viernes, 21 de marzo de 2014

Teach Me to Love - Niley - Cap 02


Después de hablar con Dolly cuando Miley estaba en el servicio de mujeres, supe lo que tenía que hacer. Sabiendo que Miley estaría de vuelta en la playa el día siguiente, pedí el permiso de Dolly para llevar a su sobrina a cenar fuera. Decidí no hacer surf ese día. Estaba nervioso por pedirle salir y no quería oler como el océano. Dolly me dijo que ella tenía casi dieciocho, lo que la hace solo casi tres años más joven, pero como cualquier chico, todavía temía el rechazo. Estacioné mi camioneta en un espacio vacío en el pequeño estacionamiento y vi a Miley inmediatamente. Me senté y la observé antes de salir. Se mantuvo mirando a su libro, y luego exploraba el agua lentamente. ¿Estaba buscándome? Eso me puso en marcha. Aparecí detrás de ella. No estaba leyendo Drácula; debía haberlo terminado como dijo que lo haría. Estaba sosteniendo Orgullo y Prejuicio. Supongo que no hacía las cosas a medias.
—Esa señorita Bennett te va a sacar de quicio tarde o temprano —dije finalmente. Miley cerró su libro de golpe y saltó cuando me agaché a su lado. Se veía tan hermosa. Me recordaba a Blanca Nieves. Su piel era impecable como la porcelana enmarcada con su cabello oscuro, casi negro. Los grandes ojos marrones de Miley estaban muy abiertos por la sorpresa mientras se daba la vuelta para mirarme. Me quité mis gafas de sol y cambié mi peso para arrodillarme en la arena.
—Terminé Drácula justo como dije que lo haría —dijo rápidamente. Su cálido aliento tocó mi cara, y me di cuenta de la cercanía de nuestros labios. Parpadeé un par de veces, intentando formar mi siguiente pensamiento.
—¿Y qué pensaste? —pregunté, moviéndome para sentarme a su lado en la toalla de playa. Esperaba que ella no estuviera molesta por cómo seguía moviéndome más y más cerca, parecía que no podía evitarlo. Miley tragó antes de responder.
—Me gustó más que la película. —Se encogió de hombros pero no se alejó.
—Bien. —Reí—. Ahora puedo seguir respetándote. —¡Estúpido! Ella acaba de terminar uno de tus libros favoritos, y tú la has insultado. Realmente suave. Miley dejó escapar una risa dura.
—Bueno, me alegro mucho de que pueda satisfacer tus expectativas —dijo desafiante y cruzó los brazos sobre su pecho, el símbolo universal de cierre personal. Instintivamente, alargué una mano y toqué su mano ligeramente. Tuve que ignorar lo suave que era su piel y disculparme.
—Ahora no me malinterpretes Miley. Me encuentro normalmente con gente que se escabulle y no terminan el libro si simplemente pueden ver la película. —Mis dedos hicieron un recorrido por su brazo hasta la mano que estaba sosteniendo su antebrazo con la esperanza de que me mirara—. Todo lo que estoy diciendo es que estoy impresionado. —Ahora nuestros dedos se estaban tocando, y estaba teniendo problemas para concentrarme—. Quiero decir leíste, qué, como doscientos cincuenta páginas anoche. Eso es persistencia. —Mis dedos se entretuvieron sobre su mano, y me encontré tomando nota del contraste de nuestra piel. Estaba pasando demasiado tiempo bajo el sol.
—Soy una lectora rápida —murmuró, y me di cuenta de que estaba mirando fijamente mi boca—. Y persistente. —Miré de nuestras manos a su boca. Los labios de Miley eran del color de los pétalos coral pálido y se abrieron un poco cuando se dio cuenta de que le estaba mirando. Tenía que mantenerme concentrado.
—Muy impresionante —añadí, esperando que supiera que estaba hablando de la lectura y no de sus labios. Está bien, un poco de sus labios. Me forcé a inclinarme hacia atrás cuando lo que de verdad quería hacer era sostener su suave mejilla en mi mano y presionar mis labios en los de ella. Mi mano todavía estaba en la de Miley, y a ella no parecía importarle. Todo en lo que me podía concentrar era nuestro toque. Me sentía cómodo y relajado, como si fuera la cosa más natural del mundo. Levanté la vista de nuestras manos para encontrar su mirada fija en mí. Un corto segundo después, eché la espalda hacia atrás. No podía concentrarme mientras estaba tan cerca de ella. Negué con la cabeza, y mis pensamientos lentamente volvieron a la razón por la que estaba aquí.
—¿Sin hacer surf hoy? —preguntó, rompiendo el silencio. Miré al océano, luego de nuevo a ella.
—Hoy las olas son de mierda —dije en voz alta. Y tengo que trabajar, para llevarte a una cita, agregué en mi mente. Cuando hablé otra vez, bajé mi voz, y ella se inclinó hacia mí—. Y estaba esperando hacer algo diferente hoy.— Miley arqueó una ceja oscura.
—¿Y qué sería eso? —Podía sentir mi cara volviéndose caliente, avergonzado. Me agaché al nivel de sus ojos otra vez. Solo dilo, me ordené.
—Miley, ¿quieres salir conmigo esta noche? —hablé tan rápido que casi no entendí lo que dije.
—¿Quieres salir conmigo? —preguntó, su voz sonaba sorprendida. Ambas cejas oscuras se arquearon en su frente. Oh. Mierda. ¿Cuán arrogante soy? Miley debe tener novio. ¿Dolly no me lo habría dicho? Tal vez él es un títere, y ella quiere que yo me abalance y le haga perder la cabeza a Miley. Serénate. Puedo volverla loca. Forcé una risa dura.
—Por supuesto que quiero —dije, tomando su mano fácilmente—. Nunca he hecho surf en una playa tantos días consecutivos, pero después de verte a ti aquel primer día, tuve que seguir viniendo —dije todo claramente. Silencio. Los ojos azul cielo de Miley se redondearon con sorpresa. Rompió el contacto visual conmigo y bajó la mirada hacia mi mano sobre la suya. Pensé que iba a quitar mi mano de encima, pero en su lugar, entrelazó las yemas de nuestros dedos. Mi pulso se aceleró.
—Así que —dijo, su voz baja—, ¿una cita? —Su mano estaba cálida alrededor de la mía, y no pude evitar mover mi pulgar hacia atrás y adelante sobre su piel suave.
—¿Qué tal si te recojo en casa de tu tía Dolly a las seis? —Sus mejillas se sonrojaron, y se veía aún más hermosa.
—Bien —susurró Miley. Me acerqué más para hablar directamente en su oreja. Olía como a coco y cítrico.
—No creo que sepas lo adorable que eres cuando te avergüenzas —susurré. No me moví: me quedé atrapado en un limbo bajo su trance—. Nos vemos a las seis en punto. —Me levanté rápidamente y me fui antes de que pudiera decir algo más o actuar siguiendo mis impulsos.
* * *
El trabajo fue un borrón. Recuerdo contarle a Sean, mi mejor amigo, sobre Miley. Estoy bastante seguro de que eso era lo único de lo que podía hablar. Él la recordaba de la noche anterior y más o menos la había acosado desde las sombras. En un momento dado, él había amenazado con invitarla a salir si yo no lo hacía. Pensé que podría estar molestándolo con lo mucho que estaba hablando sobre ella, pero no me importaba.
—Así que —dijo Sean. Me volví hacia él mientras continuaba—, ¿vas a llevar a esta Chica de los Libros a la hoguera esta noche? —Demonios. Me había olvidado de eso.
—No lo sé… —dejé que mi frase se fuera apagando. Sean me conocía bien.
—Te olvidaste —acusó. No. Simplemente no me acordaba.
—Simplemente no creo que eso sea una especie de primera cita…
—De ninguna manera —me cortó Sean—. Vas a estar ahí. Es nuestra tradicional fiesta de fin de año, nuestra última. —Tenía razón. Desde que estábamos en la escuela primaria, siempre celebrábamos el verano con una hoguera, una manera de dar la bienvenida a los meses sin preocupaciones de surf y sol. Primero fue con nuestras familias, luego se extendió a nuestros amigos, y ahora solo era un enorme grupo de personas. En mi caso yéndome de la universidad a un ritmo acelerado, ésta sería probablemente nuestra última fiesta juntos. A Sean todavía le quedaban dos años de universidad, y yo había estado solicitando trabajos por toda California, así que, ¿quién sabe dónde terminaría?
—Veré qué puedo hacer —prometí. Sean no parecía contento pero me conocía lo suficientemente bien como para saber que intentar que cambiara de idea era inútil. No me importaba la fogata de esta noche. Tenía una cita con Miley.
* * *
Antes de salir de la casa, mi madre me dio algunos buenos consejos: llévale unas flores a Dolly; me ganaría unos puntos. Mi madre siempre está diciendo cosas como esa, enseñándome los puntos más finos de cómo tratar a las mujeres. Así que en mi camino a casa, me detuve en el mercado de productores y tomé un ramo de flores silvestres para Dolly y un único girasol para Miley. Parecían adecuadas para ambas mujeres. Cuando llegué ahí, me paré en la puerta, esperando a llamar. Faltaban dos minutos para las seis. Podía oírlas riéndose dentro, pero sonaba como si fuera Dolly principalmente. Estaba entusiasmado y nervioso. Cambié las flores a una mano y llamé. La risa se detuvo, y un momento más tarde, Dolly abrió la puerta con una enorme sonrisa.
—Buenas tardes, Dolly —dije, sosteniendo el ramo de flores silvestres hacia ella—. Éstas son para ti. —Sonreí cuando la boca de Dolly formó una O, y las tomó.
—Nicholas —susurró—. Eres todo un encanto. —Dio un paso atrás y agitó una mano hacia dentro—. Entra, por favor. —Lo hice. La casa de Dolly era lo que yo llamaría “eclético”, pero no me importaban sus cuadros y muebles. Escudriñé la habitación buscando a Miley. Justo cuando estaba pensando en su nombre, apareció por la cocina. El tiempo se detuvo. Era la persona más hermosa que alguna vez había visto. Llevaba una falda larga blanca que fluía y una camiseta sin mangas amarilla pálida; su cabello claro estaba recogido en alto. Quería dejar caer la flor que estaba sosteniendo y pasar mis dedos por su piel, por la base de su cuello hasta su hombro.
—Voy a ponerlas en un poco de agua —dijo Dolly, rompiendo mi trance de Miley. Me di cuenta de que se estaba ruborizando por mi mirada y dio unos pocos pasos hacia mí. Cerré la distancia entre nosotros y extendí el girasol hacia ella.
—Esto me ha hecho pensar en ti —dije quedamente. Miley las alcanzó, y nuestros dedos se rozaron otra vez. Se sintió diferente de lo que había hecho antes ese día. Era más poderoso, como si estuviera fijado con electricidad. Nuestras miradas se encontraron, y supe que los dos lo habíamos sentido.
—Es preciosa —dijo—. Gracias. —Sonreí a cómo algo tan simple podía hacerla feliz.
—De nada —respondí. Dolly volvió a la habitación, y di un reacio paso atrás. Ella tenía una ramita de lo que parecía ser lavanda en su mano. Caminó hasta Miley y le dijo algo al oído, lo cual la hizo sonrojarse. Miley se movió, y Dolly comenzó a agitar la lavanda en el cabello oscuro de Miley. Cuando hubo terminado y Miley no estaba mirando, me guiñó el ojo.
—Déjame poner ese maravilloso girasol en un gran jarrón por ti, Miley —dijo Dolly y se lo recogió—. Ahora pónganse en marcha, ustedes dos. La noche es joven, y ustedes también. —Y con eso, estábamos en nuestra cita. El aire nocturno era cálido mientras el sol colgaba vagamente en el cielo. Quería sostener la mano de Miley mientras caminábamos hacia la camioneta pero decidí que no quería presionar. Abrí la puerta para ella y la ayudé a meterse en la cabina. Una vez que estuve dentro, me volví para mirar hacia ella. El sol poniente la hacía lucir radiante. Me miró por el rabillo del ojo y luego se volvió para mirarme a la cara. Bajó la mirada hacia su falda, y luego tocó la parte superior de su delgado top.
—¿Qué pasa? —preguntó, alarmada. Estiré el brazo y tomé su mano, sin importarme si parecía atrevido.
—Estás impresionante —le dije. Nos miramos el uno al otro, y sentí que la gravedad me tiraba hacia ella.
—Tú no te ves nada mal —dijo con una sonrisa. Tuve que reír ante su evaluación. Me gusta una chica ingeniosa.
—Iba a usar pantalones cortos y arreglarme mi cabello con la cera de la tabla de surf. Pero luego he pensado, nah, me arreglaré para ti. —Miley empezó a reír, y estuve perdido en su sonido. Arranqué el motor y me alejé de la acera, sin soltar su mano, dejando que descansaran sobre el asiento entre nosotros.
—Así que —dijo después de unos cuantos minutos de cómodo silencio—. ¿A dónde vamos?
—Espero que te guste italiano. —Sonreí. La llevaba a este pequeño lugar que pocas personas conocían. Servían las mejores albóndigas y pan de ajo.
—¿A quién no? —respondió con una sonrisa. Me gustaba.
—Creo que nos vamos a llevar bien. —Y tenía razón. La cena fue genial. No, “genial” no parece describirlo. Simplemente congeniamos. Comimos, hablamos, y reímos durante casi tres horas. Hablamos sobre nuestros gustos y aversiones, nuestras metas y sueños, familias y futuros. Teníamos tanto en común que era irreal, casi fortuito. Cuanto más hablábamos, más me sentía conectado a ella. Miley amaba los libros y el inglés tanto como yo, y quería ser profesora o una escritora. No era solo increíblemente hermosa, era increíblemente inteligente también. Estiré mi brazo a través de la mesa y tomé su mano en la mía. Mientras lo hacía, ella se acercó a mí en la cabina redonda. Una vez más, quería tomar su delicado rostro en mis manos y presionar mis labios en los suyos. Me incliné hacia ella.
—Hola Nick —dijo una voz irritantemente familiar detrás de mí. Miley miró más allá de mí, y me volví para ver a Sean. Miró una y otra vez entre nosotros—. Así que, ¿vas a presentarme? —Quería decir: “No, no voy a presentarte. Voy a matarte”. Aclaré mi garganta.
—Hola, Sean. —Me volví hacia Miley, sus mejillas adorablemente rosas, y apreté sus dedos—. Miley, éste es Sean, Sean, ésta es…
—Chica de los Libros —me cortó, sonriendo. Los ojos de Miley crecieron, y luego asintió y sonrió, mirando a Sean.
—Hola Sean —empezó—. Tú eres el chico que estaba en el restaurante anoche, escondido en las sombras, ¿no? —Le señaló con un dedo e inclinó su cabeza hacia un lado. Nuestras mandíbulas cayeron abiertas, y entonces Sean y yo reímos—. Bueno, voy a dejar que hablen chicos, y yo solo… ya saben. —Luego se deslizó fuera de la cabina. Sean se volvió para mirarme.
—Creo que estoy enamorado —dijo soñadoramente mientras se dejaba caer en la cabina, y le di un puñetazo en el brazo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Estaba molesto. Él sabía de esta cita. Se encogió de hombros y tomó un panecillo y le dio un mordisco.
—No voy a dejar que te escapes de la hoguera, amigo mío. —Masticó con la boca abierta—. Tienes que estar ahí. Lleva a la Chica de los Libros… Miley —dijo, encogiéndose de hombros.
—Vamos, Sean, ésta es nuestra primera cita —declaré, deseando que entendiera.
—Amigo, he dicho que la lleves. —Me miró, frustrado por no entender lo que estaba diciendo—. Está muy buena, hombre. Si no se lo preguntas, tal vez yo… —No le dejé que acabara. Golpeé la parte posterior de su cabeza.
—¿Preguntarme qué? —preguntó Miley mientras se deslizaba con facilidad a mi lado.
—Hay una hoguera esta noche —dije quedamente, volviéndome para mirarla y bloquear la vista de Sean. No me había dado cuenta lo cerca que estaba e inmediatamente me distraje con sus labios suaves como pétalos.
—Es tradición —interrumpió Sean, pero no hice que rompiéramos el contacto visual. Miley parpadeó y sonrió, mirando rápidamente abajo hacia mis labios, luego de nuevo a mis ojos.
—¿Quieres ir a la hoguera?
—Yo… —No sabía qué decir. No podía concentrarme en nada. Miley sonrió y me guiñó un ojo.
—Supongo que te veremos más tarde, Sean —dijo ella más allá de mí—. Ha sido un placer conocerte. —Se volvió hacia mí. No sé cuánto tiempo nos sentamos ahí, pero en algún momento, Sean se fue.
—No creo que alguna vez haya visto a alguien callar a Sean, nunca —le dije, impresionado. Ella se mordió el labio y miró abajo.
—Así que, ¿tus amigos tambien te llaman Nick? —preguntó con una sonrisa

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