martes, 1 de julio de 2014

Falling Apart - Niley - Cap 17


Nunca me he sentido como un chico respetable. Especialmente cuando estoy tomando el dinero de alguien y dándoles drogas, pero me siento hasta más como una mierda después de mi charla con Miley. Intento no pensar en ello mientras hago que el chico me lleve a casa. Una de las personas con las que se suponía que me tenía que reunir no apareció. Debería haber tomado mi jodido auto. No sé por qué me fui con Miley a la cafetería. Sin entrar en casa, meto una bolsa extra en mi maletero. Salto en mi pedazo de mierda y me dirijo hacia mi madre. No había planeado dejarme caer por allí, pero necesitaba verla.
—Hola. No esperaba verte hoy. —Ella me da una débil sonrisa mientras entro.
—No podía quedarme lejos. —Le planto un beso y luego me siento en el brazo del sofá—. ¿Cómo has estado hoy?— Tiene una oscura sombra purpura bajo sus ojos y sus labios agrietados por estar tan resecos.
—Estoy bien. ¿Tú cómo estás?— En lugar de responderle digo
—Pareces deshidratada. ¿Estás bebiendo lo suficiente? —Me levanto para ir a la cocina, pero su suspiro me detiene.
—Es difícil de retener.— Mi corazón se encoge.
—¿El agua?
—Sí… Han pasado un par de horas desde que probé un poquito. Tal vez unos sorbitos.— Ella sólo lo está haciendo por mí. Espero con ansias que esto no le enferme porque sé que lo necesita. Voy hacia la cocina y le consigo un pequeño vaso de agua con hielo y luego otro lleno de hielo solamente.
—¿Quieres chupar un cubo de hielo en su lugar? —Probablemente es algo estúpido para preguntar, pero tiene sentido para mí.
—Sí, eso podría ayudar. —Alcanza una mano temblorosa hacía mí e intento no estremecerme—. Maggie me hacía hacer eso antes.— Eso era bueno. Tal vez no era tan estúpido. Ella chupa el cubito durante unos pocos minutos y nos quedamos en silencio. No puedo detenerme de mirarla, incluso aunque en realidad sea el último lugar en el que quieran estar mis ojos. Verla así me hace querer vaciar el estómago. Sentía en mi pecho un jodido dolor, como si alguien me hubiese apuñalado ahí y no dejara de hacer girar el cuchillo.
—Creo que necesito acostarme. ¿Quieres venir y hablar conmigo ahí?— Asiento, sus palabras clavan más profundo el cuchillo. Una vez que levanto su frágil cuerpo hacia la cama, me siento junto a ella. Toma mi mano y es tan pequeña. Tan delgada, parece como si fuera a romperla si apretó más fuerte. Quiero pasar tanto tiempo con ella como pueda, pero también me siento casi culpable. Como si la agotase. Es difícil verla siempre en la cama o llevándola ahí.
—¿Qué estás haciendo realmente aquí, Nicholas? —Se gira sobre su lado y me mira. Parece cansada. Tan malditamente cansada.
—¿Qué? ¿No puedo venir y verte siempre que quiera? Estoy aquí casi todos los días.— Me echa una mirada como diciendo que debería responder la pregunta.
—Soy tu madre. Lo sé todo. —Otra pequeña sonrisa—. Tus ojos están a miles de kilómetros de aquí. ¿Qué está pasando en esa cabeza tuya?— Cristo, sé que me hace sonar como un cobarde, pero todo lo que me pregunto es: ¿Cómo diablos se supone que voy a conseguirlo sin ella? ¿Cuál es el propósito de seguir adelante si las personas tan buenas como ella tienen una vida de mierda? Lo único cosa con lo que ella cuenta para eso, es conmigo. ¿Tan triste es? Estoy en la universidad, aunque la odio. Es mi tercer año y estoy tomando clases de Educación General, sin estar seguro ni siquiera de qué hacer. Soy un traficante de drogas, un difamador, bebo mucho y estoy tirándome a una chica que acaba de perder a su madre, mientras intento fingir que lo hago por ella, cuando en realidad sólo es porque ella es un pivón. Cuando no respondo, ella continúa
—Deberías ver cómo esa chica te mira. Estoy feliz de ser testigo de eso.— Sus palabras no podían hacerme sentir más mierda ya que Miley y yo ni siquiera íbamos en serio. ¿No?
—No es lo que piensas.
—O tal vez no quieres admitirlo —contraataca mamá. Trato de no discutir con ella porque es buenísima en eso, hasta en ocasiones como esta en las que sé que está equivocada. —Todo lo que quiero en este mundo para ti es que seas feliz, Nicholas. Te lo mereces y sé que tú piensas que no, pero sí. Si ella te hace feliz, agárrate a eso. Agárrate a ella y nunca la dejes ir.— Mis malditos ojos empezaron a escocer. Felicidad. ¿Qué es eso? ¿Puede Miley hacerme feliz? ¿Soy feliz ahora? ¿La felicidad es eso que siento cuando me rio con ella? ¿Cuándo empujo dentro de ella?
—Yo... —No me salía nada más. Mamá me aprieta la mano con más fuerza de la que pensé que ella tendría.
—Todavía quiero mi tatuaje, ¿lo sabes? Espero que lo consigas por mí.— Mi pecho se afloja un poco con el cambio de tema.
—No quieres un tatuaje. Sé que no.
—Quizá no solía, pero ahora sí.— Niego con la cabeza hacia ella. No puedo imaginármela tratando de entrar en un estudio de tatuajes o sentada ahí mientras alguien le inyecta tinta.
—Tengo que irme. —Empujo mis pies, plenamente consciente de que no había ningún propósito en esta visita.
—Está bien. Me alegro de que hayas venido a verme.
—Yo también. —Le doy un beso y luego camino hacia la puerta. Escucho a Maggie en la otra sala, por lo que sé que no estaba sola—. Te veo pronto, ¿bien?— Me vuelvo hacia ella.
—¿Eres feliz Nicholas? —pregunta—. Sé que estoy enferma y es duro... pero, ¿Eres feliz?— Mi garganta se aprieta con tanta fuerza que no sé si puedo responderle. Es una simple y maldita pregunta, pero no tengo ni idea de qué contestar. No con algo que realmente sienta. Aprieto la manija de la puerta.
—Claro, mamá. Por supuesto que soy feliz.
***
Mi corazón martillea mientras conduzco por la ciudad. No sé hacia dónde o qué estoy haciendo, sólo que necesito escapar. Me dirijo hacia las afueras de la ciudad, a ese pequeño gueto escondiendo en el medio de la nada, un lugar que nadie usa. Y camino. Lo recorro y no sé por qué. Sólo oigo a Miley diciéndome que soy mejor que lo que hago y a mamá preguntándome si soy feliz. Todo lo que ella quiere para mí es que sea feliz y ni siquiera puedo decirle la verdad ante eso. Pero quiero. Por primera vez me doy cuenta de que quiero eso para ella y quiero eso para mí. No quiero ser un pedazo de mierda traficante que deja a su chica para vender drogas. No quiero una madre que me mire como si fuese su persona favorita en el puto mundo, pero sé que también quiere más para mí de lo que estoy haciendo. Lo sabe. Tiene que saber lo que hago o lo que soy.
Mi teléfono vibra. Una mirada me dice que es alguien que está esperando sus hierbas. El teléfono sale volando de mi mano, destrozándose contra un árbol. Destrozándose en un montón de pedazos, como estoy haciendo yo en este momento. Las lágrimas caen por mi rostro y odio eso, pero al mismo tiempo deseo que puedan limpiarme. De alguna manera me absuelve de mis pecados. Me siento como la nada. No sé quién soy ni qué quiero, pero me mantengo empujando hacia adelante con mi actitud de mierda mientras mi moribunda madre lo desee para mí. ¿Ni siquiera siento nada? Si, cuando estoy con ella. O con Miley. Sosteniéndola, o besándola, o protegiéndola de los demonios de su cabeza. Quiero eso. No puedo creer que la quiera a ella. Realmente la quiero, pero, ¿qué tengo para ofrecer?
Me dejo llevar. Grito y sé que es de locos. Infiernos, quizá soy un chiflado, pero voy a intentarlo y dejar ir todo fuera de mí. Sacarlo fuera porque estoy cansado de sentirme de esta jodida manera, estando en el medio de la nada y desmoronándome. Estoy cansado. Tan jodidamente cansado de luchar y sentirme de esta manera, lo que mierdas sea esto. Miento acerca de todo. Soy un idiota para muchos. Ni siquiera puedo responder sinceramente a la pregunta “¿Eres feliz?”. Pero ella ve más en mí. Ambas lo hacen. Mis pies comienzan a arrastrarme de regreso al auto. No sé dónde se supone que voy o que planeo hacer cuando este ahí. En realidad sí que lo hago. Voy con Miley. La necesito. No cruzo ni la primera calle cuando veo las luces rojas y azules brillando en mi espejo retrovisor. Todo en lo que puedo pensar es en la hierba que se encuentra en el maletero de mi auto.

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