viernes, 24 de enero de 2014

Game Of Love - Niley - Cap 05

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Miley siempre había sido una gran fan de los domingos. Un día de descanso donde ella principalmente permanecía en sus pijamas, pedía comida a domicilio, y actuaba como un perezoso. Y los cobradores no llamaban los domingos. Recogió su pelo en una cola de caballo floja y se arrastró al angosto y corto pasillo. Frotando el sueño fuera de sus ojos, tropezó con la mesa al lado del sofá que estaba tan necesitado de ser retapizado. Un dolor agudo se disparó por su pierna.
—¡Cristo en muletas! —Cojeó hacia un lado y chocó contra el estante para libros sobre apilado, derribando varios de ellos. Estos golpearon el suelo, cada uno causando que se estremeciera. Pepsi, quien había estado tendido en el respaldo del sofá, se sobresaltó con el sonido de su voz. El pelo naranja de su espalda se hizo rosa cuando se deslizó fuera del sofá, y golpeó la lámpara de la mesa, mientras el felino se disparó hacia el sillón reclinable cercano que había pertenecido a sus padres. La lámpara, la cual era lo suficientemente pesada para deformar el piso, se volcó.  Miley maldijo y se lanzó hacia adelante, atrapando la pantalla de la lámpara. Polvo voló en el aire y se arrastró hasta su nariz. Ella estornudó. Y sus estornudos no eran del tipo delicado que apenas eran un jadeo.  Pobre Pepsi se volvió loco con la explosión nasal y se lanzó debajo de la mesa del centro. Desde ahí, dos ojos dorado-verdosos se asomaron. Una vez que Miley tuvo la lámpara derecha, retrocedió lentamente, antes de que algún otro mueble la atacara. Mientras estuvo ahí no pudo evitar mirar alrededor a su estrecha sala de estar y pensar en todo el espacio en la sala de Nick. Maldijo de nuevo.
No voy a pensar en él o en su magnífico apartamento donde en realidad había espacio para caminar. Y definitivamente no pensaré en su mágica boca y lengua. El mantra no había estado funcionando desde el viernes. Todo el día de ayer había evitado las llamadas de Mandy sólo para no verse tentada de contarle lo que había pasado entre ella y el amado mujeriego de la ciudad. Pero una vez que su cerebro fue allí, realmente fue allí. Recuerdos de cómo él la miró, la sensación de sus labios contra su piel, y esos dedos la atormentaron con cada paso. Deteniéndose en frente de la puerta, ella apretó sus ojos cerrados y sus manos en puños. ¿Estaban sus piernas temblando? Dios. Sí. Lo estaban. Por lo que probablemente fue la enésima vez en las ultimas treinta horas y algo, se dijo a sí misma que había tomado la decisión correcta al abandonar a Nick. 
Llegada la mañana él seguramente se habría arrepentido de llevarla a casa y honestamente, en esas pocas horas, ella ya había empezado a sentirse demasiado para él. Demasiado. El amor a primera vista no existía pero la lujuria a primera vista sí, y una poderosa lujuria podría rápidamente convertirse en algo más. La última cosa que Miley necesitaba era un corazón roto junto a su billetera rota. Abrió la puerta y rápidamente estiró su pierna hacia afuera. Pepsi, como era de esperarse, se disparó hacia la puerta. Cuando se encontró con el obstáculo de color rosa y azul a cuadros, se sentó y puso sus orejas hacia atrás.
—Lo siento, amigo, es lo mejor —Inclinándose, recogió el periódico del domingo justo cuando la puerta frente a ella se abrió. Todd Newton estaba haciendo lo mismo, excepto que Miley tenía un infierno de ropa más que él. Vestido solo en sus boxers a rayas rojas y azules, por supuesto, él tenía un cuerpo hecho para caminar en casi nada. Normalmente Miley trataba de atrapar un vistazo de él, pero después de ver el abdomen de locura de Nick, ella apenas levantó una ceja o sintió alguna clase de agitación o interés. Mirando hacia arriba mientras se enderezaba, le envió a Miley una cálida sonrisa. 
—Hola, señorita Cyrus.— Miley sonrió. 
—Buenos días, Todd.— Su mirada cayó hacia donde Pepsi fulminaba la pierna de Miley. Ella le envió otra sonrisa mientras movió su pierna precariamente fuera del camino y cerró la puerta justo cuando Pepsi se abalanzó. El bendito gato chocó la puerta con un audible golpe sordo. Suspirando, sacudió su cabeza mientras se agachó y lo recogió. 
—Vas a tener daño cerebral junto con un problema de peso si no eres cuidadoso.— El gato soltó un maullido lastimoso. Pepsi era lo que a Miley le gustaba llamar rechoncho. En realidad, el gato era cerca del tamaño de un perro salchicha y probablemente lo superaba. Uno pensaría que el gato no sería tan malditamente rápido, pero la cosa era un ninja a la hora de tratar de escapar. Acunando a Pepsi en un brazo y el periódico en el otro, se dirigió a su pequeña cocina. Colocándolos a ambos en la mesa, golpeó la máquina de café prendiéndola y abrió una lata de comida para gatos. La mamá de Miley estaría furiosa si sabía que dejaba a Pepsi en la mesa de la cocina, pero no era como si alguien más además de Miley comiera ahí. Su último novio serio tenía un gran problema con eso, también. Su ex tenía problemas con muchas cosas. Tomando su taza de café, la cual era más azúcar que nada, y el tazón de comida de vuelta a la pequeña mesa redonda, se sentó y ojeó al gato. 
—¿Hambriento?— Pepsi se sentó sobre sus patas traseras y muy lentamente levantó una pata, como si dijera: "Entrégalo, mujer, estás trabajando para mí". Ella suspiró y se inclinó hacia adelante, dejando el plato en frente del felino. Sorbiendo su café, abrió el periódico y escaneó los titulares. Era lo mismo de todos los días, economía en el retrete, candidatos presidenciales prometiendo al mundo, y una pobre alma asesinada la noche anterior. ¿Era de extrañar que saltara a los chismes? Realmente no debería verlo, especialmente después del viernes, pero sus dedos tenían mente propia, pasando más allá de las secciones de finanzas y deportes. Miley jadeó y casi dejó caer su taza. Con una mano temblorosa puso la taza sobre la mesa. ¡Jonas, Pitcher Estrella va por un Triple Play y lo logra! El titular por sí solo era suficientemente malo, pero la foto ,querido Dios, ¿había una foto? causo una oleada irracional de celos. En una verdadera blanca-y-negra gloria granulada, en medio de tres mujeres con muy poca ropa tendidas en la cama, estaba un Nick Jonas, sonriendo como si acabara de ganar la lotería de chicas semi-desnudas.
—Santa mierda. —Miley agarró el papel y lo levantó más cerca de su rostro. Ninguna de las mujeres era Stella, la modelo que al parecer quería una repetición del pasado fin de semana, pero cualquiera de ellas podría fácilmente posar en lencería, en lo cual estaban frente a todo el mundo en una cama con Nick. Una rubia tenía una mano en su pecho. Otra tenía su pierna tirada sobre las de él. La tercera tenía sus manos en su fabulosamente desordenado cabello. El artículo en realidad no decía mucho además de (mujeriego
desenfrenado de los National ataca de nuevo). La foto fue tomada en un Hyatt en la ciudad de Nueva York dentro de la semana pasada. Miley no tenía idea de cuánto tiempo se quedó mirando la foto, pero los rostros eufóricos de las mujeres se hicieron borrosos. Nick, bueno, él también lucia malditamente feliz sonriendo de oreja a oreja. ¿Qué hombre no lo estaría?
Ella cerró los ojos y sus ojos azul cerúleo aparecieron, calientes y consumidores. ¿Había él mirado a esas mujeres de esa manera? Por supuesto que lo había hecho. Si ella pensaba de manera diferente, entonces realmente era una idiota. ¿Y por qué le importaba de todas formas? Ella apenas lo conocía, y no era como si no supiera de su reputación. Pero demonios… ese feo sentimiento dentro de ella era más que solo celos. Posiblemente incluso un poco de decepción, porque a pesar de que sabía que lo que sea que había ocurrido entre ellos era cosa de una sola vez, hubieron momentos en los que su imaginación tomó lo mejor de ella. Cuando ella fantaseaba con que él aparecería en su puerta inesperadamente, habiéndola buscado porque no podía seguir adelante sin ella. Idiota. Gracias a Dios que no tuvo sexo con él ni terminó siendo otra marca en un cinturón del tamaño de Texas. Miley se puso de pie y corrió hacia la cocina. Con un suspiro de disgusto tiró el periódico en la basura. Dios, ella odiaba los domingos.

***

—¿Me estas jodiendo? —exigió Nick. Desde la silla a su lado, la Señorita Palo-En-Su-Trasero le lanzó una
mirada desagradable. 
—Veo que el lenguaje es otra cosa en la que tendremos que trabajar.— Nick aspiró lentamente y… Al demonio. 
—Esto es ridículo. No necesito una niñera.
—La señorita Gore no es una niñera — dijo Jack Stein lastimeramente. Su agente se había quitado la chaqueta y enrollado sus mangas hacia arriba. El sudor perlaba su frente y su cabello oscuro lucía como si sus dedos hubieran hecho un recorrido por él muchas veces—. Ella es una publicista que el Club está exigiendo…
—¿Exigiendo? —Nick apoyó sus manos en el escritorio de su agente y se inclinó— ¿Desde cuándo están exigiendo esto?— Jack señaló el contrato. 
—Los National están dispuestos a firmar de nuevo, Nick. Están dispuestos a pagarte más dinero…
—¿Pero?— La señorita Gore aclaró su garganta. 
—Pero si desea seguir jugando para los National, estará de acuerdo en organizar su actuar… bajo mi supervisión.— Jack cerró sus ojos y dejó escapar un largo suspiro. Muy lentamente, Nick se obligó a dirigirse a ella por primera vez desde que supo quién era y por qué estaba allí. Dos ojos de color marrón oscuro lo encontraron desde detrás de unos lentes cuadrados. Esa mirada lo hacia querer proteger sus testículos. De verdad.La señorita Alana Gore era el epitome de recatado y jodidamente adecuado. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño severo. Sus pantalones de traje eran de un color gris turbio, y estaban mal ajustados. Sus zapatos parecían algo que las monjas usarían para patear niños. Ni una gota de maquillaje cubría su rostro. Podría haber sido en realidad una mujer agradable de ver si supiera cómo sonreír. Ella no estaba tan sonriente ahora mismo. Nick se cruzó de brazos. 
—¿Y exactamente cómo se supone que organizaré mi actuar?
—Bien, para empezar, trata de mantener tu pene en tus pantalones por más de veinticuatro horas.—Jack sonaba como si se hubiese ahogado, pero Nick sólo miró a la mujer. 
—¿Disculpa?— La señorita Gore sonrió, y mierda, eso la hizo más atemorizante. 
— Permítame hacerle una pregunta, Sr. Jonas. ¿Quiere jugar para los National?— Pregunta estúpida. 
—¿Usted qué cree?— Su sonrisa no se desvaneció. 
—Y usted no quiere dejar la ciudad, ¿correcto? —Cuando el entrecerró los ojos, ella siguió—. He hecho mi investigación sobre ti, Nick. Tienes dos hermanos y ambos viven en la ciudad. Eres muy cercano a ellos. Ustedes tres están unidos por la cadera. Ninguna otra familia excepto por los Deleasa. —Pausó, arrugando su nariz—. ¿Ellos manejan una tienda de apocalipsis?
—No es una tienda de Apocalipsis. —Nick estaba acostumbrado a defenderlos—. Es una tienda de preparación para…
—Lo que sea —dijo muy dulcemente. La piel de Nick empezó a picar.
—En muchas de sus entrevistas pasadas, ha dejado muy claro que no quiere dejar su ciudad o a sus seres queridos. —Se inclinó hacia adelante, juntando sus manos alrededor de su rodilla cruzada—. Así que si quiere permanecer aquí y ser pagado para jugar béisbol, entonces tendrá que hacer exactamente lo que diga.— Él se volvió a su agente. 
—Esto es drástico.
—¿Drástico? —La señorita Gore se inclinó, tiró el periódico de su inmenso bolso, y Nick maldijo—. Fue fotografiado en una cama junto a tres mujeres.
—¡No tuve sexo con ellas!— Ambos Jack y la señorita Gore compartieron miradas dudosas. —¿Y qué hay de esa modelo de Victoria’s Secret con quién fue visto la semana pasada? —preguntó ella.
—¡Tampoco dormí con ella! —Tomó una respiración profunda—. De acuerdo. Sí dormí con ella hace como ocho meses, pero no lo he hecho recientemente. Somos amigos.— La mirada en la cara de la publicista dijo que cuestionaba su definición de amistad. —¿Y las gemelas de hace cuatro semanas?— Dios Santo, ¿esta mujer era una acosadora? 
—Las gemelas solían salir con uno de mis hermanos. Nosotros…
—Son sólo amigos, ¿cierto? —Su sonrisa se tensó. Él le lanzó una mirada suave y ella lo ignoró—. Y está éste club que le gusta frecuentar. ¿Cuero & Encaje? Déjeme adivinar, usted va allí a buscar nuevas amigas.— Nick la fulminó con la mirada. 
—Gracioso.— La señorita Gore parecía bastante orgullosa de sí misma. Todo el problema era el hecho de que Nick no había tenido sexo con nadie en los últimos tres meses. Seguro, no era un periodo de sequía astronómica, pero para él, era épico. Demonios, no había estado interesado en ninguna mujer hasta que se topó con Miley. Mierda. Esa mujer era la última en la que quería pensar. Él todavía estaba molesto y confundido acerca de ella dejándolo mientras estaba en el maldito baño, y ahora estaba afrontando esta mierda. La señorita Gore dejó caer el periódico en el escritorio. 
—Usted probablemente no sabe quién soy, pero puedo asegurarle que nada es más importante para mí que mi trabajo, y su Club me contrató para reparar su imagen.
—Mi imagen no necesita ser reparada. —Se volvió hacia Jack—. No dormí con ninguna de esas mujeres.
—Solo escúchala —sugirió Jack con voz cansada.
—No importa si dormiste con el piso entero de un dormitorio de chicas o no —dijo la señorita Gore—. Todo es acerca de la percepción, y ahora mismo el Distrito piensa que eres un prostituto.— Nick volvió los ojos muy abiertos a la mujer. 
—Guau.
—Es la verdad —hizo un movimiento con la mano—. He representado atletas profesionales, músicos y celebridades mucho peores que usted.
—Cielos, haces maravillas para la autoestima de un hombre.— La señorita Gore se echó hacia atrás, doblando esas recatadas manos. —De alguna forma dudo que tengas algún problema con tu autoestima. En mi experiencia pasada, he lidiado con adicción, problemas de ira, y aventuras sexuales que harían que las tuyas parezcan una película de Disney. Todas y cada una de las imágenes de mis clientes estaban más allá de empañadas cuando llegué a bordo. ¿Recuerdas aquella estrella juvenil que tuvo una afición por las inyecciones de Botox y cocaína? Ya no la ves en los clubes de moda, y está trabajando en Hollywood de nuevo. Así que tengo experiencia con niños crecidos que no les importa cómo sus acciones afectan a los demás. He construido una carrera reparando la imagen de aquellos en el centro de atención. Nunca
he fallado en ello, y usted no será diferente.— Oh, él iba a ser muy diferente. 
—Mire, estoy seguro de que es muy buena en lo que hace, pero yo no la necesito.
—Y ahí es donde está muy equivocado. —La señorita Gore lo enfrentó con su mirada. Nick se sentó y tomó los bordes de la silla. Él nunca había insultado a una mujer antes, pero demonios, estaba acercándose. Jack aclaró su garganta. 
—Sé que piensas que no necesitas esto, Nick, pero no tienes opción.
—Pura. Mierda.— Como si hubiera esperado ese tipo de respuesta, Jim abrió un expediente y le entregó varios documentos grapados a Nick. Él los tomó, rápidamente dándose cuenta que era su contrato, y abrió la página de estipulaciones. Él la escaneó y suspiró. 
—Mierda.
—Lo siento —dijo Jack, rascando su quijada—. Si no aceptas trabajar con la señorita Gore y hacer lo que ella diga, los National no te firmaran de nuevo, e incluso podrían dejarte salir antes de tu contrato existente.— Estaba absolutamente estupefacto.
—Esto es por tu propio bien si deseas seguir jugando béisbol aquí —dijo Jack. Nick no tenía idea de qué decir. Ira e incredulidad se estrellaron contra él con la fuerza de un camión Mack, el cual le pasó por encima, retrocedió y luego lo hizo de nuevo. Mierda.
—Tomaré su silencio como aceptación —dijo la señorita Gore—. Empezaremos a trabajar de inmediato.
—¿En serio? —refunfuñó.
—En serio. —Ella metió la mano en su bolso de nuevo y dejó caer un archivo del tamaño de una maldita enciclopedia en su regazo, haciéndolo gruñir—. Este es mi contrato.
—Jesús.
—Y verá que en su contrato de los National exigen que firmes este.
—Se inclinó hacia adelante y abrió la pila en la página veinte—. Esta es la lista de opciones de estilo de vida nuevo. ¿Opciones de estilo de vida? Él quería reír, pero nada de esto era gracioso. Sus ojos se movieron por la lista y casi se ahogó.
 —Santo… —No habían palabras. Seriamente. No beber en público. No trasnochar. No bares o clubes de estatus cuestionables. No mujeres. Resopló a eso. Mujeres, en plural, porque él era un prostituto de acuerdo a la Señorita Palo-En-Su-Trasero. Bueno, y de acuerdo a sus hermanos, lo que sea.
—Esto es de risa —dijo finalmente, sacudiendo su cabeza—. No soy un chico de catorce años. Soy un adulto.
—Bien. Estoy de acuerdo. —Ella sonrió de nuevo—. Ahora es el momento para que empiece a actuar como tal. Espero que revise todo lo que hay ahí, porque seguirá esas reglas. Mi reputación depende de eso, y a diferencia de usted, en realidad me importa cómo el público me ve.— En realidad no le gustaba esta mujer.
—Necesitas hacer esto, Nick. Sé lo mucho que este equipo significa para ti y esta ciudad, tus hermanos —dijo Jack, levantando un bolígrafo y ofreciéndoselo—. Necesitas firmar esto y sólo seguir con ello. En unos meses cuando las cosas se calmen, no será tan malo.
Nick miró a su agente, sintiendo que acababa de ser traicionado. Luego su mirada cayó a los dos contratos en su regazo. La cosa es, que podría decir al demonio e ir sin agente. Los Yankees lo tomarían en un latido de corazón, pero la publicista tenía razón. Dejar esta ciudad y a sus hermanos era la última cosa que quería. Él y sus hermanos tuvieron una infancia de mierda en su frío y estéril hogar. Si no hubiera sido por la familia de Danielle, Dios sabe dónde cualquiera de ellos estaría en este momento. Demonios, era el papá de Danielle quién solía ir a sus juegos en las Ligas Pequeñas. Maldita sea. Esta ciudad tenía un montón de malos recuerdos, pero los buenos… Sí, esos superaban la mierda por la cual su padre y madre lo arrastraron a él y a sus hermanos. Necesitaba estar cerca de sus hermanos o lo que estaba haciendo ahora parecería un juego de niños. Irse no era una opción. ¿A quién engañaba por siquiera pensar que lo haría? Sólo no pensó que terminaría allí, con una niñera. El Club lo tenía por las pelotas. Echó la cabeza hacia atrás y gimió. 
—Están jodiéndome.

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