La mañana del viernes se hizo especialmente eterna, no porque el día fuese a tener más horas o algo de la misma índole, sino una razón cien veces más molesta, a la que se negaba rotundamente a dar nombre. Eventualmente, Nick hizo lo de todos los días al despertar, se duchó, tomó un café expreso y se le hizo tarde, por lo que tuvo que beberlo casi camino al vehículo. Cuando encendió la radio de su auto sonrió, sin terminar de creerse que fuera la canción Girls just want to have fun la que comenzaba a fluir por los parlantes. Por un instante su mente apartó la imagen de Cyndi Lauper y la reemplazó por la de una traviesa castaña cantando aquel tema sobre la cama; saltando insurrecta sobre el colchón, todavía semidesnuda, mientras repetía que «las chicas solo quieren diversión». Una sonrisa lasciva se formó en los labios del moreno, adivinando que Dest no tendría que esforzarse mucho, pues les esperaban bastantes días que Nick no se atrevía a catalogar de otro modo que no fueran «inolvidables».
Concienzudamente, Nick revisó la agenda que su eficiente secretaria le había organizado; y para cuando ésta lo sorprendió con un sencillo emparedado acompañado de un café, tuvo que recordarse que había pasado la hora de comer y que él aún continuaba inmerso en su oficina. Por supuesto, era una forma sutil de admitir que no había perdido la pista de la manecilla terca que tardaba en avanzar.
-Gracias, preciosura- sonrió a su secretaria, quien rodó los ojos mientras depositaba el vaso humeante sobre el escritorio- ¿Qué haría yo sin ti?
-Probablemente, nada- resolló ella sin culpa, tambaleando el vaso mientras lo dejaba en el escritorio, pero sin llegar a voltearlo. Como era de esperarse, no pidió disculpas, y la sonrisa en los labios del moreno se curveó aún más.
-Exacto- Un silencio etéreo cayó entre ellos; en un principio no fue incómodo, pero desde luego, su secretaria era buena poniendo remedio a eso:
-Aunque yo, haría muchas cosas- añadió hosca, indudablemente harta de la sonrisa condescendiente que le regalaba su jefe. Sinceramente, aún no terminaba de entender que era lo que veía el resto en él.
-¡Recuérdame que te suba el sueldo!- Grito, mientras la veía a ella salir por la puerta. No siempre coqueteaba así con Mari. Solo cuando estaba de muy bien humor y la causante no era sino una adolescente.
Desde luego, él no tenía problemas con las edades. Sus últimos flirteos habían sido con una castaña que apenas acababa de cumplir los quince años, y una anciana que estaba pronta a los sesenta y seis; Mariana -quien odiaba que le recordasen su edad- A diferencia de lo que se pudiera pensar, era bastante eficiente; no, más que eso, ella era perfecta. Solía enviar flores y regalos a sus novias cuando él olvidaba fechas, digamos… significativas. También contestaba las llamadas que él, deliberadamente, optaba por obviar. Se hacía cargo de las cuentas más importantes; sin mencionar que llevaba un estricto orden de sus asuntos, tanto dentro, como fuera de la oficina. Y como si no fuera suficiente, también le preparaba la comida.
Todo un primor. Releyó las fechas y los nombres con sumo exceso de confianza, hasta que algo no encajó. Por supuesto, él nunca olvidaba nada; sobre todo no compromisos tan importantes como aquella proposición, nunca… hasta ahora. Se recordó a sí mismo que su vida personal -por muy caótica que fuese- nunca antes le había dificultado su trabajo. En su defensa, el moreno no había dejado pasar la fecha. Era cierto que esperaban su respuesta, pero aún quedaba un mes de plazo para darla. Sin embargo, haber olvidado algo tan importante como un ascenso; sobre todo, en una ciudad como New York -donde pensaban trasladarlo-, era toda una novedad para él.
Apagó su portátil, señalándose que lo que realmente importaba, era que no se volviera a repetir. Continuó repitiéndoselo un par de veces, esperando que en algún momento llegara a creerlo en realidad. Cuando llegó a su casa, le parecía que habían pasado años desde que había hablado con Liam, en lugar de apenas una semana. Había estado esquivando las llamadas de Dest en un intento frustrado por convencerse de que no sería gran cosa. Como si no se avecinaran varios días de buen sexo… Como si la sola idea no le hirviera la sangre en las venas. Como si no estuviera obsesionado con una menor de edad...
Desde luego que él contaba con un par de horas antes de que Destiny llegara. No que planeara recibirla con una cena súper elaborada, ni alguna otra excentricidad. No obstante, ofrecerle una comida digna era lo menos que se podía esperar de un buen anfitrión. Y Nick Jonas solía jactarse de ser un excelente anfitrión.
Lo primordial era que su invitada no muriese de hambre; o en su defecto, de intoxicación. Así que por lo menos tenía que darle algo apetecible, y esta vez hablaba de comida. Por supuesto, nada funcionó como esperaba, y todo cuanto tenía en mente se fue a la mierda cuando estacionó el auto y la encontró parada en el recibidor. Bueno, en realidad fue ella quien lo encontró, porque ni en cien vidas él hubiera podido reconocerla. Dest… bueno, ella estaba digamos, diferente. Algo así como irreconocible, en palabras del propio Nick.
-¿Dest?- saludó, sintiéndose como el rey de los idiotas por hacerlo parecer una pregunta, pero se estaba volviendo jodidamente difícil concentrarse con ella frente a él, por lo que cerró la puerta del auto y recostó su cuerpo contra ésta, presintiendo que necesitaría unos segundos para adaptar sus ojos a la realidad, por mucho que ésta pareciese una fantasía. « ¡¿Qué diablos se había hecho?!»
-¿Esperabas a alguien más?- contestó risueña, pero por muy bien que actuase, para alguien como Nick, era casi un delito dejar pasar el efímero pánico que empañó sus ojos. Incluso cuando ella acabara de avanzar los pasos que él era incapaz de dar y estuviese envolviéndole el cuello con sus manos.
-Te extrañé- susurró bajito antes de besarlo. A él le llevo un par de segundos cerrar sus ojos y rodear su cintura con las manos. « ¿Dónde había quedado la niña introvertida que días atrás se ruborizaba por la sola mención de una erección?»
-Hey, para…- murmuró él. Reaccionando segundos más tarde y de pronto bastante consciente de la situación. Liam podría estar ahí, ¿no? De otra forma, no podía explicar cómo diablos había llegado a su casa, sin mencionar que traía equipaje… Debía traerlo, no sería mujer si no tuviera uno con ella.
Sutilmente, ella fue alejándose, y esta vez en el sentido literal, no solo sus bocas, sino sus manos fueron enfáticas al abandonar la piel de su cuello. Por supuesto, al instante su cuerpo la extrañó, pero se repitió a sí mismo que perfectamente podría ser que echara en falta una buena bufanda… Pero luego, ella se cubrió el rostro con las manos, con lo que Nick solo pudo catalogar como vergüenza. Y entonces, casi imperceptible, él la oyó susurrar y todo en lo que pudo pensar fue en abrazarla.
-Pensé que te gustaba.- Abrazarla se quedaba corto….
-Dest- suspiró rendido, atrayendo su cuerpo hasta su pecho y besando su cabeza sin pensárselo dos veces.
-Si Liam nos hubiera visto…- Destiny había sospechado que a Nick le convendría mantener su relación en secreto. No obstante, recién ahora era capaz de comprobarlo. Y si bien cierta pulsación en su pecho amenazó con hacerla sentir poca cosa, se recordó mentalmente que su papá y Nick habían sido amigos desde siempre. Y por muy liberal que su progenitor pareciese, no haría una fiesta en honor a la reciente pareja. Desde luego, Nick era muy sabio al mantener todo en silencio, incluso cuando ella quisiera comérselo a besos tanto frente a su mamá como frente a la babosa de su tía Demi.
-Tranquilo- sonrió ella; bastante alegre de hecho, y tomó su boca otra vez –Estamos solos- añadió picara, mientras sus manos se perdían en su pelo.
Cuando sus respiraciones recobraron un ritmo aceptable; no normal, porque eso sería pedir un imposible, pero al menos consiguieron habituarse a un vaivén saludable, Nick la llevó de la mano en dirección a la entrada.
-¿Llevabas mucho tiempo esperando?- interrogó, mientras ella se colgaba solo un bolso negro en el hombro. A él le sorprendió.
-¿Esto es todo?- preguntó después de que ella le jurase que llevaba solo un par de minutos ahí. Obviamente él no le creyó ni una palabra.
-Estaré solo un par de semanas, no necesito gran cosa para estar acá- afirmó ella encogiéndose de hombros. En cualquier otra circunstancia le hubiera creído, pero justo ahora eso era difícil. Sobre todo por el modo en que la adolescente se había presentado frente a él. Podría pasar por alto el excesivo maquillaje, y por supuesto el alisado en su cabello, que no le quedaba mal, pero Nick la prefería con esas ondas suaves curvándose en su espalda. De igual manera, los tacones de aguja a mitad del muslo y la chaqueta de cuero tan ceñida a su cuerpo; que él podría apostar a que no llevaba nada bajo ésta, a excepción de un sostén con relleno, lo que era bastante obvio porque una semana atrás él había probado esos pechos; los había comido hasta saciarse y no entendía realmente cómo la joven podía pasar ese detalle por alto. Incluso así, él podría haber obviado eso, pero fue otra cosa lo que captó su atención. Tal vez no era la forma más exacta para definir el modo en que sus ojos parecían querer escapar de sus orbitas cada vez que observaba la piel descubierta… Simplemente, esa falda lo había dejado fuera de combate, una demoledora ráfaga de deseo había hecho mella en él y no pretendía darle tregua. Bien, a Nick le pareció perfecto, porque tampoco tenía intención alguna de resistirse.
-Qué alivio, hubiese querido matarme si dijeras lo contrario- confesó él, escondiendo la cara en su cuello. Esto solo era posible, gracias a que ella se encontraba de pie sobre la cama. La diferencia de estaturas era algo que Destiny odiaba con toda su alma.
-Sigo sin creerlo...- se detuvo, apreciando las pequeñas gotas cristalinas que surcaban su cuello y su pecho, Nick tenía el pelo empapado adherido a su sien y cubriendo una fracción de su ceja. Se veía delicioso- Parece…
-Shh, no lo digas- musitó contra la piel de su cuello, bañando de vapor cálido la zona erógena- Y por si te cabe duda, también lo disfruté- Y entonces alzó el rostro, mirándola como solo un hombre enamorado podría hacerlo, o eso pensó la adolescente, quien parecía que corría un serio riesgo de derretirse de un momento a otro entre sus brazos.
-Mucho- prometió antes de darle un último beso y esperarla en la cama, mientras Destiny se daba un baño. Por supuesto, fueron incapaces de dormir.
Ya de madrugada, con el frágil cuerpo acurrucado contra su pecho y resguardado en la protección de sus brazos, Nick se permitió pensar. O al menos hizo el intento. No tenía jodida idea de que haría en el futuro. Había sido un buen polvo, no lo dudaba. Uno de los mejores, si se permitía ser sincero. Y no se trataba de que Destiny tuviera una gran pericia, aunque elasticidad le sobraba, había que darle un gran crédito por ello. Lo que realmente lo había desconcertado, era lo fácil que fue perder el control, tan simple se sintió soltar los hilos que lo mantenían atado a la tierra, perderse a sí mismo y fundirse en ella sin pensar en el ayer o en el mañana.
Observó su rostro, levemente ruborizado y con enmarañados mechones castaños adheridos a su piel blanca, simplemente no pudo contener a sus manos de acariciar su mejilla. Era tan cálida y suave que repitió el actuar; no una vez, ni dos; sino incontables veces, repasando los confines de pecas casi invisibles en el nacimiento de su nariz y pómulos. Finalmente, se dio por vencido con su intento de pensar y dormir estaba fuera de discusión. Diferente a lo que solía pasarle con otras mujeres, aquella noche padecía un molesto insomnio, que terminó siendo bastante agradable, porque pudo memorizar cada uno de sus gestos de ella al dormir. Rodeó su cintura con las manos y escondió esta vez la cabeza en su pecho. Se sintió en casa. Cuando Nick despertó por la mañana, una clara vista de la colorina arrodillada a su lado y mirándole sonriente le hizo fruncir el entrecejo.
-¿Qué haces?
-Te traigo el desayuno, por supuesto- algo en el modo en que lo dijo, quizás un aire de independencia provocativa, la hizo parecer insoportablemente comestible, Se le hizo agua la boca. Pero tenía que darle tiempo para recuperarse, por mucho que su miembro dolorosamente rígido deseara otras cosas. Él tenía que manejar la situación.
-No era necesario- observó la hora en su móvil, comprobando con alivio que aún estaba a tiempo de darse una ducha e incluso pasar a dejarla antes de ir al trabajo.
-Lo sé.
-Dest… En serio, no tenías que hacerlo.
-Después de lo de anoche...créeme, tenía que hacerlo. Más bien, quería hacerlo.
-Actúas como si fueras…
-¿Tu mamá?- se burló ella.
-Iba a decir mi mujer, pero supongo que también sirve eso- Ella se volvió a ruborizar. Esta vez más leve, pero no dijo nada, y Nick le concedió el beneficio de la duda.
La mañana se le hizo eterna, no porque extrañara el olor de esa niña, ni su perfume, ni su piel… y mucho menos su sabor. Buen Dios. No la extrañaba, no podía hacerlo.
-Es la novedad- se dijo, mientras cruzaba y descruzaba los pies sobre el escritorio de su oficina.
-¿Qué cosa?- preguntó Liam saliendo de la nada. Casi se cae de la silla cuando observó al rubio cruzar la puerta y avanzar hacia él. Lucía molesto. Terriblemente molesto. Nick no era un tipo debilucho, pero este no era el lugar para iniciar una pelea- Necesito hacer algo y tú vas a ayudarme.
El moreno suspiró, agradeciendo que -como siempre- todo se tratase sobre él. Liam solía creer que el mundo giraba en torno a su persona. Desgraciadamente, la mayor parte del tiempo era así…
-Eres consciente de que Miley y yo iniciaremos la próxima semana los trámites de divorcio, ¿no es así? Resulta que Miley estuvo llamando anoche y hoy por la mañana, haciendo un montón de comentarios raros… Ya sabes como son las mujeres, sobre todo Delta, toda melancólica…- El ojicafe puso los ojos en blanco. Por supuesto, tenía una idea bastante definida de como eran las mujeres, y era precisamente Miley quien había fundado la primera de sus teorías.
-Con todo lo de nuestra separación Delta ha estado un poco mal y me temo que su depresión podría volcarse en Destiny- y «eso» fue todo lo que Nick necesitó para prestar una atención genuina al monólogo de su amigo.
-Necesito que recibas a Destiny en tu casa- la mandíbula de Nick se cayó, literalmente. Estaba tan abierta que un centenar de moscas podrían encontrar asilo ahí. Liam por su parte, no lo notó y continuó hablando
-Miley irá de vacaciones a Río de Janeiro y Demi irá con ella…
-¿Qué pasa contigo? ¡Es tu hija!, ¿o me equivoco?
-Delta no siente mucha emoción por conocerla. Y Destiny… Mierda, ni siquiera en pesadillas me dirigiría la palabra si yo llegara a proponérselo.
-¿Estás poniendo a tu amante antes que a tu hija?- Tan insólito como parecía, Nick se sentía indignado. Él nunca se imaginó a sí mismo con hijos, pero estaba seguro de que si los tuviera, no les daría ese trato.
-De la forma en que lo dices suena horrible, solo intento llegar a un acuerdo común.
-En el que tú pareces ser el principal ganador.
-Olvídalo… pensé que podría contar contigo, eres su padrino, ¿no?- Nick reprimió dos sentimientos, primero la ira por el bastardo hipócrita que tenía como amigo, y en segundo lugar, pero no menos importante, el cargo de consciencia. Liam no tenía por qué estar al tanto de las mil y un razones por las que no era prudente mantenerlo a él y a la adolescente bajo el mismo techo, pero en vista de que su amigo insistía…
-Cuenta conmigo- respondió risueño y genuinamente emocionado, mientras Liam se acercaba a darle un abrazo fraternal.
-Sabía que podía contar contigo. Nunca, desde que tengo memoria, nunca me has defraudado. Siempre has estado ahí para mí.
-Somos hermanos. Siempre te veré como uno, lo sabes…- Por supuesto, Liam lo sabía, pero de ahí a que Nick realmente lo creyera…
Por un momento, Destiny desvió su vista hasta la ventana, y se maravilló al notar los finos rayos lunares que atravesaban la habitación para caer sobre sus cuerpos. Nick volvió a besarla, captando nuevamente su atención. Esta vez, parecía hacerlo más suave, también más lento, y el modo en que sus manos le enmarcaban el rostro, la hacía sentir la mujer más hermosa del universo. Se sentía única e importante. Abrió los ojos cuando rompieron el beso, perdiéndose en las afiliadas facciones de su cara, en el oscuro café que imperaba en su iris. Tuvo que reconocer que era incapaz de tener suficiente de él; sus palabras, sus besos. Siempre se había sentido cercana a Nick, pero con el correr de los años, Destiny descubrió que era mucho más que un simple amor platónico. Comprendió que lo amaba de verdad, y aquello solo lo hizo peor.
El calor y el placer se entremezclaban, y con solo pensar que podía ser un sueño, el corazón se le paraba. Necesitaba una prueba de que eso era real; que no era otra jodida broma de su imaginación, ya había tenido bastantes de esas en el pasado, esta vez quería jugar seguro. Aquella leve incertidumbre había arrojado sobre sí una oleada de pánico. ¿Y si no era real?, ¿y si realmente, nada de eso estaba pasando? Ella sintió la erección de Nick rozar su estómago, y después un poco más abajo. La respuesta a su pregunta llegó en forma de una omnipotente barra gruesa, que solo la hacía pensar en el acero y el sudor. Nada en comparación a su limitada vida sexual.
-¿Qué va mal?- preguntó él, percatándose de pronto que las piernas de Dest no dejaban de temblar. Nada quedaba de las ropas de ambos, ni el boxer de él, ni las sencillas bragas de algodón de la chica. Ella observó su erección al descubierto, imaginando lo bien que se sentiría que su cuerpo lo abarcase por completo.
-Nada-mintió con las emociones a flor de piel, ansiedad, lujuria, y como siempre, sus nervios traicionándola en los momentos menos deseados. Sintió la punta de su erección contra la puerta de su entrada y cómo los brazos de él aumentaban la presión. Sus manos alcanzaban su cara para besarla otra vez; y una más, y la castaña parecía no tener suficiente.
Olvidando todo aquello que no fuera la lengua de él delineando su boca, sus labios chupando su carne, ese cálido aliento inundando su cuerpo y su olor impregnándole la piel. Cuando él separó sus muslos con su pierna, el miedo a no satisfacerle volvió. Era algo inevitable. Suspiró contra el cuello de él y mandó a volar aquel pensamiento, repitiéndose que no había vuelta atrás. Aquello era la razón por la que estaba ahí. Era lo que él despertaba en ella lo que la traía convertida en una completa extraña los últimos meses, ni siquiera ella misma era capaz de reconocerse.
Realmente lo amaba. De la forma más absurda, tonta, profunda e irrevocable; se había enamorado de un hombre mayor. Uno que no solo le doblaba en edad, sino que además, era el mejor amigo de su padre, amante de su mamá probablemente, ¿y por qué no decirlo?, también su padrino. «Mierda, mierda, mierda… » No sonaba ni por asomo bien. Y de pronto, dejó de importar de quien se tratara o por qué estaba ahí; solo era consciente de aquella erección entre sus muslos y de cómo ansiaba sentirle más, albergarlo en su interior absolutamente todo. «Todo»
-Destiny- susurró mirándola, y una sonrisa que ella nunca antes había visto se encontraba embelleciendo el rostro del hombre- eres mi pequeña encarnación del demonio.
Inclinó su cabeza para tomar en su boca uno de sus pezones, la carne erecta parecía deshacerse en el interior de su boca. «Miel». Besó la oscura aureola de su pecho de una forma salvaje y profunda. Un estremecimiento de placer recorrió cada una de las terminaciones nerviosas en la piel de la castaña en sus manos, en la nuca, los contornos de su cintura y por detrás de las orejas, incluso la planta de sus pies parecía arder en carne viva tal y como se encontraba el dilatado botón de su clítoris.
Lo amaba, lo amaba tanto que, si bien no era correcto, parecía perfecto yacer en sus brazos de aquel modo. Olvidó los nervios y el temor, e incapaz de resistirse a su devastador deseo, alzó sus caderas para encontrarse con él, mientras le envolvía nuevamente su cuello con los brazos. Su alma demandaba mayor proximidad, Dest anhelaba concretar la unión; estar más cerca aún, y por la húmeda emanación de deseo que abrigaba entre sus muslos, podía decir que estaba más que lista para recibirlo. Se meció ligeramente contra él, apremiándole por que le ayudara a alcanzar esa tan ansiada liberación.
-Por favor- lloriqueó y él apartó su boca de sus tiernos botones, comenzando a descender hacia el sur, trazando un camino de besos en el declive de sus pechos, en las puntas hinchadas de éstos y continuando más abajo…
-Lo se- consoló él, con picardía bailando en sus ojos cafés. La humedad de su boca se cernió sobre su ombligo. Dest echó su cabeza hacia atrás, prácticamente hundiéndose entre las almohadas, mientras sus caderas se alzaban al máximo. Su cuerpo se tensó, apreciando cómo él con su mano abierta acunaba su centro; separando suavemente sus pliegues, palpándolo, acariciándolo y repartiendo su lubricación por toda la carne hinchada.
-¡Nick!- reclamó entre jadeos, cuando sintió el primer dedo penetrarla. El soltó una risa baja y grave, y luego ella no pudo ver su rostro otra vez, lo que tampoco importaba mucho ya que había cerrado los ojos en cuanto el segundo dedo comenzó a trabajar en ella.
Con su mano todavía sujetándola, la tocó con la boca, rodeando el dilatado botón y devorándolo con un beso experto, perpetuando aún más el momento. La espalda de ella se arqueó, y pese a que su boca ya había dejado de emitir sonidos coherentes, él pudo intuir que lo estaba haciendo bien. Volvió a penetrarla con la lengua y los talones de sus pies se curvearon en un ángulo de noventa grados. Sonrió complacido. Definitivamente, bien.
Agradeció que Dest no tuviera esas odiosas garras que las mujeres solían incrustar en su piel. A ellas parecía encantarles; su espalda por otra parte, no lo apreciaba demasiado. Sin embargo, en aquel instante, realmente le pareció tierno el modo en que sus dedos resbalaban ineficaces por su piel. Primero el cuello, luego la espalda y finalmente enredando su cabello con locura, como si eso fuera a conseguir que se detuviese. ¡Ja! Él ni siquiera había empezado…
A Destiny Hope Hemsworth, nada, nada la había preparado para ese violento huracán de sensaciones. Las manos de Nick parecían ejercer magia sobre su cuerpo, y su boca… Virgen santa, estaba tan cerca… Evitando que ella se corriera con sus dedos, se alzó sobre su cuerpo, hasta alcanzar el buró, tomó el sobre plateado y antes de que ella pudiera articular su nombre, Nick ya se había enfundado a sí mismo.
-¿Lista?- Dest abrió los ojos lentamente y vio en los de él un café brillando en lagrimas por la pasión; encendido de deseo, y no se trataba de cualquier deseo, sino de uno dirigido hacia ella. No era momento para dudas, ni para una mayor búsqueda interior. ¿Cordura?, ¿acaso se comía? En ese momento a la adolescente le pareció que eso podría ser cualquier cosa, desconocía el significado de dicha palabra, solo quedaba espacio para sentir.
Ella se alzó y tomó la cara de él entre ambas manos, acercándolo más a su boca, y finalmente besándolo; dulce y profundamente, mientras la erección de él se abría paso en su vagina. Caliente y húmeda, la experta lengua barrió con el temblor de su propia boca y ella emitió un suspiro de profundo placer, mientras las caderas de Nick ondulaban hambrientas contra las suyas en un ritmo que iba en crescendo. Las manos de ella resbalaban por la piel de su cuello debido al sudor, él realmente amaba eso. Deleitándose a cada segundo con el contacto entre ambas pieles.
-Dest- suspiró él, y la mención de su nombre viniendo desde los labios de ese hombre parecía un poema. Era tan placentero que debería estar prohibido- Mi pequeña Dest, cada día me sorprendes más….- Ella no supo si tomarlo como un insulto o un halago. Nunca pensó que a él podría importarle su virginidad, o mejor dicho, la falta de ella. Pero el modo en que aumentó la ferocidad de sus arremetidas, no parecía mostrar que le hubiese molestado en absoluto.
- Te dije que no era una niña- jadeó sonriendo, con sus pequeñas manos intentando abarcar el máximo posible de su espalda; lo que no era fácil ya que Nick era muchas cosas, pero menudo definitivamente no estaba en la lista. Observó embelesada los músculos de sus brazos, dilatándose y contrayéndose con cada nueva estocada que el moreno descargaba en su interior. Densas gotas de sudor se deslizaban por su vientre, dando vida a la serpiente que surcaba gran parte de éste con cada nuevo ondear de sus caderas. Con ambos puños enterrados en los contornos de su rostro, y la frente tan cerca de la suya que parecía traspasarla con sus pupilas dilatadas, ella se sentía incapacitada para cualquier otra cosa que no fuera abarcarlo por completo.
- No sabes cuánto deseaba esto- Nick se estremeció, con su erección cautiva en el abrigo femenino. Ella era tan estrecha, tan malditamente buena. Se sentía en la gloria.
- Acabas de robar mi diálogo.- Ella besó su cuello
-Dest- jadeó él, mientras ahora ella lamía su pecho, luego su hombro.
- Te deseaba, te deseo y creo que no miento cuando digo que te desearé siempre…- El músculo de su mandíbula se tensó, pero continuó con aquel baile, expresando con su cuerpo lo que era incapaz de confesar con su boca; escarbando en su interior, duro y profundo; con un vaivén primitivo y adictivo, asegurándose de llegar donde nunca antes nadie hubiese llegado. Tocando lo desconocido… Llevándola al orgasmo.
- Yo también te deseo- Fue casi un suspiro, y sin embargo, fue todo lo que ella necesitó para explotar. Él la siguió segundos más tarde.
Sentía la cabeza pesada, le faltaba el aliento y apenas podía mantener la coherencia de sus pensamientos. Pero aun así, mantenía una sonrisa tan grande en la boca que temía tener que acudir a terapia facial para volver a recomponer su rostro. Debería estar prohibido sentirse así de feliz. Se giró hacia su derecha, de donde Nick acababa de desaparecer por la puerta del baño. Pensó en seguirlo, por supuesto, pero… todo estaba muy reciente aún. Demasiadas cosas en muy poco tiempo.
¿Qué harían ambos a partir de ahora? ¿Le pediría él acaso que fuese su novia? Destiny lo dudaba seriamente. Lo más probable es que quisiera mantenerlo en secreto, o incluso peor… ignorarla. El pánico se acrecentó en su pecho, y una punzada en su carne hinchada le recordó que probablemente para Nick, si hubiera significado «algo» después de todo. Ningún hombre podía entregarse con tanto ímpetu a quien no amaba. Nadie de su edad podría confundir «hacer el amor» con «tener sexo». Excepto que su padre lo hacía todo el tiempo, o de eso solía quejarse su mamá.
-¿Tan malo estuvo?- Ella alzó el rostro, furiosamente sonrojada y súbitamente consciente de su desnudez.
-Por tu cara, digo. Luces como si acabaras de asistir a un funeral.
-Todo lo contrario- admitió ella, poniéndose de pie sobre la cama y avanzando hasta el borde justo frente a donde se encontraba Nick con una corta toalla blanca cubriendo el inicio de sus muslos y a aquella bestia imparable a quien había tomado cariño. Sonrió ante su último pensamiento mientras su padrino la atraía hacia su cuerpo recién duchado, envolviendo la cintura con sus manos.
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Hola chicas, deje capitulo largo, por todo lo que les debía, espero que comenten, me pone muy feliz cuando lo hacen. En fin, Feliz Navidad atrasada, pero apenas tengo internet y aprovecho que tengo bateria.
-¿Eres consciente del jodido efecto que causas en mí?- su voz era más gruesa de lo habitual y las venas tensas de su cuello eran solo una de las bondades que el buen Señor hoy dejaba a la vista. Dest se lamió la boca.
-Tengo una idea.
-Explícate- ella se sonrojó levemente y luego habló sin que sus manos dejaran de acariciar su pecho.
-Puede que haya notado cierta mm… «Emoción» en ti un par de veces.
-¿Emoción?- Nick alzó ambas cejas y supo que debía tener una sonrisa idiotizada en su boca. Joder, estaba tan caliente que podía apostar a que acababa de manchar su ropa interior.
-Bueno, tú estabas tan…
-¿Duro? ¿Excitado?- que era exactamente como se encontraba ahora- Dilo, no es una palabrota o algo así.
-Lo sé, pero sigue siendo extraño- ella se inclinó y su boca dejó un corto beso en sus labios. Nick quería más.
-Ajá, ¿entonces?
-Bueno, había notado que te excitabas, pero no estaba realmente segura de ello hasta hace unas semanas- Sin previo aviso, él los giró en la cama, observando el frágil cuerpo juvenil recostado bajo el suyo.
-¿Y qué hiciste?- Dest tembló cuando el aliento varonil barrió los cabellos amontonados en la zona de su cuello. Su padrino había comenzado a soplar y soplar, hasta que la tuvo arqueada contra su pecho.
-Le pregunté a una amiga que hacer- esta vez, jadeó débilmente, mientras las manos de Nick comenzaban a bajar.
-¿Y qué te dijo?- Abrió sus piernas, justo después de plantar un sonoro beso en el nacimiento de uno de sus pechos. La castaña se aferró a su cabello atrayendo su boca, como si fuera posible, más cerca.
-No te va a gustar- La rodilla de él halló sitio entre sus muslos, rozándola levemente. Sus manos parecían quemar. Un fuego líquido atravesaba la piel de la joven mientras los dedos de él parecían estar en todas partes de su cuerpo.
-Confía en mí, quiero oírlo- Ella intentó rodar los ojos pareciendo despreocupada, pero todo cuanto consiguió fue ponerlos en blanco. El moreno sonrió, mientras volvía a lamer el pezón por sobre su sostén.
-Como quieras- respiró entrecortado- Ella dijo primero, que eras un viejo verde…
-¿Y luego…?- cubrió su cuello con una mano, trazando suaves círculos sobre su piel- Dijo algo más- la alentó- puedo decirlo por la cara de horror que tienes ahora.
-¿No te molesta que digan que eres un viejo verde?- Él se alzó un poco, quitándose magníficamente la camiseta. Ella observó la piel bronceada y los músculos exuberantes de su pecho. Cuando notó la gota de sudor que surcaba los colmillos de la serpiente tatuada en él, intentó llevar una mano al nudo de nervios situado entre sus muslos, para calmar el necesitado botón aún implorante por alivio. La gruesa mano asida a su muñeca se lo impidió, y ella concluyó que realmente, Nick no tenía un ápice de viejo. Ni uno.
-¿Acaso es mentira? Míranos, estoy contigo, en MI cama. No es como si pudiera negarlo o algo así.
-Tienes razón, pero sigue pareciéndome injusto.
-Cariño, eso es porque estás loca por mí- Ella no pudo negarlo.
-Bien, ¿en que estábamos?
-¿En qué me besabas mucho y yo olvidaba como respirar?
-Eres buena, casi caigo, pero soy más difícil que eso. Entonces, ¿qué más dijo tu amiga?- Dest mordió la cara interna de su mejilla, mientras los labios de él parecían estar sorbiendo la piel de su hombro. Esa era la primera vez que alguien se atrevía a dejarle una marca. Dest supo que no dejaría a nadie más hacerlo. Solo con Nick se sentía tan bien y correcto.
-Que me acostara contigo y te sacara el máximo dinero posible- La boca de él abandonó su carne y ambos guardaron silencio. La falta de sonidos se hizo insoportable. Sus cafés ojos la escrutaron sin disimulo; primero su rostro, luego el cuello, continuó bajando hacia sus casi inexistentes pechos y siguió, hasta que la espera se hizo insoportable para ambos. La anómala dureza que rozaba el estómago de ella, era la prueba fehaciente de que no era la única con cierta urgencia.
-¿Y qué planeas hacer? ¿Vas a seguir su consejo?- Las manos de Destiny fueron hasta la parte trasera de su espalda, en un inútil intento por desabrochar su sostén.
-Date la vuelta- le ordenó, y odió que su voz sonase tan ronca. Quería complacerla, no forzarla. Ella lo hizo, y la sencilla tela blanca resbaló por sus manos tan rápido que Dest incluso llegó a molestarse. Era obvio que él no era virgen, ni siquiera ella lo era, pero por alguna razón le molestaba mucho más ahora.
-Supongo que sí a lo primero, lo segundo no lo creo necesario- Jadeó cuando le arrebató el pantalón de pijama y perdió la capacidad de respirar cuando él se lo llevó a la nariz.
-Parece increíble que te veas tan encantadora con esto -la besó larga y rudamente; la lengua de él se adentró en su boca, como si perteneciera a aquel sitio. Lamiendo con una pasión inquietante cada rincón, chupando sin atisbo de razón y absorbiendo sin lógica. Simplemente sintiendo y entregándose al deseo incandescente- Y como sospechaba- él unió sus frentes, sin cesar de acariciar su mejilla- te ves incluso mejor sin el.
Ella volvió a besarlo en la boca, en el cuello, en su pecho. Dejó a sus labios recorrer la piel lisa, sin pensarlo, sin comparar. Nick no era Douglas, no había forma de que le gustasen las mismas cosas…
-Estás jugando con fuego- le advirtió, afirmando su mano. Ella respiró con torpeza, pero mantuvo la otra en su lugar… sobre su muslo. La escuchó tragar, pero fingió no hacerlo. Estaba tan deseoso por su piel que estallaría de un momento a otro, pero no era un animal, sabía conformarse con lo que la adolescente le daba.
-Creí que mi papá era el jugador… yo siempre me he tomado las cosas muy en serio- Él simplemente fue incapaz de decir que no.
-¿Quieres parar?- preguntó Nick, concediéndole la responsabilidad de sus futuros actos a ella, quien por supuesto, no tenía la madurez necesaria para hacerlo, lo que convertía a Nick en un egoísta sin remedio. Aquello lo hizo sonreír. Realmente se había convertido en lo que solía aborrecer… Buscó en sus ojos algún indicio de resolución, un poco de determinación que lo ayudase a avanzar más hacia lo que deseaba, pero todo lo que podía ver era inocencia.
-No estoy segura…- Él asintió, sin parar de moverse, sin dejar de tocar.
-Es solo que, ¿tengo realmente opción?- él frunció el ceño- Digo, ¡mírate!, eres todo ternura y seguridad. No creo que tenga realmente oportunidad de negarme.
-Jamás te forzaría a nada- susurró contradiciéndola, con su mandíbula tensa y marcada. Fingiendo no ver el mechón castaño enredado en su cuello y actuando como si eso no le excitara.
-Por supuesto que no- admitió ella en tono conciliador, mientras continuaban moviéndose, pero ya no había melodía que los respaldase, Nick había dejado de tararear- Tú simplemente puedes ir y tomar lo que sea, luciendo todo irresistible. Él se alejó, rompiendo el vals y deslizando ambas manos por su cintura. Los dedos ciñéndose a su piel, disfrutando el calor líquido que se escondía bajo la delgada tela de su camiseta.
-¿Soy irresistible para ti?- inquirió enarcando sus cejas, justo cuando la lengua le lamía los labios. La boca de Dest se secó, mientras se perdía indefinidamente en la pasión de esos ojos cafés. Nick la soltó, como si la respuesta fuese tan obvia que no necesitaba escucharla para saberla.
-La mayor parte del tiempo, sí.
-Espera un momento… ¿Cómo es que yo no era consciente de esto?
-Supongo que es porque estabas ocupado follándote a mi madre- Ese era un golpe bajo. Destiny sonrió con complacida, mientras Nick pretendía traspasarle el cráneo con su mirada asesina.
-Muy gracioso.
-Qué curioso, para mí no lo fue mientras veía.
-Supongo que pequé de ingenuo al creer que lo entenderías, después de todo…
-No te atrevas a decirlo- se adelantó molesta, callando sus labios con la mano. Y eso lo hizo detenerse, como si por primera vez en años no supiera sobre que terreno estaba caminando. Algo en la mirada de la joven, probablemente el matiz azulino en el borde de su iris, lo obligó a contenerse. No quería darle nombre a ello, no podía. Sin embargo, fue incapaz de hacer callar el corazón.
-¿Decir qué?- inquirió, legítimamente curioso.
-Que soy una niña- Los grandes ojos claros lo observaron altivos, pero por muy fría que mantuviese sus facciones, el brillo en sus pupilas no era imaginario.
-Ni siquiera se me había pasado por la mente-mintió acariciando su mejilla, mientras la observaba llorar. Por supuesto, «era una niña», se recordó. No podía olvidarlo. Desgraciadamente, eso no aminoraba ni un poquito el deseo que le corroía en su interior. Nunca podría olvidar las muchas razones existentes para mantenerse alejado de ella. Eran tantas y a la vez lo eran todo, pero incluso con la certeza de que probablemente podría ir preso, su libido continuaba inamovible o incluso peor, parecía ir aumentando a límites exorbitantes.
-Prométeme una cosa- murmuró bajito, con su largo cabello a estas alturas casi seco, formando tiernas ondas castañas en las puntas de su pecho, justo donde sus manos ardían por tocar. Escapando de la tentación y a la vez introduciéndose en una todavía mayor, él envolvió su mano izquierda con la suya y la obligó a avanzar con él.
-¿A dónde me llevas?
Nick se detuvo solamente cuando alcanzaron el pie de las escaleras, se giró hacia la mini copia de Miley y la observó con una expresión que ella solo pudo catalogar como amor puro. ¿Podría realmente un hombre como él amarla?
-A un lugar donde nadie más ha estado- le anunció risueño- Si voy a prometer algo, me aseguraré de que sea en lugar sagrado- bromeó sin soltar su mano, hasta que llegaron a un lugar que ella solo conocía por fuera.
Tiempo atrás, cuando Destiny aún no superaba los ocho años, había jugado a las escondidas y se había ocultado bajo la cama. Por supuesto, pasaron horas -a ella le parecieron días- sin que alguien diera señales de quererla encontrar. Finalmente, dándose por vencida optó por salir. En el living la esperaban todos, Nick más tenso que el resto. Cuando les comentó donde había estado, nadie dijo nada. En aquel entonces creyó que aquel sitio era un cuarto de castigos o algo así, porque la soledad apestaba. Hoy, sin embargo, aquella habitación le parecía el cielo.
-¿De verdad soy la primera mujer en entrar?
-Si descartamos a mi madre, pues lo eres- ella se giró rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. Nick la observó embelesado mientras ella avanzaba hacia él, ¿quitándose la camiseta?
-Bien- suspiró, pasándose la prenda por el cuello y arrojándola a los pies del moreno.
-Vas a prometerme una cosita pequeña.- La sonrisa que le ofreció la adolescente lo dejó fuera de combate. Era tan traviesa como la recordaba, e incluso peor. Cayó de espaldas en la cama, mientras ella no perdía el tiempo sentándose a horcajadas sobre él. Virgen querida, en serio iba a hacerlo.
-Lo que sea, lo que quieras. Pero, por todo lo que es sagrado, ¡deja de hacer eso!- Ella frunció el ceño, pero no dejó de sonreír, ni dejó de ondear sus caderas.
-¿Hacer qué?- se burló, como la niña mala que era. Y sí, tan enfermo como sonaba, Nick quiso darle un par de buenas nalgadas. Su lengua le lamió los labios sin que éstos se llegaran a tocar. ¿Podrían llamar a ese su primer beso?
-Bien, pero recuerda que lo prometiste.
-Sí, sí. ¡Maldita sea, para!- Lo hizo, y entonces pasó. Realmente se estaban besando. Su tierna boca había presionado a la suya, tan suave, tan tímida, que él pensó que iba a quebrarse de un momento a otro. Envolvió su rostro entre sus manos atrayéndolo hacia el suyo, mientras sentía los dedos de ella enterrarse en su cabello. Se sentía increíble.
-Lo prometiste- murmuró contra sus labios, mientras poco a poco iba inclinándose más, hasta que toda ella estaba acomodada sobre su cuerpo. El dolor en su entrepierna aumentó y la fricción que sus caderas ejercían sobre ésta no hacía sino acrecentarlo.Giró un poco la cabeza en dirección al buró, y una sonrisa se formó en sus labios cuando notó el sobre plateado. No había margen de error.
Miley atrajo el álbum de fotos hacia su pecho, jurándose que esa sería la última vez que lo vería.
-Nunca mas- se prometió, tragando sus lágrimas e imaginando a su esposo en igualdad de condiciones, pero enfrentándolo de una forma mucho, mucho, mejor. Siempre había sido así, sorteando los mismos problemas de maneras completamente opuestas. Ella lo había amado, por supuesto. ¿Quién no lo hubiera hecho? Desde niña se había visto cautivada por el seductor encanto de Liam Hemsworth, todo en él parecía ejercer una dosis colosal de magnetismo. En su primer encuentro, la había dejado fuera de combate cuando sus fríos ojos claros, tan azules que parecían el mar mismo, la habían derretido con una calidez impropia de quien porta una mirada así.
Fue tan fácil rendirse a su embrujo, incluso cuando su corazón latía por otro. Simplemente, le había resultado difícil decirle no a Liam Hemsworth. Además, en aquel entonces, Nick no había hecho nada que manifestase interés por su persona, al menos no más allá de una sencilla amistad. Para cuando él decidió declararle sus verdaderos sentimientos, ya era tarde…
Miley le había dado el sí a Liam, y por mucho que Nick se empeñase en creer lo contrario, ella jamás quiso jugar con él. Realmente nunca tuvo opción, no era más que otro peón en el tablero de ajedrez, y el único capaz de mover las piezas era Liam. «No juegues conmigo», le había murmurado él, en la que fue su primera vez, cuando sus cuerpos se fundieron inexpertos. Ella quiso prometer que no lo haría… Que jamás lo dañaría, pero entonces le habían diagnosticado un embarazo y supo que Liam era lo mejor.
-Te amo- declaró entre lágrimas, mientras el moreno yacía dormido entre las sabanas. Deslizó una mano por su rostro, deleitándose con la suavidad de su piel humedecida, un fino rastro de sudor surcaba aquel rostro juvenil- Te amo tanto que me duele- murmuró casi sin voz y luego abandonó el lecho. Esa fue la última vez que él le dirigió una mirada de amor…
Aquella noche fue la noche en que Miley le rompió el corazón, pero Nick ignoraba que con el rompimiento del suyo, ella acababa de dar muerte al propio. En ocasiones la vida te da una segunda oportunidad, ella supo que la suya había llegado cuando vio nacer a su hija. En el preciso momento en que la cargó por primera vez en sus brazos, comprendió que existía algo aún mayor. Cuando Liam decidió nombrar a Nick y a Demi como sus padrinos, le pareció una mala broma, pero su esposo hablaba en serio, y no tuvo argumentos sólidos para contradecirle. Aquello había sido un acto tan cruel, que Miley llegó a pensar que Liam algo sospechaba, pero no tenía cómo. Ni ella ni Nick le habían contando nada a nadie, ni siquiera lo habían mencionado entre ellos, más imposible aún sería que lo divulgasen al azar.
Hurgó en el cajón del buró en búsqueda de su teléfono móvil. Lo peor de haber vuelto a la casa de su madre, no era realmente el sentimiento de pérdida. Ni siquiera lo sentía: ahora podrían partir de cero, ella y Dest. Lo que realmente la molestaba, era no tener una maldita red telefónica. Su madre pasaba del cable y la telefonía. ¿Internet? Ni hablar. Cuando se lo comentó a Destiny, la adolescente explotó. Últimamente no hacía falta demasiado para hacerla enojar, por eso no replicó cuando su hija insistió en pasar la noche en casa de sus amigas. Después de todo, ella misma necesitaba un tiempo a solas. Había llegado la hora de replantearse muchas cosas.
Delta se removió incómoda entre las sabanas, probablemente debido a que Liam ocupaba las tres cuartas partes de la cama, o sencillamente a que el teléfono no dejaba de sonar. Se sentó lánguidamente recargándose contra la cabecera, no sin antes darle un codazo a su acompañante quien, por cierto, no dejaba de roncar. Tanteó la mesita de noche, lanzando una maldición, y finalmente, dándose por vencida tuvo que levantarse a prender la luz. Hasta hace poco solía tener una lámpara, algo realmente útil si le preguntaban en este instante. Horas atrás, no pareció pensar lo mismo cuando Liam arrojó todo el contenido de su buró al suelo para sentarse sobre él y recibirla a horcajadas, con una erección tan prominente como se podría esperar de una celebración. ¡Finalmente se separaría!
Aquello había merecido el Champagne que habían abierto, y la pila de condones desparramada por el suelo de su habituación. Respecto a la lámpara, bueno, Delta aún tenía dudas sobre eso. Con la luz encendida, el escenario parecía incluso peor. Encontrar el móvil de Liam y observar el remitente, no hizo más fácil las cosas.
-Tu mujer- escupió a un muy somnoliento Liam, pelo enmarañado y ojos achinados incluidos. Todo un bombón si le preguntaban a ella.
- Espero que hables de mi hija, porque Dest y tú son las únicas mujeres en mi vida- la rubia rodó los ojos, como si supiese de memoria lo que venía a continuación. De hecho lo sabía, pero a Liam parecía no importarle, e insistía en repetirle lo mismo una y otra vez.
-Hablo de tu esposa.
-Mierda.
- Eso fue lo que pensé cuando vi su nombre en la pantalla.
- ¿Contestaste?
- No, pero presumo que volverá a llamar.
- Solo ignórala- ronroneó el rubio, con el par de zafiros derritiéndola con su mirada. La carne húmeda entre sus piernas palpitó con necesidad al momento en que uno de sus dedos se enterraba en su centro, esparciendo sus fluidos por toda la zona inflamada.
-Si…- alabó ella, mientras sus piernas entusiastas envolvían las caderas de él con una pericia ensayada.
- Calla, todavía no empiezo- Y tenía razón, pero sus dedos no dejaban de hacerle el amor con exquisita tortura. Y como si fuera una mala broma, el móvil sonó, haciéndolos maldecir a ambos a la vez. Miley sabía cómo echar a perder un buen polvo. Él pateó tan fuerte el borde de la cama, que terminó cojeando por la habitación.
- ¿Cuándo comenzaste a descubrir que no me amabas?- Pregunto Miley nada más coger la llamada. El suspiro que siguió a su pregunta no pasó desapercibido para ninguno de los dos. Liam caminó hacia la ventana que daba a la terraza y deslizó el cristal.
- ¿En verdad es necesario esto? Dejaste muy claro en la mañana que querías el divorcio. Los detalles sólo conseguirán herirnos más.
-¿Cuándo?- Liam se tragó una maldición justo antes de cerrar la puerta tras de sí y apoyar su cabeza en ella. Necesitaba un minuto más, sólo un poco más para hacerla correrse y Miley lo había interrumpido.
- Cuando besarte pasó a ser lo segundo en lugar de lo primero- Seguido de su declaración, todo lo que él pudo escuchar fue el tono de colgado. Por supuesto que le había colgado. Él no era precisamente delicado a la hora de decir la verdad.
-No sé que responder a eso…. ¿Qué quieres que diga?
-La verdad.
-Sí. Me acosté con Miley.
La adolescente dejó escapar un gemido sordo, casi volviéndose un sollozo. Se inclinó hacia ella esperando ver lágrimas en sus ojos, pero todo lo que vio fue determinación pura. ¿Qué esperaba?, ella los había pillado, no tenía forma de negar lo evidente. Sería insultar su inteligencia.
-¿La…- se interrumpió, arrebatándole la botella de su mano y dejándola vacía de un trago. Cuando la depositó sobre el escritorio, aplicó un exceso de fuerza ¿O era rabia? Nick no sabría definirlo, pero honestamente, esperaba que no fuera ninguna de las dos, ya que el vidrio hizo un sonido molesto y perturbador, mientras la castaña secaba su boca con la manga- ¿La amas?
-¡Diablo, No!- La sonrisa que siguió a aquella declaración, no pasó desapercibida para ninguno de los dos. Entonces, antes de que pudiese existir espacio para réplica o peor aún, una nueva pregunta, él abrió sus piernas, colándose en ese ansiado y desconocido calor. Esperó que sus muslos se ciñeran a sus caderas, pero por supuesto, eso era pedir demasiado, ¿no?
-¿Qué haces?- inquirió preocupada.
-Shh- rogó él, escondiendo su cabeza en el -tan anhelado- cuello, y apoyando ambos brazos en los contornos de su cuerpo; sin tocarla, utilizando el mesón como único soporte- Intento responder a tu pregunta- le susurró en su oído, antes de comenzar a tararear las notas de Strauss.
-¿Haciéndome cosquillas?- se burló, esta vez más tranquila y casi jadeando cuando él sonrió contra su piel.
-No, bailando- No fue una respuesta, sino un aviso y Dest lo comprendió al segundo siguiente, cuando Nick la tomó en sus brazos bajándola del mesón y elevándola por los aires.
-¿No se supone que yo tengo que tocar el suelo?- él la dejó tocar suelo firme, no sin antes darle unas vueltas que francamente la dejaron un poco mareada, pero no aminoraron su emoción.
-¿Vas a dejar de hacerme preguntas en algún momento?
-¿Hacerte preguntas?
Esta vez, simplemente rodó los ojos mientras ella reía, y le gustó más de lo que podía permitirse que ella continuase sin objetar porque sus manos continuasen en su cintura. Él avanzó aún más, pero sin que sus pechos se llegaran a tocar, manteniendo una pose erguida y atrayendo el frágil cuerpo femenino hacia él.
-Estás tenso- le reprochó ella.
-¿Qué esperabas?, no sería vals si no lo estuviera.
-Vals… ¿Eso estamos haciendo?- los labios de él alcanzaron su boca.
-Dije que no más preguntas- murmuró contra su piel, mientras comenzaba a tararear nuevamente la melodía de El Danubio Azul.
-¿Qué pasó con tus manos?- le provocó ella, ignorando su mandato.
-¿Qué hay con ellas?
-No se supone que estén en mis caderas… Hasta donde sé, el Vals va de la cintura para arriba…- Nick sonrió, disfrutando de las clases más de lo que debería…
-Estaba evitando que las movieras- mintió, mientras aplicaba más presión en aquel roce. Su mano derecha presionó más abajo, dando énfasis a su punto.
-Dame tu mano- pidió con voz ronca.
-¿Esta?
-No, la izquierda- ella se la tendió, mientras la otra encontraba lugar en su hombro.
-¿Así?- preguntó, con la barbilla aun temblando contra su pecho, y Nick sonrió contra sus cabellos.
-Así- concedió él, abrigando su cintura con la mano derecha. Estuvieron así lo que parecieron ser horas, hablando sin hablar y tocando sin llegar a hacerlo realmente.
-¿Qué estamos haciendo?- susurró tiempo después, y sus tiernos ojos celestes le parecieron más abrasadores que el fuego en la chimenea junto a ellos.
-Desearía saberlo- Admitió, con lo que parecía ser la respuesta más sincera que había dado en toda su vida.
Nuevamente, observó su reflejo, esta vez, con la ropa que Nick le había dado ya puesta. Como era de esperarse, le quedaba horrible. Su cuerpo sin curvas parecía nadar en esas camisetas enormes, pero a la vez tan suaves…
-Humm- suspiró, llevándose la tela sobrante hacia su nariz. Olía de maravilla, probablemente la había usado hace poco, porque aún quedaban notas de perfume en la camiseta. Como si quemara, sus dedos fueron deslizándose por la pequeña protuberancia que eran sus pechos. Ni siquiera le alcanzaba para copa B, lo que, comparándose con el brutal cuerpo que ostentaba su madre, no la hacía una gran competidora.
-Estúpida- se recordó, sin saber bien si las palabras iban dirigidas hacia su progenitora o a sí misma. Dio un par de vueltas al borde del pantaloncillo, intentando conseguir una imagen decente.
Apasionado, desesperado, febril… Nick estaba de pie en el pasillo, junto a la entrada del salón principal, lo que lo dejaba justo frente al baño de donde Dest acababa de salir. Y como era de esperarse, le observaba expectante. Reprimió un jadeo tan depravado que sintió vergüenza por su persona. De pronto, Nick tuvo la certeza absoluta de que el mundo podría acabarse hoy mismo y le importaría una soberana mierda, porque frente a él, la cosa más hermosa y dolorosa se estaba llevando a cabo. La observó sonreír, con deseos de lamer cada rincón de esa piel albina, quiso beber de su cuerpo a besos. ¡Ella estaba usando su ropa!
Tenía la madre de todas las erecciones doblegando su bóxer, y no es que le gustara estar demasiado vestido por las noches. Sin embargo, no podía simplemente pasearse en ropa interior frente a ella. Tampoco podía usar pantaloncillos sin algo debajo, indudablemente ella notaría el efecto que producía en su persona. Si es que no lo había notado ya… Y lo había hecho.
El par de ojos claros, se encontraban concentrados con ahínco en el punto intermedio de sus muslos. En parte, sorprendidos. En parte… consternados. Como si nunca antes hubiera visto algo así. Aquel pensamiento tomó al moreno por sorpresa. No es que creyera que Destiny era virgen, aunque siempre se había empeñado en pensarla como una niña, aún cuando aquello no mitigaba ni un ápice de su deseo por ella. Se mostraba renuente a considerar la idea de que realmente lo fuera. Nick decidió que saldría de dudas esa misma noche, mientras le regalaba una sonrisa seductora. Ninguno de los dos hizo mención de eso.
Destiny caminó hacia él, sintiendo sus pies amenazando con tambalearse, una sensación muy similar a cuando tomó su primera y última clase de Ballet. Se veía tan prohibido esperando ahí por ella… Tenía esa pose despreocupada que en cualquier chico de su edad se hubiera visto pretenciosa, pero no en él. Por supuesto, Nick ya era un hombre, con toda la soberbia que conllevaba esa palabra. Mantenía su cabeza apoyada contra la rústica pared y, para su sorpresa, la esperaba con una taza de lo que por el olor, parecía ser chocolate caliente. Era una lástima que Dest odiara el chocolate. Aún así, le sonrió agradecida antes de hablar.
Cuando Dest desistió de sentarse a su lado y prefirió acomodarse en la alfombra gruesa, Nick fingió indiferencia encogiendo sus hombros. Por supuesto, aquel gesto estaba a años luz de la verdadera emoción que refulgía en sus entrañas. La tenía aquí, a solo centímetros de él. Ambos… solos. Probablemente, la joven pensaba pasar la noche ahí, lo que le venía de maravilla.
-¿Le avisaste a alguien que vendrías hasta acá?
-No pensaba venir a tu casa- le corrigió la adolescente- pero avisé que saldría, si es que eso responde tu pregunta.
Pellizcándose el puente de la nariz, mientras intentaba alejar de su mente la inmejorable imagen de ella apreciando su erección. Porque eso había hecho su ahijada. No sólo le había mirado su entrepierna, sino que le había gustado lo que vio. De todas formas, la situación se había vuelto de pronto demasiado tensa, y ojalá se tratara meramente de tensión sexual. Dios bendito, lo hubiera ansiado. Sin embargo, el silencio predominante en la sala y la enfermiza fascinación de la adolescente por contemplar las llamas, no hacía sino ponerle más nervioso. Además, ella lo había llamado para preguntarle algo…
-¿Cuál era tu pregunta, Dest?- Ella se volteó de espaldas, dejando que Nick pudiese apreciar una breve fracción de su vientre, mientras la niña estiraba ambos brazos sobre la alfombra, como si nadase de espaldas… Como si nadase hacia él.
-¿Por qué?- preguntó, sin dejar de mover sus brazos, arrastrándose por la alfombra, actuando como la pequeña criatura que era, y quedando finalmente a los pies de él. Perfectamente él podría haberse inclinado unos centímetros para alcanzar su boca. Dios, quería hacerlo.
-La he visto…- le acusó la castaña, y la garganta del moreno se secó- secó-…a cómo te mira, me refiero- finiquitó, antes de girar sobre su cuerpo y ponerse en pie en dirección al escritorio que colindaba con el ventanal.
Nick meditó sus palabras solo un instante, no más tiempo del que le hubiera llevado decidir que reloj usar. Y fue ese habitual exceso de confianza lo que le hizo pensar por una fracción de segundo que Dest se podría referir a cualquier persona. Desgraciadamente, la decepción en los ojos de ella no dejaba espacio a dudas. Él tragó su nerviosismo y mantuvo su actitud inmutable.
-Qué intentas decir, no te sigo- mintió, fingiendo no ver la taza que Dest acababa de verter en el gomero ubicado junto al escritorio donde se había sentado. Nick intentó no molestarse por su actitud, es decir, ella no tenía porqué saber el desastre que había dejado en la cocina mientras ella se duchaba. Ni mucho menos tenía que importarle si volcaba o no el maldito chocolate. Siguió con sus ojos el movimiento de las piernas de la chica, las cuales se mecían de adelante hacia atrás. Tomó un trago de la Heineken que mantenía en sus manos y le restó importancia a que sus manos resbalasen por la botella debido al sudor, efectos secundarios de observar aquel vaivén. Sencillamente adoraba sus piernas.
Dest se tragó un gemido de dolor, gracias a estar mordiendo su lengua en exceso, y pronto el sabor de la sangre colmó su paladar. Aquello se sintió asqueroso, igual que lo presenciado días atrás. «No me hagas decirlo, por favor no me hagas repetirlo» Por supuesto, su padrino no le dejó otra opción.
-Vi lo que hicieron ti...- se interrumpió, ahorrándose el título de «tío» y recordándose que no eran familia. Luego, rascó su cara con nerviosismo, de pronto sintiéndose demasiado incómoda y vulnerable, era como si tuviera hormigas en su piel. Él la siguió atontado bajo el hechizo del deseo, fantaseando y saboreando el modo que ella cubría con sus dedos el leve indicio de pecas que nacía en sus mejillas. Sin darse cuenta se había puesto en pie y había avanzado hasta encontrarse frente a ella. Vale, tal vez si que fue consciente, pero prefería simular que no pensaba. Admitir que todo en su actuar era premeditado lo hacía parecer un lunático, y si a eso le añadíamos que se estaba obsesionando cada vez más con una menor de edad… Bueno, Nick prefería no admitir ciertas cosas.
-Te vi con mamá- Listo, lo había dicho y nadie había muerto… aún.
Nick perdió durante un segundo la capacidad auditiva, o más bien, optó por no oírla. Justo entre su cenicero y uno de los muslos de Destiny. Los labios de la niña temblaron cuando su mano ahuecó su mejilla.
-Siempre te he considerado alguien en quien se puede confiar. Creía que podía contar contigo siempre- rodó sus ojos- «Descuida Dest, Nick jamás te fallaría». ¡Me lo repetía a diario!- una sonrisa soñadora se formó en su boca húmeda y, esta vez, él no pudo reprimir el impulso y deslizó su dedo por esa boca. El hálito cálido barrió con sus sentidos y ambos cerraron los ojos ante el contacto, justo cuando Dest sonrió contra su piel. -¿Estoy perdiendo el tiempo?- Espero- ¿Consideras que fui una estúpida por creer en ti?
Nick bebió un gran sorbo de cerveza, en un inútil intento por apaciguar el fuego abrasador de su garganta. Estaba frito. No importaba como se quisiera ver, lo habían cogido infraganti.