martes, 15 de enero de 2013

When I Look At You- Cap 26



Mientras daba un sorbo imaginario a la botella ya vacía, Nick se sintió realmente tentado a arrojar el maldito aparato contra la pared. Si no fuera porque había cancelado el plan durante un año, ciertamente lo hubiera hecho. 

-¿Quien anda ahi?- insistió, pero nadie respondió -Vamos, sé que estás ahí, ayúdame con un aporte para terminar de añadirle mierda a mi vida.

-¿Nick?-  el aludido alejó el auricular de su oreja, había comprendido demasiado tarde que no le respondían debido a que mantenía su iPhone al revés. -Habla Demi ¿Todo bien?

-No, todo mal-  rebatió con una sinceridad que rayaba en la ironía - Por desgracia, en ese caso me encontraré indispuesto la noche próxima, y todas las que resten de aquí hasta mi muerte. 

El moreno oyó que alguien maldecía desde la otra línea, o probablemente estaban rezando en otro idioma, ¿quién sabe? Nada parecía claro. Nada, a excepción de que se había follado a su hija, solo eso.  La maldita voz continuaba escupiendo dialectos y el timbre iba perdiendo cada vez mayor consistencia. Tan agudo se oía, que Nick se encontró sonriendo al imaginar a una ardilla; pequeña y regordeta. Para nada como Demi, eso seguro.

- La verdad es que no tengo tiempo para perderlo hablando con un borracho que apenas es capaz de mantener una plática telefónica-  se hizo un silencio, uno que solo aumentó con el correr de los segundos. Finalmente, Demi carraspeó molesta, antes de añadir -Ire a verte, 
estaré allí en media hora.

Treinta y cinco minutos más tarde, el timbre de la casa Jonas no dejaba de sonar; no es que él los hubiera contado, sino que Demi no dejaba de repetirlo desde el exterior. 

-Conduje 35 minutos, haz el favor de abrir la maldita puerta-  Costó, pero logró ponerse en pie. Y si el dolor en la cabeza no había sido un problema; la visita de Demi, ciertamente lo era. Cuando abrió, ella se encontraba tal y como la recordaba. No mantenía en sus memorias cada traje que ella usaba, pero lo cierto es que Demi no hacía sino lucir faldas cortas y petos; en el mejor de los casos, una camisa, y este no era uno de ellos. 

-Maldicion-  le escuchó quejarse, pero no puedo verla. Realmente no podía ver nada, a excepción de unas nubes cálidas y marrones. Sin dejar de guiarlo, Demi, obligándole a avanzar, mientras Nick volvía a enterrar la cabeza en su cuello, inhalando con un gesto infantil el familiar perfume de su cabello. 

-Desde aquí puedo solo-  dijo, queriendo apartarse de su cercanía.  Cuando él llegó al salón; con el cabello todavía empapado y toalla en mano, no esperaba para nada encontrarse con una esbelta figura dando rebotes en las paredes. ¿Rebotes?, a estas alturas no creía nada de lo que veía… ni lo que oía. Pero lo cierto es que dicha figura se movía realmente rápido, tanto así, que le recordó un juego de pinball. 

-¿Qué estás haciendo?- Ella no respondió, y continuó recogiendo los cristales que el mismo había arrojado la tarde anterior contra la pared.- Te hice una pregunta… ¡Hey, deja eso ahí!- Como era de esperarse, Demi no hizo caso, y continuó tomando los cristales, incluida la última reserva de Jack Daniel’s que le quedaba al moreno.

-¿Recuerdas la vez en que llegaste a casa, para mi cumpleaños?- Nick frunció el ceño, sin dejar de secarse el cabello. Lo cierto es que recordaba haber ido a su casa por lo menos un centenar de veces; la mayoría de ellas magullado; sin embargo, no recordaba haber asistido en época de fiesta. Lo hubiera grabado en sus memorias, eso seguro. Sobre todo porque adoraba el pastel y las velas. De todos modos, no podían culparle. Casi siempre llegaba donde Liam en condiciones deplorables, en el sentido más crudo de la palabra: ojos morados, labios sangrantes y en un par de ocasiones, con los dientes a medio partir. Era un hecho que se hubiera perdido los detalles, ¿no?

-Lo suponía- admitió ella mordiéndose el labio, pero Nick no lo notó y esta vez ella maldijo por la bajo. En serio, lo había curado y limpiado tantas veces que apenas y podía contarlas. Ahora que había vuelto a hacerlo, un «gracias», no le vendría nada mal; de hecho, le vendría perfecto. Él frunció más el ceño, probablemente apenas oyéndola, y más concentrado en el dolor de cabeza. Debía ser uno grande; dedujo Demi. Y por el aspecto que tenía cuando lo encontró, podía apostar a que llevaba tomando desde el día anterior.

-Bien, ¿qué hay con eso?- La miró a los ojos- Dudo que lo traigas a colación así porque sí.

-A veces puedes ser realmente un idiota, pero supongo que eso ya lo sabes- Nick suspiró y arrojó la toalla lejos. Le asombró recordar que no había salido del baño solo en jeans, sino que haciendo uso de un exceso de decoro, se había cubierto su torso con una camiseta. Era como si cada vez que estuviese frente a ella, tuviese que revestirse. Sencillamente, ilógico. Enfocó su vista en su figura, omitiendo la vestimenta por su propia salud mental.

-Nadie te obligó a venir.

-Tienes razon- admitió sonriente. Dejó los vidrios en su sitio y se puso en pie. Extrañamente, no intentó ser provocadora, algo poco habitual en ella. Sin embargo, aquello pareció llamar la atención del ojicafé -Me entere de algo que te puede interesar. Pretendía informarte por teléfono, pero ya ves que no fue una buena idea.

-Desde luego que no.- Los monosílabos de él estaban pasándole la factura. Ella no merecía eso; de hecho, no merecía ninguno de los jodidos desaires que había tenido que soportar desde su niñez. No era justo, pensó irritada, antes de alzar la voz otra vez.

-Nick- llevó su mano hasta el puente de su nariz, mientras negaba -Liam planea coludirse con la empresa de su amante. Fue hoy a casa, dispuesto a celebrar su ascenso o algo así. La verdad no lo dejé explayarse demasiado, lo corrí a empujones de mi casa en cuanto me enteré.

-¿Por que?- ahora la voz de Nick había perdido todo sarcasmo. Sus ojos claros relucían refulgentes volviéndose de un tono marrón.

-No lo sé, ¿ambición tal vez?- Nick avanzó hasta ella, con unas pisadas rudas y sonoras. Se miraron sin decir nada durante un segundo que pareció un siglo,  Aún así, ninguno de los dos habló, ni se movió. Ella se sintió atrapada en su mirada café -Mira Nick, mejor hablaremos cuanto estés sobrio, y da gracias de que no te dejé sin descendencia- finiquitó, antes de desaparecer por el corredor. Si quería herirlo, lo había hecho; pero no había su golpe quien lo hirió, sino sus últimas palabras. Ojalá fuera cierto…, meditó, antes de dirigirse a su habitación, Hoy tampoco asistiría al trabajo.

Con el correr de los días, su dolor no hacía sino aumentar, en lugar de disminuir. Quien sea que haya inventado la frase «El tiempo cura todas las heridas», era alguien que había probado apenas el borde la navaja. Ni hablar de una daga completa.  Esa tarde en particular, había hablado con Miley. Ya no tenía razón para evitarla, no existía fuerza suficientemente poderosa en la tierra que fuese capaz de aumentar su dolor. El mundo podría acabarse, y aún así, él recibiría el final con ansias locas. Solo existía un miedo que le perseguía, un horrible temor que acababa de erradicar del mapa. Dest no podía enterarse, incluso cuando lo odiase por ello. En un comienzo, pensó que Miley estaría deseosa por compartir las nuevas con la adolescente. Era su derecho, después de todo, ¿cierto?, -conocer a su progenitor-. Y sin embargo, la rubia se veía tan apenada como él. Incluso más. Desde luego, guardar un secreto de ese calibre por casi dos décadas, no podía dejar a alguien sin cicatrices.


Las últimas dos semanas, habían sido todo un logro en lo que respectaba al moreno. Había conseguido evitar a la adolescente de un modo infalible y sin que ella sospechase nada. Y había sido el propio Liam, quien le había dado la ayuda que necesitaba. Con su traición -que apenas recordaba ahorita, después de todo el lío en el que resultó ser el padre de la mujer que amaba-, Nick había tenido que pasar horas interminables encerrado en su oficina. Intentando buscar un reemplazo y asegurándose de que el bastardo que tenía por amigo, no ventilase información privada con la competencia. Las cosas parecían mantenerse en orden, hasta hoy…


No había tenido las respuestas necesarias para negarse, no había podido simplemente romper con ella. Había dicho las palabras que Dest quería oír, y por eso, ahora se encontraba encerrado con ella en su auto. Y Dios lo perdonase, le estaba costando lo suyo mantener la calma. Fingir que no se percataba de las curvas que se escondían bajo el uniforme escolar. Y ver esa sonrisa brotar de sus labios, le hizo pensar en fresas; rosadas, jugosas y maduras. Eran los labios de un ángel. Y cada vez que esa boca pronunciaba su nombre, todo en lo que el ojicafé podía pensar, era en gritar. No podía hacer esto, no podría aguantarlo más.

1 comentario:

  1. heyy you holaaa hermoso el capi pude entrar desee el ordenador de la escuela me paso de rapido hermosoo

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