viernes, 25 de octubre de 2013

My Beautiful Mistake- Niley- Cap 25


Ella va a estar allí. Aparecer será un error. Sería incómodo. Ella va a estar allí. ¿Y si alguien la invita a bailar? ¿Y si ella conoce a su futuro esposo y yo estoy ahí para presenciarlo? Ella no quiere verme. Yo podría ponerme ebrio y hacer algo que la moleste. Ella podría ponerse ebria y hacer algo que me moleste. No debería ir. Tengo que ir. Ella iba a estar allí. Mentalmente enumeré los pros y los contras de ir a la fiesta de San Valentín, pero seguía volviendo a la misma conclusión: necesitaba ver a Miley, y ahí es donde estaría. Joe se preparaba en su habitación, apenas me hablaba desde que él y Demi finalmente habían vuelto a estar juntos. En parte porque se quedaban encerrado en su habitación recuperando el tiempo perdido, y porque todavía me culpaba por las cinco semanas que habían pasado separados. Demi nunca perdió un momento para hacerme saber que odiaba mis entrañas, especialmente después del más reciente tiempo que yo había roto el corazón de Miley.  
Yo había hablado con Miley para que abandonara su cita con Liam y fuera a verme en una pelea. Por supuesto que yo la quería allí, pero cometer el error de admitirlo era también como si le preguntará a ella primero así yo podía ganar un concurso de meadas. Quería que Liam supiera que no tenía influencia en ella. Miley sintió que había tomado ventaja por sus sentimientos hacia mí, y ella tenia razón. Todas esas cosas fueron suficientes para sentirme culpable, pero el hecho de que Miley había sido atacada en un lugar donde yo la había llevado hacía casi imposible mirar a alguien a los ojos. Agregando a todo a eso nuestros encuentros cercanos con la ley resultaron ser para mí una gigante cagada. A pesar de mis disculpas constantes, Demi pasó sus días en el apartamento disparándome miradas asesinas en mi dirección, y bufando injustificados comentarios de mierda. Incluso después de todo eso, yo estaba contento de que Joe y Demi se hubieran reconciliado. Si ella no lo habría aceptado de vuelta, Joe podría nunca haberme perdonado.
— Me voy—dijo Joe. Entró en mi habitación, donde me sentaba en mis boxers, todavía en conflicto sobre lo que debía hacer. —Recogeré a Demi por su dormitorio.— Asentí con la cabeza una vez.
— ¿Miley todavía ira?
— Sí. Con Cheyne.— Logré una media sonrisa.
— ¿Debería eso hacerme sentir mejor?— Joe se encogió de hombros.
— Lo haría para mi—Él miró al alrededor mis paredes y asintió. —Volviste a poner las fotos.— Miré alrededor, asintiendo con la cabeza una vez.
— No lo sé. No se sentía bien simplemente dejarlas en el fondo de un cajón.
— Supongo que te veré más tarde.
— Hey, ¿Joe?
— Sí—dijo, sin darse la vuelta.
— Realmente lo siento, primo.— Joe suspiró.
— Lo sé.— Al segundo que se fue, entré en la cocina para servirme lo último del whisky. El líquido ámbar se quedó quieto en el vaso, a la espera de ofrecer comodidad. Lo tomé de un trago y cerré los ojos, considerando hacer un viaje a la tienda de licores. Pero no había suficiente whisky en el universo que me ayudara a tomar mi decisión.
— A la mierda—dije, agarrando las llaves de mi moto. Después de una parada en Ugly Fixer Liquor’s, conduje la Harley sobre la acera y aparqué en el patio delantero de la casa de la fraternidad, abriendo la media pinta que acababa de comprar.
Buscando valor en el fondo de la botella, entré en Sig Tau. Toda la casa estaba cubierta de rosa y rojo, decoraciones baratas colgaban del techo, y brillos cubrían el suelo. El bajo de los altavoces abajo zumbaban por toda la casa, ahogando las risas y constante murmullo de las conversaciones. Todos parados colmando la habitación, tuve que girar y maniobrar a mi camino a través de la multitud de parejas, manteniendo un ojo por Joe,  Demi, Cheyne, o Miley.  Mayormente Miley. Ella no estaba en la cocina, o en cualquiera de las otras habitaciones. Ella no estaba en el balcón, tampoco, por lo que me dirigí escaleras abajo. Se me cortó la respiración cuando la vi. El ritmo de la música disminuyó, y su sonrisa angelical se notaba incluso en el oscuro sótano. Sus brazos alrededor del cuello de Cheyne, y él torpemente se movía con ella con la música. Mis pies me impulsaron hacia adelante, y antes de que supiera lo que estaba haciendo, o me detuviera a pensar en las consecuencias, me encontré de pie a centímetros de distancia de ellos.
— ¿Te importa si me meto, Cheyne?— Miley se congeló, sus los ojos brillantes con el reconocimiento. Los ojos de Cheyne rebotaban entre mí y Miley.
— Por supuesto.
—Cheyne—dijo entre dientes mientras se alejaba. La puse contra mí y di un paso. Miley seguía bailando, pero mantuvo el mayor espacio entre nosotros como le fue posible.
— Pensé que no ibas a venir.
— No iba a hacerlo, pero sabía que estabas aquí. Tenía que venir.— Con cada minuto que pasaba, yo esperaba que ella huyera, y cada minuto se quedaba en mis brazos se sintieron como un milagro.
—Te ves hermosa, Pigeon.
— No lo hagas.
— ¿No haga qué? ¿Decirte que eres hermosa?
— Solo... no lo hagas.
— No era lo que pretendía.
— Gracias—espetó.
— No… te ves hermosa. Quise decir eso. Hablaba de lo que dije en mi habitación. Yo no voy a mentir. Me gustó sacarte de tu cita con Liam…
— No fue una cita, Nick. Estábamos comiendo. Pero ahora él ya no me habla, gracias a ti.
— Eso escuché. Lo siento.
— No, no lo haces.
— Y t-tienes razón—le dije, tartamudeando cuando me di cuenta de que se estaba enojando.
—Pero yo... esa no era la única razón por la que te llevé a la pelea. Te quería allí conmigo, Pigeon. Eres mi amuleto de la buena suerte.
— Yo no soy tu nada—me miró amenazadoramente.
— Eres mi todo.— Los labios de Miley formaron una línea dura, pero sus ojos se suavizaron.
— En realidad no me odias... ¿verdad? —le pregunté. Miley se dio la vuelta, poniendo más distancia entre nosotros.
— A veces me gustaría hacerlo. Haría todo esto un infierno entero más fácil.— Una cautelosa, pequeña sonrisa se dibujó en mis labios.
— Así que ¿Qué te molesta más? ¿Lo que yo hice para que quisieras odiarme? O ¿saber que no puedes? En un instante, la ira de Miley regresó. Ella empujó más allá de mí, corriendo por las escaleras hasta la cocina. Me quedé solo en el centro de la pista, tanto atónito como disgustado de que me las había arreglado de alguna manera para volver a encender su odio hacia mí de nuevo. Tratar de hablar con ella parecía inútil, ahora. Cada interacción se agregaba a la creciente bola de nieve de cagadas que era nuestra relación. Subí las escaleras y me dirigí derecho al barril, maldiciendo mi codicia y la botella vacía de whisky tirada en algún lugar del césped delantero de Sig Tau.
Después de una hora de cerveza y monotonía, ebrias conversaciones con mis hermanos de la fraternidad y sus citas, le eché un ojo a Miley, con la esperanza de llamar su atención. Ya me estaba mirando, pero desvió la mirada. Demi parecía estar en el medio de un intento de animarla, y Cheyne le tocaba el brazo. Ella estaba obviamente lista para irse. Ella bebió el resto de su cerveza en un trago rápido, y luego tomó la mano de Cheyne  Ella caminó dos pasos, y luego se congeló cuando la misma canción que habíamos bailado en su fiesta de cumpleaños flotaba por las escaleras. Ella extendió la mano y agarró la botella de Cheyne, tomando otro trago. No estaba seguro de si era el whisky hablando, pero algo en la mirada de sus ojos me dijo que el recuerdo que la canción desencadenó eran tan doloroso para ella como lo fue para mí. Ella todavía se preocupaba por mí. Tenía que hacerlo. Uno de mis hermanos de fraternidad se apoyó en el mostrador junto a Miley y sonrió.
— ¿Quieres bailar?— Era Brad, y aunque yo sabía que probablemente notó la mirada triste en su rostro y fue tratando de levantarle el ánimo, los pelos de la nuca se me erizaron. Justo cuando ella negó con la cabeza para decir que no, yo estaba a su lado, y mi estúpida boca de mierda estaba moviéndose antes de que mi cerebro pudiera decirle que se detenga.
— Baila conmigo.— Demi, Joe y Cheyne estaban mirando a Miley, esperando su respuesta tan ansiosos como yo.
—Déjame en paz, Nick—dijo ella, cruzando los brazos.
— Esta es nuestra canción, Pigeon.
— No tenemos una canción.
— Pigeon…
— No.— Ella miró a Brad y forzó una sonrisa.
—Me encantaría bailar, Brad.— Las pecas de Brad se extendían por sus mejillas mientras sonreía, haciendo un gesto con la mano para que Miley liderara el camino a las escaleras. Me tambaleé hacia atrás, sintiendo como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Una combinación de ira, celos, y tristeza ardieron en mi sangre.
— ¡Un brindis! —grité, subiendo a una silla. En mi camino a la cima, le robaré la cerveza a alguien y la sostuve delante de mí. — ¡Por los imbéciles!— dije, señalando a Brad.—¡Y por las chicas que rompen tu corazón!— Me incliné hacia Miley. Un nudo en mi garganta. —Y por el absoluto maldito horror de perder a tu mejor amiga porque fuiste lo bastante estúpido como para enamorarte de ella.
Trague la cerveza, terminando lo que quedaba, y luego lo tiré al suelo. La habitación estaba en silencio, excepto para la música en el sótano, y todos me miraron con confusión masiva. Un movimiento rápido de Miley me llamó la atención cuando ella agarró la mano de Brad, llevándolo escaleras abajo para la pista de baile. Salté de la silla y me dirigió hacia el sótano, pero Joe puso el lado de su puño contra mi pecho, inclinándose hacia mí.
— Tienes que parar—dijo en voz baja. —Esto sólo va a terminar mal.
— Si se termina, ¿qué importa?—pasé a Joe con un empujón y bajé las escaleras hasta donde Miley estaba bailando con Brad. La bola de nieve era demasiado grande como para detenerme, así que sólo decidí rodar con ella. No había vergüenza en ir con las bolas por el piso. No podríamos volver a ser amigos, así que hacer uno de nosotros odie al otro parecía una buena idea. Me abrí paso entre las parejas en la pista de baile, deteniéndome junto a Miley y Brad.
—Estoy cortando esto.
— No, no lo estas. ¡Jesús!—dijo Miley, agachando la cabeza con vergüenza. Mis ojos se clavaron en los de Brad.
— Si no te alejas de mi chica, voy a arrancarte la maldita garganta. Justo aquí en la pista de baile.— Brad parecía en conflicto, con los ojos como dardos nerviosamente entre mi y su pareja de baile.
—Lo siento, Miley— dijo, sacando lentamente sus brazos. Se retiró a las escaleras.
— Cómo me siento acerca de ti en este momento, Nick… se parece mucho al odio
—Baila conmigo—le supliqué, cambiando para mantener el equilibrio. La canción terminó y Miley suspiró.
—Ve a beber otra botella de whisky, Nick.—Se volvió a bailar con el único hombre solo en la pista de baile. El ritmo era más rápido, y con cada latido, Miley se acercaba más y más a su nueva pareja de baile. David, mi menos favorito hermano Sig Tau bailaba detrás de ella, agarrando sus caderas. Se sonrieron, mientras la media, poniendo sus manos por todo su cuerpo. David agarró sus caderas y sacó su pelvis hacia su culo. Todo el mundo miraba. En lugar de sentir celos, la culpa se apoderó de mí. A esto era a lo que la había reducido. En dos pasos, me agaché y envolví mis brazos alrededor de las piernas de Miley, lanzándola por encima de mi hombro, empujando a David a la tierra por ser un imbécil oportunista.
— ¡Suéltame!—dijo Miley, golpeando sus puños en mi espalda.
— Yo no voy a dejar que te pongas en ridículo por mi—gruñí, subir las escaleras de dos en dos. Cada par de ojos que pasábamos vio gritar y patalear a Miley mientras la llevaba a través del cuarto.
— ¿Tu no crees—dijo mientras luchaba— que esto es vergonzoso? ¡Nick!
— ¡Joe! ¿Esta Donnie afuera? —grité, esquivando sus extremidades agitándose.
— Uh... ¿si? —dijo.
— ¡Bájala!—dijo Demi, dando un paso hacia nosotros.
—Demi— dijo Miley, retorciéndose— ¡no te quedes ahí! ¡Ayúdame!— La boca de Demi se curvó y se rió una vez.
— Ustedes dos se ven ridículos.
— ¡Muchas gracias, amiga!—dijo, incrédula. Una vez que estuvimos fuera, Miley sólo luchó mas duro. — ¡Ponme abajo, maldita sea!— Me acerqué al coche que esperaba de Donnie, abrí la puerta de atrás, y arrojé a Miley al interior.
— ¿Donnie, eres el CD esta noche?— Donnie se dio la vuelta, mirando nerviosamente el caos desde el asiento del conductor.
— Sí.
— Necesito que nos lleves a mi casa—le dije cuando llegué a su lado.
— Nick... No creo...
— Hazlo, Donnie, o voy a meter mi puño a través de la parte posterior de su cabeza, lo juro por Dios.— Donnie inmediatamente puso el coche en marcha y se alejó de la acera. Miley se abalanzó sobre la manija puerta.
— ¡No voy a ir a tu apartamento!— Cogí una de sus muñecas, y luego la otro. Ella se inclinó hacia abajo, hundiendo sus dientes en mi antebrazo. Dolió como el infierno, pero yo sólo cerré los ojos. Cuando estuve seguro de que había roto la piel y se sintió como fuego disparando por mi brazo, gruñí para compensar el dolor.
— Haz lo que quieras, Pigeon. Estoy cansado de tu mierda— Me soltó y luego retorció, tratando de golpearme, más por sentirse insultada que por tratar de escapar.
— ¿Mi mierda? ¡Déjame salir de este maldito coche!— Tiré de sus muñecas cerca de mi cara.
— ¡Te amo, maldita sea! ¡Tú no vas a ninguna parte hasta que se te pase la borrachera y resolvamos esto!
— ¡Tú eres el único que no lo ha resuelto, Nick!— Me soltó las muñecas, y se cruzó de brazos, haciendo un mohín el resto del camino hasta el apartamento. Cuando el coche desaceleró en nuestra parada, Miley se inclinó hacia delante.
— ¿Me puedes llevar a casa, Donnie?— Abrí la puerta, y luego saqué a Miley por el brazo, balanceándola sobre mi hombro de nuevo.
—Buenas noches, Donnie — le dije, llevándola por las escaleras.
— ¡Voy a llamar a tu padre!—exclamó Miley.—Yo no podía dejar de reír.
— ¡Y él probablemente me de palmaditas en el hombro y me diga que ya era el maldito tiempo!— El cuerpo de Miley se retorcía mientras sacaba las llaves del bolsillo.
— ¡Ya basta, Pigeon, o vamos a caernos por las escaleras!— Finalmente se abrió la puerta y fui directamente a la habitación de Joe.
— ¡BA.JA.ME! —gritó Miley.
— Está bien— le dije, dejándola caer sobre la cama de Joe. —Duérmete. Hablaremos por la mañana.— Me imaginé lo molesta que debe haber estado, pero a pesar de que mi espalda estaba palpitante por ser apaleada por los puños de Miley durante los últimos veinte minutos, era un alivio tenerla en el apartamento de nuevo.
— ¡Tú ya no puedes decirme qué hacer, Nick! ¡Yo no te pertenezco!— Sus palabras encendieron una profunda ira dentro de mí. Caminé hacia la cama, planté mis manos sobre el colchón cada lado de sus muslos y me incliné sobre su rostro.
— Bueno, ¡Yo pertenezco a ti!—grité. Puse tanta fuerza detrás de mis palabras, podía sentir toda mi sangre correr a mi cara. Miley se encontró con mi mirada, negándose a siquiera inmutarse. Miré sus labios, jadeante. —Yo te pertenezco—susurré, mi ira desapareciendo mientras el deseo aparecía.
Miley se acercó, pero en vez de golpear mi cara, agarró una de mis mejillas y cerró su boca en la mía. Sin dudarlo, la levanté en mis brazos y la llevé a mi habitación, dejándonos a ambos caer en mi colchón. Miley agarró mi ropa, desesperada por quitarla. Desabroché su vestido con un movimiento uniforme, y luego observé mientras rápidamente lo quitaba por su cabeza, tirándolo al suelo. Nuestros ojos se encontraron, y luego la besé, gimiendo en su boca cuando ella me devolvió el beso. Antes de que, incluso, tuviera la oportunidad de pensar, estábamos los dos desnudos. Miley agarró mi culo, ansiosa por tirar de mí dentro de ella, pero me resistí, la adrenalina quemaba a través del whisky y la cerveza. Mis sentidos volvieron, y pensamientos de consecuencias permanentes comenzaron a parpadear en mi mente. Yo había sido una mierda, la había cabreado, pero nunca quisiera que Miley se preguntara si había tomado ventaja de este momento.
— Los dos estamos borrachos— le dije, respirando con dificultad.
— Por favor.— Sus muslos se apretaron en mis caderas, y podía sentir los músculos bajo su piel suave estremeciéndose de anticipación.
—Esto no está bien—luché contra la neblina de alcohol que me decían que las próximas horas con ella valdrían la pena por todo lo que estaba en el otro lado de ese momento. Apoyé mi frente contra la suya. Por mucho que la quería, el doloroso pensamiento de Miley haciendo la caminata de la vergüenza en la mañana era más fuerte que lo que mis hormonas me pedían que hacer. Si ella de verdad quería seguir adelante con esto, necesitaba una prueba sólida.
— Te deseo— susurró contra mi boca.
— Necesito que lo digas.
— Voy a decir lo que quieras.
— Entonces di que me perteneces. Di que volverás conmigo. No voy a hacer esto a menos que estemos juntos.
— Nunca hemos estado separados, ¿verdad?— Sacudí mi cabeza, barriendo mis labios con los suyos. No es suficiente.
— Necesito escucharte decirlo. Necesito saber que eres mía.
— He sido tuya desde el momento en que conocimos—dijo ella, suplicando. Lo miré a los ojos durante unos segundos, y luego sentí en mi boca aparecer una media sonrisa, esperando que su palabras fueran ciertas y no sólo dichas en el momento. Me incliné y la besé con ternura y, luego de poco a poco ella me empujo en su interior. Mi cuerpo entero pareció estar derritiéndose dentro de ella.
— Dilo de nuevo—una parte de mí no podía creer que todo realmente estaba sucediendo.
— Soy tuya— ella respiraba. —No quiero volver a estar lejos de ti otra vez.
— Prométeme—le dije, gimiendo con otro empuje.
— Te amo. Te amaré por siempre—ella me miró fijamente a los ojos al hablar, y finalmente creí que sus palabras no eran solo una promesa vacía.
Cerré mi boca sobre la de ella, el ritmo de nuestros movimientos cobró impulso. Nada más se necesita decir, y por primera vez en meses, mi mundo no estaba al revés. La espalda de Miley se arqueó, y sus piernas se envolvieron alrededor de mi espalda, enganchadas por los tobillos. Probé todas las partes de su piel a las que podía llegar como si hubiera estado muriendo de hambre por ellas. Una parte de mí lo estaba. Pasó una hora, y luego otra. Incluso cuando yo estaba agotado, seguí adelante, asustado de que si paramos me despertaría, y todo hubiera sido solo un sueño. Entrecerré los ojos contra la luz vertiéndose en el ambiente. No pude dormir en toda la noche, sabiendo que cuando el surgiera, todo habría terminado. Miley se movió, y mis dientes se apretaron. Las pocas horas que pasamos juntos no eran suficientes. Yo no estaba listo. Miley acarició su mejilla en mi pecho. Besé su cabello, y luego la frente, y luego sus mejillas, cuello, hombros, y luego me llevé su mano a la boca y la besé tiernamente en la muñeca, la palma y los dedos. Quería apretarla, pero me contuve. Mis ojos se llenaron de lágrimas ardientes por tercera vez desde que la había traído a mi apartamento. Cuando se despertara, ella iba a estar mortificado, enojada, y luego me dejaría para siempre. Nunca había tenido tanto miedo de ver las diferentes tonalidades de gris en sus iris. Con sus ojos todavía cerrados, Miley sonrió, y llevé mi boca de nuevo a ella, aterrado por cuando tome conciencia.
— Buenos días—dijo contra mi boca. Me moví medio camino por encima de ella y luego continué tocando mis labios en varios puntos de su piel. Mis brazos se enterraron debajo de ella, entre su espalda y el colchón, y hundí mi rostro en su cuello, disfrutando de su olor antes de que ella saliera corriendo por la puerta.
— Estás muy callado esta mañana—dijo ella, pasando sus manos sobre la piel desnuda de mi espalda. Deslizó sus palmas sobre mi culo, y luego enganchó su pierna sobre mi cadera. Negué con la cabeza.
— Sólo quiero estar así.
— ¿Me he perdido algo?
— No quise despertarte. ¿Por qué no te vuelves a dormir?— Miley se apoyó en la almohada, levantando mi barbilla para mirarla.
— ¿Qué demonios te pasa?—preguntó ella, su cuerpo de repente tenso.
— Sólo tienes que volver a dormir, Pigeon. ¿Por favor?
— ¿Pasó algo? ¿Es Demi? —con la última pregunta se incorporó. Me senté con ella, secándome los ojos.
— No… Demi está bien. Llegaron a casa alrededor de las cuatro de la mañana. Todavía están en la cama. Es temprano, vamos a sólo… volvamos a dormir.— Sus ojos saltaban en torno a diferentes puntos de mi habitación al recordar la noche anterior. Sabiendo que en cualquier momento ella recordaría el hecho de que la había arrastrado de la fiesta y hecho un espectáculo, puse ambas manos en cada lado de su rostro y la bese por última vez.
— ¿Has dormido?—preguntó ella, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
— Yo… no podía. Yo no quería…— Ella me besó en la frente.
— Sea lo que sea, vamos a solucionarlo, ¿de acuerdo? ¿Por qué no duermes un poco? Lo vamos a resolver cuando despiertes.— Eso no era lo que esperaba. Mi cabeza se elevó y escaneé su cara.
— ¿Qué quieres decir? ¿Ese vamos a resolverlo?— Sus cejas se fruncieron.
— No sé lo que está pasando, pero yo estoy aquí.
— ¿Tú estás aquí? ¿Cómo si te fueras a quedar? ¿Conmigo?— Su expresión se dispersaba en diferentes direcciones.
— Sí. Pensé que lo habíamos discutido ¿anoche?
— Lo hicimos— Probablemente parecía un tonto total, pero asentí enfáticamente. Los ojos de Miley se estrecharon.
— Pensaste que iba a despertar enojada contigo, ¿no es así? ¿Pensaste que te iba a dejar?
— Eso es por lo que eres famosa.
— ¿Es por eso que estás tan molesto? ¿Te quedaste despierto toda la noche preocupándote por lo que pasaría cuando despertara?— Me moví.
—No pretendía que lo de anoche sucediera así. Yo estaba un poco ebrio, y te seguí alrededor la fiesta como un maldito acosador y, luego, te arrastré de allí, en contra de tu voluntad—y entonces…— Sacudí la cabeza, disgustado conmigo mismo.
— ¿Tuvimos el mejor sexo de mi vida?—dijo Miley, sonriendo y apretando mi mano. Me reí una vez, asombrado de lo bien que iba la conversación.
— ¿Así que estamos de acuerdo?— Miley me tomó la cara y me besó tiernamente.
— Sí, tonto. Lo prometí, ¿no? Te dije todo lo que querías escuchar, estamos de nuevo juntos, ¿Y todavía no estas feliz?— Mi respiración se tambaleó, y contuve las lágrimas. Todavía no parece real.
—Nick, detente. Te amo—dijo ella, usando sus dedos delgados para suavizar las líneas alrededor de mis ojos. —Este absurdo enfrentamiento podría haber terminado en Acción de Gracias, pero…
 — Espera... ¿qué? —le interrumpí, recostándome.
— Estaba totalmente dispuesta a ceder en Acción de Gracias, pero dijiste que habías acabado de tratar de hacerme feliz, y yo era muy orgullosa para decirte que te quería de vuelta
— ¿Me estás jodiendo? ¡Yo sólo estaba tratando de hacerlo fácil para ti! ¿Sabes lo mal que he estado?— Miley frunció el ceño.
— Te veías muy bien después de las vacaciones
— ¡Eso fue por ti! Tenía miedo de perderte si no pretendía estar bien con solo ser amigos. ¿Pude haber estado contigo todo este tiempo? ¿Qué mierda, Pigeon?
—Yo… Lo siento.
— ¿Lo sientes? Estuve a punto de beberme hasta la muerte, apenas podía levantarme de la cama, rompí mi teléfono en un millón de pedazos en la víspera de Año Nuevo para no llamarte... ¿y tu lo sientes?— Miley se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza, avergonzada.
—Estoy tan... tan apenada
— Estás perdonada— le dije sin dudarlo. —No vuelvas a hacerlo de nuevo.
— No lo haré. Lo prometo.— Negué con la cabeza, sonriendo como un idiota.
— Yo te amo jodidamente

viernes, 18 de octubre de 2013

My Beautiful Mistake- Niley- Cap 24


— ¡Frank está llamando otra vez! ¡Contesta el maldito teléfono! —Joe gritó desde la sala de estar. Mantenía mi celular en la parte superior de la televisión. El punto más lejano de mi dormitorio en el apartamento. Los primeros días de tortura sin Miley, lo encerré en la guantera del Charger. Joe lo trajo de nuevo, argumentando que debería estar en el apartamento en caso de que mi padre llamara. Incapaz de negar esa lógica, lo acepté, pero sólo si permanecía sobre el televisor. De otra manera, la necesidad de tomarlo y llamar a Miley era enloquecedora.
— ¡Nick! ¡El teléfono!— Me quedé mirando el techo blanco, agradecido de que mis otros hermanos habían entendido la situación, y sintiéndome molesto de que Frankie no lo haya hecho. Él me mantenía ocupado o borracho en la noche, pero tenía la impresión de que también tenía que llamarme durante cada descanso que él tenía en el trabajo. Sentí que estaba en algún tipo de vigilancia de suicidio Jonas. Dos y media semanas de vacaciones de invierno, el impulso de llamar a Miley se había convertido en necesidad. Cualquier acceso a mi teléfono me parecía una mala idea. Joe abrió la puerta y arrojó el pequeño rectángulo negro por el aire. Aterrizó sobre mi pecho.
— Jesús, Joe. Te dije...
— Yo sé lo que dijiste. Tienes dieciocho llamadas perdidas.
— ¿Todas Frank?
— Una es de Portadoras de Pantys Anónimas.— Cogí el teléfono de mi estómago, enderecé mi brazo, y luego abrí mi mano, dejando que el disco de plástico caiga en el suelo.
— Necesito un trago.
— Se necesita una ducha. Hueles a mierda. También necesitas cepillarte los malditos dientes, afeitarte, y ponerte desodorante.— Me senté.
— Dices mucha mierda, Joe, pero me parece recordar lavar tu ropa y hacerte sopa por tres meses enteros después de Anya.— Se burló.
— Por lo menos me lavaba los dientes.
— Necesito que programes otra pelea—le dije, cayendo de nuevo sobre el colchón.
— Acabas de tener una hace dos noches, y una la otra semana anterior. Los números están bajos por el receso. Adán no programará otra hasta reanudar las clases.
— Entonces, traigan a la gente del lugar.
— Demasiado arriesgado.
— Llama a Adam, Joe.— Joe se acercó a mi cama, cogió mi teléfono celular, hizo clic en algunos botones, y luego arrojó el teléfono a mi estómago.
— Llámalo a tu mismo.— Levanté el teléfono a la oreja.
— ¡Cara de culo! ¿Qué has estado haciendo? ¿Por qué no has contestado a tu teléfono? ¡Yo quiero salir esta noche! —dijo Frankie. Entrecerré los ojos en la parte posterior de la cabeza de mi primo, pero él dejó mi habitación sin mirar atrás.
—No me da la gana, Frank. Llama a Cami.
— Ella es una camarera. Es la víspera de Año Nuevo. ¡Aunque podríamos ir a verla! A menos que tengas otros planes…
— No tengo otros planes.
— ¿Sólo quieres sentarte allí y morir?
— Bastante acertado—suspiré.
—Nick, te amo hermanito, pero estás siendo un enorme pollerudo. Ella era el amor de tu vida. Lo entiendo. Es una mierda. Lo sé. Pero nos guste o no, la vida tiene que seguir
— Gracias, señor Rogers
— No eres lo suficientemente mayor, incluso, para saber quien es.
— Kevin nos hacia mirar repeticiones, ¿recuerdas?
— No. Escucha. Salgo a las nueve. Voy a recogerte a las diez. Si no estás vestido y listo, y me refiero a duchado y afeitado, voy a llamar a un montón de gente y decirles que estas teniendo una fiesta en tu casa con seis barriles y prostitutas libres.
— Maldita sea, Frankie, no lo hagas.
— Sabes que lo haré. Última advertencia. A las diez o las once tendrás invitados. Unos feos.— Me quejé.
— Joder, te odio.
— No, no lo haces. Nos vemos en noventa minutos.— El teléfono sonó en mi oído antes de que colgara. Conociendo a Frankie  probablemente estaba llamando desde la oficina de su jefe, recostado hacia atrás con los pies sobre el escritorio. Me senté, mirando alrededor de la habitación. Las paredes estaban vacías, carentes de las fotos de Miley que una vez cubrieron la pintura blanca. El sombrero colgado encima de mi cama, se exhibía orgulloso después de la vergüenza de ser sustituido por la fotografía blanco y negro enmarcada de Miley y mía. Frankie realmente iba a obligarme a hacer esto. Me imaginaba a mí mismo sentado en el bar, el mundo celebrando a mí alrededor, ignorando el hecho de que yo era miserable y, según Joe y Frankie, era un pollerudo. El año pasado bailé con Delta y terminé llevándome a casa a Kassie Beck, que hubiera sido una buena para mantener en la lista si no hubiera vomitado en el armario del pasillo. 
Me preguntaba qué planes Miley tendría para la noche, pero traté de no permitir que mi mente divague demasiado en la realidad de con quien ella podría encontrarse. Joe no había mencionado si Demi tenía planes. No está seguro de si eso estaba manteniéndose oculto de mí a propósito, empujar el asunto parecía demasiado masoquista, incluso para mí. El cajón la mesa de noche de crujió cuando lo abrí. Mis dedos tantearon en la parte inferior y pausa en las esquinas de una caja pequeña. Con cuidado, lo saqué, sosteniéndolo en mis manos contra mi pecho. Mi pecho subía y bajaba con un suspiro, y luego abrí la caja, haciendo una mueca al ver el brillante anillo de diamante dentro. Sólo había un dedo que pertenecía dentro de ese círculo de oro blanco, y con el paso de cada día, ese sueño parecía cada vez menos posible. Yo sabía cuando compré el anillo que pasarían años antes de que yo se lo diera a Miley, pero tenía sentido tenerlo en acaso de que el momento perfecto surgiera. Saber que estaba allí me daba algo a lo que esperar, incluso ahora. Dentro de esa caja estaba el pequeño pedacito de esperanza que me quedaba. Después de guardar el diamante, y darme una larga charla mental, finalmente me arrastré por el pasillo hasta el cuarto de baño, intencionalmente alejando mis ojos de mi reflejo en el espejo. La ducha y el afeitarse no mejoró mi estado de ánimo, y tampoco (más tarde me gustaría señalárselo a Joe  lo hizo lavarme los dientes. Me puse una camisa negra de botones y jeans azules, más las botas negras. Joe llamó a mi puerta y entró, vestido y listo para ir, también.
— ¿Tú vas?— le pregunté, ajustando mi cinturón. No estaba seguro de por qué me sorprendió. Sin Demi ahí, él no tendría planes con nadie más que nosotros.
— ¿Está bien?
— Si. Sí, yo solo... Supongo que tú y Frank han planeado esto antes.
— Bueno, sí—dijo, escéptico y tal vez un poco divertido que acababa de descubrirlo.— La bocina del Intrepid tocó fuera y Joe señaló el pasillo con el pulgar.
— Vamos.— Asentí y lo seguí. El coche de Frankie olía a colonia y cigarrillos. Metí un Marlboro en mi boca y levantó el culo para poder entrar en mi bolsillo por un encendedor.
— Así que, el Red está lleno, pero Cami dijo que el tipo de la puerta nos dejara entrar. Tienen una banda en vivo, supongo, y casi todo el mundo está en casa. Debería ser una buena noche.
— Salir con nuestros borrachos y perdedores compañeros de secundaria en una ciudad universitaria muerta. Punto para nosotros—gruñí. Frankie sonrió.
— Tengo una amiga viniendo. Ya verás.— Mis cejas se alzaron.
— Dime que no lo hiciste.— Unas pocas personas se apiñaban en la puerta, esperando que la gente saliera para que pudieran entrar. Nosotros pasamos más allá de ellos, sin hacer caso de sus quejas, mientras que pagamos y nos entramos directamente. Había una mesa junto a la entrada una vez llena de sombreros de año nuevo, anteojos, barras luminosas y silbatos. Los objetos habían sido en su mayoría recogidos, pero eso no impidió que Frankie encontrara un par de ridículos anteojos con la forma de los números del nuevo año. Los brillos estaban por todo el suelo, y la banda estaba tocando "Hungry Like the Wolf". Fulminé con la mirada a Frankie  que fingió no darse cuenta. Joe y yo seguimos a mi hermano mayor a la barra, donde Cami estaba destapando botellas y sacudiendo bebidas a toda velocidad, deteniéndose sólo un momento para escribir números en el registro o anotando algo más en cuenta de alguien. Su jarro de propina se desbordaba, y ella tuvo que empujar hacia abajo los billetes verdes en el vaso cada vez que alguien agregaba un billete. Cuando vio a Frankie, sus ojos se iluminaron.
— ¡Lo hiciste!—Cami cogió tres botellas de cerveza, quitos sus tapas, y las puso en el barra en frente de él.
—Dije que lo haría—Él sonrió, inclinándose sobre el mostrador para darle un pequeño beso en sus labios. Ese fue el final de su conversación, ya que rápidamente ella volvió a deslizar otra botella de cerveza por el bar y aguzó el oído para atender otra orden.
—Ella es buena—dijo Joe, observándola. Frankie sonrió.
— Como el infierno que lo es.
— ¿Estás…? —Comencé.
— No—dijo Frank  sacudiendo la cabeza. —Todavía no. Estoy trabajando en ello. Ella tiene un chico universitario en Cali. Él sólo tiene que enojarla por última vez y ella va a averiguar qué cabeza de polla es.
—Buena suerte con eso—dijo Joe, tomando un trago de su cerveza. Frankie y yo intimidamos a un grupo pequeño lo suficientemente como para que dejen su mesa, así que despreocupadamente empezamos nuestra noche de bebidas y observar a la gente. Cami se encargó de Frankie de lejos, enviando más de una camarera con regularidad con vasos llenos de tequila y botellas de cerveza. Me alegré de que fuera mi cuarto trago de Cuervo cuando la segunda balada de los 80 comenzó.
—Esta banda apesta como el culo, Frank—le grité por encima del ruido.
— ¡Tú no aprecias el legado de las bandas de pelos largos!—gritó de nuevo. —Hey. Mira allí— dijo, apuntando a la pista de baile. Una pelirroja se paseó por el espacio lleno de gente, una reluciente sonrisa iluminaba su rostro pálido. Frankie se levantó para abrazarla, y su sonrisa se hizo más amplia.
— ¡Hey, F! ¿Cómo has estado?
— ¡Bien! ¡Bien! Trabajando. ¿Y tú?
— ¡Genial! Estoy viviendo en Dallas, ahora. Trabajo en una empresa de relaciones públicas— Sus ojos recorrieron la mesa, a Joe y luego a mí. — ¡Oh, Dios mío! ¿Este es tu hermanito? ¡Yo solía ser tu niñera!— Mis cejas se juntaron. Tenía dobles copas D y curvas como una modelo pinup 1940. Yo estaba seguro de que si había pasado algún tiempo con ella en mis años de niño, lo recordaría. Frank sonrió.
—Nick, te acuerdas de Carissa, ¿verdad? Se graduó con Tyler y Taylor.— Carissa me tendió la mano y la sacudí una vez. Puse el extremo del filtro de un cigarrillo entre mis dientes frontales, y encendí el mechero.
—No creo que lo haga—le dije, metiendo el paquete casi vacío en mi bolsillo delantero.
— No eras muy grande—Ella sonrió. Frankie hizo un gesto a Carissa.
— Ella acaba de pasar por un mal divorcio con Seth Jacobs. ¿Te acuerdas de Seth?— Negué con la cabeza, ya cansado del juego que Frankie estaba jugando. Carissa tomó el vaso lleno que estaba delante de mí y sorbió hasta el fondo, y luego se deslizo por el asiento hasta que estuvo a mi lado.
— He oído que has pasado por un momento difícil últimamente, también. ¿Tal vez podríamos hacernos compañía esta noche?— Por la expresión de sus ojos, pude ver que estaba ebria... y solitaria.
—No necesito una niñera—le dije, dando una calada.
— Bueno, ¿tal vez sólo una amiga? Ha sido una noche larga. Vine aquí sola porque todas mis amigas están casadas ahora, ¿sabes? —Ella se rió nerviosamente.
— En realidad no.— Carissa miró hacia abajo, y me sentí un poco culpable. Estaba siendo un idiota, y ella no había hecho nada para merecer eso de mí.
— Hey, lo siento—le dije. —Realmente no quiero estar aquí.— Carissa se encogió de hombros.
— Yo tampoco. Pero no quería estar sola.— La banda dejó de tocar, y el cantante comenzó la cuenta regresiva desde diez. Carissa miró a su alrededor, y luego de nuevo a mí, sus ojos brillando. Su línea de visión se redujo a mis labios, y luego al unísono la multitud gritó.
— ¡FELIZ AÑO NUEVO!— La banda tocó una versión aproximada de "Auld Lang Syne", y luego los labios de Carissa se estrellaron en los míos. Mi boca se movió contra ella por un momento, pero sus labios eran tan extraños, tan diferente a lo que estaba acostumbrado que sólo hacia el recuerdo de Miley más vivido y la comprensión de que ella se había ido más dolorosa. Me aparté y me limpié la boca con la manga.
— Lo siento mucho—dijo Carissa, viéndome irme de la mesa.Me abrí paso entre la multitud hacia el baño de hombres y me encerré en el único puesto. Saqué mi teléfono y lo sostuve en la mano, mi visión borrosa y el gusto podrido de tequila en mi lengua. Miley probablemente esta ebria, también, pensé. A ella no le importaría si la llamo. Es la víspera de Año Nuevo. Ella podría incluso estar esperando mi llamada. Busqué los nombres en mi libreta de direcciones, deteniéndome en Pigeon. Giré mi muñeca, viendo lo mismo tatuado en mi muñeca. Si Miley quisiera hablar conmigo, habría llamado. Mi oportunidad había llegado y se había ido, y yo le dije en lo de papá que iba a dejarla seguir adelante. Borracho o no, llamarla era ser egoísta.
Alguien llamó a la puerta del establo.
— Nick—preguntó Joe— ¿Estás bien?— Abrí la puerta y salí, mi teléfono todavía en mi mano.
— ¿La has llamado?— Negué con la cabeza y luego mire a la pared de azulejos de la habitación. Tomé impulsó hacia atrás y, entonces, lancé mi teléfono, viéndolo romperse en mil pedazos que se dispersaron en el suelo. Un pobre desgraciado que se encontraba en el urinal saltó, sus hombros volaron hasta sus orejas.
— No—dije—Y no voy a hacerlo.— Joe me siguió hasta la mesa sin decir palabra. Carissa había desaparecido, y tres nuevos tragos estaban esperando por nosotros.
— Pensé que ella podría calmar tu mente de tantas cosas, Nick, lo siento. Siempre me hace sentir mejor embolsarme a una chica muy caliente cuando he estado en donde tú estás—dijo Frankie.
—Entonces no has estado donde estoy—le dije, metiendo un tequila hasta la parte posterior de mi garganta. Me puse de pie rápidamente, agarrando el borde de la mesa para la estabilidad. —Es hora de que me vaya a casa a desmayarme, chicos.
— ¿Estás seguro?—preguntó Frankie, luciendo algo decepcionado. Después de que Frankie obtuvo la atención de Cami el tiempo suficiente para despedirse, nos dirigimos al Intrepid. Antes de arrancar el vehículo, él me miró.
— ¿Crees que alguna vez ella te acepte de vuelta?
— No.
— Entonces tal vez es hora de aceptar eso. A menos que no la quieras en tu vida para nada.
— Lo estoy intentando.
— Quiero decir cuando las clases comiencen. Has de cuenta que es como era antes de que la vieras desnuda.
— Cállate, Frank.— Frankie encendió el motor y puso el coche en marcha atrás.
— Solo estaba pensando—dijo, girando el manubrio, y luego empujando la palanca de cambios—que eras feliz cuando ustedes eran amigos, también. Tal vez podrían volver a eso. Tal vez pensar que no puedes es por lo que estas tan miserable.
— Tal vez—le dije, mirando por la ventana.
El primer día del semestre de primavera finalmente llegó. No había dormido en toda la noche, dando vueltas, tanto temiendo como ansiando con impaciencia ver a Miley de nuevo. A pesar de mi noche sin dormir, estaba decidido a ser todo sonrisas, sin dejar ver cuánto había sufrido, ni a Miley ni a nadie. En el almuerzo, mi corazón casi estalló fuera de mi pecho cuando la vi. Ella se veía diferente, pero la misma. La diferencia era que ella parecía un extraño. No podía llegar hasta ella y besarla o tocarla como antes. Los grandes ojos de Miley parpadearon una vez cuando me vieron, y yo sonreí y le guiñó un ojo, sentándome en el final de nuestra mesa de siempre. Los jugadores de fútbol estaban ocupados quejándose acerca de su pérdida contra State, así que traté de aliviar su angustia contándoles algunas de mis experiencias más coloridas durante las vacaciones, como ver a Frankie salivar sobre Cami, y el día que el Intrepid se rompió y fuimos casi arrestados por intoxicación pública mientras caminábamos hacia casa. Por el rabillo de mi ojo, vi a Cheyne abrazar a Miley a su lado, y por un momento me pregunté si ella deseaba que me fuera, o si ella estaba molesta. De cualquier manera, odiaba no saber. Lanzando el último bocado de algo muy frito y desagradable en mi boca, tiré mi bandeja y caminé hacia las espaldas de Miley, apoyando las manos sobre sus hombros.
— ¿Qué tal las clases, Joe?—le pregunté, deseando que mi voz no suene más que casual. El rostro de Joe pellizcado.
— El primer día es una mierda. Horas del plan de estudio y las reglas de la clase. Ni siquiera sé por qué me presento la primera semana. ¿Y tú?
— Eh... todo es parte del juego. ¿Qué tal tú, Pidge? —Traté de no dejar que la tensión en mis hombros afectar mis manos.
— Lo mismo—su voz era pequeña, distante.
— ¿Tuviste un buen descanso?—le pregunté juguetonamente balanceándola de lado a lado.
— Muy bien.— Si. Esto era extraño como la mierda.
— Genial. Tengo otra clase. Hasta más tarde—salí de la cafetería con rapidez, alcanzando los Marlboro del bolsillo antes de que incluso empujara con el hombro a través de las puertas de metal. Las siguientes dos clases fueron una tortura. El único lugar que se sentía como un refugio seguro era mi habitación, lejos del campus, lejos de todo lo que me recordaba que estaba solo, y lejos del resto del mundo, que seguía adelante, importándole una mierda que yo sentía tanto dolor que era palpable. Joe continuaba diciéndome que no sería tan malo después de un tiempo, pero no parecía estar disminuyendo. Me encontré con mi primo en el estacionamiento frente al edificio Morgan, tratando de no mirar a la entrada. Joe parecía al límite y no habló mucho en el viaje hasta el apartamento. Cuando ocupó su lugar de estacionamiento, suspiró. Me debatía si preguntarle o no si él y Demi estaban teniendo problemas, pero pensé que no yo podría manejar su mierda y además la mía. Agarré mi mochila del asiento trasero y abrí la puerta, deteniéndome sólo lo suficiente para abrir la puerta.
— Hey—dijo Joe, cerrando la puerta tras de sí—¿Estás bien?
— Sí— le dije desde el pasillo, sin darme la vuelta.
— Eso fue un poco raro en la cafetería.
— Supongo—dije, dando un paso más.
— Así que, uh... Yo probablemente debería decirte algo que oí. Me refiero... demonios, Nick, no sé si debería decírtelo o no. No sé si eso lo hará peor o mejor.— Me di la vuelta.
— ¿Algo de quién?
— Demi y Miley estaban hablando. Fue... mencionado que Miley había estado destrozada durante el receso.— Me quedé en silencio, tratando de mantener mi respiración pareja.
— ¿Escuchaste lo que dije?—preguntó Joe, sus cejas tirando juntas.
— ¿Qué significa eso?—le pregunté, levantando mis manos. — ¿Ella ha estado miserable sin mí? ¿Porque no somos amigos? ¿Qué?— Joe asintió.
— Definitivamente una mala idea.
— ¡Dime!—grité, sintiéndome temblar. —No puedo... ¡No puedo seguir sintiendome de esta manera! —Lancé mis llaves al final del pasillo, oyendo un fuerte crujido cuando contactaron con la pared. —Apenas me reconoció hoy, y ¿me estás diciendo que me quiere de vuelta? ¿Como un amigo? ¿De la forma en que era antes de Vegas? ¿O es que sólo es miserable en general?
— No lo sé.— Dejé mi mochila caer al suelo y la pateé en la dirección general de Joe.
— ¿P-por qué me estas haciendo esto, hombre? ¿Crees que no estoy sufriendo bastante?, porque te lo prometo, es demasiado.
—Lo siento, Nick. Yo sólo pensé… yo querría saberlo... si fuera por mi.
— ¡Tú no eres yo! Solo, mierda... déjame solo, Joe  Déjame malditamente solo—. Cerré mi puerta y me senté en la cama, con la cabeza apoyada en las manos. Joe abrió la puerta.
—No estoy tratando de empeorarlo, si eso es lo que piensas. Pero yo sabía que si que te enterabas más tarde, me habrías pateado el culo por no decirte. Eso es todo lo que estoy diciendo.— Asentí con la cabeza una vez.
— Está bien.
— ¿Piensas... piensas que si quizás te enfocaras en toda la mierda que tuviste que aguantar con ella, te seria mas fácil?— Suspiré.
— Lo he intentado. Sigo volviendo al mismo pensamiento.
— ¿Cuál es?
— Ahora que todo ha terminado, me gustaría poder tener todas las cosas malas de nuevo... sólo para poder tener lo bueno.— Los ojos de Joe rebotaban por la habitación, tratando de pensar en algo más reconfortante que decir, pero estaba claramente carente de cualquier consejo. Su teléfono celular sonó.
— Es Frank—dijo Joe  leyendo la pantalla. Sus ojos se iluminaron. —¿Quieres tomar unas copas con él en el Red? Él se desocupa a las cinco. Su coche se rompió y él quiere que lo lleves a ver a Cami. Deberías ir, hombre. Tome mi coche.
— Muy bien. Hazle saber que voy —Sorbí y limpié mi nariz antes de levantarme. En algún momento entre mí salida del apartamento y detenerme en la grava del salón de tatuajes donde Frankie trabajaba, Joe había alertado a Frankie de mi día de mierda. Frankie se delató cuando insistió en ir directamente al Red Door en cuanto se sentó en el asiento del pasajero del Charger, en lugar de querer ir a casa para cambiarse primero. Cuando llegamos, estamos solos con excepción de Cami, el propietario, y un tipo sentado en el bar de Cami, pero era la mitad de la semana, primera noche universitaria en el bar y con cerveza a bajo precio. No pasaría mucho tiempo para que la habitación se llenarse de gente. Yo ya estaba intoxicado cuando Lexi y algunas de sus amigas hicieron una pasada, pero no fue hasta que Delta se apareció que yo, si quiera, me moleste en mirar.
—Te ves bastante descuidado, Jonas.
— Nah—dije, tratando de que mis labios entumecidos a formaran palabras.
— Vamos a bailar—se quejó ella, tirando de mi brazo.
— Yo no creo que pueda—le dije, balanceándome.
— No creo que debas—dijo Frankie, divertido.Delta me compró una cerveza y tomó el taburete junto a mí. A los diez minutos, estaba manoseando mi camisa, y no muy sutilmente tocando mis brazos, y luego mis manos. Justo antes del cierre, ella había renunciado a su taburete estaba de pie junto a mí, o más bien a horcadas en mi muslo.
—Así que no vi la moto afuera. ¿Frankie te trajo?
— Nope. Traje el coche de Joe.
— Me encanta ese coche—susurró. —Deberías dejar que te lleve a casa.
— ¿Quieres conducir el Charger?—le pregunté, arrastrándome. Miré por encima a Frankie, que estaba sofocado una risa.
—Probablemente no sea una mala idea, hermanito. Cuídate... en todos los sentidos.—Delta me quitó del taburete, y luego fuera del bar al estacionamiento. Llevaba un top de ajustado con lentejuelas, con una falda de jean y botas, pero a ella no parecía importarle el frío, si hacía frío. Yo no sabría decirlo. Ella se rió cuando tiré el brazo por sus hombros para ayudarme a no perder el equilibrio mientras caminaba. Cuando alcanzamos el lado del pasajero del auto de Joe, dejó de reírse.
— Algunas cosas nunca cambian, ¿eh, Nick?
— Supongo que no—le dije, mirándola fijamente a los labios.
Delta me echó los brazos al cuello y me llevó adentro, sin siquiera dudar en meter su lengua en mi boca. Estaba húmeda y suave, y vagamente familiar. Después de unos minutos de jugar a agarrar su culo e intercambios de saliva, subió su pierna envolviéndola a mí alrededor. Yo agarré su muslo, y presioné mi pelvis contra la de ella. Su culo se estrelló contra la puerta del coche, y ella gimió en mi boca. A Delta siempre le gustaba rudo. Su lengua hizo un sendero por mi cuello, y fue entonces cuando me di cuenta del frío, sintiendo el calor dejado detrás por su boca enfriarse rápidamente por el aire invernal. La mano de Delta se metió entre nosotros, y agarró mi miembro, sonriendo porque yo estaba justo donde ella quería que este.
— Mmmmm, Nick— tarareó, mordiéndose el labio.
— Pigeon—. La palabra salió ahogada mientas estrellaba mi boca contra la de ella. A esa altura de la noche, era bastante fácil fingir. Delta se rió.
— ¿Qué?—Al estilo de Delta, ella no exigió una explicación cuando no respondí. —Vamos a tu apartamento—dijo ella, agarrando las llaves de mi mano. —Mi compañera está enferma
— ¿Sí?—le pregunté, tirando de la manilla de la puerta. — ¿De verdad quieres conducir el Charger?
— Yo mejor que tú—dijo, besándome por última vez antes de dejarme hacia el lado del conductor.— Mientras Delta conducía, ella se reía y hablaba de sus vacaciones a la vez que abría mis jeans y rebuscaba dentro. Fue algo bueno que haya estado borracho, porque no había tenido sexo desde Acción de Gracias. De lo contrario, por el cuando llegáramos al apartamento, Delta habría tenido que pedir un taxi y terminar la noche. A mitad de camino, el recipiente vacío brilló en mi mente.
—Espera un segundo. Espera un segundo —le dije, apuntando hacia calle abajo. —Para en el Swift Mart. Tenemos que recoger algunos...— Delta buscó en su bolso y sacó una pequeña caja de condones.
—Lo tengo cubierto.—Me eché hacia atrás y sonreí. Ella realmente era mi tipo de chica. Delta se detuvo en el lugar de estacionamiento de Joe, había estado en el apartamento suficientes veces como para saberlo. Ella trotó alrededor en pequeños pasos, tratando de apurarse en sus stilettos. Me incliné sobre ella para subir las escaleras, y ella se rió contra mi boca cuando finalmente me di cuenta de que la puerta ya estaba sin llave y empujé a través de ella. En medio de un beso, me quedé helado. Miley estaba de pie en la sala, sosteniendo Toto.
— Pigeon—dije, aturdido.
— ¡Lo encontré!—dijo Demi, corriendo de la habitación de Joe.
— ¿Qué estás haciendo aquí?—Le pregunté. La expresión de Miley mutó de la sorpresa a la ira.
— Es bueno ver que te sientes como tu viejo yo, Nick.
— Ya nos íbamos— gruñó Demi. Ella tomó la mano de Miley mientras se deslizaban por delante de mí y Delta. Me tomó un momento para reaccionar, pero hice mi camino por las escaleras, por primera vez, notando el Honda de Demi. Una serie de improperios corrió por mi mente. Sin pensarlo, tomé en un puño el abrigo de Miley.
— ¿A dónde vas?
— A casa—espetó ella, enderezando su abrigo en una rabieta.
— ¿Qué estás haciendo aquí?— La nieve acumulada crujió bajo los pies de Demi, mientras caminaba detrás de Miley,  y de repente Joe estaba a mi lado, sus ojos cautelosos fijados en su novia. Miley levantó la barbilla.
— Lo siento. Si hubiera sabido que ibas a estar aquí, no habría venido.— Metí las manos en los bolsillos del abrigo.
— Puedes venir cuando quieras, Pigeon. Nunca quise que te mantengas alejada
— No quiero interrumpir—Miró a lo alto de las escaleras, donde Delta, por supuesto, se puso a mirar el show. — Disfruta de la velada—dijo ella, dándose la vuelta. La agarré del brazo.
— Espera. ¿Estás enojada?— Ella tiró su abrigo de mi agarre.
—Sabes—se rió una vez—ni siquiera sé por qué estoy sorprendida.— Ella se había reído, pero tenía odio en sus ojos. No importa lo que hiciera, seguir adelante sin ella o acostarme en mi cama agonizante por ella, me habría odiado.
—No puedo ganar contigo. ¡No puedo ganar contigo! Dijiste que se había terminado... ¡Estoy jodidamente destrozado aquí! Tuve que romper mi teléfono en un millón pedazos para no llamarte cada minuto del maldito día, he tenido que jugar a que todo estaba bien en la escuela solo para que tú puedas ser feliz… y ¿estás jodidamente enojada conmigo? ¡Me rompiste mi maldito corazón!—grité.
— Nick, estás borracho. Deja que Miley se vaya a casa—dijo Joe. La agarré de los hombros y la atraje hacia mí, mirándola a los ojos.
— ¿Me quieres o no? ¡No puedes seguir haciéndome esto, Pigeon!
— No he venido aquí para verte.
— Yo no la quiero a ella—dije, mirando a sus labios. —Solo estoy tan jodidamente triste, Pigeon—Me incliné para besarla, pero ella agarró mi barbilla y me apartó.
— Tienes lápiz de labios en tu boca, Nick— dijo ella, disgustada. Di un paso atrás y levanté mi camisa, secándome la boca. Rayas rojas dejadas atrás hicieron imposible negarlo.
—Yo sólo quería olvidar. Sólo por una maldita noche.— Una lágrima se derramó sobre la mejilla de Miley, pero rápidamente se limpió.
—Entonces no dejes que te detenga.— Ella se volteó para irse, pero la agarré del brazo de nuevo. Un borrón rubio estaba de repente en mi cara, atacando y golpeándome con puños pequeños pero perversos.
— ¡Déjala en paz, bastardo!— Joe agarró a Demi, pero ella lo rechazó, volviéndose a golpear mi cara. El sonido de su mano contra mi mejilla fue rápido y fuerte, y me estremecí con el ruido. Todo el mundo se quedó inmóvil por un momento, sorprendido de la furia repentina de Demi. Joe agarró a su novia una vez más, conteniendo sus muñecas, y tirando de ella al Honda, mientras que ella luchaba contra él violetamente, su pelo rubio se azotaba mientras intentaba escapar.
— ¿Cómo pudiste? ¡Ella se merecía algo mejor de ti, Nick!
— ¡Demi, para!—gritó Joe, más fuerte de lo que jamás lo había escuchado. Sus brazos cayeron a su lado mientras miraba a Joe con disgusto.
— ¿Lo estás defendiendo?— Aunque estaba asustado como el infierno, él se mantuvo firme.
—Miley rompió con él. Él está tratando de seguir adelante.— Los ojos de Demi se estrecharon, y ella quitó su brazo de su agarre.
— Bueno, entonces, ¿por qué no vas a buscar una puta cualquiera —miró a Delta— del Red y te la llevas a casa para follar, y luego me avisas si eso te ayudo a olvidarte de mi?
—Demi—Joe trató de agarrarla, pero ella lo esquivó, cerrando la puerta mientras se sentaba detrás del volante. Miley abrió la puerta y se sentó a su lado.
— Nena, no te vayas—suplicó Joe, inclinándose hacia abajo en la ventana. Demi arrancó el coche.
— Hay un lado correcto y un lado incorrecto aquí, Joe. Y tú estas en el lado incorrecto
—Yo estoy de tu lado—dijo, con los ojos desesperados.
—Ya no, no lo estas—dijo ella, retrocediendo.
— ¿Demi? ¡Demi!—gritó Joe. Cuando el Honda se perdió de vista, Joe se dio la vuelta, respirando con dificultad.
— Joe, yo…—  Antes de que pudiera decir otra palabra, Joe tomo impulso y lanzó un puñetazo en mi mandíbula. Recibí el golpe, toqué mi cara, y luego asentí. Me lo merecía.
— ¿Nick?— Delta llamó desde la escalera.
— Te llevaré a casa—dijo Joe. Vi las luces traseras del Honda haciéndose más pequeñas mientras se llevaban a Miley mas lejos, sintiendo un nudo en mi garganta.
—Gracias.

Dany

martes, 15 de octubre de 2013

My Beautiful Mistake- Niley- Cap 23


Las conversaciones fáciles que solíamos tener estaban pérdidas en mí. Nada de lo que se me venía a la mente parecía apropiado, y estaba preocupado por molestarla antes de llegar a lo de papá. El plan era para que ella interpretara su papel, empiece a extrañarme, y luego tal vez tendría otra oportunidad de rogar por su regreso. Fue una apuesta arriesgada, pero la única cosa que tenía a mi favor. Entré en el camino de grava húmeda, y subí los bolsos al porche delantero. Papá abrió la puerta con una sonrisa.
— Me alegro de verte, hijo—su sonrisa se amplió cuando miró a la húmeda pero hermosa chica de pie a mi lado. —Miley Cyrus. Estamos ansiosos por la cena de mañana. Ha pasado mucho tiempo desde que… Bueno. Ha sido un largo tiempo.— Dentro de la casa, papá puso la mano sobre su vientre prominente y sonrió.
— Los puse a los dos en el cuarto de invitados, Nick. Me imagino no quieres pelear con la cama marinera en tu habitación.— Miley me miró.
— Miley umm... ella va a umm... Va a tomar la habitación de invitados. Yo voy a quedarme en la mía.
Frankie se acercó con el rostro torcido en disgusto.
— ¿Por qué? Ella ha estado viviendo en tu apartamento, ¿no es así?
— Últimamente no— le dije, tratando de no arremeter contra él. Él sabía exactamente por qué. Papá y Frankie intercambiaron miradas.
— La habitación de Kevin ha sido el almacenamiento por años, así que iba a dejar que tomara tu habitación. Supongo que puede dormir en el sofá —dijo mi padre, mirando a sus andrajosos y descoloridos cojines.
— No te preocupes por eso, Paul. Estábamos tratando de ser respetuosos —dijo Miley, tocándome el brazo. La risa de papá resonó por toda la casa, y él le acarició la mano.
— Tú has conocido a mis hijos, Miley. Deberías saber que es malditamente casi imposible ofenderme.— Asentí con la cabeza hacia la escalera, y Miley me siguió. Suavemente empujé la puerta con el pie y situé nuestros bolsos en el suelo, mirando a la cama y luego a Miley  Sus ojos grises estaban grandes, mientras recorrieron la cuarto, deteniéndose en una foto de mis padres que colgaba de la pared.
— Lo siento, Pigeon. Voy a dormir en el suelo.
— Por supuesto que lo harás—dijo ella, tirando de su cabello en una cola de caballo. —No puedo creer que me hayas convencido de esto.— Me senté en la cama, dándome cuenta de lo infeliz que era ella por la situación. Supongo que una parte de mí esperaba que ella estuviera tan aliviada como yo de estar juntos.
— Esto va a ser una mierda. No sé lo que estaba pensando.
— Sé exactamente lo que estabas pensando. No soy estúpida, Nick.— Miré hacia arriba y ofrecí una sonrisa cansada.
— Pero aun así viniste.
—Tengo que tener todo listo para mañana—dijo, abriendo la puerta. Me puse de pie.
— Yo te ayudo.— Mientras Miley preparaba las patatas, tartas, y el pavo, yo estaba ocupado llevando y entregando sus cosas, y completando las pequeñas tareas de cocina que ella me había asignado. La primera hora fue incómoda, pero cuando los gemelos llegaron, todo el mundo pareció congregarse en la cocina, ayudando a Miley a relajarse. Papá le contaba historias a Miley sobre nosotros de chicos, y nos reímos de historias anteriores de desastrosas cenas de Acción de Gracias cuando intentamos hacer algo más que pedir una pizza.
— Denise era tremenda cocinera— reflexionó papá. —Nick no recuerda, pero no tenía sentido intentarlo después de que ella muriera.
—No hay presión, Miley—dijo Frankie. Él se rió entre dientes, y luego cogió una cerveza de la refrigerador.—Saquemos las cartas. Quiero tratar de recuperar de nuevo algo del dinero que Miley tomó.— Papá hizo un gesto con el dedo.
— Sin póker este fin de semana, Frank  Bajé las fichas de dominó, ve a armar eso. Sin apuestas, maldita sea. Lo digo en serio.— Frankie negó con la cabeza.
— Está bien, viejo, está bien.—mis hermanos serpenteaban desde la cocina, y Frankie los siguió, deteniéndose para mirar hacia atrás. —Vamos, Nick.
— Estoy ayudando a Pigeon.
— No hay mucho más que hacer, bebé—dijo Miley. —Adelante.— Yo sabía que ella sólo lo había dicho para el show, pero no cambió la forma en que me hacia sentir. Rebusqué por su cadera.
— ¿Estás segura?— Ella asintió y me incliné para besarla en la mejilla, apretando sus caderas con los dedos antes de seguir a Frankie a la sala de juegos. Nos sentamos en la mesa de cartas, preparándome para un partido amistoso de dominó. Frankie estalló la caja, maldiciendo al cartón para cortar la parte inferior de su uña antes de repartir las fichas. Taylor resopló.
—Eres un maldito bebé, Frank, sólo reparte.
— Tú no puedes contar todos modos, idiota. ¿Por qué estás tan ansioso por esto?— Me reí de él, llamando su atención hacia mí.
— Tú y Miley se llevan bien—dijo— ¿Cómo fue que todo esto funcionó?— Yo sabía lo que quería decir, y le lancé una mirada por sacar el tema delante de los gemelos.
— Con mucha persuasión.— Papá llegó y se sentó.
— Ella es una buena chica, Nick. Me alegro por ti, hijo.
— Lo es—le dije tratando de no dejar que la tristeza se mostrara en mi cara. Miley estaba ocupada limpiando en la cocina, y pareció que pasé cada segundo luchando contra el impulso de unirme a ella. Puede haber sido unas vacaciones familiares, pero yo quería pasar cada momento libre que pudiera con ella. Una media hora más tarde, ruidos familiares me alertaron sobre el hecho de que el lavavajillas se había iniciado. Miley pasó a saludar desde lejos rápidamente antes de hacer su camino hacia las escaleras. Salté y le tome su mano.
— Es temprano, Pigeon. No te iras a la cama ¿No?
— Ha sido un largo día. Estoy cansada.
— Nos preparábamos para ver una película. ¿Por qué no te vienes abajo a pasar el rato?— Miró por las escaleras y luego a mí.
— Está bien.— La llevé de la mano hasta el sofá, y nos sentamos juntos mientras empezaban los créditos iniciales.
— Apaga la luz, Taylor—ordenó papá. Busqué detrás de Miley,  apoyando el brazo sobre el respaldo del sofá. Luché por no envolver mis brazos a su alrededor. Yo tenía dudas acerca de su reacción, y no quería aprovecharme de la situación cuando ella me estaba haciendo un favor. A mitad de la película, la puerta se abrió de golpe, y Kevin dobló la esquina, bolsos de mano.
— ¡Feliz Día de Acción de Gracias!—dijo, dejando su equipaje en el suelo. Papá se levantó y lo abrazó, y todo el mundo, menos yo, fue a saludarlo.
— ¿No vas a saludar a Kevin?—susurró Miley. Vi a mi padre y hermanos abrasarse y reírse.
— Tengo una noche contigo. No voy a perder ni un segundo de eso.
— Hola, Miley. Es bueno verte de nuevo. —Kevin sonrió. Toqué la rodilla de Miley  Ella miró hacia abajo y luego a mí. Notando su expresión, quité mi mano de su pierna y entrelacé mis dedos en mi regazo.
— Uh-oh. ¿Problemas en el paraíso?—preguntó Kevin.
— Cállate, Kev—me quejé. El humor de la sala cambio, y todos los ojos cayeron sobre Miley, esperando una explicación. Sonrió nerviosa y tomó mi mano entre las suyas.
— Estamos cansados—dijo sonriendo. —Hemos estado trabajando toda la noche en la comida—Su mejilla presionada en mi hombro. Miré hacia abajo a nuestras manos y luego apreté, deseando que hubiera alguna manera de que pudiera decir entonces cuánto apreciaba lo que ella estaba haciendo.
— Hablando de cansado, estoy agotada—suspiro Miley.  —Voy de cabeza a la cama, cariño.— Miró a todos los demás.—Buenas noches, muchachos
— Buenas noches, hermanita—dijo papá. Mis hermanos dieron las buenas noches, y vieron a Miley hacer su camino por las escaleras.
—Yo también me voy—dije.
— Apuesto a que si— bromeó Frankie.
— Bastardo con suerte—se quejó Tyler.
—Hey. No vamos a hablar de tu hermana así —advirtió papá. Haciendo caso omiso de mis hermanos, corrí por las escaleras, agarrando la puerta de la habitación justo antes de que se cerrara. Supuse que ella podría querer vestirse, y no estaría cómoda haciéndolo delante de mí nunca más, me quedé helado.
— ¿Quieres que espere en el pasillo, mientras te vistes para la cama?
— Voy a darme una ducha. Me vestiré en el baño.— Me froté la nuca.
— Muy bien. Voy a hacerme una cama, entonces.— Sus grandes ojos eran de acero sólido mientras ella asentía, su pared, obviamente, impenetrable. Escogió algunas cosas de su bolso antes de hacer su camino hacia el cuarto de baño. Excavando en el armario por sábanas y una manta, yo extendí la ropa en el suelo junto a la cama, agradecido de que por lo menos tuviéramos un poco de tiempo a solas para hablar. Miley salió del baño y yo deje caer una almohada en el suelo en la cabeza de mi cama y, a continuación, tomé mi turno en la ducha. No perdí tiempo, rápidamente pasándome el jabón por todo el cuerpo, dejando que el agua enjuague la espuma tan pronto como se formaba. A los diez minutos, ya estaba seco y vestido, caminando de nuevo al dormitorio. Miley estaba en la cama cuando volví, las sábanas tan altas en su pecho como pudo ponerlas. Mi cama en el piso no era tan atractiva como una cama con Miley acurrucada en su interior. Me di cuenta que mi última noche con ella la iba a pasar despierto, escuchando su respiración a pocos centímetros de distancia, incapaz de poder tocarla. Apagué la luz y me situé en el suelo.
— Esta es nuestra última noche juntos ¿no?
— Yo no quiero pelear, Nick. Sólo duérmete.— Me di la vuelta para mirarla, apoyando mi cabeza en mi mano. Miley se dio la vuelta, también, y nuestros ojos se encontraron.
—Te amo.— Ella me miró por un momento.
— Lo prometiste.
— Te prometí que esto no era un truco para volver a estar juntos. No lo era. —estiré la mano para tocar la de ella— Sin embargo, si eso significa estar de nuevo contigo, no puedo decir que no lo consideraría.
— Me preocupo por ti. No quiero que sufras, pero debería haber seguido mi instinto desde el primer momento. Nunca iba a funcionar.
— Tú si me amabas, ¿no?— Ella apretó los labios.
— Todavía lo hago.— Cada emoción se apoderó de mí en oleadas, tan fuerte que no podía distinguir una de la otra.
— ¿Puedo pedirte un favor?
— Estoy un poco en el medio de lo último que me pediste que hiciera—dijo con una sonrisa.
— Si esto es realmente... si realmente has terminado conmigo... ¿me dejas abrazarte esta noche?
— No creo que sea una buena idea, Nick.— Mi mano agarró firmemente sobre la de ella.
— ¿Por favor? No puedo dormir sabiendo que estas a menos de un paso de distancia, y nunca voy a tener la oportunidad de nuevo.— Miley me miró durante unos segundos, y luego frunció el ceño.
— No voy a tener relaciones sexuales contigo.
— Eso no es lo que estoy pidiendo.— Los ojos de Miley vagaron alrededor del suelo por un poco mientras contemplaba su respuesta. Finalmente cerrando los ojos fuertemente, se deslizó desde el borde de la cama y corrió las sábanas. Me metí en la cama junto a ella, rápidamente tirándola con fuerza a mis brazos. Se sentía tan increíble que junto con la tensión en la habitación, me esforcé para no quebrarme.
— Voy a extrañar esto—le dije. Besé su cabello y la atraje hacia mí, enterrando la cara en su cuello. Ella apoyó su mano en mi espalda, y tome otra inhalación, tratando de respirarla, para que ese momento del tiempo se quedara grabado en mi cerebro.
— Yo... No creo que pueda hacer esto, Nick—dijo ella, tratando de zafarse. No quería retenerla, pero si aferrarla significaba evitar que el profundo dolor ardiente que había sentido durante días terminara, tenía sentido resistirme.
— No puedo hacer esto—dijo de nuevo. Yo sabía lo que quería decir. Estar juntos así era doloroso, pero yo no quería que terminara.
— Entonces no lo hagas—le dije en su piel. —Dame otra oportunidad. Después de un último intento de liberarse, Miley se tapó la cara con las dos manos y lloró en mis brazos. La mire con lágrimas ardiendo en mis ojos. Saqué una mano suavemente y bese su palma. Miley respiró escalonadamente mientras yo miraba a sus labios, y luego de nuevo a sus ojos.
— Nunca ame a nadie de la manera en que te amo a ti, Pigeon.— Ella sorbió su nariz y me tocó la cara, ofreciendo una expresión de disculpa.
— No puedo.
— Lo sé—le dije, mi voz se quebró. —Ni una sola vez me convencí de que yo era lo suficientemente bueno para ti.— La cara de Miley se arrugó y ella negó con la cabeza.
— No eres solo tú, Nick. Nosotros no somos buenos el uno para el otro.— Negué con la cabeza, con ganas de estar en desacuerdo, pero ella tenia la mitad de la razón. Ella se merecía algo mejor, lo que quería desde hace tiempo. ¿Quién diablos era yo para quitarle eso a ella? Con ese reconocimiento, respiré profundamente y luego descansé mi cabeza contra su pecho.

Me desperté escuchando una conmoción abajo. — ¡Ay!—Miley gritó desde la cocina. Corrí escaleras abajo, tirando de una camiseta por encima de mi cabeza.
— ¿Estás bien, Pigeon?— El frío suelo envió ondas de choque a través de mi cuerpo, empezando por los pies. —¡Mierda! ¡El puto suelo esta congelado! —salté de un pie al otro, causando que Miley sofocara una risita. Todavía era temprano, probablemente cinco o seis de la mañana, y todo el mundo estaba dormido. Miley se inclinó para empujar el pavo en el horno, y mi tendencia de la mañana a sobresalir a través de mis pantalones cortos, tuvieron una razón más para hacerlo.
— Puedes volver a la cama. Yo sólo tenía que poner el pavo en el horno— dijo ella.
— ¿Vas a venir?
— Sí.
— Lidera el camino—le dije, barriendo mi mano hacia las escaleras. Me saque la camisa, mientras que ambos empujamos las piernas debajo de las sábanas, tirando de la manta hasta nuestros cuellos. Apreté mis brazos alrededor de ella, mientras temblábamos, esperando que nuestro calor corporal caliente el pequeño espacio entre nuestra piel y las mantas. Miré por la ventana, viendo grandes copos de nieve cayendo del cielo gris. Besé el pelo de Miley,  y ella pareció derretirse en mí. En ese abrazo, se sentía como si nada hubiera cambiado.
— Mira, Pigeon. Está nevando.— Se volvió hacia la ventana.
— Se siente un poco como Navidad— dijo, presionando ligeramente su mejilla contra mi piel. Un suspiro de mi garganta la impulsó a mirarme. —¿Qué?
— No vas a estar aquí para Navidad.
— Estoy aquí, ahora.— Saqué de mi boca en una media sonrisa, y luego me incline para besar sus labios. Miley retrocedió y sacudió su cabeza.
— Nick…— La sostuve con fuerza y bajé la barbilla.
— Tengo menos de veinticuatro horas contigo, Pidge. Voy a besarte. Voy a besarte mucho hoy. Todo el día. Cada vez que pueda. Si quieres que me detenga, sólo di la palabra, pero hasta que lo hagas, voy a hacer que cuente cada segundo de mi último día contigo.
— Nick—Miley comenzó, pero después de unos segundos de pensarlo, de su línea de visión bajo a mis labios. Sin querer dudar, de inmediato me incliné para besarla. Ella me devolvió el beso, y aunque yo solo deseaba que fuera corto y dulce, mis labios se separaron, haciendo que su cuerpo reaccionará. Su lengua se deslizó en mi boca, y cada parte de mí que era un hombre de sangre caliente gritó para ir a toda máquina. Me tiré sobre ella y Miley dejó caer una pierna hacia un lado, dándole la bienvenida a mis caderas para caber perfectamente entre sus muslos. Poco después, ella estaba desnuda debajo de mí, y a mi tomó sólo dos movimientos rápidos quitarme ropa. Presionando mi boca contra la de ella, duro, agarré las barras de hierro de la cabecera de la cama con las dos manos, y en un rápido movimiento, empujé dentro de ella.
Mi cuerpo se sintió caliente al instante, y no podía dejar de empujar y balancearme en su contra, incapaz de controlarme. Gemí en la boca de Miley cuando ella arqueó la espalda para mover sus caderas contra las mías. En un momento ella apoyó las plantas de los pies en la cama para poder elevarse y permitirme deslizarme dentro de ella por completo.
Con una mano en el hierro, y la otra en la nuca de Miley, empujé en ella una y otra vez, todo lo que había pasado entre nosotros, todo el dolor que había sentido, olvidado. La luz de la ventana se colaba mientras perlas de sudor comenzaron a formarse en nuestra piel, lo que hizo un poco más fácil deslizarse hacia atrás y hacia adelante. Estaba a punto de acabar cuando las piernas de Miley comenzaron a temblar, y sus uñas se clavaron en mi espalda. Contuve el aliento y empuje en ella una última vez, gimiendo con los intensos espasmos en todo mi cuerpo. Miley se relajó contra el colchón, su línea del cabello húmedo, y sus miembros flojos. Respiré como si acabara de correr una maratón, sudor resbalaba del pelo encima de mi oreja y por el contorno de mi rostro. Los ojos de Miley se iluminaron al oír voces murmurando abajo. Me puse de lado, repasando su rostro con pura adoración.
— Dijiste que sólo ibas a besarme—me miró como solía hacerlo, haciendo fácil pretender.
— ¿Por qué no nos quedamos en la cama todo el día?
— Vine aquí a cocinar, ¿recuerdas?
— No, viniste aquí para ayudarme a cocinar, y no tengo que reportarme a mis tareas por otras ocho horas.— Me tocó la cara, su expresión me prepara para lo que podría decir.
— Nick, creo que nosotros…
— No lo digas, ¿de acuerdo? No quiero pensar en ello hasta que tenga que hacerlo. —Me levanté y me puse los boxers, acercándome al bolso de Miley  Arrojé su ropa a la cama, y luego tiré mi camiseta por encima de mi cabeza—Quiero recordar esto como un buen día.

Parecía que poco después de despertarnos, era la hora del almuerzo. El día corrió por lejos demasiado jodidamente rápido. Temía a cada minuto, maldiciendo al reloj cuando se acercaba a la noche. Admitiéndolo, había terminado con Miley. Ni siquiera me importaba que ella solo hacia un show, me negué si quiera a considerar la verdad mientras ella estaba a mi lado. Cuando nos sentamos a cenar, papá insistió en que yo cortara el pavo, y Miley sonrió con orgullo mientras yo me ponía de pie para hacer los honores. El clan de Jonas aniquiló el duro trabajo de Miley, y la colmó de elogios.
— ¿He hecho lo suficiente?—ella se echó a reír. Papá sonrió, pasando su tenedor a través de sus labios para conseguir limpiarlo de postre.
— Has hecho un montón, Miley  Nosotros sólo queríamos llenarnos hasta el próximo año... a menos que quieras hacerlo todo de nuevo en Navidad. Eres una Jonas, ahora. Te espero en cada día de fiesta, y no para cocinar.— Con las palabras de papá, la verdad se filtraba, y mi sonrisa se desvaneció.
— Gracias, Paul.
— No le digas eso, papá—dijo Frankie. —Ella tiene que cocinar. ¡No he tenido una comida como esta desde que tenía cinco! —Él se metió media rebanada de pastel de nuez en la boca, suspirando de satisfacción. Mientras mis hermanos limpiaron la mesa y lavaron los platos, me senté con Miley en el sofá, tratando de no sostenerla demasiado apretada. Papá ya se había retirado, su barriga llena, lo puso demasiado cansado para tratar de mantenerse despierto. Puse las piernas de Miley en mi regazo, y le quite los zapatos, masajeando las plantas de sus pies con mis pulgares. Le encantaba eso, y yo lo sabía. Yo podría haber estado tratando de recordarle sutilmente a ella sobre lo bien que estábamos juntos, aunque en el fondo sabía que era hora de seguir adelante. Miley me amaba, pero ella también se preocupaba por mi demasiado como para enviarme lejos cuando debería. Incluso aunque yo le había dicho antes que no podía alejarme de ella, finalmente me di cuenta de que la amaba demasiado como para joder su vida quedándome o perderla por completo, obligándonos a los dos a aguantar hasta que termináramos odiando el uno al otro.
— Esta fue la mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que murió mamá—le dije.
— Me alegro de haber estado aquí para verlo.— Respiré profundamente.
— Soy diferente—le dije, en conflicto acerca de lo que iba a decir a continuación. —No sé lo que me pasó en Las Vegas. Ese no era yo. Estaba pensando en todo lo que te podría comprar con ese dinero, y eso era todo lo que estaba pensando. No vi lo mucho que te dolió que yo quiera llevarte de vuelta allí, pero en el fondo, creo que si lo sabía. Me merecía que me dejarás. Me merecía todo el sueño que perdí y el dolor que he sentido. Necesitaba todo eso para darme cuenta de lo mucho que te necesito, y lo que yo estoy dispuesto a hacer para mantenerte en mi vida. Has dicho que has terminado conmigo, y yo lo acepto. Soy una persona diferente desde que te conocí. He cambiado... para mejor. Pero no importa cuánto lo intente, no parece ser lo correcto para ti. Fuimos amigos primero, y yo no puedo perderte, Pigeon. Yo siempre te amaré, pero si no puedo hacerte feliz, no tiene mucho sentido para mí tratar de recuperarte. No me puedo imaginar estar con alguien más, pero voy a estar feliz mientras seamos amigos.
— ¿Quieres que seamos amigos?
— Quiero que seas feliz. Cueste lo que cueste.— Ella sonrió, rompiendo la parte de mi corazón que quería retractar todo lo que acababa de decir. Una parte de mí esperaba que me dijera que me callara la boca porque pertenecíamos el uno al otro.
— Cincuenta dólares a que me agradecerás por esto cuando conozcas a tu futura esposa.
— Esa es una apuesta fácil—le dije. No me podía imaginar una vida sin ella, y ella ya estaba pensando en nuestros futuros por separado. —La única mujer con la que alguna vez quise casarme acaba de romper mi corazón.—  Miley se secó los ojos y se puso de pie.
— Creo que es hora de que me lleves a casa.
— Vamos, Pigeon. Lo siento, eso no fue divertido.
— No es eso, Nick. Estoy cansada, y yo estoy lista para ir a casa.— Contuve el aliento y asentí, parándome. Miley abrazó a mis hermanos despidiéndose, y pidió a Frankie que le diga adiós a papá. Me quedé en la puerta con las maletas, viendo a todos acordando volver a casa para Navidad. Cuando desaceleré llegando a Morgan, sentí el más pequeño rastro de culminación, pero eso no contuvo a mi corazón de romperse. Me incliné para besarla en la mejilla, y luego mantuve la puerta abierta, mirando como ella entraba.
— Gracias por hoy. No sabes lo feliz que hiciste a mi familia.— Miley se detuvo al pie de la escalera y se volvió.
— Vas a decirles mañana, ¿no es así?— Miré al Charger, tratando de contener las lágrimas.
— Estoy bastante seguro de que ya lo saben. Tú no eres la única con cara de póker, Pidge.— La dejé en las escaleras, sola, negándome a mirar hacia atrás. A partir de ahora, el amor de mi vida era sólo una conocida. No estaba seguro de la expresión que tenía en mi cara, pero no quería que ella la viera. El Charger se quejó mientras conducía más allá del límite de velocidad de nuevo a lo de mi padre. Me tropecé hasta el living, y Kevin me dio una botella de whisky. Todos tenían algo en un vaso.
— ¿Les dijiste?— le pregunté a Frankie, mi voz rota. Frankie asintió. Me dejé caer de rodillas, y mis hermanos me rodearon, colocando sus manos sobre mi cabeza y hombros en apoyo.

Dany