viernes, 7 de marzo de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 19


Abrió la puerta y se quedó mirando, atónita y confusa. ¿Qué estaba haciendo aquí? Ni siquiera podía imaginarlo. Nick se dio la vuelta, con una caja en sus brazos. Sus ojos se profundizaron a un azul medianoche en el momento en que encontraron los de ella. Sin decir una palabra, caminó junto a ella. Cerró la puerta y se dio la vuelta, apoyándose contra la misma. Le tomó un par de momentos recordar cómo hablar. 
—¿Qué estás haciendo aquí?— Nick miró a su alrededor a su pequeño apartamento con interés.
—Es la víspera de Navidad.
—Sí, ya lo sé —Dios, hubiera ordenado un poco si hubiera sabido que iba a darse una vuelta—. ¿No deberías estar con tus hermanos y la familia de Danielle?— Él se encogió de hombros mientras colocaba la caja en la mesa de café. Algo que sonaba festivo tintineaba dentro. Se sentó en el sofá como si lo hubiera hecho un millón de veces antes, sonrió mientras daba unas palmaditas al almohadón a su lado. Él sonrió abiertamente. 
—Me gusta la pintura, por cierto. La señorita Gore dijo que parecía Plaza Sésamo aquí dentro, pero no lo creo.— Oh, Dios ayúdala, ella odiaba a esa mujer. Su mirada saltó de la nada a las paredes rojas. Bien. En cierto modo le hizo recordar a Plaza Sésamo. 
—¿No lo crees?
—Nop. Me gusta. Te queda.— Su corazoncito dio todo un revoloteo al oír eso, lo que era malo y tan necesitado a detenerse.
—¿Qué estás haciendo aquí, Nick?
—Siéntate —palmeó el lugar junto a él de nuevo.
—No te irás, ¿verdad? —Ella hizo una mueca cuando vio a Pepsi asomándose desde el dormitorio.
—Nop.— Más nerviosa de lo que nunca había estado en toda su vida, tiró de la bata un poco más y se sentó a su lado. Él se echó hacia atrás e inclinó la cabeza hacia ella. Su mirada recorrió el cabello húmedo y luego se trasladó a la V en la bata antes de ir al cinto al que ella se estaba aferrando como un salvavidas. 
—Debería haber aparecido unos diez minutos antes.— Miley quería reír, pero luego recordó, no era que ella hubiera realmente olvidado, lo que habían hecho en el jeep después de la cena. Emm, lo que ella había hecho, en realidad. Cada vez que hacían algo, se decía que no volvería a suceder. Era un mantira inútil mientras lo observaba por el rabillo de sus ojos. Sin previo aviso, una mancha de color naranja se levantó sobre el brazo del sofá. Nick giró, las cejas elevándose cuando Pepsi le devolvió la mirada. 
—Ese es el gato más grande que he visto nunca.— Como si Pepsi hubiera entendido la diferencia entre grande y gordo, el gato pasó por debajo del brazo y se acercó tentativamente a Nick. Ella contuvo el aliento. Nick se estiró y rascó al gato detrás de la oreja. 
—¿Cuál es su nombre?
—Pepsi.
—¿Pepsi? —Nick se rió—. ¿Por qué ese nombre?— Ella sonrió. 
—Lo encontré en una caja de Pepsi cuando era un gatito. El nombre se quedó. —Sorpresa titiló a través de ella cuando Pepsi subió al regazo de Nick
—Estoy sorprendida de que está dejándote acariciarlo. No es tan amable.— Nick la miró con un brillo maligno. 
—¿Qué puedo decir? Los gatitos me aman.— Una carcajada brotó de ella. 
—No puedo creer que hayas dicho eso.
—Sí, eso fue algo malo. —Pasó la mano sobre el vientre de Pepsi. Unos momentos transcurrieron en silencio, y luego dijo casualmente—, Danielle me dijo.
—¿Te dijo qué? —Su estómago se anudó inmediatamente. Él echó un brazo sobre el respaldo del sofá, atrapando con los dedos un mechón de cabello húmedo.
—Acerca de tus padres.— Apartando la mirada, ella tomó una respiración profunda. —¿Así que estás aquí porque sientes lástima por mí? Porque si ese es el caso, puedes guardar tu simpatía. No quiero lástima. Es por eso que no hablo sobre…
—Oye... —Suavemente le tiró del cabello—. Siento pena por ti, pero no es compasión. Es empatía.— Ella se volvió hacia él, cejas arqueadas. 
—¿Empatía?— Él sonrió con su sonrisa de medio lado mientras seguía colmando con atención a Pepsi. 
—Sí, estás sorprendida de que yo sé lo que eso significa, ¿verdad? Pero sí. Y no hay nada malo en sentir empatía por ti.— Miley lo miró fijamente.
—Y lo qué pasó con tus padres es una mierda. Y el hecho de que no puedas disfrutar de algo como la Navidad es aún peor. —Nick hizo girar el cabello alrededor de su dedo, y se encontró con que a ella le gustaba cuando jugaba con su pelo—. Yo entiendo por qué no quieres. Al principio, yo estaba en contra de la toda la fiesta de Navidad del clan Deleasa, incluso cuando era un niño. Ya sabes, fue Kevin quien empezó a salir con Michael primero. Joe y yo éramos los menores y pensábamos que éramos demasiado geniales, pero los Deleasa nos invitaron una noche de Navidad y estábamos como, ¿qué diablos?
Miley se recostó contra el sofá, tranquila mientras él hablaba. Lo que era más raro que ella hablando de sus padres, era Nick hablando de él y de su infancia. En cierto modo, de alguna manera tenían eso en común. Sus familias y el pasado era algo que ellos dos aferraban cerca, y eso respetaban él uno del otro.
—Fue extraño estar rodeado de una familia, una familia normal y feliz. —Su mirada la abandonó, centrándose en la caja sobre la mesa—. Mis padres realmente no celebraban nada. Ambos estaban demasiado envueltos en sus propios mundos como para realmente preocuparse por algo más. Cuando mis hermanos y yo éramos muy pequeños, ellos habían preparado algunas cosas para la Navidad, pero eso se detuvo tan pronto como mi padre...— No le hacía falta dar más detalles. Miley ya sabía lo que Danielle le
había dicho. Jonas padre había sido un hombre de negocios muy conocido, controlador y parrandero empedernido, y si alguien buscaba la definición de mujeriego en el diccionario, la imagen de su padre hubiera estado debajo de ella.
—De todos modos, una vez que empecé a ir a la casa de los Deleasa para las fiestas, yo estaba feliz de haberlo hecho. Y sé que tú tienes tus razones. Yo respeto eso, pero no deberías estar sola en Navidad.
—Nick... —No sabía qué decir mientras lo veía colocar suavemente a Pepsi en el cojín a su lado y sentarse hacia delante. El corazón le latía con fuerza en su pecho como si acabara de correr en círculos alrededor de su sala de estar.
—Me he pasado más o menos una docena de Noche Buenas con los Deleasa y más de las que quiero recordar con mis hermanos. —Mostró esa sonrisa burlona de él—. Y no he pasado una contigo. Así que por eso estoy aquí. No discutas conmigo al respecto.— Sus dedos se aflojaron alrededor de la túnica mientras negaba con la cabeza. Una parte de ella estaba bailando alrededor como una chica hippie, pero la otra parte estaba aterrorizada, miedo sin sentido por este acto de bondad y cariño. Y entonces él abrió la caja.
—Esto es lo que mi madre solía armar en la casa para la Navidad. Es un poco tonto y patético realmente, pero siempre me gustaron las cosas estúpidas —Nick sacó un árbol de Navidad de cerámica de un débil verde, de cerca de 60 centímetros de altura. Cada extremidad tenía una bombilla pequeña unida a él. Un enchufe eléctrico colgando de la base—. Bastante cursi, ¿eh? Pero esto fue nuestro árbol durante años.
Las lágrimas llenaron sus ojos cuando él se levantó y ubicó el árbol al final de la mesa y luego lo enchufó. El arbolito se iluminó desde dentro, brillando en un verde suave, y brillaban los focos multicolores.
—¡Tarán! —Él se enderezó y se enfrentó a Miley. La amplia sonrisa se desvaneció de inmediato—. Oh no...
—Lo siento. —Ella se limpió las esquinas de los ojos con las mangas de su bata—. No es mi intención llorar. No estoy molesta.— Él parecía más confuso con cada segundo que pasaba.
—Esto es sólo una cosa tan bonita —se apresuró a añadir—. Me encanta el árbol, de verdad, lo hace. Gracias.
Y estuvo bastante segura de que en ese momento supo que no había vuelta atrás. Se había enamorado perdida e irrevocablemente de él. Nada iba a cambiar eso. Ni siquiera el hecho de que su relación entera fue
construida sobre mentiras. Miley estaba enamorada de él. Esa comprensión no podría haber llegado en un mejor o peor momento. Su corazón se hinchó mientras su cerebro estaba tramando la manera de patear la bendita mierda de ella. Enamorarse de Nick era tan peligroso para su corazón, pero no podía evitarlo. Su corazón no le pertenecía a ella nunca más. Pertenecía al hombre frente a ella. La sonrisa de Nick era un poco insegura, algo que ella nunca había visto antes. 
—Hombre, si vas a llorar por eso, mejor busco algunos pañuelos.— Miley se echó a reír. 
—¿Por qué?
—Prepárate —Nick alcanzó de vuelta la caja y sacó una pequeña caja roja envuelta en satén rojo—. Te traje algo.
—Oh, Nick, no deberías haberlo hecho.— Él arqueó una ceja. 
—Ni siquiera has visto lo que es.
—Pero yo no…
—No importa que no me hayas conseguido algo. Eso no es de lo que se trata. —Se sentó de nuevo hacia abajo, y Pepsi dio la vuelta sobre su pierna como una mancha gorda naranja y peluda—. Y además, tú casi me has dado mi futuro con el equipo, incluso si acordaste en hacer esto para aumentar tu grupo de citas.
Miley abrió la boca, ya que esa no era la razón del por qué, pero no podía decir si estaba bromeando o no, y ¿cómo iba a admitir la verdad? Ella fue chantajeada básicamente. Qué estado de ánimo asesino. Nick puso la cajita en su mano. Con mucho cuidado, enganchó su dedo meñique debajo de la cinta y tiró. Se deslizó con facilidad, y entonces ella forzó la tapa. Miley contuvo el aliento. 
—Oh Dios mío...
—¿Puedo tomar eso como un me gusta?
—¿Gusta…? —Miley buscó en el interior y con dedos temblorosos, ella levantó el collar que le habría hecho saltarse un alquiler para conseguirlo. Era el de Little Boutique, la esmeralda en la cadena de plata. Nick tomó la caja de sus manos y la colocó sobre la mesa de café. 
— Ese es el que mirabas en la tienda, ¿verdad?
—Sí —susurró ella, parpadeando para contener las lágrimas frescas—. ¿Por qué haces esto?
—Porque quería.
—¿Y siempre haces lo que quieres? —La joya era del peso perfecto.
—No siempre —dijo en voz baja—. Yo solía pensar que lo hacía y tal vez lo hice, pero ya no, no siempre.— Ella levantó las pestañas húmedas y sus ojos se encontraron con los suyos. 
—Gracias. No deberías haberlo hecho, pero gracias. Y lo siento por lo de ayer. Yo fui una perra y tú sólo estabas siendo amable. Lo siento…
—Escucha, no es gran cosa. —Nick se estiró hacia adelante y tomó el collar de sus manos—. Date la vuelta y levanta tu pelo.— Torciendo la cintura, ella obedeció y levantó la pesada masa de pelo. Nick estuvo silencioso y rápido mientras se movía. Era sólo el deslizamiento fresco de la esmeralda entre sus pechos que le avisó de su cercanía. A continuación, el collar debe de haber sido entrelazado, porque sus manos estaban alrededor de ella, bajando de modo que su cabello cayó sobre sus hombros. Sin embargo, lo liberó. Miley se enfrentó a él, con el corazón y el pulso latiendo en cada parte de su cuerpo. Ella no sabía lo que estaba haciendo. Inclinándose hacia delante, puso las manos en la pequeña sección del sofá entre ellos, y apretó sus labios contra los suyos. 
—Gracias —dijo de nuevo, y se retiró. No había ninguna duda del hambre en esos ojos de cobalto. Nick no dijo nada cuando ella se levantó de repente con las piernas temblorosas. En la habitación oscura iluminada únicamente por la Televisión enmudecida y el arbolito de Navidad, Miley sabía que no quería que se fuera. Todavía no. Nunca. Y también sabía que sólo conseguiría una de esas cosas. Sus dedos encontraron la esmeralda, y su pecho se contrajo. 
— ¿Quieres algo de beber? Creo que tengo un poco de vino o…— Él se puso de pie tan bruscamente que Pepsi salió disparado del sofá hacia la cocina, y Miley sintió un escalofrío de emoción. No había duda de la intención en su expresión.
—Estoy sediento —dijo, dando un paso hacia adelante. Miley se quedó sin aliento mientras se movía hacia atrás. Ella no llegó muy lejos. Él estuvo frente a ella en segundos, ahuecando sus mejillas. La besó, tan rápido y suavemente como ella lo había besado... y estaba deshecha.
—Por favor... —susurró. Se quedó muy quieto. 
—Por favor, ¿qué?— Ella se humedeció los labios, y el gruñido de Nick retumbó a través
de ellos. 
—Tócame, pero no te detengas. Por favor.

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