocía mejor que mi propia madre. Estreché mis ojos a mi amigo quien había sido mi confidente desde el jardín de niños.
—¿Estamos bien? —pregunté. El tuvo una ligera, casi imperceptible vacilación. Pero la vi, y, más importante, la sentí.
—Sehh, estamos bien —Brian dijo. El autobús giro la esquina.
—Me tengo que ir.
—¿Necesitas un aventón? Mi papá compró una nueva Yukon y me dio esto —Brian dijo, sacudiendo las llaves del auto en frente de mi cara. A este punto me conformaría con un viejo y oxidado junker. Murmuré. 
—No, gracias —porque en la cárcel aprendí a no tener expectativas o confiar en otros.
—Escucha, lamento nunca haberte escrito. Pasaron cosas locas y tú me dijiste que no te visitara…
—No te preocupes. Se terminó, hombre.— Brian sacudió sus pies.
—Todavía me gustaría hablar acerca de ello.
—Dije que se terminó. Realmente me tengo que ir —dije, luego empecé a caminar hacia The Trusty Nail. La última cosa que necesito es a mi mejor amigo actuando más extraño que mi mamá. Tengo suficiente con lo que lidiar en este momento, como la forma en que Damon va a escupir fuego cuando escuche que llegué tarde a mi primer día de servicio a la comunidad.

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