Cada vez que Kevin Jonas visitaba a Danielle en el trabajo, que era, como, cada maldito día desde que los dos decidieron admitir su amor eterno el uno al otro el Mayo pasado, Miley quería poner en marcha sus tacones tecno-coloreados y escurrirse bajo su escritorio. Por supuesto, ella dudaba que su trasero pudiera caber en el espacio bajo el escritorio. No es que ella fuera así de grande, pero su escritorio era tan pequeño. Después de todo, ella era la asistente de Danielle, lo que significaba que obtenía el sobrante, esos escritorios que nadie había usado en mucho tiempo. Ella probablemente necesitaba parar de refunfuñar porque tenía suerte de que la cosa tuviera cuatro patas y no se había colapsado en ella aún. Había divisado al alto, de cabello oscuro, dueño del club navegando su camino a través de la granja de cubículos fuera de su oficina antes de que Danielle lo hiciera.
Una rápida mirada a la izquierda y Miley vio que la nariz de Danielle estaba enterrada profundamente en las cotizaciones para la gala de recaudación de fondos de invierno. La gala de recaudación de fondos de invierno. Suspiró. Todavía había tiempo para tratar de exprimirse debajo de su escritorio o al menos pretender que estaba en el teléfono, pero antes de que pudiera agarrar el receptor, las puertas se abrieron y los enormes hombros de Kevin llenaron el vacío. Grandes hombros rompe-puertas, hombros que le recordaban a alguien más, alguien con una lengua y dedos para morirse. Realmente no necesitaba pensar acerca de eso ahora. Miley fijó una brillante sonrisa en su rostro.
—Hola, Kevin.— Echó un vistazo a su escritorio, la cabeza de su jefa se sacudió y sus labios se separaron en una amplia sonrisa cuando vio a su invitado.
—Hola —dijo ella, levantándose rápidamente—. ¿Es hora del almuerzo ya?— Kevin envió a Miley una rápida inclinación volviendo toda su atención a Danielle.
—Sí. ¿Estas lista?— Fingiendo reorganizar los bolígrafos en su escritorio, Miley trató desesperadamente de ignorar la pesada y extremadamente duradera muestra pública de afecto, la socialización era a no más que un metro y medio en frente de ella. Pero Miley miro hacia arriba. Ella siempre lo hacía, más aún ahora, porque en lugar de ver a Kevin y Danielle, veía a Nick… y a ella. Era patética. Un agudo pinchazo cortó su pecho, desgarrando una herida fresca que no debería estar allí. Ella aspiro en una silenciosa respiración mientras veía a Kevin besar a Danielle como si ella fuera el aire que él necesitaba respirar, y ahí fue cuando ella apartó la mirada, parpadeando los ojos secos. No era Kevin.
Dios, no. No era Danielle. A pesar de que Miley no había sido una gran admiradora de Kevin en el principio, ella estaba feliz por ellos. No había dos personas que estuvieran más enamoradas la una de la otra, y ellos merecían la felicidad. Estar enamorado era la clave, Miley lo creía con cada onza de su ser. Era diferente de amar alguien, muy, muy diferente. Pero el problema ahora era a quién Kevin le recordaría siempre. Miley recogió un bolígrafo rojo que hacía juego con su cárdigan y lo colocó en el recipiente que contenía los bolígrafos de colores, y puso un bolígrafo negro con los bolígrafos que no eran de color. Ella podía ser un poco obsesiva sobre dónde sus bolígrafos eran colocados.
—Miley. —Danielle rió suavemente—. Deja los malditos bolígrafos solos y únete a nosotros para el almuerzo.— Mirando hacia arriba, ella metió un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja. No importaba cuan fuerte se recogía el cabello, las malditas piezas siempre se las arreglaban para deslizarse.
—Oh, no, ustedes dos tortolitos disfruten su tiempo a solas.— Danielle hizo una mueca cuando ella giró y agarró su chaqueta y bolso.
—No quiero más tiempo a solas con él. Es por eso que te estoy invitando.
—Gracias. —Kevin se giró a ella lentamente—. Mi autoestima se acaba de ir por las nubes.— Miley esbozó una sonrisa ante eso.
—Pero en serio, ven con nosotros. —Kevin pasó un brazo alrededor de los delgados hombros de Danielle—. Vamos a ir al nuevo restaurante abajo en la calle.
—¿The Cove? —Preguntó Miley. Su estómago estaba tan adentro.
—Si —sonrió Danielle—. Ese al que has estado queriéndole echar un vistazo. Ese que se jacta de las mejores hamburguesas del DC.— Kevin tiró a Danielle contra él. Más cerca, y los dos podrían sellarse ente sí.
—He comido ahí y sus hamburguesas son la mierda.— Malditos ellos y su conocimiento de cuánto las hamburguesas influían sobre ella. Parándose de su silla, Miley tomo su bolso del pequeño carro al lado de su escritorio.
—Bien, ¿Cómo puedo dejar pasar una brillante recomendación como esa?— Kevin sonrió mientras giró a su alrededor. Mirando sobre su hombro, él dijo
—: ¿Sin chaqueta?— Miley enderezo su cárdigan así la flor bordada no terminaba posada sobre su pecho izquierdo como una especie de pezón raro.
—No me gustan las chaquetas.
—Ella piensa que son demasiado voluminosas —intervino Danielle mientras sostenía la puerta abierta para ellos—. Puede estar nevando afuera y ella no llevará una chaqueta, pero sí una bufanda.— Verdad. Kevin se coló entre ellas.
—¿Una bufanda pero no una chaqueta?— Miley se encogió de hombros.
—Mantiene mi cuello caliente y además, a diferencia de Danielle, yo tengo un par de capas adicionales que sirven de protección.— Su amiga resopló mientras se encogía de hombros en un chaquetón negro. —Tú no tienes capas extras de protección, Miley.—La confusión se cruzó en los rasgos de Kevin, y Miley reprimió una sonrisita.
—No tengo idea de lo que ustedes dos están hablando —dijo él.
—Créeme —Miley replicó, sonriéndole a Danielle—. Sigue siendo así.
Encabezando el grupo principal de cubículos, ella vanamente ignoró como su amiga suavemente bajó en un rastreo de hormiga cuando ellos pasaron el escritorio de Robert McDowell. Era de común conocimiento que el chico de los números tenía una cosa por Miley. Él era agradable y bien parecido, pero Miley estaba más excitada por su vibrador de lunares que por Robert. Y por Nick. Ella había estado realmente excitada por él, lo que demostraba que no tenía sentido común, pero al menos su vagina seguía en pleno funcionamiento. A Robert le faltaba cierto elemento. Un elemento que aún a Miley le costaba nombrar, pero sabía que podría expresarlo cuando ella lo viera. Fue una cosa triste que cuando ella conoció a Nick en ese maldito club hacía un mes atrás, eso realmente le había hablado con un megáfono. Había dado dos pasos y la cabeza de Robert salió detrás de las apagadas paredes grises. Su cabello rubio estaba un poco desgreñado, enmarcando un rostro infantil.
—Hola, Señorita Cyrus…—Su mirada cayo— ¿Zapatos nuevos?—Si sólo ella estuviera atraída hacia él, Robert sería perfecto. Él notaba cosas como los zapatos.
—Si, los tengo hace una semana.
—Muy lindos —dijo él, sentándose—. ¿Camino a almorzar?—Ella se dio cuenta que él podría estar sobreactuando por una invitación y así lo hizo Danielle, quien ya estaba abriendo su gran bocota.
—Gracias —interrumpió ella rápidamente—. Te veré cuando vuelva.
Ella se apresuró más, sintiéndose como una perra gigante por dejarlo así, pero prefería sentirse de esa manera que llevar al tipo o terminar en un momento incomodo donde él inevitablemente le pediría salir, y ella le daría alguna excusa poco convincente como que tenía que lavar el pelo de su gato esa noche. En el ascensor, Danielle volvió los ojos entrecerrados a Miley.
—Podrías haberlo invitado, ya sabes
—Lo sé. —Ella cruzo sus brazos. Kevin se apoyó contra la pared, inclinando su cabeza hacia atrás.
— ¿Por qué no lo hiciste?
—Porque…
—Porque a Robert le gusta Miley —explico Danielle, terminado de abotonarse la chaqueta—. Y a Miley le gustan los bolígrafos.
—¿Bolígrafos? —hizo eco Kevin.Miley puso sus ojos en blanco.
—Los bolígrafos son mucho más estimulantes que la mayoría de la gente.
—Como que me estoy preguntando lo que haces con esos bolígrafos —dijo Kevin.Danielle arrugó la nariz.
—Deja de ser malpensado.
—Mi mente es siempre malpensada a tu alrededor.— Y ellos volvieron a empezar, moviéndose poco a poco cada vez más cerca, con los brazos rodeándose el uno al otro, sonidos de besos y todo. Miley cerró sus ojos y dejó escapar un suspiro. Estar alrededor de ellos era como estar cerca de dos adolescentes cachondos .Maldición, estaba celosa. El ascensor no podía moverse lo suficientemente rápido, y ella estaba sorprendida de que Kevin y Danielle no terminaran teniendo sexo en la cosa. Las paredes de cristal se empañaron un poco. El frío viento de Noviembre enfrió las mejillas de Miley mientras ellos esquivaban empresarios llevando maletines y turistas con riñoneras. A lo lejos, el Monumento a Washington se levantaba como un gigante… símbolo fálico. Hombres y sus juguetes arquitectónicos… Miradas curiosas eran enviadas en su camino, Danielle y Kevin las ignoraban o no las veían, pero Miley vio cada una de ella. Un cárdigan rojo por lo general no iba bien con una falda de rayas rosas y blancas y coloridos tacones con medias blancas, pero el excéntrico sentido de la moda de Miley no era nada nuevo. Más como un rechazo de los ochentas para ser exactos, pero ella siempre había sido de esa manera, amontonando ropa, mezclando y combinando diseños como un diseñador Euro Trash. Su madre creía que era una especie de desorientación psicológica, que le permitía a Miley protegerse de ser herida.
Puso los ojos en blanco. A ella sólo le gustaban los colores y realmente deseaba que su madre estuviera en otra profesión, incluso baile exótico, en vez de en psicología. No había nada como ser diagnosticado durante la cena de Acción de Gracias. A mitad de camino, Kevin sacó su celular y se rió entre dientes, sacándolas a ambas de sus atenciones. Él escribió algo de vuelta y luego se inclinó, rozando sus labios en la frente de Danielle. Dos cuadras abajo del Mall, ellos echaron un vistazo al nuevo restaurante a la moda. El aire caliente les dio la bienvenida, al igual que un ligero olor a grasa y a comida costosa. El lugar estaba lleno, lo cual hacía que estrujarse entre las mesas redondas fuera algo complicado.
—¿Vamos a conseguir un asiento? —preguntó Miley, esperando que la ampolla que estaba obteniendo en la parte posterior de su pie no fuera en vano. Kevin asintió.
—Llamé con anticipación. Nos dieron una cabina de atrás.— Danielle frunció el ceño.
—Yo pensaba que en este lugar no hacían reservaciones— Él sonrió. Por supuesto, se dio cuenta Miley, ningún establecimiento en la ciudad se negaría a Kevin o alguno de los hermanos Jonas. Además de los políticos y los traficantes de drogas, los hermanos Jonas manejaban esta ciudad.
La amplia cabina en la parte de atrás, en diagonal a un no tan sorprendentemente ocupado bar, era lo suficientemente grande como para sentar confortablemente a seis personas. Danielle y Kevin tomaron un lado mientras Miley se deslizaba en el asiento contrario, agradecida por odiar las chaquetas mientras ella miraba a Danielle murmurar en voz baja, parándose de nuevo, y luego quitándose la chaqueta. Una mesera llegó a su mesa, entregando el menú cubierto de plástico y tomando sus pedidos de bebida.
—¿Puedo pedir otra botella de agua? —preguntó Kevin, extendiendo un brazo a lo largo de la parte posterior de la cabina—. Tenemos una persona más uniéndosenos.
—Claro —respondió la mesera, sonriendo.
—¿La tenemos? —preguntó Danielle una vez que la mesera salió corriendo para cubrir la orden. La más extraña sensación se apoderó de Miley. Una especie de sentimiento que se parecía a como si alguien le hubiera pinchado el estómago un par de veces mientras miraba fijamente a Kevin, rogando a cada Dios que ella conocía para que él no fuera a decir lo que ella estaba temiendo. Kevin le dio la vuelta al menú.
—Sí, esa es una buena cosa que Richard…
—Robert —corrigió Danielle.
—… No obtuviera invitación, porque Nick me envió un mensaje camino acá. Él está sólo a una manzana, y va a tomar algo de comer con nosotros.— Miley dejó de respirar. Y luego perdió su apetito, así de sencillo. Desapareció, reemplazado por nudos retorcidos más veces que un bucle celta. Oh no, no no no… eso no podía estar pasando. Cuando ella había huido del lujoso apartamento de Nick, sin bragas, pensó que esa sería la última vez que iba a verlo en persona. Ellos realmente no se movían en los mismos círculos, y ella había renunciado a bares sexis en su futuro. Se sintió enferma.
—Genial —dijo Danielle, echándose hacia atrás en el asiento—. Vamos a ver cuánto tiempo pasa antes de que le pidan tomarse una foto, o un autógrafo.—Una sonrisa cruzó por el rostro de Kevin lleno de orgullo.
—Oye, él es una estrella. Reconócelo.— Miley dejó de escucharlos mientras echaba un vistazo a través del restaurante y miraba hacia la puerta. Ella no podía estar allí. De ninguna manera ella almorzaría con Nick. El pánico floreció en su vientre y se arrastró por su garganta. Dios mío, ella aún no le había contado a Mandy sobre lo que había pasado, y mucho menos a Danielle. Había una buena posibilidad de que vomitara. ¿Y si él la reconocía? ¿Y si él no la reconocía? Ella no sabía que podía ser peor.
—Miley, ¿estás bien? —La preocupación radiaba en la voz de Danielle. Asintiendo con la cabeza distraídamente, ella agarro su bolso.
—Sí, pero me acabo de acordar que tengo esta llamada telefónica en la oficina. Yo… sería mejor que vuelva.— Danielle frunció el ceño.
—¿Qué llamada telefónica?
— Uh, si, ¿qué llamada telefónica?
—Necesito confirmar con la compañía del servicio de comida acerca de los postres para la gala.— Los ojos de Danielle se estrecharon.
—Pensé que nosotros estábamos esperando volver a escuchar de ellos.— Miley empezó a ponerse de pie.
—Oh, sí, pero quiero llamarlos a ellos… —Ella misma se interrumpió. Su jefa estaba dándole una mirada
que decía: Siéntate y deja de actuar raro, y de verdad, salir corriendo del almuerzo podría verse raro.
—No importa —dijo Miley, fijando una sonrisa en su rostro—. Eso puede esperar.
Danielle la miró por un largo momento y luego volvió a charlar con Kevin. La vida podía ser tan increíblemente cruel. Durante el último mes, ella había luchado con lo que había hecho y no había hecho con Nick. Una parte de ella estaba contenta de haber salido antes que el hombre entrara en razón y se arrepintiera de haberla traído a casa, pero la otra parte, la que operaba únicamente en los recuerdos, revivía la manera en que él la había besado y tocado, una y otra vez. Durante un mes seguido, lo repitió, incapaz de librarse de los sentimientos que se habían despertado en ella, deseando tener más recuerdos que perduraran más. Dios, ni siquiera podía pensar en eso ahora. Cuando las bebidas llegaron, tragó un sorbo, deseando que hubiera un poco de vodka en su soda de dieta. Ella tenía que tratar de salir de nuevo. Tenía que hacerlo.
—Danielle, olvide…— Un bajo estruendo de la parte delantera del restaurante cortó a Miley, y cualquier esperanza que ella podría haber tenido de hacer una salida limpia. No tenía que mirar para saber que él estaba allí. Toda la conmoción era por él. Los jugadores de béisbol eran como dioses en sus lugares de origen. Dejó caer sus manos en su regazo y continuó mirando el menú, pero cuando Kevin saludó a su hermano, ella ya no tenía control sobre sí misma. No mirarlo era como ir en contra de la naturaleza. Jeans desgatados colgaban bajo de una cintura estrecha y la camisa de manga larga que él llevaba se tensaba sobre un estómago que ella sabía que podía hacer encender a una nación. Como los otros dos hermanos Jonas, él tenía hombros en los cuales una chica podía sostenerse.
Hombros que podían soportar el peso de cualquier cosa que se lance en su camino. Él tenía un cuerpo que estaba destinado para el sexo. En verdad, no debería haber estado pensando en sexo en esos momentos. Su atención estaba en lo que Kevin estaba diciendo, y estaba segura de que ni siquiera se había fijado en ella todavía. ¿Por qué lo haría cuando la mesera de repente apareció enloquecida de la nada, colocando una mano en una inexistente cadera mientras ella los miraba fijamente como si él fuera el aperitivo en el menú? Miley no podía culparla. Su sonrisa fácil hacia que su estómago revoloteara mientras él tomaba el menú de la mesera, sus largos dedos rozaron los de ella mientras lo hacía.
—Hay agua para usted —dijo la mesera, sus mejillas se sonrojaron y los ojos le brillaron—. ¿Quiere algo más?— Nick sacudió su cabeza.
—No, eso es perfecto. Gracias.— Miley se mordió el labio inferior con el sonido de su voz profunda y suave, y se dijo a sí misma que debía mirar hacia otro lado, pero ahora no podía. Lo observó fijamente con locura, parte de ella deseaba que él mirara hacia otro lado, y otra parte esperaba que él desapareciera.
—¿Está seguro? —preguntó la mesera, batiendo sus pestañas como si estuviera teniendo un ataque—. Estaré más que contenta de conseguir algo un poco más sabroso.— Danielle se atraganto con su bebida.
—El agua está bien, pero gracias —dijo Nick, amable como siempre. Y luego el añadió—. Pero voy a mantener tu oferta en mente.— Miley suspiró, totalmente anticipando un intercambio de números en el futuro. Finalmente, la mesera desapareció con una promesa de volver con sus órdenes, y un columpio extra en sus caderas.
—No te puedo llevar a ningún lado —dijo Kevin, sonriendo. Nick se rió entre dientes.
—Lo que sea.— Y luego él se extendió hacia Danielle, no dudó acerca de rizar su cabello, pero ella se echó hacia atrás, entrecerrando los ojos.
—Haz eso y no conseguirás hacer realidad los sueños de la mesera en un corto plazo.— Su amenaza no fue un impedimento, sin embargo, se las arregló para desordenarle el cabello antes que Kevin interviniera, amenazándolo con hacerle daño físico. Miley estaba hundiéndose lentamente en el cojín, manteniendo sus manos todavía fuertemente cerradas. Tal vez él podía no notarla. Parecía probable, ya que no había mirado en su dirección ni una vez, pero entonces Kevin tenía que abrir su boca.
—Oh, no has conocido a Miley, ¿verdad? —Kevin asintió en su dirección, y ella sintió que sus ojos se ampliaban del tamaño de un plato— . Ella trabaja con Danielle.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios… Como si el tiempo se volviera lento y estuviera atrapada en una de esas películas cursis, Nick se giró lentamente hacia ella. Una amplia, acogedora sonrisa dividió sus labios, y su mirada parpadeó sobre ella. Él ya estaba inclinándose y extendiendo su mano hacia ella. Sus ojos se encontraron. La sonrisa en su rostro se desvaneció mientras se detenía, sus ojos se abriendo ligeramente en reconocimiento. Oh, mierda. Nick la miro fijamente mientras el calor se infundía en sus mejillas, y luego habló una palabra, la exhaló en realidad
—: Tú.
Genial que intriga ,guau lo dejas en lo mejor deseando el siguiente
ResponderEliminarMARATON MARATON MARATON MARATON queremos maraton♡ esta genial no la dejes ahí sube MASSSSSSSSS
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