lunes, 17 de diciembre de 2012

When I Look At You- Cap 08


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-Vamos- le invitó, tomando su mano y dirigiéndola a su vehículo. Nick le abrió la puerta del copiloto. Ella se detuvo un momento, observándolo más de la cuenta, probablemente, en otra ocasión aquello le hubiese sentado genial. Bajo el chaleco que le tendió a Dest, él solo traía una delgada camiseta blanca, que solía usar de pijama, y con la jodida lluvia la tela había quedado convertida en una mezcla entre piel y un blanco casi transparente. Y por la dirección de sus ojos, Nick podía apostar a que ella estaba viendo la serpiente tatuada en su pecho. Sin embargo, justo ahora, lo único que quería era arrastrarla con él hasta el calor de su hogar, verla tomar un café y tenerla sana y salva.

-No- ella exclamó demasiado fuerte, como si acabara de despertar de algún lapso. Al demonio con todo, se arrepentiría, ¿y qué?

-Vas a entrar, así tenga que meterte por la fuerza- Destiny tragó en seco, pero no entró. Mantuvo su rostro alzado con negación en sus facciones.

-Cariño. No quieres probarme- En respuesta, sus manos se colgaron al pecho de él, como si aquel toque fuese todo el soporte que tenía en esta vida.

-Ne…necesito saber u-na cosa…- tartamudeó con ojos vidriosos, el corazón de él se rompió viéndola tan frágil y desvalida. Su cabello yacía adherido en los contornos de su cara. Todo en ella era pura humedad, como una fruta madura. A Nick le provocó comérsela entera de un solo mordisco, pero también ansió protegerla.

-Lo que quieras, Dest. ¡Pero ahora, por favor, entra!- Ella frunció el ceño, como realmente sopesando la posibilidad de hacerle caso, ¿pensando si era seguro, tal vez?

-No…- titubeo- No hasta que me respondas una cosa- Esta vez, no reprimió la maldición y mucho menos le importó si la ofendía. ¡Maldición, se estaban empapando!

-Solo lo diré una vez: ADENTRO, AHORA.- Él no esperó a que Dest le obedeciera, realmente nunca estuvo en sus planes hacerlo. Quitó suavemente las tiernas manitas aferradas a su pecho y paulatinamente las deslizó hasta su cintura. Ella no las alejó de su piel y a él le sorprendió que no lo hiciera.

Su mano acunó la frágil mejilla de la chica y lentamente se inclinó, cuando sus labios presionaron su carne, ella abrió los ojos sorprendida. Probablemente no se esperaba eso, pero bueno, las cosas habían cambiado y besarla en le mejilla fue todo lo que Nick era capaz de hacer.

-Por favor, Destiny Hope Ray. Haz lo que te pido- le murmuró en el oído, y esta vez la adolescente obedeció.

Arrojó las llaves sobre la mesa en cuanto llegó al cálido confort de su hogar. Lo bueno de haber comprado ese chalé, más que el excesivo tamaño —cosa que en un principio le había molestado—, era que se adecuaba perfectamente a cada estación del año: durante el verano se sentía fresco, mientras que en invierno las maderas de alerce mantenían el ambiente cálido y acogedor. Como ahora, que había percibido el cambio de temperatura en cuanto cruzó, empapado y chorreando, el dintel de su puerta. También puede que se debiera a su acompañante, a quien no había soltado de la mano desde que se bajaron del Mercedes.

-Espérame aquí- dijo él, y sin esperar respuesta desapareció dentro de una de las puertas, mientras la castaña lo miraba sin terminar de creerlo. Había visto su espalda, bueno, parte de ella; una muy pequeña, aunque peor era nada, ¿cierto? Primero en la calle, cuando la lluvia había vuelto de un "transparente-comestible" la blanca tela ceñida a su cuerpo (¡Bendita lluvia!) Y luego ahora, que se había comenzado a quitar la ropa incluso antes de terminar de salir de la habitación. Su papá la mataría si se enterara de los extraños pensamientos que habían surcado su cabeza en aquel entonces, unos que se negaban a abandonar su mente.

-¿Quieres café?- su voz la pilló por sorpresa, y se sobresaltó cuando su cálida mano rozó la suya para entregarle una toalla. Nick se había cambiado ya sus ropas húmedas, traía unos cómodos pantalones de chándal y una camiseta gris que hacía juego con ellos.

-No, gracias- contestó nerviosa, concentrada en secar su cabello, o al menos fingiéndolo.

-¿Tal vez un té?- Se detuvo a observarlo. Él parecía profundamente preocupado y miraba con desaprobación su actual estado. Lo que estaba bien, porque no parecía otra cosa sino un pollito mojado. Siempre se había sentido poca cosa. Según Dest no era falta de autoestima, sino realismo puro. Pero en ese instante se sentía aún más insignificante. Se apresuró en terminar con su cabello, mientras recibía la ropa que Nick le entregaba.

-No, gracias- susurró, antes de encaminarse hacia el baño. Ella había estado ahí antes, cientos de veces para ser exactos. Creció corriendo por los jardines de esa casa y escapando de su padrino subiendo apresuradamente por las escaleras barnizadas, que en ese entonces le parecían eternas. Pero ahora las cosas habían cambiado.

-¿Una leche caliente?- gritó él desde la sala principal.

-No…

-¿Gracias?- terminó por ella con una sonrisa engrosada de burla.

Ya a solas, Destiny observó su rostro en el espejo sobre el lavamanos; lucía ojerosa, más pálida de lo habitual, y sus mediocres ojos claros en ese momento ni siquiera parecían ser realmente celestes. Demonios, realmente era una estúpida.

Reprimió un grito de frustración, mientras se quitaba su ropa empapada, ignorando deliberadamente la carencia de curvas en zonas estratégicas de su cuerpo. Ya en la ducha, con el agua tibia barriendo la suciedad de su cuerpo, fue mucho más difícil fingir no ver lo obvio. Tragó su llanto, por pura necesidad. Era tan injusto… Si bien nunca fue una chica ejemplar, tampoco era una oda a la rebeldía. Se había escapado un par de veces con Douglas;  nada grave, de todas formas nunca la habían atrapado. Pero lo de su papá, vale, eso no tenía nombre. ¿Cómo había podido? En serio, ¿cómo pudo hacerles eso?

Para nadie en casa era un misterio que su padre tenía cierta debilidad por las apuestas, más bien, una adicción. Primero había sido su auto; bien, eso lo podía entender, porque en aquel tiempo aún tenía diez años y no planeaba usarlo todavía. Luego, fue el de su mamá. Cuando terminó apostando el propio, Miley lo había obligado a ir a terapia, y lo había hecho… dos veces, hasta que conoció a la hija del terapeuta, con quien seguía viéndose hasta el día de hoy.

Por supuesto, Dest  sabía muy bien las andanzas de su padre, sobre todo porque él la subestimaba todo el tiempo, y no se lo pensaba dos veces antes de facilitarle su móvil, notebook y demás. Puede que tuviera que ver en ello el hecho de que sufría cierta tendencia a apostar la propiedad ajena, por lo que sentía esa necesidad por compartir lo propio.

O tal vez, simplemente le daba igual que lo atrapasen. A Dest siempre le gustó creer lo primero, fue eso lo que la convirtió en su cómplice. En un principio, no había querido encubrirlo, pero éste le había prometido que terminaría todo. Ella pensó que no estaría mal darle una oportunidad, al fin y al cabo, los problemas de los mayores deberían resolverlos ellos mismos…

Excepto que su padre no lo hizo, y los meses pasaron, convirtiéndose en años. Tiempo en que la culpa de la adolescente no hizo sino aumentar... y aumentar, y continuó creciendo; hasta que una mañana, se devolvió del colegio en busca del móvil de su papá, y vaya… hubiera preferido no hacerlo. Al menos así continuaría estando al margen del circo que tenía por familia. En serio, la suya era todo un caso.

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