viernes, 21 de diciembre de 2012

When I Look At You- Cap 12



-¿Quieres parar?- preguntó Nick, concediéndole la responsabilidad de sus futuros actos a ella, quien por supuesto, no tenía la madurez necesaria para hacerlo, lo que convertía a Nick en un egoísta sin remedio. Aquello lo hizo sonreír. Realmente se había convertido en lo que solía aborrecer… Buscó en sus ojos algún indicio de resolución, un poco de determinación que lo ayudase a avanzar más hacia lo que deseaba, pero todo lo que podía ver era inocencia.

-No estoy segura…- Él asintió, sin parar de moverse, sin dejar de tocar.

-Es solo que, ¿tengo realmente opción?- él frunció el ceño- Digo, ¡mírate!, eres todo ternura y seguridad. No creo que tenga realmente oportunidad de negarme.

-Jamás te forzaría a nada- susurró contradiciéndola, con su mandíbula tensa y marcada. Fingiendo no ver el mechón castaño enredado en su cuello y actuando como si eso no le excitara.

-Por supuesto que no- admitió ella en tono conciliador, mientras continuaban moviéndose, pero ya no había melodía que los respaldase, Nick había dejado de tararear- Tú simplemente puedes ir y tomar lo que sea, luciendo todo irresistible. Él se alejó, rompiendo el vals y deslizando ambas manos por su cintura. Los dedos ciñéndose a su piel, disfrutando el calor líquido que se escondía bajo la delgada tela de su camiseta.

-¿Soy irresistible para ti?- inquirió enarcando sus cejas, justo cuando la lengua le lamía los labios. La boca de Dest se secó, mientras se perdía indefinidamente en la pasión de esos ojos cafés. Nick la soltó, como si la respuesta fuese tan obvia que no necesitaba escucharla para saberla.

-La mayor parte del tiempo, sí.

-Espera un momento… ¿Cómo es que yo no era consciente de esto?

-Supongo que es porque estabas ocupado follándote a mi madre- Ese era un golpe bajo. Destiny sonrió con complacida, mientras Nick pretendía traspasarle el cráneo con su mirada asesina.

-Muy gracioso.

-Qué curioso, para mí no lo fue mientras veía.

-Supongo que pequé de ingenuo al creer que lo entenderías, después de todo…

-No te atrevas a decirlo- se adelantó molesta, callando sus labios con la mano. Y eso lo hizo detenerse, como si por primera vez en años no supiera sobre que terreno estaba caminando. Algo en la mirada de la joven, probablemente el matiz azulino en el borde de su iris, lo obligó a contenerse. No quería darle nombre a ello, no podía. Sin embargo, fue incapaz de hacer callar el corazón.

-¿Decir qué?- inquirió, legítimamente curioso.

-Que soy una niña-  Los grandes ojos claros lo observaron altivos, pero por muy fría que mantuviese sus facciones, el brillo en sus pupilas no era imaginario.

-Ni siquiera se me había pasado por la mente-mintió acariciando su mejilla, mientras la observaba llorar. Por supuesto, «era una niña», se recordó. No podía olvidarlo. Desgraciadamente, eso no aminoraba ni un poquito el deseo que le corroía en su interior. Nunca podría olvidar las muchas razones existentes para mantenerse alejado de ella. Eran tantas y a la vez lo eran todo, pero incluso con la certeza de que probablemente podría ir preso, su libido continuaba inamovible o incluso peor, parecía ir aumentando a límites exorbitantes.

-Prométeme una cosa- murmuró bajito, con su largo cabello a estas alturas casi seco, formando tiernas ondas castañas  en las puntas de su pecho, justo donde sus manos ardían por tocar. Escapando de la tentación y a la vez introduciéndose en una todavía mayor, él envolvió su mano izquierda con la suya y la obligó a avanzar con él.

-¿A dónde me llevas?

Nick se detuvo solamente cuando alcanzaron el pie de las escaleras, se giró hacia la mini copia de Miley y la observó con una expresión que ella solo pudo catalogar como amor puro. ¿Podría realmente un hombre como él amarla?

-A un lugar donde nadie más ha estado- le anunció risueño- Si voy a prometer algo, me aseguraré de que sea en lugar sagrado- bromeó sin soltar su mano, hasta que llegaron a un lugar que ella solo conocía por fuera.

Tiempo atrás, cuando Destiny aún no superaba los ocho años, había jugado a las escondidas y se había ocultado bajo la cama. Por supuesto, pasaron horas  -a ella le parecieron días-  sin que alguien diera señales de quererla encontrar. Finalmente, dándose por vencida optó por salir. En el living la esperaban todos, Nick más tenso que el resto. Cuando les comentó donde había estado, nadie dijo nada. En aquel entonces creyó que aquel sitio era un cuarto de castigos o algo así, porque la soledad apestaba. Hoy, sin embargo, aquella habitación le parecía el cielo.

-¿De verdad soy la primera mujer en entrar?

-Si descartamos a mi madre, pues lo eres- ella se giró rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. Nick la observó embelesado mientras ella avanzaba hacia él, ¿quitándose la camiseta?

-Bien- suspiró, pasándose la prenda por el cuello y arrojándola a los pies del moreno.

-Vas a prometerme una cosita pequeña.- La sonrisa que le ofreció la adolescente lo dejó fuera de combate. Era tan traviesa como la recordaba, e incluso peor. Cayó de espaldas en la cama, mientras ella no perdía el tiempo sentándose a horcajadas sobre él. Virgen querida, en serio iba a hacerlo.

-Lo que sea, lo que quieras. Pero, por todo lo que es sagrado, ¡deja de hacer eso!- Ella frunció el ceño, pero no dejó de sonreír, ni dejó de ondear sus caderas.

-¿Hacer qué?- se burló, como la niña mala que era. Y sí, tan enfermo como sonaba, Nick quiso darle un par de buenas nalgadas. Su lengua le lamió los labios sin que éstos se llegaran a tocar. ¿Podrían llamar a ese su primer beso?

-Bien, pero recuerda que lo prometiste.

-Sí, sí. ¡Maldita sea, para!- Lo hizo, y entonces pasó. Realmente se estaban besando. Su tierna boca había presionado a la suya, tan suave, tan tímida, que él pensó que iba a quebrarse de un momento a otro. Envolvió su rostro entre sus manos atrayéndolo hacia el suyo, mientras sentía los dedos de ella enterrarse en su cabello. Se sentía increíble.

-Lo prometiste- murmuró contra sus labios, mientras poco a poco iba inclinándose más, hasta que toda ella estaba acomodada sobre su cuerpo. El dolor en su entrepierna aumentó y la fricción que sus caderas ejercían sobre ésta no hacía sino acrecentarlo.Giró un poco la cabeza en dirección al buró, y una sonrisa se formó en sus labios cuando notó el sobre plateado. No había margen de error.



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