lunes, 7 de enero de 2013

When I Look At You- Cap 19



Reprimió el deseo irreflexivo en pos de un suspiro, mientras entrecruzaba sus dedos con nerviosismo que parecía ir solo en aumento… «Porque no quiero» Sus palabras aún se sentían recientes, por mucho que se hubiesen besado después de que él hablase. Incluso cuando regresaron a casa tomados de la mano como un par de escolares… como solía hacer con Douglas. Por supuesto, pasar la noche sola no ayudaba mucho respecto a su humor.

-Que descanses- musitó contra su frente, antes de darle un beso que no podía calificarse como otra cosa más que tenso.

-También tú- respondió ella, cuando lo que quería decir era «quédate». Quédate conmigo esta noche, abrázame fuerte y no me dejes nunca… Él le sonrió con ternura antes de salir de su cuarto y cerrar la puerta tras de sí. Esta vez, Destiny no pudo evitar suspirar.

En su habitación, Nick se dijo a sí mismo que le costaba dormir porque había comido mucha chatarra en la feria, y nada tenía que ver el hecho de que una sexi jovencita estuviese durmiendo en la habitación contigua a la suya... Probablemente, semidesnuda. ¡Ni siquiera estaba erecto!

-Mierda- murmuró segundos más tarde, cuando fue consciente de su mano derecha rodeando la base de su miembro y comenzando afanosa con una serie de movimientos en ascenso, con la ansiedad primando en sus caricias –Jo…der- exhaló, mientras un par de ojos claros se filtraban en su memoria, recalcándole su mentira y de paso, amenazando con llevarse el frágil rastro de cordura que le iba quedando. –Maldición- escupió airado, y, sin embargo, se imaginó acunando sus dulces pechos mientras su lengua siempre avariciosa, se encargaba de estimularlos hasta convertir sus pezones en rocas solidas; tal y como estaba su erección ahora, excepto que de pequeña no tenía nada.

Buscó en su interior algo ajeno a la lujuria, tal vez no un alma pura, pero al menos un resquicio de decencia que pudiese ser merecedora de ese amor tan honesto que Dest –ilusamente- le ofrecía. Los latidos de su corazón parecían desgarrar sus oídos, como retraída advertencia de su condición actual. Podía sentir la caliente humedad escurriéndose por la hendidura de su miembro, mientras sus manos aumentaban la presión en torno a él. Volvió a ver esos ojos… Tan iguales y a la vez tan diferentes. « ¿Qué demonios iba mal con él? ¿Por qué tenía que ir y complicarlo todo?» Respiró con dificultad, esparciendo el líquido pre seminal por la gruesa cabeza de su erección.

 Su miembro le dolía y todos sus músculos se encontraban cansados y contraídos. Lo cierto es que le costaba lo suyo no correr al cuarto contiguo y terminar lo ya empezado, pero no podía hacerlo ahora… No en esas condiciones. No cuando se sentía tan vulnerable como un niño. No podía recordar la última vez que se encontró tan ansioso y caliente. Nick empujó las caderas contra su mano, mientras la que aún tenía libre se aferraba a las almohadas de su cama, como si en ello se le fuera la vida. El deseo lo saqueó con una necesidad tan honda que le aterró demasiado, casi en la misma medida que lo embriagó. Su espalda se arqueó a la par de sus empujes y pronto todo su cuerpo se encontró cubierto por una gruesa capa de sudor. Un brutal gruñido brotó de su garganta ante esa última embestida, corcoveando todo su cuerpo en el acto; entretanto una incontenible oleada de placer hizo añicos su cordura.

-Dest- jadeó roto, antes de correrse. Demostrando, con el espeso líquido de su semen escurriéndose en sus manos y estómago, que no había nada que él pudiese ofrecer más que su cuerpo, era una maldita corteza. Recordó una vez más su olor, su ternura y la fingida experiencia con la que intentaba esconder su inocencia. Nick adoraba eso y fácilmente podría acostumbrarse a su pronta transición de niña a mujer. Se sintió tan vil, que después de la ducha fue incapaz de dormir. No merecía soñar, porque los sueños eran eso… sueños, incapaces de hacerse realidad. No valía la pena fantasear.

El sol de la ventana le llegó directo a los ojos, haciéndole ver que, después de todo, había dormido algo. Lo que no era de extrañarse, ya que la noche anterior había dejado corta la definición de placer. Cuando se vistió, tuvo que reconocer que estaba dispuesto a disfrutar del sábado en compañía de Dest de la manera más inocente: unas películas y palomitas caseras deberían ser suficientes para mantenerla a raya.

-Mantenernos- se corrigió el moreno, después de todo se trataba de los dos. Al transitar por el pasillo, no pudo reprimir el deseo de acudir a su habitación. Tocó una vez y luego otra, pero la puerta continuaba sin abrirse y no parecía oírse sonido alguno desde la habitación. De pronto, una horrible idea se coló en su cabeza: ¿Y si había huido?

Podría haber malinterpretado su lejanía el día anterior, tampoco es que hubiera una forma buena de explicar su actitud. De todas formas, él eliminó sus dudas al instante abriendo la puerta de la habitación de la adolescente. No es que careciera de cerradura, sino que él mismo se había auto impuesto respetar su espacio. Desgraciadamente, Nick era pésimo a la hora de respetar las reglas. Sus ojos verdes se entrecerraron absortos y su boca se abrió, formando una «O» 

El pasado estaba más presente que nunca y fue inevitable que fuese transportado a aquella fatídica noche quince años atrás, cuando conoció el amor y la decepción a manos de la misma mujer, en los mismos labios. 

-¿Fue tan bueno?- preguntó ella bromeando, con sus ondas castañas escondiendo un tierno pezón. Nick quiso morderlo, pero le pareció que hacer eso sería una osadía.

-Mejor que eso- masculló él, inclinándose para besar otra vez sus labios. Esta vez prolongando el momento tanto, que solo se detuvo cuando respirar se hizo imperativo -No podría imaginar algo mejor.

Ella sonrió; con mirada diáfana e incitadora, y para Nick fue inevitable perderse en el azul de sus ojos. Realmente nunca tuvo opción. ¿Cómo una mujer tan hermosa podía estar con él? Como si fuera aún posible, la amó más.

-Tú solo lo dices porque…- Ella se interrumpió arrepentida, sin terminar la frase, y Nick le sonrió avergonzado. Luego, acunó su rostro con ternura, deseándola como un loco y viendo con ella todo lo que había soñado e incluso más. Sería tan fácil soñar a costa suya… Sabía lo que ella había intentado decir: qué no tenía experiencias para comparar, pero lejos de sentirse ofendido, desbordaba dicha. No podía imaginar una mejor forma de iniciarse sexualmente que la que acababa de experimentar.

-Estuviste perfecta-murmuró antes de cubrirla con su brazo en la cintura. Siempre se había quejado de que su cama era pequeña, pero ahora, aquello solo le servía como una excusa más para apegarse a su cuerpo hasta lo imposible.

-Huele a ti- risueña, antes de dormirse entre sus brazos. Él sonrió dando gracias al cielo por aquel ángel otorgado como regalo inmerecido y la observó dormir acurrucada contra su cuerpo. Pero entonces recordó a Liam y el remordimiento laceró su pecho con la fuerza de una daga. Lo odiaría, por supuesto, no importaba quien la hubiese visto primero. Para bienes prácticos, él acababa de dormir con la novia de su hermano de toda la vida, porque eso era… Su amistad se había consolidado a un nivel en el que ni la sangre podría superar. ¿Cómo algo tan hermoso podía causar tanto daño?

Se inclinó otra vez, para grabarse el olor de su cabello antes de dormir y le pareció en demasía tierno la forma en que sus manos envolvían el cobertor como si éste fuera un osito de peluche. Sin poder evitarlo, sonrió ante su gesto. Ya no podía mentirse más, cuando mañana le contasen ambos la verdad a Liam, tal y como habían acordado, la vida finalmente tendría sentido para él. Excepto que no lo tuvo en absoluto… Porque cuando abrió sus ojos a la mañana siguiente, su lecho estaba vacío. Y su pecho también… Le habían arrancado el corazón.

Junto a la puerta, Nick parpadeó nervioso, preguntándose cómo no notó aquello antes y rápidamente salió de la habitación cerrando despacio la puerta tras de sí.

-Es solo una coincidencia- se consoló a sí mismo, con una mueca sardónica instalada en su cara - una maldita casualidad- Pero de casualidad no tenía nada. La forma en que Destiny había acunado la manta entre sus brazos delgados, era tan idéntica a la de su madre que al moreno le había erizado la piel. No podía, en serio… No podía estar pasándole lo que creía que le estaba sucediendo.

Se apresuró en bajar hasta el comedor y por mucho que la idea de un whiskey le tentara, lo más sensato a estas alturas sería optar por el café. Lo hizo. Mientras se bebía el brebaje caliente, se repetía constantemente que a quien deseaba era a Destiny. Su Dest. Nada tenía que ver el parecido con su madre. ¡Virgen santa! ¿Qué culpa tenía ella de parecerse a la pérfida de su progenitora? Sin embargo, no era otra cosa sino la viva imagen de Miley. Al menos la parte que él amó…

-¿Qué haces?- La voz aguda lo abstrajo de sus cavilaciones y por poco dejó caer los huevos que acababa de sacar de la nevera.

-Planeaba hacer panqueques- admitió risueño sin girarse a verla, esquivando sus ojos deliberadamente. No era un cobarde, solo estaba demasiado concentrado en la mezcla homogénea del recipiente.

-¿Y has hecho antes?- 

-Soy hombre, no un cavernícola. Por supuesto que sé hacer panqueques- respondió con demasiado engreimiento -Bastante buenos, de hecho- añadió con perspicacia, girando su cabeza hacia atrás para regalarle a la colorina un guiño de ojos.

-¿Me dejas ayudarte?

-Ni hablar. ¡Lo arruinarías!

2 comentarios:

  1. siguela siguela siguela
    siguela siguela siguela
    siguela siguela siguela
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  2. me encanta tu novela continua

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