jueves, 10 de enero de 2013

When I Look At You- Cap 21



-Listo- masculló con la vista clavada en sus zapatos, sonriendo internamente por el detalle de él al conseguir un bonito par, sin la necesidad de llevar tacones. Él no respondió, y la sonrisa en los labios de Dest  amenazó con decaer.

-¿Qué tal me veo?- preguntó ella, obligando a la sonrisa a permanecer en su rostro, mientras exageraba una vuelta sobre sí misma, consiguiendo que los bordes de su vestido rojo se elevasen en el acto. Él abrió la boca y la cerró, y lo continuó repitiendo varias veces, hasta que finalmente se aclaró la garganta dispuesto a hablar. Ella se hubiese sentido halagada por la incapacidad de él a la hora de hilar las palabras, de no haber sido porque en sus ojos primaba una expresión de completo desconcierto. No había adoración en su mirada, había pánico.

-Cambio de planes- exclamó él desviando la vista y ella observó boquiabierta como él comenzaba a desanudarse la corbata de seda negra.

-¿Qué quieres decir con “cambio de planes”? - Ella realmente intentó que la mandíbula no le temblase, pero era difícil conseguirlo cuando tenía a Nick frente a ella quitándose el saco y desabrochándose la camisa blanca.

-No puedo dejar que salgas así- la desvistió con sus ojos, con tal lujuria y deseo, que ella supo que él estaba exagerando solo para hacerla sentir bien- Te ves demasiado irresistible, te quiero en mi cama ahora.

Los pantalones de sastre quedaron amontonados junto a sus calcetines y camisa. Él era muy poco cuidadoso con la ropa, pero podía darse ese lujo, ya que su agencia tenía convenio con la lavandería local. Por la mañana Nick se apresuró en dejar a Destiny en la escuela. Ella podría haber dicho algo sobre su repentino apuro o urgencia por mantenerla alejada, y aun así, se mantuvo tan sonriente y calmada que él no pudo evitar besarla. Y esta vez, no fue lujuria lo que motivó a sus labios a moverse sobre los de ella.

-¿Cuándo te veré?- murmuró contra su piel, afirmando sus pequeñas manos en el cuello blanco de la camisa de él.

-Pronto- murmuró más tarde, mientras apagaba el celular y se estacionaba frente a una humilde casita, comprobando sonriente que el estacionamiento se encontraba desierto.  La madre de Miley no estaba y no sabía si realmente debería agradarle eso… Había estado ahí muy pocas veces, sin embargo, habían sido las suficientes para memorizar el número de líneas que tenía el camino hasta la entrada. Nick había pasado horas contando las fisuras del cemento y varios minutos más grabando en su mente cada detalle de aquel lugar.

-Te estás condenando…- escondió el rostro entre sus manos con los puños ardiendo y los ojos aún peor. Estaba frustrado, molesto y dañado… Se sentía roto- Lo estás haciendo y esta vez vas a caer- Jugueteó con las llaves del auto, con la tentativa de emprender marcha atrás y dirigirse al instituto para recoger a Dest. Correr, huir otra vez a los brazos de su salvadora, pensando ilusamente que quizás la adolescente lo podría ayudar. Era el peor jugador de la historia. Él, quien apostaba su corazón una y otra vez a sabiendas de que las cartas hacía mucho que habían sido reveladas. ¿Se había burlado de Liam?

-A la mierda con todo.- Nunca antes trató a su Mercedes con tanta crueldad y descuido. El cristal de la ventana pareció gritar cuando el portazo le sacudió con violencia, ¿o es que acaso le estaba dando una advertencia? Nick no lo sabría decir con certeza, pero preferiría ignorar cada maldito augurio que la naturaleza le manifestaba. ¿Qué importaba que el día estuviera sombrío? Últimamente parecía llover con bastante frecuencia.

Abrió la cerca gris y fingió no ver como sus dedos le temblaban. Hasta hace poco ella no era nada. ¿Por qué infiernos tuvo que ceder?, ¿por qué no pudo mantener su miembro dentro de sus pantalones? Destiny… Sí, era tan fácil culparla a ella; decirse a sí mismo que su deseo por ella lo había cegado y Miley había estado justo ahí… Momento equivocado, lugar indicado. Demasiado fácil…. Demasiado bueno para ser real. Golpeó una vez y el hueco en su pecho parecía quemar. Mierda, como dolía. Apretó la mandíbula repitiéndose a sí mismo que sería fácil, solo una vez… Solo esta vez. Pudo oír los pasos acercándose y la ansiedad en su estómago aumento. ¡Por todos los cielos, ya no tenía quince años! Ella abrió la puerta, pero en cuanto le vio perdió el color en su rostro. Dos segundos más tarde, la puerta fue cerrada en su cara. No debería sorprenderle que ella lo recibiera así, es más, era de esperarse. No es como si en sus últimos encuentros él la hubiera tratado con exceso de caballerosidad.

-Miley…- pidió, pero la puerta no se abrió- Necesito hablar contigo- No hubo respuesta, pero podía sentirla al otro lado de la madera. Deslizó su mano hasta el pomo, temblando a cada segundo, con una mezcla entre furia y necesidad.

-Voy a abrir- advirtió, pero el silencio fue su única respuesta. Cuando eliminó la barrera entre ambos, se sintió como si un millón de libras le hubieran sido quitadas de encima. ¿Podía ella seguir siendo tan hermosa, incluso llorando? Porque lloraba… Ella lloraba sin cesar, como ayer, como antes y esas malditas lágrimas de cocodrilo no le deberían importar. Y sin embargo, lo hacían. Se sentía una bestia por provocarlas en ella, y esos tristes ojos claros lo obligaron a retroceder. Era lo más seguro, porque justo ahora sus manos ardían por tocarla.

-¿Qué haces aquí, Nick?- ella pasó su manga por su nariz sonrosada, un gesto brusco y juvenil, tan similar a la Miley de antaño- ¿Qué quieres de mí?- Él dio un paso hacia ella, y luego otro, hasta que sus cuerpos estuvieron tan cerca como dos extraños podrían llegar a estar. Solo que no eran extraños, no lo eran en absoluto. Sus manos se acomodaron en los contornos de sus hombros, evitando tocarla, pero ansiando tocar; una jodida combinación de anhelos e intereses a los que les faltaba poco y nada por concretar y saciar.

-¿Por qué ahora?- preguntó ella, no entendiendo nada. Él por su parte, ya no estaba seguro de lo que era correcto o no. ¿Valía la pena romper su promesa a Dest? ¿Realmente estaba arriesgando tanto? Más duro aún, era asumir que le importaba, y mucho. No debería, pero una parte de sí no dejaba de culparse por dañar a la niña de sus ojos, y aun así, los ojos de Miley bastaban para hacer dudar a su corazón. Esa era la verdad del asunto… Su corazón dudaba.

-Porque necesito saber algo- Miley reprimió el deseo de tocarlo, por mucho que cada poro de su piel yaciera dilatado exudando deseo e incluso cuando el pecho de él pareciera tentar al suyo con suaves roces disfrazados de casuales. No podía, no podía perderlo otra vez.

-Nick…

-Necesito saber si aún te amo- la cortó él. Esta vez, su autocontrol quedó reducido a cenizas y no existió fuerza posible que le impidiese llegar a él. No importaba que la odiara, ni cuanto lo amara o cuánto tiempo lo hubiera añorado en secreto, todo lo que importaba era su boca cubriendo la suya; suave y cálida…  Como ayer, como siempre. Las lágrimas de ella no tardaron en ceder y cuando la mano de él acunó su rostro, el sollozo no murió en sus labios, sino que lo bebieron los de Nick. Él se tragó su dolor, su llanto y sus gemidos. Se tragó su disculpa muda.

-Me lo debes- le exigió él, antes de guiarla hasta su habitación, una que siempre había soñado con visitar… No había vuelta atrás, ya había roto su promesa. Era imposible mantenerse alejado de Miley. Destiny  tendría que saber perdonar o incluso mejor, olvidar…

Con cada paso que daban en dirección a la habitación, el corazón en el pecho de él latía furioso; casi parecía rugir, como si vaticinara una derrota. La suya. Su respiración había perdido el compás y su baja espalda se encontraba humedecida al igual que su nuca, manos y pecho. Increíble, estaba convertido en un charco andante y no sabía si la responsable era la culpa o la ansiedad, aunque lo más probable es que se tratase de ambas. Recordó las palabras de Dest la tarde anterior, sus caricias y sus «te quiero», unos que se oían tan fingidos como su sonrisa cada vez que ocultaba un «te amo». Evocó la noche anterior y lo diferente que se había sentido entre sus brazos, contra su cuerpo. Hacerle el amor nunca se sintió tan correcto, tan único; incluso cuando las razones que lo llevaron a eso fuesen poco honorables. Él era un monstruo.

Había sido demasiado perfecto, demasiado fácil para merecerlo; pero en cuanto la vio salir de aquel baño, su castillo de naipes cayó en picada, le bastó con verla para comprender el porqué. Simplemente no pudo, fue incapaz de fingir otra noche que todo estaría bien, porque no lo estaría. No consiguió corresponder a su sonrisa y llevarla a cenar en esas fachas. Lo cierto era que las cosas habían cambiado y ya no podía estar con ella cuando finalmente comprendía el porqué de su obsesión, su fijación. Y cuando los ojos de la adolescente brillaron con aquel líquido salino que él tanto odiaba, Nick no tuvo el valor para decir que no. En su lugar, hizo todo lo que estuvo en sus manos para que esa sonrisa no abandonase sus labios; la tomó en sus brazos y la hizo suya, probablemente porque muy en el fondo sabía que esa podría ser su última vez, ya que no tenía las fuerzas para seguir mintiéndose a sí mismo. No podía continuar esclavo de un pasado estremecedor. Quiso ser otro, anheló ser mejor. Él simplemente deseaba ser un buen hombre para ella y, sin embargo, no lo consiguió. Se hundió en su interior queriendo más, queriéndolo todo y se sintió tan bien que lo aterró. Nick se dijo a sí mismo que no era gran cosa, pero el resultado de su egoísmo fue mayor, y el modo en que Dest gimió su nombre dolió tanto como el «te amo» que él se calló…

Calló porque dolía demasiado para ser algo correcto. Él podía sentir amor, pero no significaba que fuera un amor bueno. Si continuaba adelante con ello, su relación con Destiny sería tan frágil como un botón de rosas resguardado por un marco de cristal. Él no correría ese riesgo, no dos veces. No podía ofrendarse a sí mismo sin terminar lo que había comenzado hace años. Debía cerrar el capítulo. Tenía que asegurarse de que no amaba a Miley antes de ir en serio con Destiny. Sinceramente, lo que más temía era admitir que estaba con la adolescente solo por mantener vivo el recuerdo de Miley, no la de ahora, sino la de antaño… Siendo honesto con él mismo, tuvo que admitir que no era la mujer que le había roto el corazón en mil pedazos, sino la primera mujer que realmente amó… Tenía que probarla una última vez. Y lo estaba haciendo…

-No pensé que vendrías- admitió ella sentándose en la cama. Se notaba tensa y no había indicios de querer desvestirse. Bien, él lo haría por ella.

-Tampoco yo- confesó viéndola y acomodándose junto a ella en la cama. Depositó una mano sobre la suya y entrelazó sus dedos, ella no lo apartó, y se preguntó si estaba bien no sentir nada.

-Te necesito, Miley- sus palabras fueron fuertes, pero brotaron tan dulces como la miel y por un instante Miley creyó ver en él un atisbo del joven que amaba; que seguía amando. Recordó lo ilusa que había sido en el pasado, lo ingenua que se mostró y se odió aún más por caer victima de las manipulaciones de Liam.

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