viernes, 31 de enero de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 07


Santa mierda, era ella. Aquí, con su hermano y Danielle. El casi no podía creerlo. Estaba todavía bastante enojado con ella por haberse escapado ese fin de semana, pero finalmente había aceptado que era muy poco probable que la volviera a ver. Pero aquí estaba, un mes después, apareciéndose en un restaurante en medio del día con su hermano, lo que significaba que no había manera en el infierno que Miley no hubiera sabido a quien estaba relacionado cuando se encontraron esa noche. En primer lugar, él se veía como su hermano y en segundo lugar, todos conocían a los hermanos Jonas. Todos. Nick fue tomado por estúpido. Hoy había empezado como cualquier otro día fuera de temporada. Cuatro horas de entrenamiento por la mañana era cierto. Los jugadores realmente se hicieron fuera de la temporada, la capacitación, los
entrenamientos. Se las arregló para evadir a su niñera el resto de la mañana. El palo fue aún más lejos en su culo de lo normal, ya que había sido atrapado saliendo del bar de su hermano con Tony. Sí, había estado un poco ebrio, pero maldita sea, no había estado con una mujer y se había comportado. Mayormente. De acuerdo con la señorita Gore, tomar un par de tragos equivalía a darle un puntapié a un bebé. Había mantenido un bajo perfil durante el último mes, pero la señorita Gore no estaba impresionada, y cada vez que salía de su casa, ella estaba a la derecha de su culo. 
Así que cuando Kevin le mandó un mensaje de texto para almorzar, Nick saltó a la chance de salir y alejarse de la señorita Gore al mismo tiempo. Pero la última cosa que esperaba era verla otra vez. Dios. Maldita sea.
Se veía justo como la recordaba pero mejor. Hermoso pelo castaño recogido en un moño bajo, pero sabía que era largo y lleno de olas suaves que caían alrededor de su cara en forma de corazón. Su tez normalmente de porcelana estaba inundada y llena, labios carnosos entreabiertos. Kevin se aclaró la garganta. 
—Uh, ¿ustedes dos se conocen?— No podía evitar seguir mirando fijamente a Miley. Sus claros ojos verdes-azules estaban muy abiertos mientras le devolvía la mirada, sin duda recordando lo bien que se conocían entre sí. No tan bien como Nick hubiera querido pero malditamente cerca. Como ella estaba sentada no podía obtener una vista completa de sus exuberantes curvas. Quería desprenderse de ese maldito cárdigan porque la ocultaba demasiado. Miley tragó y su mirada se volvió hacia su hermano y Danielle. 
—Um, nos conocimos brevemente —dijo ella. ¿Conocido brevemente? La boca de Danielle calló abierta. 
—¿Cómo es que nunca mencionaste que conocías a Nick?— Sí, ¿Cómo es que nunca lo dijo? Estaba muy, muy curioso y un poco ofendido. ¿Por qué no mencionaría que lo conocía? Luego, considerando donde se conocieron, la mayoría de la gente no hubiera mencionado ese club en una conversación común y corriente. Sentándose a su lado, se echó hacia atrás y se cruzó de brazos. Y esperó. Miley lo miró nerviosamente. 
—No fue gran cosa.— Él estaba bastante seguro de que sí fue gran cosa.
—Y realmente me olvidé de eso —rió, jugando con el papel en el que había estado envuelto su sorbete. ¿Se olvidó de él tan rápido? Mentirosa. Su ego estaba un poco más que magullado, estaba a dos segundos de explicar que tan bien se conocían pero se detuvo. Ella no quería que nadie supiera que pasó y podía respetar eso, pero ella definitivamente iba a tener que reevaluar su declaración de "no gran cosa" luego. Pasando de eso, Nick sonrió y decidió que dos pueden jugar ese juego. 
—Fue hace un tiempo, ¿en un juego o algo así? Tú me pediste mi autógrafo, creo.— Las delicadas cejas de Miley se fruncieron. 
—No, no era un juego, y no te pedí un autógrafo.
—¿Estás segura? —Miró a su hermano, quien los miraba con las cejas alzadas—. Infiernos, recuerdo tu cara, pero vas a tener que refrescar mi memoria sobre el resto.
—No veo la razón para eso. Como dije, sólo nos conocimos brevemente. —Ella se retorció un poco y dirigió su atención hacia abajo. La curva de sus caderas y el muslo hizo que su pene se hinchara—. Estoy
segura de que hay muchas caras que no recuerdas —agregó. Él inclinó su cabeza hacia un lado, no pasando por alto la maliciosa punzada. 
—Imagino que se podría decir lo mismo acerca de ti.— Su cabeza se sacudió hacia él, con los ojos más vibrantes. Estaba enojada. Bien. Él no se sentía demasiado tierno tampoco. Del otro lado de la mesa, Danielle miraba con furiosa fascinación. 
— De acuerdo, entonces ¿dónde se conocieron si no fue en un juego?
—Buena pregunta —murmuró Nick, esperando con entusiasmo la respuesta de Miley. Ella se retorció un poco más, tanto que su muslo rozó el suyo.
—Estás inquieta —señaló—. Y nosotros estamos esperando.
—No estoy inquieta.— Puso una mano sobre su muslo, justo por encima de la rodilla, y ella casi saltó fuera de la cabina. —Sí estás inquieta.
Ella bajó la mirada a su mano y su rubor se profundizó. Sintió su escalofrío, y un deseo salvaje se apoderó de él. El instinto le pidió que mantuviera su mano donde estaba o un par de centímetros más abajo y luego se deslizara bajo su falda. Hablando de la falda, le recordaba a un bastón de caramelo. Quería lamer esas rayas, pero dudaba que su hermano y Danielle estuvieran interesados en ese tipo de show. Sonriéndole, lentamente levantó su mano, un dedo a la vez. Su hermano y Danielle intercambiaron largas miradas. Por suerte para Miley, la camarera llegó para tomar sus órdenes. Todos pidieron hamburguesas y la camarera se quedó más de lo necesario, lo que normalmente hubiera molestado a Nick, pero su atención estaba en otro lado, en este momento sobre la pequeña mentirosa sentada a su lado.
—Entonces, ¿dónde nos conocimos? —preguntó, sonriendo cuando ella se puso rígida. Si pensó que iba a estar fuera del gancho tan fácilmente, se equivocó. Después de un mes preguntándose qué demonios le había pasado, no la dejaría escapar esta vez. Miley levantó su mirada, su mentón sobresaliendo obstinadamente. 
—Fue en un bar. Te encontrabas con una amiga.
—Mmm, no puedo recordar ese bar.— Ella le lanzó una mirada, y la sonrisa de Nick se expandió. Entendimiento rápidamente estalló en sus ojos, luego apartó la mirada. 
—Como sea, Danielle casi tiene terminados los números para la gala de invierno.— Danielle pestañeó. 
—Oh sí, con todas las donaciones, esperamos elevar un poco más el dinero este año para el programa de aprendizaje extendido en el Smithsoniano.
—Esa es mi chica. —Kevin inclinó su cabeza, besando su mejilla. Maldita sea, su hermano fue derrotado. Algunas veces era raro verlos de esa forma, especialmente a Kevin. ran perfectos juntos, pero Nick nunca pudo imaginarse en los zapatos de su hermano mayor, amando a alguien tanto como para dejar ir tu pasado y poner tu mundo al revés por ella.
—Sólo tenemos un mes para tener todo listo —parloteó Miley—, pero ya hemos vendido todas las entradas.
—Esas son buenas noticias —dijo Nick—. ¿Van a tener todo listo para entonces?— Danielle asintió. 
—Sí, la única cosa de último minuto será Miley.— El interés de Nick se despertó. 
—¿Y por qué es eso?— Aparte de él, Miley se quedó completamente inmóvil mientras miraba a Danielle, siendo ignorada descaradamente. 
—Miley siempre espera hasta último momento para traer una cita.
—¿Ah sí? —Extendiendo un brazo a lo largo de la parte posterior de su asiento, estiró sus piernas, ocupando la mayor cantidad de espacio humanamente posible. Ella se deslizó un poco más, lo que la plantó contra la decorada pared.
—Me gusta mantener mis opciones abiertas.— Por alguna razón, escuchar eso se metió bajo su piel. ¿Por eso había desaparecido? ¿Encontró a alguien en el club que era una mejor opción? Dudoso.
—Como sea —dijo Kevin—. Volviendo a ustedes dos. ¿Se conocieron en un bar y…?— Los hombros de Miley se hundieron. Compadeciéndose de ella, aunque no se lo merecía, Nick dijo
—:Sabes, creo que ya me acuerdo. Hablamos sobre béisbol.
—Ajá —dijo Kevin, sonando dudoso. Danielle parecía incrédula. 
—¿Tú hablaste sobre béisbol, Miley? Pero si no sabes nada sobre eso.
—Sí, sé —resopló Miley.
—¿Cómo qué? —desafió Danielle. Aquellos labios exuberantes para los cuales había tenido tantos planes esa noche se juntaron en una línea. 
—La gente tira bolas y trata de golpearla con un bate y conseguir que alguien les pague demasiado dinero para hacerlo. ¿Qué más necesitas saber aparte de eso?— Nick echó la cabeza hacia atrás y rió. Se había olvidado lo guerrera que era su boca. No había sido la primera cosa que le había atraído de ella (había sido su culo redondo) pero definitivamente lo había enganchado, lo que provocó su necesidad de controlar y dominar.
—Suena bastante bien —coincidió Nick. Miró a su hermano—. Creo que Kevin ha dicho eso una o dos veces.— Su hermano asintió. a comida llegó y por un tiempo el tema fue olvidado. Todos excavando… todos excepto Miley, quien pasó más tiempo cortando su hamburguesa en pequeños pedacitos que comiéndoselos. Se inclinó, lo suficientemente cerca como para sentir el olor a su champú. Jazmín. Justo como lo recordaba. Nada de perfumes fuertes, sólo el olor suave y almizclado del jazmín. Maldita sea, no había sido capaz de sacar a esta mujer de su cabeza. 
—¿Siempre juegas con tu comida?— Miley giró la cabeza en su dirección y como estaba tan cerca, su mejilla rozó la de él. Ella abrió la boca y luego se echó hacia atrás. 
—No estoy jugando con mi comida.— Nick sabía que debería moverse hacia atrás, porque se hallaba mucho más allá de los límites del espacio personal, pero no lo hizo. Algunos dirían que estaba siendo un bastardo por ello, pero para él, era gracioso y le gustaba bromear. En todas las diferentes maneras.
—En realidad estoy esperando por ti para empezar a hacer una carita feliz fuera de la cuenta —dijo.
—Podría hacer una en tu cara si quieres —replicó ella dulcemente. Se echó hacia atrás, riendo. —No creo que pueda dejarte. Me han dicho que tengo una cara de millón de dólares.— Su hermano se quejó.
—Nunca vas a dejar ir toda esa mierda del Hombre Más Sexy, ¿verdad?
—Nunca —replicó Nick valientemente.
—¿No fue el año pasado, de todos modos? —lanzó Miley. Danielle soltó una risita. 
—Sí, lo fue.
—Pero este año no ha sido anunciado todavía, así que siempre hay tiempo. —Nick le dio un guiño a Miley. Ella rodó sus ojos. Nick la codeó tan fuerte que ella dejó caer su tenedor en el plato. 
— Te apuesto a que compraras una copia. Probablemente más de una, también.— Ella lo miró fijamente. 
—Tu ego es asombroso.— Acortando la distancia entre ellos, susurró para que sólo ella pudiera oírlo. 
—No es lo único asombroso, pero ya sabes eso.
—Bien. —Danielle arrastró la palabra mirando a Kevin como esperando alguna clase de explicación, pero su hermano sólo se encogió de hombros. Un cliente del restaurante se detuvo en su mesa, arrastrando a un joven que llevaba una gorra de béisbol de los National. Nick se sorprendió al ver al chico, ya que estaba en la edad en la que debería estar en la escuela.
—Lamento interrumpir. Pero somos grandes admiradores. —El padre puso una mano en el delgado hombro de su hijo—. Steven amaría que firmaras su gorra.—Algunos de los jugadores se hubieran molestado por este tipo de cosas o puesto algún precio, pero Nick pensaba que eran grandes cretinos. Sonriendo, asintió. 
—Claro. Aunque no tengo nada con que firmar.— La camarera apareció de la nada, mostrando un marcador permanente. —Soy una gran admiradora también —susurró, guiñándole un ojo.
Él apostó que ella era un diferente tipo de admiradora. Tomando el marcador, esperó a que el chico se sacara la gorra. El joven vaciló y cuando finalmente lo hizo, Nick vio porque el chico no estaba en la escuela. Silencio cubrió la mesa. La bonita camarera miró el piso mientras Steven se acercaba un poco más. Su cabeza estaba completamente calva y blanca pálida, obviamente un efecto secundario de la quimioterapia. Mierda. Firmar la gorra no era suficiente, pero pasó la tapa y garabateó su nombre a lo largo de la parte posterior. Mientras trataba de escribir una firma decente, sintió como Miley se inclinaba hacia delante y miraba hacia arriba.
—¿Eres fan de Batman? —preguntó ella gesticulando con su mano hacia su remera. Steven asintió tentativamente. Miley sonrió, y Oh, infiernos, había algo en esa sonrisa, algo que se había olvidado, o había estado demasiado caliente cuando se conocieron en el club como para notarlo, pero era impresionante. Encendía sus ojos color jade y colocaba dos hoyuelos en sus mejillas. Era hermosa.
—Batman es mi favorito también —dijo—, es mucho mejor que Superman.  El pequeño se entusiasmó, sonriendo un poco. 
—Batman no puede volar, pero tiene mejores armas.
—¡Oh sí! —exclamó ella, con sus ojos danzando—. ¿Cómics? ¿Película?
—Película —respondió el niño.
—Oh, no lo creo. —Miley se veía sombría—. El cómic es mucho mejor.
—¡No es cierto!  Durante el intercambio, Nick la miró con admiración. Nadie en la mesa, incluyéndolo, había sabido qué decir o hacer. Mierda, la camarera todavía miraba fijamente el suelo como si en él se encontrara la cura para el cáncer, pero Miley había saltado a ello, haciendo que el chico se sintiera cómodo con facilidad. También se preguntaba si ella realmente leía cómics. Interesante. Un momento. Ahí estaba esa maldita palabra otra vez. Deteniéndose a sí mismo allí, no lo encontró interesante. Sí, se sentía atraído por ella en un nivel casi animal. Fue cuando la vio por primera vez y quiso tenerla (todavía lo hacía) pero eso era lo más lejano a lo que había llegado con las mujeres. Establecerse o estar intrigado era lo que su equipo quería para él, no lo que Nick quería. Tendiendo la gorra nuevamente hacia el chico, Nick sonrió. 
—Aquí tienes, pequeño.
—Gr-Gracias, señor Jonas. —Steven se puso su gorra, bajándola un poco.
—No hay problema. Espero verte en el juego de primavera.
—Puedes apostarlo —dijo Steven, tirando de la mano de su padre—. ¿Podemos? ¿Por favor?
—Primer juego de la temporada —respondió, lanzando a Nick una sonrisa de agradecimiento antes de guiar al niño de nuevo a su mesa. En su ausencia, la camarera colocó las cuentas sobre la mesa. Cuando los recibos llegaron, como se esperaba, había un número telefónico en el talón de Nick. Miley lo vio y sonrió. Nick entrecerró sus ojos. Mientras los cuatro se dirigían fuera del restaurante, Nick discretamente tiró su recibo a la basura. Nubes pesadas y gruesas se habían instalado en el cielo, sin dudas iban a traer fría y penetrante lluvia. Maldición, odiaba noviembre. Denle nieve o denle sol.
—¿Siguen en pie los planes para esta noche? —preguntó Kevin, poniendo un brazo alrededor de Danielle. Miércoles, era noche de póquer. Nick mantuvo su mirada en Miley, quién trataba, sin éxito, de desaparecer detrás de la pareja. 
— Estaré ahí a las siete.  Danielle se liberó y le dio a Nick un rápido abrazo. 
—No te conviertas en un extraño, estrella de rock.— Le apretó la espalda y le dio unas palmaditas en la cabeza, sabiendo lo mucho que ella odiaba eso. 
—Te veo luego, enana.— Durante las despedidas, no había despegado su mirada de Miley. Ella se mantuvo a distancia, con una sonrisa brillante y falsa en el rostro mientras sostenía su bolso frente a ella como si fuera una especie de escudo. Cuando Kevin y Danielle se volvieron para dirigirse al centro comercial, Nick se deslizó detrás de Miley, envolviendo la mano alrededor de su brazo en un apretón suave pero firme. Se detuvo, sus ojos muy abiertos. Antes que ella pudiera abrir la boca, Nick habló
—: Oye Danielle, voy a retener a tu amiga por unos minutos, ¿está bien?— Danielle miró sobre su hombro, arqueando las cejas. 
—No sé si quiero dejarla sola contigo.— Tomando ese buen humor, sonrió. 
—Prometo devolverla tal y como está.— Ella miró a Miley, quién soltó un suspiro de resignación y asintió. Danielle sonrió, el tipo de sonrisa que Nick tanto conocía. Pobre Miley iba a tener un día complicado cuando regresara a la oficina.
—Toma tu tiempo —dijo Danielle, y luego se volvió, enroscando su brazo en Kevin.— Nick los vio cruzar la siempre ocupada avenida Constitution. 
—Forman una pareja adorable, ¿no lo crees?
Miley dio un paso atrás bajo el toldo de una tienda cerrada de distribuidor de artes, él la siguió, manteniendo la mano en su hombro. Ella parpadeó varias veces, esas locas y largas pestañas abanicando sus mejillas sonrojadas. Maldita sea. Se acordaba porque no podía olvidarla, pero sus recuerdos no le habían hecho justicia. Ella tomó una respiración profunda. 
—Mira, realmente necesito conseguir…— Bajando la cabeza para que sus rostros estuvieran sólo a escasos centímetros, disfrutó la suave inspiración de su aliento. 
—¿De verdad creíste que te me ibas a escapar dos veces, Miley?

martes, 28 de enero de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 06


Cada vez que Kevin Jonas visitaba a Danielle en el trabajo, que era, como, cada maldito día desde que los dos decidieron admitir su amor eterno el uno al otro el Mayo pasado, Miley quería poner en marcha sus tacones tecno-coloreados y escurrirse bajo su escritorio. Por supuesto, ella dudaba que su trasero pudiera caber en el espacio bajo el escritorio. No es que ella fuera así de grande, pero su escritorio era tan pequeño. Después de todo, ella era la asistente de Danielle, lo que significaba que obtenía el sobrante, esos escritorios que nadie había usado en mucho tiempo. Ella probablemente necesitaba parar de refunfuñar porque tenía suerte de que la cosa tuviera cuatro patas y no se había colapsado en ella aún. Había divisado al alto, de cabello oscuro, dueño del club navegando su camino a través de la granja de cubículos fuera de su oficina antes de que Danielle lo hiciera.
Una rápida mirada a la izquierda y Miley vio que la nariz de Danielle estaba enterrada profundamente en las cotizaciones para la gala de recaudación de fondos de invierno. La gala de recaudación de fondos de invierno. Suspiró. Todavía había tiempo para tratar de exprimirse debajo de su escritorio o al menos pretender que estaba en el teléfono, pero antes de que pudiera agarrar el receptor, las puertas se abrieron y los enormes hombros de Kevin llenaron el vacío. Grandes hombros rompe-puertas, hombros que le recordaban a alguien más, alguien con una lengua y dedos para morirse. Realmente no necesitaba pensar acerca de eso ahora. Miley fijó una brillante sonrisa en su rostro.
—Hola, Kevin.— Echó un vistazo a su escritorio, la cabeza de su jefa se sacudió y sus labios se separaron en una amplia sonrisa cuando vio a su invitado.
—Hola —dijo ella, levantándose rápidamente—. ¿Es hora del almuerzo ya?— Kevin envió a Miley una rápida inclinación volviendo toda su atención a Danielle.
—Sí. ¿Estas lista?— Fingiendo reorganizar los bolígrafos en su escritorio, Miley trató desesperadamente de ignorar la pesada y extremadamente duradera muestra pública de afecto, la socialización era a no más que un metro y medio en frente de ella. Pero Miley miro hacia arriba. Ella siempre lo hacía, más aún ahora, porque en lugar de ver a Kevin y Danielle, veía a Nick… y a ella. Era patética. Un agudo pinchazo cortó su pecho, desgarrando una herida fresca que no debería estar allí. Ella aspiro en una silenciosa respiración mientras veía a Kevin besar a Danielle como si ella fuera el aire que él necesitaba respirar, y ahí fue cuando ella apartó la mirada, parpadeando los ojos secos. No era Kevin.
Dios, no. No era Danielle. A pesar de que Miley no había sido una gran admiradora de Kevin en el principio, ella estaba feliz por ellos. No había dos personas que estuvieran más enamoradas la una de la otra, y ellos merecían la felicidad. Estar enamorado era la clave, Miley lo creía con cada onza de su ser. Era diferente de amar alguien, muy, muy diferente. Pero el problema ahora era a quién Kevin le recordaría siempre. Miley recogió un bolígrafo rojo que hacía juego con su cárdigan y lo colocó en el recipiente que contenía los bolígrafos de colores, y puso un bolígrafo negro con los bolígrafos que no eran de color. Ella podía ser un poco obsesiva sobre dónde sus bolígrafos eran colocados.
—Miley. —Danielle rió suavemente—. Deja los malditos bolígrafos solos y únete a nosotros para el almuerzo.— Mirando hacia arriba, ella metió un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja. No importaba cuan fuerte se recogía el cabello, las malditas piezas siempre se las arreglaban para deslizarse.
—Oh, no, ustedes dos tortolitos disfruten su tiempo a solas.— Danielle hizo una mueca cuando ella giró y agarró su chaqueta y bolso.
—No quiero más tiempo a solas con él. Es por eso que te estoy invitando.
—Gracias. —Kevin se giró a ella lentamente—. Mi autoestima se acaba de ir por las nubes.— Miley esbozó una sonrisa ante eso.
—Pero en serio, ven con nosotros. —Kevin pasó un brazo alrededor de los delgados hombros de Danielle—. Vamos a ir al nuevo restaurante abajo en la calle.
—¿The Cove? —Preguntó Miley. Su estómago estaba tan adentro.
—Si —sonrió Danielle—. Ese al que has estado queriéndole echar un vistazo. Ese que se jacta de las mejores hamburguesas del DC.— Kevin tiró a Danielle contra él. Más cerca, y los dos podrían sellarse ente sí.
—He comido ahí y sus hamburguesas son la mierda.— Malditos ellos y su conocimiento de cuánto las hamburguesas influían sobre ella. Parándose de su silla, Miley tomo su bolso del pequeño carro al lado de su escritorio.
—Bien, ¿Cómo puedo dejar pasar una brillante recomendación como esa?— Kevin sonrió mientras giró a su alrededor. Mirando sobre su hombro, él dijo
—: ¿Sin chaqueta?— Miley enderezo su cárdigan así la flor bordada no terminaba posada sobre su pecho izquierdo como una especie de pezón raro.
—No me gustan las chaquetas.
—Ella piensa que son demasiado voluminosas —intervino Danielle mientras sostenía la puerta abierta para ellos—. Puede estar nevando afuera y ella no llevará una chaqueta, pero sí una bufanda.— Verdad. Kevin se coló entre ellas.
—¿Una bufanda pero no una chaqueta?— Miley se encogió de hombros.
—Mantiene mi cuello caliente y además, a diferencia de Danielle, yo tengo un par de capas adicionales que sirven de protección.— Su amiga resopló mientras se encogía de hombros en un chaquetón negro. —Tú no tienes capas extras de protección, Miley.—La confusión se cruzó en los rasgos de Kevin, y Miley reprimió una sonrisita.
—No tengo idea de lo que ustedes dos están hablando —dijo él.
—Créeme —Miley replicó, sonriéndole a Danielle—. Sigue siendo así.
Encabezando el grupo principal de cubículos, ella vanamente ignoró como su amiga suavemente bajó en un rastreo de hormiga cuando ellos pasaron el escritorio de Robert McDowell. Era de común conocimiento que el chico de los números tenía una cosa por Miley. Él era agradable y bien parecido, pero Miley estaba más excitada por su vibrador de lunares que por Robert. Y por Nick. Ella había estado realmente excitada por él, lo que demostraba que no tenía sentido común, pero al menos su vagina seguía en pleno funcionamiento. A Robert le faltaba cierto elemento. Un elemento que aún a Miley le costaba nombrar, pero sabía que podría expresarlo cuando ella lo viera. Fue una cosa triste que cuando ella conoció a Nick en ese maldito club hacía un mes atrás, eso realmente le había hablado con un megáfono. Había dado dos pasos y la cabeza de Robert salió detrás de las apagadas paredes grises. Su cabello rubio estaba un poco desgreñado, enmarcando un rostro infantil.
—Hola, Señorita Cyrus…—Su mirada cayo— ¿Zapatos nuevos?—Si sólo ella estuviera atraída hacia él, Robert sería perfecto. Él notaba cosas como los zapatos.
—Si, los tengo hace una semana.
—Muy lindos —dijo él, sentándose—. ¿Camino a almorzar?—Ella se dio cuenta que él podría estar sobreactuando por una invitación y así lo hizo Danielle, quien ya estaba abriendo su gran bocota.
—Gracias —interrumpió ella rápidamente—. Te veré cuando vuelva.
Ella se apresuró más, sintiéndose como una perra gigante por dejarlo así, pero prefería sentirse de esa manera que llevar al tipo o terminar en un momento incomodo donde él inevitablemente le pediría salir, y ella le daría alguna excusa poco convincente como que tenía que lavar el pelo de su gato esa noche. En el ascensor, Danielle volvió los ojos entrecerrados a Miley.
—Podrías haberlo invitado, ya sabes
—Lo sé. —Ella cruzo sus brazos. Kevin se apoyó contra la pared, inclinando su cabeza hacia atrás.
— ¿Por qué no lo hiciste?
—Porque…
—Porque a Robert le gusta Miley —explico Danielle, terminado de abotonarse la chaqueta—. Y a Miley le gustan los bolígrafos.
—¿Bolígrafos? —hizo eco Kevin.Miley puso sus ojos en blanco.
—Los bolígrafos son mucho más estimulantes que la mayoría de la gente.
—Como que me estoy preguntando lo que haces con esos bolígrafos —dijo Kevin.Danielle arrugó la nariz.
—Deja de ser malpensado.
—Mi mente es siempre malpensada a tu alrededor.— Y ellos volvieron a empezar, moviéndose poco a poco cada vez más cerca, con los brazos rodeándose el uno al otro, sonidos de besos y todo. Miley cerró sus ojos y dejó escapar un suspiro. Estar alrededor de ellos era como estar cerca de dos adolescentes cachondos .Maldición, estaba celosa. El ascensor no podía moverse lo suficientemente rápido, y ella estaba sorprendida de que Kevin y Danielle no terminaran teniendo sexo en la cosa. Las paredes de cristal se empañaron un poco. El frío viento de Noviembre enfrió las mejillas de Miley mientras ellos esquivaban empresarios llevando maletines y turistas con riñoneras. A lo lejos, el Monumento a Washington se levantaba como un gigante… símbolo fálico. Hombres y sus juguetes arquitectónicos… Miradas curiosas eran enviadas en su camino, Danielle y Kevin las ignoraban o no las veían, pero Miley vio cada una de ella. Un cárdigan rojo por lo general no iba bien con una falda de rayas rosas y blancas y coloridos tacones con medias blancas, pero el excéntrico sentido de la moda de Miley no era nada nuevo. Más como un rechazo de los ochentas para ser exactos, pero ella siempre había sido de esa manera, amontonando ropa, mezclando y combinando diseños como un diseñador Euro Trash. Su madre creía que era una especie de desorientación psicológica, que le permitía a Miley protegerse de ser herida. 
Puso los ojos en blanco. A ella sólo le gustaban los colores y realmente deseaba que su madre estuviera en otra profesión, incluso baile exótico, en vez de en psicología. No había nada como ser diagnosticado durante la cena de Acción de Gracias. A mitad de camino, Kevin sacó su celular y se rió entre dientes, sacándolas a ambas de sus atenciones. Él escribió algo de vuelta y luego se inclinó, rozando sus labios en la frente de Danielle. Dos cuadras abajo del Mall, ellos echaron un vistazo al nuevo restaurante a la moda. El aire caliente les dio la bienvenida, al igual que un ligero olor a grasa y a comida costosa. El lugar estaba lleno, lo cual hacía que estrujarse entre las mesas redondas fuera algo complicado.
—¿Vamos a conseguir un asiento? —preguntó Miley, esperando que la ampolla que estaba obteniendo en la parte posterior de su pie no fuera en vano. Kevin asintió. 
—Llamé con anticipación. Nos dieron una cabina de atrás.— Danielle frunció el ceño. 
—Yo pensaba que en este lugar no hacían reservaciones— Él sonrió. Por supuesto, se dio cuenta Miley, ningún establecimiento en la ciudad se negaría a Kevin o alguno de los hermanos Jonas. Además de los políticos y los traficantes de drogas, los hermanos Jonas manejaban esta ciudad.
La amplia cabina en la parte de atrás, en diagonal a un no tan sorprendentemente ocupado bar, era lo suficientemente grande como para sentar confortablemente a seis personas. Danielle y Kevin tomaron un lado mientras Miley se deslizaba en el asiento contrario, agradecida por odiar las chaquetas mientras ella miraba a Danielle murmurar en voz baja, parándose de nuevo, y luego quitándose la chaqueta. Una mesera llegó a su mesa, entregando el menú cubierto de plástico y tomando sus pedidos de bebida.
—¿Puedo pedir otra botella de agua? —preguntó Kevin, extendiendo un brazo a lo largo de la parte posterior de la cabina—. Tenemos una persona más uniéndosenos.
—Claro —respondió la mesera, sonriendo.
—¿La tenemos? —preguntó Danielle una vez que la mesera salió corriendo para cubrir la orden. La más extraña sensación se apoderó de Miley. Una especie de sentimiento que se parecía a como si alguien le hubiera pinchado el estómago un par de veces mientras miraba fijamente a Kevin, rogando a cada Dios que ella conocía para que él no fuera a decir lo que ella estaba temiendo. Kevin le dio la vuelta al menú. 
—Sí, esa es una buena cosa que Richard…
—Robert —corrigió Danielle.
—… No obtuviera invitación, porque Nick me envió un mensaje camino acá. Él está sólo a una manzana, y va a tomar algo de comer con nosotros.— Miley dejó de respirar. Y luego perdió su apetito, así de sencillo. Desapareció, reemplazado por nudos retorcidos más veces que un bucle celta. Oh no, no no no… eso no podía estar pasando. Cuando ella había huido del lujoso apartamento de Nick, sin bragas, pensó que esa sería la última vez que iba a verlo en persona. Ellos realmente no se movían en los mismos círculos, y ella había renunciado a bares sexis en su futuro. Se sintió enferma.
—Genial —dijo Danielle, echándose hacia atrás en el asiento—. Vamos a ver cuánto tiempo pasa antes de que le pidan tomarse una foto, o un autógrafo.—Una sonrisa cruzó por el rostro de Kevin lleno de orgullo. 
—Oye, él es una estrella. Reconócelo.— Miley dejó de escucharlos mientras echaba un vistazo a través del restaurante y miraba hacia la puerta. Ella no podía estar allí. De ninguna manera ella almorzaría con Nick. El pánico floreció en su vientre y se arrastró por su garganta. Dios mío, ella aún no le había contado a Mandy sobre lo que había pasado, y mucho menos a Danielle. Había una buena posibilidad de que vomitara. ¿Y si él la reconocía? ¿Y si él no la reconocía? Ella no sabía que podía ser peor.
—Miley, ¿estás bien? —La preocupación radiaba en la voz de Danielle. Asintiendo con la cabeza distraídamente, ella agarro su bolso. 
—Sí, pero me acabo de acordar que tengo esta llamada telefónica en la oficina. Yo… sería mejor que vuelva.— Danielle frunció el ceño. 
—¿Qué llamada telefónica?
— Uh, si, ¿qué llamada telefónica? 
—Necesito confirmar con la compañía del servicio de comida acerca de los postres para la gala.— Los ojos de Danielle se estrecharon. 
—Pensé que nosotros estábamos esperando volver a escuchar de ellos.— Miley empezó a ponerse de pie. 
—Oh, sí, pero quiero llamarlos a ellos… —Ella misma se interrumpió. Su jefa estaba dándole una mirada
que decía: Siéntate y deja de actuar raro, y de verdad, salir corriendo del almuerzo podría verse raro.
—No importa —dijo Miley, fijando una sonrisa en su rostro—. Eso puede esperar.
Danielle la miró por un largo momento y luego volvió a charlar con Kevin. La vida podía ser tan increíblemente cruel. Durante el último mes, ella había luchado con lo que había hecho y no había hecho con Nick. Una parte de ella estaba contenta de haber salido antes que el hombre entrara en razón y se arrepintiera de haberla traído a casa, pero la otra parte, la que operaba únicamente en los recuerdos, revivía la manera en que él la había besado y tocado, una y otra vez. Durante un mes seguido, lo repitió, incapaz de librarse de los sentimientos que se habían despertado en ella, deseando tener más recuerdos que perduraran más. Dios, ni siquiera podía pensar en eso ahora. Cuando las bebidas llegaron, tragó un sorbo, deseando que hubiera un poco de vodka en su soda de dieta. Ella tenía que tratar de salir de nuevo. Tenía que hacerlo. 
—Danielle, olvide…— Un bajo estruendo de la parte delantera del restaurante cortó a Miley, y cualquier esperanza que ella podría haber tenido de hacer una salida limpia. No tenía que mirar para saber que él estaba allí. Toda la conmoción era por él. Los jugadores de béisbol eran como dioses en sus lugares de origen. Dejó caer sus manos en su regazo y continuó mirando el menú, pero cuando Kevin saludó a su hermano, ella ya no tenía control sobre sí misma. No mirarlo era como ir en contra de la naturaleza. Jeans desgatados colgaban bajo de una cintura estrecha y la camisa de manga larga que él llevaba se tensaba sobre un estómago que ella sabía que podía hacer encender a una nación. Como los otros dos hermanos Jonas, él tenía hombros en los cuales una chica podía sostenerse.
Hombros que podían soportar el peso de cualquier cosa que se lance en su camino. Él tenía un cuerpo que estaba destinado para el sexo. En verdad, no debería haber estado pensando en sexo en esos momentos. Su atención estaba en lo que Kevin estaba diciendo, y estaba segura de que ni siquiera se había fijado en ella todavía. ¿Por qué lo haría cuando la mesera de repente apareció enloquecida de la nada, colocando una mano en una inexistente cadera mientras ella los miraba fijamente como si él fuera el aperitivo en el menú? Miley no podía culparla. Su sonrisa fácil hacia que su estómago revoloteara mientras él tomaba el menú de la mesera, sus largos dedos rozaron los de ella mientras lo hacía.
—Hay agua para usted —dijo la mesera, sus mejillas se sonrojaron y los ojos le brillaron—. ¿Quiere algo más?— Nick sacudió su cabeza.
 —No, eso es perfecto. Gracias.— Miley se mordió el labio inferior con el sonido de su voz profunda y suave, y se dijo a sí misma que debía mirar hacia otro lado, pero ahora no podía. Lo observó fijamente con locura, parte de ella deseaba que él mirara hacia otro lado, y otra parte esperaba que él desapareciera.
—¿Está seguro? —preguntó la mesera, batiendo sus pestañas como si estuviera teniendo un ataque—. Estaré más que contenta de conseguir algo un poco más sabroso.— Danielle se atraganto con su bebida.
—El agua está bien, pero gracias —dijo Nick, amable como siempre. Y luego el añadió—. Pero voy a mantener tu oferta en mente.— Miley suspiró, totalmente anticipando un intercambio de números en el futuro. Finalmente, la mesera desapareció con una promesa de volver con sus órdenes, y un columpio extra en sus caderas.
—No te puedo llevar a ningún lado —dijo Kevin, sonriendo. Nick se rió entre dientes. 
—Lo que sea.— Y luego él se extendió hacia Danielle, no dudó acerca de rizar su cabello, pero ella se echó hacia atrás, entrecerrando los ojos. 
—Haz eso y no conseguirás hacer realidad los sueños de la mesera en un corto plazo.— Su amenaza no fue un impedimento, sin embargo, se las arregló para desordenarle el cabello antes que Kevin interviniera, amenazándolo con hacerle daño físico. Miley estaba hundiéndose lentamente en el cojín, manteniendo sus manos todavía fuertemente cerradas. Tal vez él podía no notarla. Parecía probable, ya que no había mirado en su dirección ni una vez, pero entonces Kevin tenía que abrir su boca.
—Oh, no has conocido a Miley, ¿verdad? —Kevin asintió en su dirección, y ella sintió que sus ojos se ampliaban del tamaño de un plato— . Ella trabaja con Danielle.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios… Como si el tiempo se volviera lento y estuviera atrapada en una de esas películas cursis, Nick se giró lentamente hacia ella. Una amplia, acogedora sonrisa dividió sus labios, y su mirada parpadeó sobre ella. Él ya estaba inclinándose y extendiendo su mano hacia ella. Sus ojos se encontraron. La sonrisa en su rostro se desvaneció mientras se detenía, sus ojos se abriendo ligeramente en reconocimiento. Oh, mierda. Nick la miro fijamente mientras el calor se infundía en sus mejillas, y luego habló una palabra, la exhaló en realidad
—: Tú.

viernes, 24 de enero de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 05

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Miley siempre había sido una gran fan de los domingos. Un día de descanso donde ella principalmente permanecía en sus pijamas, pedía comida a domicilio, y actuaba como un perezoso. Y los cobradores no llamaban los domingos. Recogió su pelo en una cola de caballo floja y se arrastró al angosto y corto pasillo. Frotando el sueño fuera de sus ojos, tropezó con la mesa al lado del sofá que estaba tan necesitado de ser retapizado. Un dolor agudo se disparó por su pierna.
—¡Cristo en muletas! —Cojeó hacia un lado y chocó contra el estante para libros sobre apilado, derribando varios de ellos. Estos golpearon el suelo, cada uno causando que se estremeciera. Pepsi, quien había estado tendido en el respaldo del sofá, se sobresaltó con el sonido de su voz. El pelo naranja de su espalda se hizo rosa cuando se deslizó fuera del sofá, y golpeó la lámpara de la mesa, mientras el felino se disparó hacia el sillón reclinable cercano que había pertenecido a sus padres. La lámpara, la cual era lo suficientemente pesada para deformar el piso, se volcó.  Miley maldijo y se lanzó hacia adelante, atrapando la pantalla de la lámpara. Polvo voló en el aire y se arrastró hasta su nariz. Ella estornudó. Y sus estornudos no eran del tipo delicado que apenas eran un jadeo.  Pobre Pepsi se volvió loco con la explosión nasal y se lanzó debajo de la mesa del centro. Desde ahí, dos ojos dorado-verdosos se asomaron. Una vez que Miley tuvo la lámpara derecha, retrocedió lentamente, antes de que algún otro mueble la atacara. Mientras estuvo ahí no pudo evitar mirar alrededor a su estrecha sala de estar y pensar en todo el espacio en la sala de Nick. Maldijo de nuevo.
No voy a pensar en él o en su magnífico apartamento donde en realidad había espacio para caminar. Y definitivamente no pensaré en su mágica boca y lengua. El mantra no había estado funcionando desde el viernes. Todo el día de ayer había evitado las llamadas de Mandy sólo para no verse tentada de contarle lo que había pasado entre ella y el amado mujeriego de la ciudad. Pero una vez que su cerebro fue allí, realmente fue allí. Recuerdos de cómo él la miró, la sensación de sus labios contra su piel, y esos dedos la atormentaron con cada paso. Deteniéndose en frente de la puerta, ella apretó sus ojos cerrados y sus manos en puños. ¿Estaban sus piernas temblando? Dios. Sí. Lo estaban. Por lo que probablemente fue la enésima vez en las ultimas treinta horas y algo, se dijo a sí misma que había tomado la decisión correcta al abandonar a Nick. 
Llegada la mañana él seguramente se habría arrepentido de llevarla a casa y honestamente, en esas pocas horas, ella ya había empezado a sentirse demasiado para él. Demasiado. El amor a primera vista no existía pero la lujuria a primera vista sí, y una poderosa lujuria podría rápidamente convertirse en algo más. La última cosa que Miley necesitaba era un corazón roto junto a su billetera rota. Abrió la puerta y rápidamente estiró su pierna hacia afuera. Pepsi, como era de esperarse, se disparó hacia la puerta. Cuando se encontró con el obstáculo de color rosa y azul a cuadros, se sentó y puso sus orejas hacia atrás.
—Lo siento, amigo, es lo mejor —Inclinándose, recogió el periódico del domingo justo cuando la puerta frente a ella se abrió. Todd Newton estaba haciendo lo mismo, excepto que Miley tenía un infierno de ropa más que él. Vestido solo en sus boxers a rayas rojas y azules, por supuesto, él tenía un cuerpo hecho para caminar en casi nada. Normalmente Miley trataba de atrapar un vistazo de él, pero después de ver el abdomen de locura de Nick, ella apenas levantó una ceja o sintió alguna clase de agitación o interés. Mirando hacia arriba mientras se enderezaba, le envió a Miley una cálida sonrisa. 
—Hola, señorita Cyrus.— Miley sonrió. 
—Buenos días, Todd.— Su mirada cayó hacia donde Pepsi fulminaba la pierna de Miley. Ella le envió otra sonrisa mientras movió su pierna precariamente fuera del camino y cerró la puerta justo cuando Pepsi se abalanzó. El bendito gato chocó la puerta con un audible golpe sordo. Suspirando, sacudió su cabeza mientras se agachó y lo recogió. 
—Vas a tener daño cerebral junto con un problema de peso si no eres cuidadoso.— El gato soltó un maullido lastimoso. Pepsi era lo que a Miley le gustaba llamar rechoncho. En realidad, el gato era cerca del tamaño de un perro salchicha y probablemente lo superaba. Uno pensaría que el gato no sería tan malditamente rápido, pero la cosa era un ninja a la hora de tratar de escapar. Acunando a Pepsi en un brazo y el periódico en el otro, se dirigió a su pequeña cocina. Colocándolos a ambos en la mesa, golpeó la máquina de café prendiéndola y abrió una lata de comida para gatos. La mamá de Miley estaría furiosa si sabía que dejaba a Pepsi en la mesa de la cocina, pero no era como si alguien más además de Miley comiera ahí. Su último novio serio tenía un gran problema con eso, también. Su ex tenía problemas con muchas cosas. Tomando su taza de café, la cual era más azúcar que nada, y el tazón de comida de vuelta a la pequeña mesa redonda, se sentó y ojeó al gato. 
—¿Hambriento?— Pepsi se sentó sobre sus patas traseras y muy lentamente levantó una pata, como si dijera: "Entrégalo, mujer, estás trabajando para mí". Ella suspiró y se inclinó hacia adelante, dejando el plato en frente del felino. Sorbiendo su café, abrió el periódico y escaneó los titulares. Era lo mismo de todos los días, economía en el retrete, candidatos presidenciales prometiendo al mundo, y una pobre alma asesinada la noche anterior. ¿Era de extrañar que saltara a los chismes? Realmente no debería verlo, especialmente después del viernes, pero sus dedos tenían mente propia, pasando más allá de las secciones de finanzas y deportes. Miley jadeó y casi dejó caer su taza. Con una mano temblorosa puso la taza sobre la mesa. ¡Jonas, Pitcher Estrella va por un Triple Play y lo logra! El titular por sí solo era suficientemente malo, pero la foto ,querido Dios, ¿había una foto? causo una oleada irracional de celos. En una verdadera blanca-y-negra gloria granulada, en medio de tres mujeres con muy poca ropa tendidas en la cama, estaba un Nick Jonas, sonriendo como si acabara de ganar la lotería de chicas semi-desnudas.
—Santa mierda. —Miley agarró el papel y lo levantó más cerca de su rostro. Ninguna de las mujeres era Stella, la modelo que al parecer quería una repetición del pasado fin de semana, pero cualquiera de ellas podría fácilmente posar en lencería, en lo cual estaban frente a todo el mundo en una cama con Nick. Una rubia tenía una mano en su pecho. Otra tenía su pierna tirada sobre las de él. La tercera tenía sus manos en su fabulosamente desordenado cabello. El artículo en realidad no decía mucho además de (mujeriego
desenfrenado de los National ataca de nuevo). La foto fue tomada en un Hyatt en la ciudad de Nueva York dentro de la semana pasada. Miley no tenía idea de cuánto tiempo se quedó mirando la foto, pero los rostros eufóricos de las mujeres se hicieron borrosos. Nick, bueno, él también lucia malditamente feliz sonriendo de oreja a oreja. ¿Qué hombre no lo estaría?
Ella cerró los ojos y sus ojos azul cerúleo aparecieron, calientes y consumidores. ¿Había él mirado a esas mujeres de esa manera? Por supuesto que lo había hecho. Si ella pensaba de manera diferente, entonces realmente era una idiota. ¿Y por qué le importaba de todas formas? Ella apenas lo conocía, y no era como si no supiera de su reputación. Pero demonios… ese feo sentimiento dentro de ella era más que solo celos. Posiblemente incluso un poco de decepción, porque a pesar de que sabía que lo que sea que había ocurrido entre ellos era cosa de una sola vez, hubieron momentos en los que su imaginación tomó lo mejor de ella. Cuando ella fantaseaba con que él aparecería en su puerta inesperadamente, habiéndola buscado porque no podía seguir adelante sin ella. Idiota. Gracias a Dios que no tuvo sexo con él ni terminó siendo otra marca en un cinturón del tamaño de Texas. Miley se puso de pie y corrió hacia la cocina. Con un suspiro de disgusto tiró el periódico en la basura. Dios, ella odiaba los domingos.

***

—¿Me estas jodiendo? —exigió Nick. Desde la silla a su lado, la Señorita Palo-En-Su-Trasero le lanzó una
mirada desagradable. 
—Veo que el lenguaje es otra cosa en la que tendremos que trabajar.— Nick aspiró lentamente y… Al demonio. 
—Esto es ridículo. No necesito una niñera.
—La señorita Gore no es una niñera — dijo Jack Stein lastimeramente. Su agente se había quitado la chaqueta y enrollado sus mangas hacia arriba. El sudor perlaba su frente y su cabello oscuro lucía como si sus dedos hubieran hecho un recorrido por él muchas veces—. Ella es una publicista que el Club está exigiendo…
—¿Exigiendo? —Nick apoyó sus manos en el escritorio de su agente y se inclinó— ¿Desde cuándo están exigiendo esto?— Jack señaló el contrato. 
—Los National están dispuestos a firmar de nuevo, Nick. Están dispuestos a pagarte más dinero…
—¿Pero?— La señorita Gore aclaró su garganta. 
—Pero si desea seguir jugando para los National, estará de acuerdo en organizar su actuar… bajo mi supervisión.— Jack cerró sus ojos y dejó escapar un largo suspiro. Muy lentamente, Nick se obligó a dirigirse a ella por primera vez desde que supo quién era y por qué estaba allí. Dos ojos de color marrón oscuro lo encontraron desde detrás de unos lentes cuadrados. Esa mirada lo hacia querer proteger sus testículos. De verdad.La señorita Alana Gore era el epitome de recatado y jodidamente adecuado. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño severo. Sus pantalones de traje eran de un color gris turbio, y estaban mal ajustados. Sus zapatos parecían algo que las monjas usarían para patear niños. Ni una gota de maquillaje cubría su rostro. Podría haber sido en realidad una mujer agradable de ver si supiera cómo sonreír. Ella no estaba tan sonriente ahora mismo. Nick se cruzó de brazos. 
—¿Y exactamente cómo se supone que organizaré mi actuar?
—Bien, para empezar, trata de mantener tu pene en tus pantalones por más de veinticuatro horas.—Jack sonaba como si se hubiese ahogado, pero Nick sólo miró a la mujer. 
—¿Disculpa?— La señorita Gore sonrió, y mierda, eso la hizo más atemorizante. 
— Permítame hacerle una pregunta, Sr. Jonas. ¿Quiere jugar para los National?— Pregunta estúpida. 
—¿Usted qué cree?— Su sonrisa no se desvaneció. 
—Y usted no quiere dejar la ciudad, ¿correcto? —Cuando el entrecerró los ojos, ella siguió—. He hecho mi investigación sobre ti, Nick. Tienes dos hermanos y ambos viven en la ciudad. Eres muy cercano a ellos. Ustedes tres están unidos por la cadera. Ninguna otra familia excepto por los Deleasa. —Pausó, arrugando su nariz—. ¿Ellos manejan una tienda de apocalipsis?
—No es una tienda de Apocalipsis. —Nick estaba acostumbrado a defenderlos—. Es una tienda de preparación para…
—Lo que sea —dijo muy dulcemente. La piel de Nick empezó a picar.
—En muchas de sus entrevistas pasadas, ha dejado muy claro que no quiere dejar su ciudad o a sus seres queridos. —Se inclinó hacia adelante, juntando sus manos alrededor de su rodilla cruzada—. Así que si quiere permanecer aquí y ser pagado para jugar béisbol, entonces tendrá que hacer exactamente lo que diga.— Él se volvió a su agente. 
—Esto es drástico.
—¿Drástico? —La señorita Gore se inclinó, tiró el periódico de su inmenso bolso, y Nick maldijo—. Fue fotografiado en una cama junto a tres mujeres.
—¡No tuve sexo con ellas!— Ambos Jack y la señorita Gore compartieron miradas dudosas. —¿Y qué hay de esa modelo de Victoria’s Secret con quién fue visto la semana pasada? —preguntó ella.
—¡Tampoco dormí con ella! —Tomó una respiración profunda—. De acuerdo. Sí dormí con ella hace como ocho meses, pero no lo he hecho recientemente. Somos amigos.— La mirada en la cara de la publicista dijo que cuestionaba su definición de amistad. —¿Y las gemelas de hace cuatro semanas?— Dios Santo, ¿esta mujer era una acosadora? 
—Las gemelas solían salir con uno de mis hermanos. Nosotros…
—Son sólo amigos, ¿cierto? —Su sonrisa se tensó. Él le lanzó una mirada suave y ella lo ignoró—. Y está éste club que le gusta frecuentar. ¿Cuero & Encaje? Déjeme adivinar, usted va allí a buscar nuevas amigas.— Nick la fulminó con la mirada. 
—Gracioso.— La señorita Gore parecía bastante orgullosa de sí misma. Todo el problema era el hecho de que Nick no había tenido sexo con nadie en los últimos tres meses. Seguro, no era un periodo de sequía astronómica, pero para él, era épico. Demonios, no había estado interesado en ninguna mujer hasta que se topó con Miley. Mierda. Esa mujer era la última en la que quería pensar. Él todavía estaba molesto y confundido acerca de ella dejándolo mientras estaba en el maldito baño, y ahora estaba afrontando esta mierda. La señorita Gore dejó caer el periódico en el escritorio. 
—Usted probablemente no sabe quién soy, pero puedo asegurarle que nada es más importante para mí que mi trabajo, y su Club me contrató para reparar su imagen.
—Mi imagen no necesita ser reparada. —Se volvió hacia Jack—. No dormí con ninguna de esas mujeres.
—Solo escúchala —sugirió Jack con voz cansada.
—No importa si dormiste con el piso entero de un dormitorio de chicas o no —dijo la señorita Gore—. Todo es acerca de la percepción, y ahora mismo el Distrito piensa que eres un prostituto.— Nick volvió los ojos muy abiertos a la mujer. 
—Guau.
—Es la verdad —hizo un movimiento con la mano—. He representado atletas profesionales, músicos y celebridades mucho peores que usted.
—Cielos, haces maravillas para la autoestima de un hombre.— La señorita Gore se echó hacia atrás, doblando esas recatadas manos. —De alguna forma dudo que tengas algún problema con tu autoestima. En mi experiencia pasada, he lidiado con adicción, problemas de ira, y aventuras sexuales que harían que las tuyas parezcan una película de Disney. Todas y cada una de las imágenes de mis clientes estaban más allá de empañadas cuando llegué a bordo. ¿Recuerdas aquella estrella juvenil que tuvo una afición por las inyecciones de Botox y cocaína? Ya no la ves en los clubes de moda, y está trabajando en Hollywood de nuevo. Así que tengo experiencia con niños crecidos que no les importa cómo sus acciones afectan a los demás. He construido una carrera reparando la imagen de aquellos en el centro de atención. Nunca
he fallado en ello, y usted no será diferente.— Oh, él iba a ser muy diferente. 
—Mire, estoy seguro de que es muy buena en lo que hace, pero yo no la necesito.
—Y ahí es donde está muy equivocado. —La señorita Gore lo enfrentó con su mirada. Nick se sentó y tomó los bordes de la silla. Él nunca había insultado a una mujer antes, pero demonios, estaba acercándose. Jack aclaró su garganta. 
—Sé que piensas que no necesitas esto, Nick, pero no tienes opción.
—Pura. Mierda.— Como si hubiera esperado ese tipo de respuesta, Jim abrió un expediente y le entregó varios documentos grapados a Nick. Él los tomó, rápidamente dándose cuenta que era su contrato, y abrió la página de estipulaciones. Él la escaneó y suspiró. 
—Mierda.
—Lo siento —dijo Jack, rascando su quijada—. Si no aceptas trabajar con la señorita Gore y hacer lo que ella diga, los National no te firmaran de nuevo, e incluso podrían dejarte salir antes de tu contrato existente.— Estaba absolutamente estupefacto.
—Esto es por tu propio bien si deseas seguir jugando béisbol aquí —dijo Jack. Nick no tenía idea de qué decir. Ira e incredulidad se estrellaron contra él con la fuerza de un camión Mack, el cual le pasó por encima, retrocedió y luego lo hizo de nuevo. Mierda.
—Tomaré su silencio como aceptación —dijo la señorita Gore—. Empezaremos a trabajar de inmediato.
—¿En serio? —refunfuñó.
—En serio. —Ella metió la mano en su bolso de nuevo y dejó caer un archivo del tamaño de una maldita enciclopedia en su regazo, haciéndolo gruñir—. Este es mi contrato.
—Jesús.
—Y verá que en su contrato de los National exigen que firmes este.
—Se inclinó hacia adelante y abrió la pila en la página veinte—. Esta es la lista de opciones de estilo de vida nuevo. ¿Opciones de estilo de vida? Él quería reír, pero nada de esto era gracioso. Sus ojos se movieron por la lista y casi se ahogó.
 —Santo… —No habían palabras. Seriamente. No beber en público. No trasnochar. No bares o clubes de estatus cuestionables. No mujeres. Resopló a eso. Mujeres, en plural, porque él era un prostituto de acuerdo a la Señorita Palo-En-Su-Trasero. Bueno, y de acuerdo a sus hermanos, lo que sea.
—Esto es de risa —dijo finalmente, sacudiendo su cabeza—. No soy un chico de catorce años. Soy un adulto.
—Bien. Estoy de acuerdo. —Ella sonrió de nuevo—. Ahora es el momento para que empiece a actuar como tal. Espero que revise todo lo que hay ahí, porque seguirá esas reglas. Mi reputación depende de eso, y a diferencia de usted, en realidad me importa cómo el público me ve.— En realidad no le gustaba esta mujer.
—Necesitas hacer esto, Nick. Sé lo mucho que este equipo significa para ti y esta ciudad, tus hermanos —dijo Jack, levantando un bolígrafo y ofreciéndoselo—. Necesitas firmar esto y sólo seguir con ello. En unos meses cuando las cosas se calmen, no será tan malo.
Nick miró a su agente, sintiendo que acababa de ser traicionado. Luego su mirada cayó a los dos contratos en su regazo. La cosa es, que podría decir al demonio e ir sin agente. Los Yankees lo tomarían en un latido de corazón, pero la publicista tenía razón. Dejar esta ciudad y a sus hermanos era la última cosa que quería. Él y sus hermanos tuvieron una infancia de mierda en su frío y estéril hogar. Si no hubiera sido por la familia de Danielle, Dios sabe dónde cualquiera de ellos estaría en este momento. Demonios, era el papá de Danielle quién solía ir a sus juegos en las Ligas Pequeñas. Maldita sea. Esta ciudad tenía un montón de malos recuerdos, pero los buenos… Sí, esos superaban la mierda por la cual su padre y madre lo arrastraron a él y a sus hermanos. Necesitaba estar cerca de sus hermanos o lo que estaba haciendo ahora parecería un juego de niños. Irse no era una opción. ¿A quién engañaba por siquiera pensar que lo haría? Sólo no pensó que terminaría allí, con una niñera. El Club lo tenía por las pelotas. Echó la cabeza hacia atrás y gimió. 
—Están jodiéndome.

miércoles, 22 de enero de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 04


Sus ojos se abrieron de pronto, las protestas formándose en su lengua, pero las manos de él encontraron sus pesados y adoloridos pechos; esos dedos tan capaces se deslizaron sobre el material de su vestido, frotando los picos hinchados. Ella gimió su nombre, más allá de la razón, y la boca de él se cerró sobre su seno, caliente y exigente a través de la ropa y el delgado encaje de su sostén. Un agudo hormigueo se disparó en su interior. Nick levantó la cabeza, cubriendo de nuevo sus hinchados labios con los suyos mientras masajeaba el pecho en una mano y finalmente deslizaba la otra bajo el vestido. Usando uno de sus poderosos muslos, separó los femeninos y deslizó su mano hacia el interior de ellos. Ella jadeó mientras sentía sus nudillos rozar su centro.
—Maldición —gimió él—. Estás tan mojada.— Lo estaba. Se ahogaba por él. Un dedo se movió en su centro, acariciándola suavemente.
—¿Alguna vez te has excitado tanto?— Poniendo sus manos sobre los anchos hombros, sus dedos se clavaron en el suave material del suéter. Perdida en las crecientes sensaciones, su cuerpo se arqueó contra los atormentadores movimientos de él.
—Dime —gruñó. ¿Qué era lo que preguntaba? Cuando la pregunta resurgió, no podía considerar siquiera el responder, pero sus dedos se detuvieron. Bastardo.
—Apuesto a que no —Sus labios recorrieron el calor de sus mejillas, y luego por su garganta mientras sus dedos resumieron su movimiento holgazán—. No si no has estado con hombres que no saben dónde meter sus dedos, ya no hablemos de sus penes. El hecho de que el modo en que le hablaba la excitara era un poco desconcertante. No era como que estuviera acostumbrada a la charla sucia.
—Te sientes tan bien —Era la extensión de la conversación de cama con la que tenía experiencia, pero esas palabras groseras saliendo de su boca la hacían pensar y desear en cosas locas y deliciosas.
—¿Qué hay de ti? —le preguntó. Nick rió contra su garganta.
—Sé exactamente dónde meter mis dedos y mi pene.
—Me alegra escuchar eso.— La risa que obtuvo por respuesta envió un estremecimiento por su cuerpo. Su voz se afiló.
—¿Entonces? ¿Esos otros hombres sabían cómo usar sus dedos y sus penes?— Por todos los cielos, no podía creer que le estuviera preguntando eso y que le iba a responder. Las palabras salieron de sus labios a trompicones, cayendo como gotas de lluvia entre ellos.
—Estaban bien.
—Bien. —El disgusto colgó de esa simple palabra—. ¿Te hicieron correrte?— Oh, por Dios. Sus ojos se abrieron y la arrogante sonrisa burlona que él tenía en el rostro la enfureció.
—¿Lo harás tú? —La pregunta flotó en el aire antes de que pudiera detenerla. Los ojos marrones masculinos se calentaron.
—Eres un poco exigente ¿eh?— Miley no respondió. En realidad no podía, porque los ágiles dedos se deslizaron bajo el satín de sus pantis. Su cuerpo se sacudió y la sonrisa burlona lo supo. El reto brilló en los ojos de Nick, y era obvio que este hombre no se retractaba de uno. La excitación pulsó en su sangre como una canción de techno.
—¿Por qué no respondes la pregunta? —preguntó él, frotando sus dedos contra ella de manera que envió otra descarga por su cuerpo. Porque comenzaba a tener problemas para respirar.
—Es una pregunta personal.
—¿Una pregunta personal? ¿No nos estamos poniendo personales ahora?— Buen punto. Cuando no respondió, apretó el pulgar en el manojo de nervios y ella gritó, sus caderas se arquearon contra su mano.
—Te he besado. Aquí —dijo, capturando sus labios en un rápido y ardiente beso—. Y te he besado aquí —Sus labios se movieron por su garganta y su otra mano jugueteó con el adolorido pico de su seno—. Y te
he tocado aquí… y te estoy tocando más abajo ahora.— Para probar su punto, uno de sus dedos se deslizo dentro de ella, haciéndola sujetarse a sus hombros.
—Nick…
—¿Pero nada de esto es tan personal? —preguntó, sonriendo mientras movía su dedo dentro y fuera, una y otra vez hasta que Miley estuvo sin aliento
—. ¿Miley?— La facilidad con la que se apoderó de su cuerpo la sorprendió, y cuando la abrazó íntimamente, todavía empujando su dedo dentro y fuera, sintió la estrecha emoción de la liberación en su vientre. Nick pareció saberlo, porque aumento el ritmo mientras bajaba la cabeza. Los suaves bordes de su cabello rozaron su mejilla mientras le hablaba al oído.
—Está bien. No necesitas responder, porque lo que sea que ellos te hicieron sentir no se compara en nada con lo que yo te voy a hacer sentir, y te prometo que será más que bien.
Su corazón se disparó mientras la promesa pecaminosa ondeaba su alrededor. Oh, sí, Miley estaba segura de que todo esto sería más que bien Nick no dijo nada más mientras deslizaba otro dentro en su interior, pero la miró; sus ojos estaban fijos en los de ella todo el tiempo que la trabajó, rehusándose a permitirle mirar hacia otro lado, a escapar la corriente enloquecedora de sentimientos que estaba creando. Una sonrisa de autosatisfacción cruzó en los labios masculinos mientras rozaba su pulgar sobre su parte sensible, sus ojos ardiendo mientras ella aspiraba un agudo aliento. Comenzó a trazar perezosos círculos alrededor del capullo tenso, acercándose a tocarlo, pero siempre desviándose en el último momento. Después de un par de círculos, ella estaba jadeando, absoluta y malditamente jadeando. Y Nick disfrutó esto.
—Adoro como luces ahora mismo.
—¿En serio? —Sus caderas se movieron hacia adelante, pero Nick presionó, deteniendo sus movimientos.
—Tranquila —Le ordenó ronco. Su pulgar comenzó otro círculo seductor—. Tus mejillas resplandecen y tus labios están abiertos e hinchados. Hermosa.
Miley sintió que ardía en su interior, volviéndose un charco de agua caliente. Sus manos se deslizaron por su pecho y se encontró sorprendida al escuchar el corazón de él golpeando contra su palma. Quería moverse contra el travieso toque, pero estaba prisionera entre él y la pared. La evidencia de su excitación presionando en su cadera aumentó la añoranza que la consumía. Y cuando él hizo algo realmente tortuoso con sus dedos, ella gritó. Sus suaves lloriqueos, el lento y sensual asalto, la estaban llevando al límite. Arqueó la espalda tanto como él se lo permitió. Lo sintió sonreír contra su piel arrebolada. Con sus labios dentro de la distancia de un beso, le dijo:
—Te voy a hacer correrte en menos de un minuto.— La tomó por sorpresa.
—¿Menos de un minuto?
—Menos de un maldito minuto —replicó Nick sonriendo, realmente sonriendo. No una sonrisa presumida sino una juguetona, y su corazón tartamudeó cuando no debería, no podría, porque esto no tenía nada que ver con el corazón y ella realmente no lo conocía
—. Sí. Será así de impresionante —agregó. Maldito creído hijo de puta realmente tenía manos mágicas. La hora de jugar se había terminado. Movió los dedos dentro y fuera, rápido y luego más rápido aún. En cuestión de segundos ella se retorcía, y el aliento se le atascaba en la garganta. Él abrió la boca.
—Cuarenta segundos…— El siguiente roce de su pulgar creó una fricción espantosa. Ella lo empujó para atraerlo más cerca, más profundo. Nick gruñó.
—Me gusta… me gusta como tu cuerpo responde a mí. Perfecto.—La dulce agonía martilló a Miley, sus piernas se entumecieron. Oh, oh Dios…
—Treinta segundos… —dijo, bajando su boca a la de ella. La sorbió, imitando lo que estaba haciendo abajo con sus dedos. Se echó hacia atrás y murmuró—: Veinte segundos…
Mi Dios, ¿iba en serio con esa cuenta regresiva? Estaba absolutamente loco. Entonces mordisqueó y tiró de sus labios mientras sus dedos empujaban, dando vueltas. Al parecer su cuerpo estaba fuera de control: girando contra su mano, buscando más. Los músculos se tensaron. Un relámpago recorrió su columna, disparando a cada vértebra. Los dedos de sus pies se enroscaron dentro de las botas y sus caderas se alzaron, despegándose de la pared. Boqueó por aire. Cada una de sus terminaciones nerviosas ardía.
—Córrete para mí —le ordenó él. Su mano se movió, agitando el bulto de nervios entre sus dedos mientras lo pellizcaba. La liberación recorrió a Miley, rápida y poderosa, sacudiéndola, haciéndola dar volteretas en las dulces y suaves ondas de placer que atormentaron su cuerpo. Los pensamientos se diseminaron mientras se partía en pedazos y poco a poco, deliciosamente, se armaba de nuevo. Sin fuerzas, saciada y alucinada, se recostó contra él, buscando aire mientras las réplicas continuaban y la impactaban un poco más. Abrió los ojos y encontró a los azules devolviéndole la mirada.
—Todavía me quedaban cinco segundos —murmuró él, su mano todavía acariciándola íntimamente. Mierda… Sus labios se alzaron en una esquina. —Y aún necesito probarte.— Miley se dejó caer contra la pared, su corazón intentaba salirse del pecho. Aturdida maravillosamente, lo observó a través de sus gruesos párpados. Lentamente, liberó su mano y retrocedió. Con los ojos fijos en los de ella, se llevó un dedo a la boca y lo chupó. Miley nunca había visto a nadie hacer eso. En los libros, sí, pero no en la vida real. Estaba conmocionada, excitada y completamente envuelta en la sensual travesura de la acción. Nick sonrió burlonamente.
—Quiero más.— Su corazón tartamudeó. Él puso las manos en sus caderas y dobló la cabeza, besándola con intensidad, y entonces las deslizó bajo la falda del vestido. Una vez más sus dedos pasaron bajo la banda de sus pantis. Hubo una pausa mientras él se retiraba y sus labios capturaban su labio inferior. Se movió hacia abajo y se llevó las pantis con él. Confundida, puso las manos sobre los anchos hombros mientras salía de las pantis. Pensó que le quitaría el vestido a continuación o al menos las botas, pero él se quedó de rodilla, mirándola a través de sus gruesas pestañas. De ese modo, inclinado ante ella, parecía un Dios. Era hermoso. Nick levantó un poco el vestido. Sus ojos solo se encontraron cuando el material estaba por sus caderas.
Estaba expuesta a él, sus partes más íntimas. Por un momento breve, se preguntó si debería sentirse cohibida, pero la cercana promesa salvaje en sus lánguidos ojos la puso más caliente y temblorosa.
Tan imposible como se sentía, más calor la inundó y una necesidad se apoderó de ella. Lo observó, incapaz de desviar la mirada mientras él besaba el interior de sus muslos. La incipiente barba en sus mejillas pinchó su piel, enviando una ráfaga a través de ella. Miley nunca había estado más cautivada por nadie en su vida. En ese momento, era poseída y marcada. No comprendía el sentimiento, estaba demasiado perdida para cuestionarlo, pero un dolor agudo floreció en su pecho. Un hombre como Nick sería difícil de olvidar, mucho menos de seguir adelante. La respiración masculina le abrasó la piel, y su boca estaba en su
intimidad, deteniendo los pensamientos de Miley, capaz de sentir solamente.
Y él se alimentó de ella. La devoró con la lengua y los labios hasta que ella arqueó la espalda y sus dedos se hundieron en el revuelto cabello de él. Siseó y su cuerpo se meció sin vergüenza contra él. La trabajó, lamiendo y provocándola hasta que su cabeza dio vueltas y estaba segura de que sus piernas no la sujetarían. La tensión se enroscó en lo profundo, fuertemente y tan rápido que gimió.
—No puedo soportarlo —le dijo, tirando de su cabello. Nick le sujetó las muñecas contra la pared. Del modo en que estaba, él entre sus piernas y con las manos inmóviles, no podía detenerlo.
—Puedes aguantarlo —dijo contra su piel caliente. Sin darle otra opción,Nick se lo probó. Se mantuvo trabajándola hasta que se corrió, gritando su nombre mientras era desgarrada por la liberación, mucho más poderosa que la primera. No podía respirar por la intensidad del placer, ni siquiera podía formar un pensamiento coherente. Cuando el shock se calmó, estaba sorprendida de haber sobrevivido.
—Eso… eso fue increíble —respiró ella vacilante—. No, fue más que increíble. No hay palabras.— Nick se levantó despacio, acunando sus mejillas. La besó profundamente y ella gimió ante el sabor combinado de ambos. Cuando él se retiró, la lujuria concentrada en su mirada le robó el aliento.
—Fue increíble. —La besó otra vez—. Tú estuviste increíble.— ¿De veras? No había hecho nada más que convertirse en masilla en sus manos… y boca. Oye, al menos se había mantenido de pie. Eso era increíble. Besándola una vez más, la dejó ir y se alejó con rígido movimiento.
—Necesito… un minuto.— Miley se mordió el labio, deteniendo la risita que amenazaba con escapársele. Necesitaba una siesta y más de él, mucho más.
—Aquí estaré.
—Un minuto.— En su camino al baño, lo vio quitarse el suéter y la camisa blanca que llevaba debajo. Los gruesos músculos se movieron bajo la tirante piel de su espalda, atrayendo su atención completamente. En la puerta, se giró y la miró. Olvida el paquete de seis. Este hombre tenía todo un paquete de ocho. Buen Dios…
—No vayas a ningún sitio —le dijo. Miley no se movió, probablemente era incapaz de hacerlo hasta que él cerró la puerta tras de sí. Entonces ella se mudó hacia la cama y se sentó en el borde, sus rodillas estaban débiles y temblorosas. Nick había tenido razón. Ni siquiera habían tenido sexo y ella se sentía como nunca
antes. Una parte de sí estaba escandalosamente mareada y la otra parte… Seh, sabía que al final de la noche querría conservarlo. Nada bueno. El agua salió en el baño y el sonido llegó ahogado bajo un súbito
zumbido. Miró hacia abajo y vio encendida la pantalla del teléfono móvil de Nick. Su aliento se atoró y su corazón se saltó un latido. El nombre Stella destelló en la pantalla junto a una foto pequeña de una mujer que todo el que comprara en Victoria’s Secret reconocía. El estómago de Miley se hundió. Sabía que no debía mirar al texto que aparecía en la pantalla de vista previa. No era lo correcto, una violación a la privacidad y bla, bla, bla, pero ella miró porque era una chica e inmediatamente deseó no haberlo hecho.
"N la ciudad sta noche & kiero vert & reptir el pasado finde."
No requería dos neuronas el saber lo que había pasado el fin de semana anterior, aun cuando la muchachita enviara mensajes de texto como una adolescente de dieciséis años con ADHD. De todos modos ¿qué edad tenía Stella? Si a Miley no le fallaba la memoria, pasaba por uno veintidós y había modelado desde los quince. Su carrera despegó con el sostén de rubia o algo así. Antes de que el texto parpadeara por última vez siendo remplazado por la pantalla negra, Miley le echó un buen vistazo a la pequeña foto de la modelo. Cabello muy rubio y tan alta como Miley, probablemente pesaba varios kilos más. Era hermosa, con esos haraganes y humeantes ojos que rezumaban sex appeal. Y Nick había estado con ella el fin de semana pasado.
Dándose cuenta de esto, realmente comprendiendo con quien había estado él apenas siete días atrás, era como un balde de agua helada. Las pantis de Miley, dondequiera que estuvieran, probablemente servirían de
vestido para la modelo nacida en Rusia. Miró fijamente sobre su hombro a la cama bien hecha y al edredón negro. Ahora no podía imaginarse ahí, tendida desnuda ante Nick ante un hombre que traía a casa supermodelos. Súper. Modelos. ¿Qué hacía ella ahí? Además de tener los mejores dos orgasmos de su vida verdad, estaba tan fuera de su elemento que era embarazoso. Apenas podía rozar dos monedas de cinco centavos, pero sus muslos definitivamente no tenían problema para eso. Apostaba que los muslos de Stella eran del grueso de su brazo. Miley se levantó y se abrazó el cuerpo mientras su vista se enfocaba en la puerta cerrada del baño, y por alguna universalmente jodida razón, su autoestima se fue por el tragante y siguió bajando. Congelada a los pies de la cama, se preguntó si Nick se arrepentiría a la mañana siguiente. Entonces le contaría a sus hermanos sobre la chica que había traído a casa accidentalmente. Oh Dios, Chase reconocería su nombre y ella se moriría de la pena.
Una pelota de emociones horribles se formó en su vientre. No se había sentido de ese modo desde que había intentado entrar en el vestido de graduación para el su mamá había ahorrado, y había fastidiado la cremallera después de fallar en una dieta relámpago. O cuando su novio, una relación que había terminado hacía más de dos años, había mencionado la nueva dieta de moda de la que todo el mundo hablaba. Había sido su manera de decirle que necesitaba perder unos kilos. Qué bastardo.
Dios, ¿por qué debía pensar en esto en ese preciso momento? Había comenzado a amar su cuerpo, el poder de una mujer con curvas. La única explicación lógica, además del hecho de que él había sido capaz de conducir a casa y aparentar sobriedad, era que estaba realmente borracho. Girando sobre sus talones, su vista aterrizó donde había caído su bolso cerca del closet. Su respuesta de lucha o huye la rondó en el momento que escuchó cerrarse el agua, y su pecho tuvo un espasmo. En su cabeza, ella ya lo había dejado. Ahora solo necesitaba la acción y no dejar que la puerta le golpeara el trasero mientras salía.

***

Había una buena probabilidad de que Nick se corriera antes de que se quitara los pantalones, lo cual sería embarazoso, por decir algo. Maldición, necesitaba un minuto, un montón de minutos. Cerrando la puerta del baño tras de sí, se volvió hacia el agua fría. La lujuria bailaba en su interior, tirando de él apretadamente. No podía recordar la última vez que había deseado a una mujer tan intensamente como quería hundirse en Miley. Demonios, ella era la clase de mujer en la que podía perderse toda la noche, todo el fin de semana. ¿Protestaría si le pedía que se quedara para sexo después del desayuno? Sus labios se curvaron mirando su reflejo. Su cabello estaba despeinado por las manos de ella y aún podía sentir los espasmos de su piel contra su boca. Su esencia estaba en todas partes y su verga dio un tirón. Mierda.
Echándose agua fría en el rostro, alcanzó una toalla y se secó. No podía esperar a quitarle ese vestido, asentarse entre esas exuberantes piernas y escucharla gritar su nombre de nuevo. Nick gruñó. Si seguía pensando de ese modo, no iba a durar mucho antes de salir del baño.
Después de cerrar el grifo, se dio la vuelta y empujó sus manos a través de su cabello. Lo que estaba haciendo esta noche, trayendo a Miley a casa, era exactamente contra lo que el Club le había advertido, pero no era como que las brujas se escondieran en el bar. Aun si se escondieran en la habitación en ese momento, no lo detendría de tomar a Miley. Infiernos, un apocalipsis no lo detendría. Pero su anhelo, la necesidad de estar en la cama con ella, lo hizo sentir extrañamente inseguro de lo que estaba haciendo. De lo que sabía de ella, que era más de lo que sabía de la mayoría de las mujeres con que había dormido, estaba intrigad. De hecho jodidamente intrigado.
Intrigado nunca había estado antes en su vocabulario, no cuando se refería a mujeres que acababa de conocer. Seguro, les había tomado cariño a algunas. Incluso algunas amistades habían florecido de eso, pero nunca le había interesado en lo que las movía. ¿Cómo podía estar tan intrigado después de hablar con ella un par de horas compartiendo tragos? Maldita sea, lo estaba pensando demasiado y todavía estaba duro como una roca. Y realmente necesitaba salir del baño. Rodando los ojos, abrió la puerta del baño, salió con paso decidido y… se detuvo por completo en so habitación vacía. Miró a la cama, deseando verla acurrucada ahí, esperando por él. Justo como su habitación, su cama tenía ausente a una mujer sexy como, demonios.
—¿Miley?— No hubo respuesta. Confundido, se dio la vuelta. El cuarto era grande, pero no tan grande como para perder a una mujer en él. Si fuera sí, sería la primera vez. Su vista cayó en el closet. Recordando su fascinación con él, se acercó despacio y empujó la puerta abriéndola de par en par. Gracias a Dios no estaba ahí, porque eso lo hubiera molestado un poco. Retrocediendo, se fijó de nuevo en la cama. Su bolso no estaba. Una creciente y acuciante incredulidad hirvió en sus venas mientras merodeaba fuera de su habitación y hacia el corredor. Se detuvo en la barandilla, poniendo sus manos sobre ella mientras se inclinaba hacia adelante y observaba el salón vacío debajo.
—Tienes que estar bromeando —dijo, empujado el pasamano. Bajando de dos en dos las escaleras, se apuró y llegó a la cocina. La llamó una vez más pero no obtuvo respuesta. Nick se detuvo ante la vacía estantería de vino con las manos en las caderas. No podía creerlo, estaba completamente desconcertado. Miley lo había dejado, lo había dejado mientras él estaba en el baño. Una parte de sí le  encontrarla. No podía haberse ido muy lejos, y no tenía medios para irse a casa. Antes de darse cuenta de lo que hacía, estaba en la puerta delantera. No estaba cerrada, probablemente cerrada con precipitación.
Como si Miley hubiese huido de él. ¿Se había pasado a un universo alternativo donde las mujeres los dejaban sin decir una palabra? Tal vez se había caído en el baño y golpeado la cabeza. Pero mientras más tiempo pasaba ahí, la ira remplazaba la incredulidad. Se giró y se obligó a sí mismo a alejarse de la puerta y regresar al piso superior. Después de dirigirse a su cama, cogió su teléfono. Solo cuando su pulgar barrió la pantalla se dio cuenta de que no tenía el número de Miley. Ni siquiera sabía dónde trabajaba o vivía. Lanzó el aparato a la cama, se sentó y cayó sobre su espalda.
—Mierda.